En estas últimas tres semanas he descubierto que mi salud no es tan robusta como pensaba. Mis niveles de insulina demuestran que esta hormona está trabajando más de lo debido y mis riñones están dando señales incipientes de deterioro. Esto sin mencionar los elevados niveles de las grasas en mi sangre. Hasta ahora no he tenido ningún síntoma de importancia, pero esto debe servirme de advertencia de que ya no puedo comer las mismas cosas que en mi juventud ni en la misma cuantía. Lo más irónico es que si no fuera por mi bella esposa no me habría hecho tales análisis. Podría decirse que ella salvó mi vida. En verdad soy muy afortunado en tenerla a mi lado.
En cuanto a mi alimentación he retirado de mi boca los refrescos, el pan dulce y demás azúcares refinados, así como la comida rápida y procesada. Por primera vez he probado una manzana en su estado natural y estoy tratando de aumentar mi ingesta de verduras. También estoy tomando tantos medicamentos como cualquier septuagenario que se digne de serlo (de hecho creo que estoy tomando más pastillas que mi padre).
Sé que no me queda mucho tiempo en este plano terrenal debido a mi libertinaje alimenticio, pero trataré de retrasar lo inevitable.