In-certidumbres
El hombre apaga la luz y va a sentarse a su sillón favorito.
Ya todo es tranquilidad y silencio en la casa, a esas horas refugio nocturno y placentero. Todos duermen.
En pocos días volverá la monotonía del trabajo y la crianza, pasadas las celebraciones, propósitos futuros, promesas por no cumplir o cumplidas sólo a medias.
El hombre enciende su pipa. Reflexiona.
Ha cumplido los cuarenta años, esa edad difícil de crisis, enmiendas y recuerdos.
En las volutas del humo recuerda su vida pasada. Busca sus certezas.
Ha fundado una familia, acabó sus estudios superiores, vive holgadamente.
Su sangre y sus genes corren alegres en dos hermosos cuerpos de niña. Plantó árboles, y hasta se atrevió a emborronar el folio en blanco.
A su lado tiene una mujer que le quiere y respeta. A veces discuten como todo buen casamiento bien avenido. No le deja fumar en casa. Lo normal.
Tiene una biblioteca llena de libros aún por leer, y escasos amigos buenos con los que compartir charla y humo.
Está a mitad de su vida, si la enfermedad y la hipoteca lo respetan.
Pero siempre se sueña con lo que pudo ser. O se deseó ser.
En los anaqueles las pipas le miran con sus ojos vacíos, preguntándole “¿es para ti suficiente?”-
El hombre se afana, acaricia la pipa, saborea el humo, busca la eterna respuesta.
Afuera, cae la noche y el frío al comienzo del nuevo año.


