Una reseña de mi ‘Carta desde Zacatraz’ desde Seattle: «Esto es un duelo…»
Hace unas pocas semanas, un par de ejemplares de mi Carta desde Zacatraz viajaron hasta Seattle, Washington, Estados Unidos. Hace unos pocos días, la destinataria me envió este mensaje que me sacó las lágrimas. Primero le pedí permiso para publicarlo en este blog, y por eso usted está leyendo esto ahora.
Imagen digital generada por RobeNeoHola, Roberto, ¿cómo estás?
Gracias de nuevo por haber ido, como dicen los gringos, «above and beyond» para hacerme llegar los libros que te encargué.
Distintos contratiempos me impidieron leer Carta desde Zacatraz hasta ahora. Pero tengo que decirte que, si existe la resaca de lectura, esto no le llega ni a los talones; más bien es un duelo. Sufrí con tu libro… ¡cuánta atrocidad! No tenía con quién comentarlo porque me lo leí antes que mi pareja, y no quise contárselo para no arruinarle la lectura.
En primer lugar, tu trabajo de investigación durante todos esos años es impresionante. Es una lectura imprescindible para entender el fenómeno de las maras. En los noventa, de la noche a la mañana, pasamos de la guerra civil a la «paz». Ha sido importante para mí leer sobre lo que pasó en los años de posguerra que viví en mi país.
El hecho de poder «escuchar», como lectora, un mismo relato corroborado o contrastado por tantas voces es un valor agregado. La historia que cuentas en tu libro supera con creces a la ficción.
Te escribo ideas sueltas que hubiera querido compartir mientras leía el libro; por supuesto, corregime si estoy equivocada. Mientras leía, más de una vez tuve escalofríos y una especie de terror tardío al recordar cada encuentro que tuve con las maras; no todos tuvieron la fortuna de que no pasara de un susto.
La forma en que describís la evolución de las maras corresponde a lo que vivimos en comunidades como Prados de Venecia, en Soyapango.
Tu narrativa descriptiva (el capítulo de La Choricera, por ejemplo) es digna de la mejor novela del realismo mágico; casi estuve ahí mientras leía.
Mi mamá dice que el hubiera no existe, pero en tu libro hay momentos en los que uno se pregunta qué habría sido de la vida de los protagonistas, tanto víctimas como victimarios, si esto u lo otro hubiera sido diferente. Como decís en tu libro, las tragedias no siempre son inevitables. ¿En algún universo paralelo habrá una versión del Directo como tutor de muchachos en un centro de rehabilitación, enseñando con el ejemplo que es posible dejar las maras?
Cuando insinuaste la muerte de Rosa, pensé que había sido por la ley de la mara de condenar a muerte a la familia de un traidor, pero el horror estaba lejos de tocar fondo. Me pregunto qué será de Mayra y Andy. Espero que tengan un destino más afable que el de sus padres.
¿Podrías conseguirme una copia de tu libro Hablan de Monseñor Romero? No se vislumbra un viaje mío a El Salvador en un futuro próximo, así que no hay ninguna prisa.
Bueno, perdona lo extenso del mensaje, pero tu libro da para eso y más.
Un abrazo.
No hay nada que perdonar, Xiomara. Al contrario, gracias a usted por este sentido mensaje, que es puro combustible para seguir en esto.. De corazón se lo digo. Ojalá algún día podamos coincidir y tomar un café. Abrazo.
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