Adrian Quiroga

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Alas de hierro
Adrian Quiroga is currently reading
by Rebecca Yarros (Goodreads Author)
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“Por lo general espero sin saber qué espero ni si aquello vendrá algún día. Sospecho que a mis vecinos les para lo mismo, porque se les nota en lo profundo de los ojos, aunque estén sonrientes y me den los buenos días con amabilidad. hay otros que no esconden esa espera incierta en los ojos, y diría que son los únicos realmente felices. Pero son pocos. Los demás y yo nos hemos acostumbrado a vivir en esa espera, y la recordamos a veces en aquellas tardes tranquilas, cuando nos reconocemos en un suspiro como eternos esperadores de algo que no sabemos qué es, pero que aguardamos con un anhelo tan grande que termina siendo aquello que nos hace levantarnos todas las mañanas”
Andrés Montero, La muerte viene estilando

“Todavía no terminaba de recordar que en el sur [de Chile] la lluvia no significaba nada, que la vida era mojada y lo único que podía hacer era acostumbrarse. Vivir en el sur era eso: acostumbrarse.”
Andrés Montero, La muerte viene estilando

“A lo lejos, como el eco de la muerte, llegaba el sonido del oleaje del mar. Pensó en la Negra y de golpe supo que hasta ese momento no había visto el cielo estrellado ni había oído realmente al mar. Supo también que su cuerpo no había sentido el viento helado ni el calor del fuego, y que la arena de esa playa llevaba cientos de años así, inamovible, y que así seguiría cientos de años después de su muerte, que el mar sería siempre igual aunque él no lo pudiera ver, y que los destinos de los hombres no interesaban a las estrellas ni al viento ni al frío y tampoco al mar”
Andrés Montero, La muerte viene estilando

“—Yo sé que mi vida no ha sido nada del otro mundo, hijo —dijo la vieja después de un rato—. Lo mismo todos los días: que la cocina, que el telar, que la preocupación por el viejo que iba a volver curado y tenía que levantarse temprano, y luego por usted que no llamaba nunca del norte. Todos los días lo mismo. Pero esta ha sido mi vida y ha tenido cosas bonitas. Un día fui madre: usted me hizo madre. Y ese día tuve en mis brazos a una cosita que había salido de mí misma y que tenía un corazón que latía. Y cuando pequeña escuché historias de mis abuelos acurrucada cerca del brasero, y aprendí el oficio de tejedora de mi propia madre. Y ahora de vieja salgo todavía a caminar y a mirar el mar, y a veces me hago una agüita de boldo con harta azúcar. Y los sábados me levanto a preparar un almuerzo rico porque viene usted, y cuando le oigo los pasos el corazón se me acelera de la emoción. Y es verdad: ya tengo más de ochenta años y sé que me voy a morir en un tiempito más. Y cuando estos viejos de la caleta se mueran también, y cuando se muera usted, nadie se va a acordar de mí, así como poco a poco a mí misma me va siendo cada vez más difícil recordar la cara de Florencio, y la de Rubén, y también la del padre Jerónimo, y hasta me olvido de cómo era mi pobre vecina Jimena, que en paz descanse, tan joven que partió. Pero a mí eso no me preocupa, no me preocupa que cuando yo muera a usted mismo le cueste recordar mi cara y mi voz. ¿Sabe por qué? Porque lo tuve a usted en mis brazos, y porque aprendí a tejer con mi madre, y porque me he tomado miles de agüitas mirando el mar. Eso nadie lo sabe y a nadie le importa y por lo mismo está claro que nadie lo va a recordar, pero yo lo tengo acá adentro, y cuando venga la muerte la podré mirar y preguntarle cuántos hijos tuvo ella, cuántas cucharadas de azúcar le puso a sus tecitos, cuántas veces vio una gaviota lanzarse en picada al mar y salir de vuelta hacia el cielo con un pescado. Y la muerte no me va a poder decir nada, porque la muerte es eso: la muerte. La muerte es la envidiosa de los que tuvimos una vida. Y no sabe la envidia que le da cuando ve que otra gente va a despedirse del que se está llevando, cuando escucha a esa gente hablar y decir cosas bonitas del muerto; no sabe usted, Martín, toda la rabia que siente la muerte por cada lágrima que se derrama por un finado, porque nunca nadie va a derramar una lágrima por ella.”
Andrés Montero, La muerte viene estilando

Andrés  Montero
“Hubo un tiempo en que fuimos todos iguales, mi niña. Pero un día ellos no nos reconocieron más. Nosotros no entendimos qué pasaba y así perdimos la tierra y la memoria. Sin embargo la tierra es sabia y algún día nos hará recordar. Algún día nos volveremos a reconocer como hermanos de esta tierra y olvidaremos a los que nos han hecho olvidar. Entonces sí seremos libres.”
Andrés Montero, La muerte viene estilando

145589 RavenClub — 476 members — last activity Mar 01, 2017 05:07PM
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