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Que sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí, y creo que entonces la ayudo un poco. Como hacer vendas para un soldado que todavía no ha sido herido y sentir eso de grato, que se lo está aliviando desde antes, previsoramente.

Interrumpí esta carta porque debía asistir una tarea de comisiones. La continúo aquí en su casa, Andreé, bajo una sorda grisalla de amanecer. (...) Un trozo en blanco de la página será para usted el intervalo, apenar el puente que une mi letra de ayer a mi letra de hoy. Decirle que en ese intervalo todo se ha roto, donde mira usted el puente fácil oigo yo quebrarse la cintura furiosa del agua (...).

Mauro lloraba a cara descubierta como todo animal sano y de este mundo, sin la menor vergüenza.

(…) hasta que de repente, presa de un extraño ataque de nervios, perdí el control y comencé a balbucear. Aunque estaba de espaldas a la puerta, noté de pronto que ella debía haber entrado, que estaba presente; no sabría decirte cómo está súbita certeza me desconcertó, pero mientras estaba hablando con el gobernador y sus palabras resonaban en mi oído, sentí su presencia en algún lugar detrás de mi.

(...) ¿Cómo era posible? Pero él mismo se habría quedado de una pieza al saber que yo no me lo quitaba de la cabeza en todo el día. No había motivo alguno para encontrar mi actitud más justa que la suya. En cierto sentido, yo tenía más suerte que él.

Algunas veces me decía a mí misma que tal vez se pasaba un día entero sin pensar ni un segundo en mí. Le veía levantarse, tomarse el café, hablar, reír, como si yo no existiera. Este desfase respecto a mi propia obsesión me llenaba de asombro. (...)

(...) cuando me encontraba rodeada de otras mujeres, en la caja del supermercado, en el banco, me pregunta si ellas tenían, como yo, un hombre metido a todas horas en la cabeza o, de no ser el caso, cómo se las arreglaban para vivir así, es decir —de acuerdo con mi existencia de antes—, en espera tan solo del fin de semana, de salir a cenar fuera, de la clase de gimnasia o de los resultados escolares de los hijos.

Yo no era más que tiempo que pasaba a través de mí.

Me habría gustado no tener nada que hacer salvo esperarle.

Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz.

"(...) el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, (...)"

El fantasma de quería ser fantasma. En cualquier lugar donde se hubiese ocultado, él (religiosamente) le daba la espalda, como en un feng shui. Su adoración por ella era tan grande que se había vuelto místico para negarla sin morir.

—La llamé —le contó a la rata.
Sonreía.

En la biblioteca del segundo piso había cientos de libros (…). Maria cerraba la puerta de su cuarto con llave, cubría la ranura al pie de la puerta con su camisa, encendía el velador y leía hasta quedarse dormido. A veces tenía que dar la vuelta las páginas hacia atrás y retomar la lectura, porque en realidad se había pasado hablando con Rosa mientras sus ojos seguían por inercia las líneas del libro.

¿Podré resistirlo?, ¿no me pondré rojo como una amapola o blanco cual un lirio cuando sus ojos llenen el hueco de esa puerta?, ¿no estallará mi corazón?

El amor precede al conocimiento y éste mata a aquél.

Hermano, déjala ir…

No me hacía nada bien pensar en la camarada Arlette, cada vez sentía como si se me abriera una úlcera en la boca del estómago.

Saber que el sol existe ya es toda la vida.

—¡Seguro! ¿No reconoces el lugar?
—¡Reconoces! ¿Qué hay que reconocer! ¡He arrastrado mi perra vida por el fango y quieres que distinga sus matices!

—Con esto hemos pasado el rato.
—Hubiera pasado igual, de todos modos.