Moteros tranquilos, toros salvajes

Moteros tranquilos, toros salvajes. La generación que cambio Hollywood. Peter Biskind, trad. Daniel Najmías. Barcelona: Anagrama: 2004

The Way We Were

«Poco después del estreno de La guerra de las galaxias, Cocks estaba en casa del director Jeremy Kagan cuando llegó Harrison Ford, totalmente despeinado, con la camisa hecha jirones y aspecto de William Holden en Picnic. 《Por Dios, Harrison, ¿qué ha pasado?》, preguntó Cocks. 《Entré en Tower Records a comprarme un álbum y la gente se me echó encima.》»

En las últimas semanas he sabido que Steven Spielberg produce la adaptación al cine de Hamnet (con guión de la propia autora) una de mis novelas preferidas más recientes, una película que aun no se ha estrenado pero cuyo tráiler me pone de los nervios porque deforma, anticipa y tergiversa todo lo bueno y que convierte a la novela de Maggie O’Farrell en una obra de arte.

Sin embargo, ahora que he leído este ensayo de Peter Biskind que tenía pendiente desde el día en que conocí a Fran, creo que puedo relajarme un poco al respecto porque entiendo mejor lo que está pasando, lo que lleva sucediendo unos cincuenta años, lo que se conoce como «el nuevo Hollywood». Me explico.

Moteros tranquilos, toros salvajes se inicia con el terremoto de San Fernando que en 1971 sacudió la ciudad de Los Ángeles y escoge a un desconocido Martin Scorsese como personaje para comenzar la historia: un veinteañero recién llegado a la ciudad e ilusionado con una oportunidad de trabajo como montador en Warner Bros. La sacudida fue real y las réplicas llegan hasta el día de hoy. Este libro se dedica a describirlas como si se tratara de una novela y aunque todos los personajes son reales, la fábula está servida (al fin y al cabo es un libro que se recompone con testimonios de fuentes no siempre originales; hay mucho chisme).

La industria del cine en los Estados Unidos se dibuja al detalle, con información escabrosa y con un espíritu más bien centrado en los señores que en las señoras, eso es así (porque era así) y el resultado es adictivo. Entre Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) y Toro salvaje (Martin Scorsese, 1980) el autor tiende un ovillo de lana que teje con esmero, entrelazando y apretando más en unos puntos para aflojar en otros, regresando a por los cabos sueltos, sumando y restando hasta llegar al final y rematar. Se perfila a los grandes seductores y los más terribles villanos con la ligereza de una parodia en la que todo es excesivo (porque todo era excesivo) histriónico, desmesurado. Las fiestas eran orgías, la cocaína se regalaba en frascos, los porros y el alcohol eran la base de la pirámide nutricional y los presupuestos para los rodajes estaban ahí para desperdiciarse.

Luego llegaron los chicos buenos y dieron con la clave: ¿Acaso había que portarse bien y había que ser constante? Puede que sí, hasta cierto punto, pero sobre todo, para que la cosa funcionara había que mirar hacia la tele. George y Steven lo cambiaron todo y reventaron las taquillas dándole al público el entretenimiento que les faltaba, aunque no todo el mundo parecía estar de acuerdo.

«《…Se recibía un guión, se contrataba a un director, se contrataba a los actores, se hacía una película. De pronto empezaron a hacerlo a la inversa. Montaban el paquete antes de tener a punto el rodaje de una película, con lo cual el guión se convertía en el esclavo del proceso, al revés de lo que era habitual. Era una forma de hacer películas propia de holgazanes.》»

Mucho me he acordado de las lecciones de algunos profesores durante mis años de estudio de teoría del cine, en este país donde la titulitis sigue siendo una enfermedad incurable: La obsesión por títulos académicos en un contexto donde, la mitad (o más) de los profesores jamás ha trabajado en una producción o un rodaje reales, frente a lo que ocurre en EEUU:

«《En la escuela de cine no aprendí a hacer una película. Lo que se aprendía en la escuela de cine era a expresarse con imágenes y sonido. Pero aprender a hacer una película era algo totalmente distinto. Están la junta de producción, el calendario de rodaje. Hacer una película significa levantarse a las cinco de la mañana para llegar a tiempo al estudio, y también dar de comer a los actores y al equipo.》»

Moteros tranquilos, toros salvajes describe, efectivamente, a esa «generación que cambió Hollywood» y que lo convirtió en lo que es hoy día, con sus pros y sus contras. Una montaña rusa de ambiciones y e irresponsabilidades varias de la que alguno se salvó, dejando a otros tantos por el camino.

Cybil Shepherd como ninfa rompematrimonios durante el rodaje de The Last Picture Show (Peter Bogdanovich, 1971) machacada posteriormente por su falta de talento es un ejemplo de las contadas mujeres que aparecen en el libro, todas esposas, hijas, amantes o madres de los personajes centrales (directores, actores, productores…). Julie Christe arrasando con su personalidad y convicciones políticas (trabajaba para poder apoyar económicamente las causas que verdaderamente le interesaban y sí, se cansó de Warren Beatty). De entre todas, encuentro a mi ídola en la periodista especializada en crítica de cine Pauline Kael, que osó comparar Apocalypse Now con Pascualino Settebellezze de Lina Wertmuller (1975) y reprocharle a Coppola su falta de originalidad.

Un texto para aprender y sorprenderse que opino que no debe tomarse al pie de la letra porque incluye más ficción de la que quiere reconocer, que ilustra los pasos que se dieron hasta llegar a ese fenómeno terrible por el cual todos entendemos que el cine es poderosa industria multimillonaria cuando quiere y arte el resto del tiempo.

Hamnet será un éxito y Steven lo sabe. Lo que haya que sacrificar por el camino carece de importancia.

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Published on September 13, 2025 11:16
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