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Carnegie enfatiza la importancia de considerar los sentimientos de los demás al corregir errores, evitando humillarlos. Es crucial hacer sentir apreciado a la persona, reconociendo sus cualidades positivas junto con el error.

Carnegie propone liderar haciendo preguntas en lugar de dar órdenes directas. Esto involucra a las personas en el proceso, explicando el por qué de las tareas y permitiendo que se sientan parte de la solución.

Carnegie aconseja que, antes de corregir a alguien, nos pongamos en su lugar para comprender su formación e información. Esto nos permite corregir con empatía y humildad, admitiendo nuestras propias fallas y reconociendo su humanidad.

Señalar errores indirectamente es crucial. El uso del “pero” en la comunicación puede ser negativo, pero invertido, como “ese atuendo no te favorece, pero el estilo te va muy bien”, puede suavizar el mensaje.

Carnegie sugiere usar elogios genuinos para suavizar correcciones, siguiendo el modelo del “sándwich positivo”: comentario positivo, negativo y positivo. Esto facilita la aceptación de retroalimentación y promueve el cambio.

Carnegie cierra la tercera parte del libro sugiriendo “retar” a otros a hacer lo que queremos, como una forma de hacerlos sentir importantes. Esta competencia sana, que impulsa la excelencia mutua, puede fortalecer las relaciones.

Carnegie sugiere presentar mensajes de manera novedosa para captar atención, similar a la publicidad y películas. La creatividad y la novedad son clave para ser escuchados.

El autor propone invocar los motivos más nobles en las interacciones diarias, asumiendo que las razones de las acciones de las personas son nobles. Al apelar a los sentimientos de nobleza y a cómo desean ser percibidos, la mayoría actuará de acuerdo a esa nobleza, facilitando la resolución de conflictos.

Dale Carnegie propone una frase para evitar discusiones: “No te culpo ni un poco por sentir lo que sientes. Si estuviera en tu lugar, sin duda sentiría lo mismo que tú.” Esta frase, basada en la empatía, permite comprender las razones del otro y buscar soluciones conjuntas, especialmente en negocios, en lugar de entrar en confrontaciones.

Ponerse en los zapatos del otro facilita la resolución de conflictos al encontrar puntos en común y fomentar la cooperación. Esta perspectiva permite ver el mundo de manera diferente y solucionar problemas desde otra óptica.