Atrás caminaban las sombras, unidas a ellos pero separadas a la vez, pues no las veían ni se interesaban por ellas. De hecho, no existían. Sus manos se unieron a lo largo del paseo, que era de arena y hojarasca, y de árboles resfriados, y de cielo e infinito. Sí, y en el infinito se dibujó un arco iris tan bonito que otros tantos se pintaron en los labios de todos los que, sorprendidos, sonrieron ante la magia de sus colores curvados, vívidos y grandiosos. Y todo gracias a las nubes, al viento y al atardecer, que escondía el sol para hacer del camino un sendero tenue lleno de romance vigoroso.
El amor vivía en cada paso, y los pasos afirmaban que existía el paseo, pues ellos eran los creadores de ese momento que, pese a ser breve, lo sintieron eterno.
—Te quiero.
Una respuesta similar a una pregunta que nunca lo fue.
Y se besaron.
Iván Hernández, Mayo 2014
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Published on May 18, 2014 10:11