Amir Valle's Blog
October 6, 2025
Mi nombre es polvo, una novela valiente

Con el escritor cubano Antonio Álvarez Gil en Gijón. Semana Negra de Gijón, 2002.
***Por Antonio Álvarez Gil
Amir Valle es un reconocido escritor, periodista y crítico literario cubano, domiciliado actualmente en Berlín. Su producción literaria se resiste a ser encasillada en cualquiera de los compartimentos estancos ideados para etiquetar y enclaustrar los textos escritos en prosa. Amir ha cultivado principalmente la novela negra, pero también ha incursionado en el periodismo de investigación, la novela histórica, la problemática social o el ensayo de corte político. Por su producción en estos campos ha obtenido importantes premios y reconocimientos literarios, tanto en Cuba como fuera de ella. Entre estos, quiero mencionar aquí el “Vargas Llosa de Novela”, en la Universidad de Murcia, el Rodolfo Walsh, que otorga la Semana Negra de Gijón a una obra de investigación periodística; y el Novelpol, que premia cada año la mejor novela negra publicada en España. Personalmente, destacaré de esta lista un libro que figura entre los más importantes en la obra de Amir. Se titula Habana-Babilonia. Prostitutas en Cuba, y es una impresionante crónica sobre un grave problema que padece la sociedad cubana actual.
Mi nombre es polvo es un libro diferente a todo lo escrito antes por Valle. ¿Por qué? Pienso que en la respuesta a esta pregunta está la clave de algunos de los aciertos de la novela. Señalaré el primero: en este proyecto Amir se hizo a la vela y abandonó el puerto de la Isla matriz para cruzar el océano e internarse en los procelosos mares del llamado primer mundo de hoy. Sin dejar de ser un libro cubano, su novela es, por eso, un texto universal. ¿Dónde se desarrolla la trama? En un supuesto lugar del mundo, sí; pero ¿dónde? No lo diré, pues esta información se encuentra implícita en la novela, aunque no se regala en las primeras páginas. Por otra parte, a lo largo del libro no se menciona país alguno. Hay que leer, deducir y sacar conclusiones. Y ya sabemos que la polisemia es una de las características del texto literario. Cada cual lo entiende a su manera. Vosotros diréis.
Si hablamos de la trama, podría decirse que esta es una novela sobre un psicópata o, más bien, sobre una familia de psicópatas. Pero ¿quién es el enfermo? El personaje central, se me dirá. Sí; pero yo me pregunto: ¿Sólo él? ¿Acaso el señor Polvo es la única persona aquejada del síndrome que sufre el tatuador de la ficción? Pienso que no; el mundo desarrollado está lleno de ellos. Si leemos la novela con un mínimo de atención, si reflexionamos sobre ella y la comparamos con la realidad que nos rodea, veremos que, aunque pueda parecernos un tanto exagerada, la respuesta que he dado a esta pregunta no es del todo irracional.
Pero, volviendo a la trama, y sin querer revelarla, podríamos también decir que el protagonista se cree un ser elegido por Dios, y dotado por Él de una extraordinaria capacidad para visualizar el alma de las mujeres hermosas y dejarla tatuada sobre la piel de sus infelices víctimas. Allí quedarán ambas, el alma y su dueña, expuestas a la vista de todos y proclamando al mundo la verdadera esencia de lo que fue su ser.
Otro aspecto que me gustaría destacar en la obra es la selección del narrador escogido para contarnos la historia. Aquí Amir se vale de la voz de un narrador-protagonista, que está en el centro de los hechos y nos entrega el relato en primera persona. Esto nos ayuda a entrar en su mente y comprender sus motivaciones, sus ansias y sus fobias. Nos ayuda a meternos en su piel, a seguirlo a través de los terribles sucesos que protagoniza. Por este motivo más, durante la lectura permanecemos ansiosos por llegar al desenlace de la narración y enterarnos de cómo Amir resolverá el momento de lo que —lo intuimos desde el principio— será el final de la persona que nos cuenta los sucesos. Este problema técnico, que no es un problema menor en la solución de la trama, está muy bien resuelto por el autor.
