Poema

Las aves han migrado. Tras un cielo sin tiempo

se revela el jardín que el vacío pobló

con breves matorrales. El amor,

los gritos, las catástrofes, su gloria

no volverán, lo sé. Y poco permanece:

el canto, la plegaria, el sembradío seco

en este erial al margen de la felicidad.

Vivir en la amargura apenas significa

algo, si el corazón solo recoge espigas

secas y el ave calla. ¿Podré hallar

la voz de nueva cuenta confrontando al adiós?

La desventura pone piedras donde hubo espíritu,

enmudece los labios, siega todas las sendas

y embriaga con dolor.

Éramos plenos, vida mía, en la tempestad,

guardábamos el fin del mundo en nuestros pechos,

sembrábamos el cosmos, las noches y los días,

el pájaro trinaba. No estarás solo,

jurabas, no se irán jamás las auroras ni el templo

que erigimos, nuestra patria.

La palabra, comprendo, dura lo que el gemido,

la promesa efímera y el camino se quiebran.

La oscuridad descansa donde el alma

traicionada reside sola y sin ánimo.

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Published on April 19, 2025 10:59
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