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Todo el día con lo del cambio climático como si fuera una novedad, y poniendo caras de asombro. Podrían haberle preguntado a cualquier granjero durante los últimos veinte años: los veranos ya no son lo que eran. Se nos han puesto en contra y cada año van a peor. Y mientras tanto, todos esos idiotas tumbados en las playas, quemándose sus blancos culos, como si fuera lo mejor que les ha ocurrido en la vida.

—¿Puedo ofrecerte café? —dice Cal—. ¿Té? Lleva aquí el tiempo suficiente para saber que el té siempre es apropiado, llueva o haga sol. —No. Estoy bien. Cal también lleva aquí el tiempo suficiente para no tomárselo como un rechazo.

French, Tana. El cazador (AdN Editorial Grupo Anaya) (p. 108). AdN Editorial Grupo Anaya. Edición de Kindle.

pero desde el principio decidió que no iba a hacerse responsable de los bajones anímicos de Cal. No es que sean frecuentes en él, pero Sean, su marido, era un hombre dado a los altibajos y cometió el error de pensar que aquello era un problema que ella debía solucionar. El hecho de que Cal nunca espere que lo haga es una de las muchas cosas que valora de él. No tiene la menor intención de estropearlo.