La novela ha sido concebida como un conjunto de relatos hábilmente cosidos alrededor del personaje central —y aquí me repito— que es quien los cuenta. Este es un hombre que padece además una misoginia total y un desmesurado delirio de grandeza que lo lleva a sentirse superior a la gente que lo rodea. Pero es también el narrador ideal para contarnos este tipo de trama. Y esta acertada correspondencia entre forma y contenido en la novela nos hace verosímil una historia con un profundo conflicto social, que, de otro modo, se habría quedado girando en la órbita de la literatura fantástica. Aquí, durante el devenir de los acontecimientos, podemos ver —y hasta sentir— otro conflicto mayor, este de carácter social, entre un individuo que es un narcisista enfermo de egolatría y una sociedad que tendría mucho que aprender y analizar tras una lectura profunda de este libro. Por otra parte, y como no podía ser de otro modo, estos relatos sobre las víctimas obedecen siempre a motivaciones perversas del “ser elegido”, como se califica a sí mismo el enfermo mental que protagoniza la novela.

Con Antonio Álvarez Gil y su esposa, la también escritora, Galina Álvarez. Presentación en Guardamar del Segura, Alicante, España, de la novela «Una mujer no propensa a las aventuras» (Galina Álvarez) y «La tentación y la fe» (Antonio Álvarez Gil), publicadas en Ilíada Ediciones, 2021.
Me detendré un instante en los momentos que recrean el conflicto vital de la joven llamada Gresly y que, en mi opinión, destacan sobre el resto por la acertada construcción del personaje y la crudeza del drama existencial que le ha tocado vivir a la muchacha. Con su relato, esta curiosa novela alcanza altísimas cotas de belleza plástica y tensión dramática. Y lo más importante, se clava como una saeta en el corazón del lector, que acusa el impacto y se deja arrastrar por la ficción, hasta que en cierto momento de la historia puede incluso abrigar la peregrina esperanza de que la novela dará un vuelco y la infortunada Gresly terminará cambiando el alma del protagonista y el destino de toda la saga. Es, desde luego, una pompa de jabón que se rompe con el final de este particular relato.
Mención aparte merece el ángel de la guarda, una especie de mentor espiritual del señor Polvo que ha bajado del cielo con la tarea de acompañar al protagonista, protegerlo en las situaciones difíciles y proporcionarle a Amir un buen punto de apoyo para alumbrar posibles zonas oscuras en la mente del lector, o del propio señor Polvo. Este es, por cierto, un claro y merecido homenaje a los grandes maestros que en su momento enriquecieron la Literatura universal con la corriente conocida como Realismo Mágico Latinoamericano. La aparición en la trama de este “ceniciento” y travieso ángel le proporciona a Amir un valioso recurso para salir adelante en ciertos momentos clave de la historia. A través de las conversaciones del señor Polvo con su alado compinche, sabemos que se relacionan en la mítica “lengua de los ángeles”, vía de comunicación que usan estas celestes criaturas en su relación con ciertos humanos “elegidos”, como el protagonista de la novela. En cualquier caso, en estos diálogos se maneja gran cantidad de información concerniente a la trama y que, de otro modo, nos quedaríamos sin conocer.
Pero la mayor virtud de la novela es la prosa con que está escrita. No se trata de una prosa cualquiera. Es un lenguaje culto, estructurado con esmero y salpicado de vez en cuando con alguna que otra palabra soez —como en toda buena familia—; un lenguaje que nos ilustra y nos hace más sabios, que nos alumbra espacios que un día estuvieron oscuros y que ahora conocemos mejor, quien más quien menos, como todo en la vida. Leyendo este texto nos queda la impresión de que buena parte de la obra precedente de Amir ha sido un camino hacia esta prosa y esta manera de narrar. No sé si será un presagio o un reto para los libros suyos que restan por venir. Lo cierto es que lo escrito, escrito está.
Quienes se lean esta novela saldrán de ella con ese buen regusto que nos deja siempre la literatura de calidad; pero también, cómo no, con la sensación de haber conocido de primera mano algunas de las cuestiones cívicas y morales que preocupan al autor. Y esto, os lo aseguro, se lo agradeceréis siempre a Amir.
