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Solo cuando vio que se pintaban pasajes de los Mantras de la corteza de abedul en las paredes, y que los recitaban poetas que usaban los burdeles como tapadera para difundir sus ideas políticas, llegó a comprender que aquello no era solo lujuria, era una fuente de fe y desafío para los ahiranyis, quienes aunaba las historias de seres seductores, con los relatos de la gloria conquistadora en una misma lírica (Parafr).