Los domingos

Los domingos. Alauda Ruiz de Azúa, 2025

Libre albedrío

La toma de decisiones, esa capacidad del ser humano de configurar su propio camino vital haciendo una cosa u otra nunca es libre, aunque lo sea. No somos un lienzo en blanco salvo cuando somos bebés y no tenemos capacidad de discernir, contrastar ideas, valorar pros y contras. El adulto siempre está condicionado, aun cuando no advierte presiones y puede hacer lo que quiera; acabará haciendo aquello que decida de acuerdo con su criterio, el que ha desarrollado hasta ese punto de su vida.

Si digo todo esto como introducción al comentario de Los domingos es porque yo, con mi criterio, considero que esta película trata de eso, de la toma de decisiones y de aquellas personas que las toman, de su contexto y de los múltiples factores que condicionan ese contexto y consecuentemente, a esa persona.

Invito en este momento a que abandonen la sala quienes no hayan visto todavía esta película, porque voy a destriparla casi del todo.

Como decía, quien toma una decisión en esta historia es una niña de diecisiete años, menor de edad a efectos legales, madura de sobra de cara al contexto social y familiar en que se encuentra. Lo tiene claro y quiere ser monja de clausura pero habita un mundo que limita esa capacidad, porque requiere de la autorización de su padre. Aquí comienza la verdadera historia de Los domingos.

Si bien las personas somos responsables de nuestros propios actos, aquellos que efectivamente, decidimos, cuando se trata de tomar una decisión que afecte a aquella persona de la cual se es responsable, la cosa se complica. En el caso de Iñaki, padre de la protagonista de Los domingos, aquejado de preocupaciones económicas diversas, que a su hija le dé por ser monja a priori no parece que le preocupe demasiado (siempre y cuando no deba pagar por ello) pero la intervención de su hermana abre una nueva brecha en el conflicto.

Maite, la tía de Ainara, se opone a la iniciativa de su sobrina y añade una perspectiva contraria a la iglesia católica.

Partiendo de esta premisa, Los domingos podría haberse desarrollado con una trama maniquea que oscilara entre el mundo religioso y el ateo pintando cada uno de ellos con los rasgos más extremos, para facilitar al espectador la toma de una decisión que lo decante por uno u otro, pero si esta película me parece brillante es, precisamente, por no hacerlo.

Insisto en que quien decide en esta historia es una niña que depende de un adulto, una niña huérfana de una madre fanática religiosa, por lo que se intuye a partir de una línea de diálogo que puede pasar desapercibida. Una niña «con una herida», como dice uno de los personajes.

Se enfrentan, por tanto, dos mundos que pueden llevarse o no a Ainara: el de la Iglesia, representada por el cura joven y enrollado del colegio, guía y acompañante de la niña en su proceso de «discernimiento», quien la prepara para el momento definitivo en que recibirá «la llamada», y el de su tía Maite, reacia a permitir que a su sobrina adolescente le lave el cerebro una institución religiosa y la aparte de la infinidad de posibilidades que podría brindarle el resto de su vida si ingresa en un convento.

Pero Maite está en plena crisis vital, es infiel a su marido y está enfrentada a su hermano, porque la madre ha dejado su casa íntegramente en herencia al hijo «con la promesa de que la mitad fuera para ella», algo que finalmente no sucede.

Es este el único momento de la película, junto con un breve comentario de una de las monjas cuando Ainara va a visitarlas durante unos días, en que se menciona el peso del patriarcado: en la familia, donde es el hombre quien preside la mesa para tener la última palabra y quien hereda los bienes y en la iglesia, donde ellas se entregan a una vida de oración y renuncia por una institución misógina que claramente, las desplaza a un segundo plano. La monja en cuestión le dice a Ainara que a veces, hay «momentos difíciles porque Dios, al final, es como cualquier marido».

Y Ainara quiere ser monja, porque quiere llevar esa vida austera y privada de todo, porque esa vida de monja la apartaría de una familia que la daña con su incomprensión.

Para redondear la espléndida pintura de personajes, Los domingos incluye a la madre priora quien, en última instancia, decide si Ainara entra o no a formar parte del convento. Una figura autoritaria, seria, firme, dibujada a la perfección con una ambigüedad inquietante, que es sincera y manipuladora a partes iguales y que podrá aterrorizar o maravillar a cada espectador, según su criterio.

La secuencia final de Los domingos es una lección magistral de cine: los recursos visuales y musicales que acompañan toda la película regresan para un montaje paralelo perfecto en donde la trama desenlaza un camino, los objetivos de los personajes terminan en otro y el espectador lo recibe todo a la vez para decidir qué es lo que ha visto.

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Published on November 02, 2025 04:45
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