Guardamar del Segura, agosto de 2025
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September 11, 2025
Mi nombre es polvo, una fascinante novela de Amir Valle

Con el escritor e historiador Gabriel Cartaya, en Tampa, Junio de 2025.
***Por Gabriel Cartaya
Enmendar el mal que hay en el mundo es la mejor tarea que le asigna Cervantes al Quijote, cuando escribía una obra que, sin saberlo, abriría las puertas a la novela moderna y que, tantos siglos después, sigue siendo un paradigma narrativo. ¿Por qué aludo al libro más citado en nuestro idioma para unas notas sobre Mi nombre es polvo, la novela que recientemente el escritor cubano Amir Valle ha puesto en nuestros ojos? Seguramente, porque en muchas de sus páginas encontré una cruda disección de la sociedad en que vivimos. Inmerso en ella, el tatuador de Amir no se propone “desfacer agravios” o “enderezar entuertos” como El Quijote, pero, desde la mente también perturbada que le otorga el autor, los devela a través de un señalamiento en que el incesto, la depravación sexual e incluso el crimen, se ocultan detrás de una supuesta pasión artística que se ejerce ante la confabulación de ángel y humano, poniendo en evidencia -juzgando- estructuras sacras y profanas de la sociedad.
Ya muchos han comentado acerca de su riqueza. “Una obra mayor (…) que muestra la absoluta e indiscutible madurez literaria de este escritor fundamental en las letras cubanas”, anotó el escritor alemán Peter Faecke. En una “una universalidad lingüística que muestra la maestría de un narrador” se fijó Manuel Vázquez Portal, tan buen poeta como narrador.
Otros, reconocidos los valores literarios de esta apasionante novela, se han asomado a la severa crítica a la sociedad inmersa en esas páginas, al presentar actitudes humanas de una depravación llevada hasta la hipérbole, según el crítico y narrador Fernández Pequeño, quien se pregunta: ¿No es posible encontrar diáfanas semejanzas entre el carácter desquiciado que Amir teje en su novela y lo que vemos por todas partes? ¿Qué diferencia hay, a fin de cuentas, entre la actitud del personaje y la de esas hordas dopadas por las causas ideológicas extremas o por la voz de un líder mesiánico, que arremeten contra sus semejantes como si estos carecieran de dignidad humana o como si sentir piedad ante el dolor ajeno fuera una debilidad inaceptable?
Es lo mismo que llama la atención al escritor Sindo Pacheco: “Su lectura nos hace aprehender que el interior del ser humano actual, ese pantano nebuloso —bajas pasiones, vicios, avaricias, maldad, egoísmo— en lo único que se diferencia del que poseía el hombre de las cavernas es en su capacidad, exponencialmente superior, de hacer daño a los demás”.
Es natural que el protagonista de la novela –el tatuador perturbado mentalmente– despierte esa aversión. Desde sus ancestros, está marcado con un sello diablesco, aun cuando un ángel le acompañe. En esa antítesis, cielo-infierno, se imantan las bajas pasiones que afloran en el tatuador, en las mujeres que finalmente mueren asesinadas bajo su aguja enfermizamente sexualizada y en escalas de la sociedad en que la corrupción, el poder, la riqueza, la envidia y la arrogancia ejercen una devastadora primacía.
Al destapar esas conductas en medio de disquisiciones filosóficas, ideológicas, religiosas o de diversos campos teóricos, aún hiperbolizadas, el autor llama la atención hacia una corriente tenebrosa del comportamiento humano que, al sacarlo a la superficie, se hace extirpable. El tatuador desaparece y aunque vuelve al polvo –en las novelas de Amir no hay finales felices– hay un mensaje al mejoramiento humano: Osiris, la última mujer, es superior a las víctimas precedentes; en el fondo del túnel hacia la muerte hay una luz.
La sociedad que describió Cervantes también era corrupta. “Agora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud” dice El Quijote, también con una mente trastornada. En cierto momento, Jorge Luis Borges comentó que se puede escribir otra vez el Quijote con las mismas palabras que utilizó Cervantes, pero dándoles el significado que esas palabras tienen en la actualidad.
De alguna manera, Amir lo muestra en Mi nombre es polvo: desnudar vicios incorporados desde los individuos a la sociedad en que vivimos, o de la sociedad hacia los individuos, lo que explica que, a tantos milenos de civilización humana, las noticias de cada día estén repletas de crímenes, violaciones, abusos, racismos, pedofilia, xenofobia y mucho de la podredumbre que la novela de quien es también periodista informado, pone al descubierto desde la conducta de su (de)generado tatuador. Desde la antigüedad hasta nuestros días, se han escrito miles de páginas que, desde la crítica social, la psicología crítica u otra rama cercana a la sociología, intentan explicar los niveles de enajenación y envilecimiento a que es capaz de llegar el ser humano, al extremo de justificar el aniquilamiento de sus semejantes (Hitler frente a los judíos es solo un ejemplo).
Sin embargo, una obra literaria, como la que Amir Valle pone en nuestras manos bajo el título Mi nombre es polvo, desnuda esa enajenación mediante una trama en que el disfrute de la palabra, la riqueza metafórica, la complicidad erótica, la exaltación del misterio y el encantamiento sobrenatural, provoca alinearnos con el bien, con la enorme belleza que se agranda detrás del bosque donde se hunde el tatuador.
La novela de Amir no quedará en el polvo, por la maestría con que desentraña la complejidad, la magia y la belleza del eterno vivir de los seres humanos.
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August 10, 2025
Polvo de su nombre y otras derivaciones

Enmanuel Castells Carrión, autor de esta reseña sobre «Mi nombre es polvo» regala una de sus fotografías cubanas a Amir Valle
***Por Enmanuel Castells Carrión
Julio Cortázar solía comparar la diferencia que existe entre el cuento y la novela refiriendo su impacto en términos boxísticos. Aludía que el cuento, por su brevedad, debía agarrarnos en la primera linea y soltarnos en la última pulverizando y alterando nuestro sentido emocional como un nocaut de primer round; mientras la novela se podía permitir ciertas licencias, giros, pausas, flash back, etc…y hacer de ello un largo combate sobre el cuadrilátero.
Mario Vargas Llosa, en cambio, a modo de ofrecer un manual fácil de atrapar lectores, decía que una novela podía tener éxito si le inyectabamos sexo, intriga y misterio, suficientes elementos para despertar cualquier nivel de curiosidad, siempre y cuando la historia elegida no pecara de burda banalidad.
El escritor y periodista cubano Amir Valle Ojeda, con su más reciente novela «Mi nombre es polvo», parece dignificar tales alegatos, pero a su vez, los desmitifica, supera esos credos y produce (y logra) un hechizo de tal magnitud de fascinación que, atrapados desde la mismísima nota inicial (origen y motivación del cuerpo de la novela) establece a lo largo del combate de 325 páginas, una sucesión de imparables escenas, sucesos, datos y revelaciones como un púgil exitoso dando jacks continuos al mentón, hasta lograr propiciarnos el nocaut definitivo en el punto final.
«Mi nombre es polvo» está generando un inquietante e inesperado agasajo a nivel internacional. Su autor, anclado en Alemania hace 20 años, vuelve a una palestra de popularidad global semejante a la que le produjera, en su momento, su más célebre best sellers «Habana Babilonia». Con el texto reciente, más de una veintena de opiniones y valoraciones críticas altamente positivas lo catapultan y colocan a la altura de un Herman Hesse, de un Thomas Mann o del propio Goethe -segun Manuel Vázquez Portal-
La dualidad BIEN Y MAL que ha marcado a la humanidad desde la era paleolítica, cobra en esta novela un matiz de mayor cuestionamiento dada la riqueza y el diseño del perfil de su protagonista principal – el Tatuador, un artista contemporáneo, egocéntrico, enfermo de tal autosuficiencia que se mofa de estar asistido por entidades espirituales que le permiten crear obras de arte sobre la piel de sus víctimas con la misma febrilidad con la que Miguel Ángel Bonarotti logró cubrir el techo de la Capilla Sixtina-
Es justo subrayar que las loas bien colocadas a la novela por especialistas y lectores, celebran no sólo el contenido fabulativo de «Mi nombre es polvo», sino que lo ven como una vuelta a los orígenes escriturales de Amir, separado momentáneamente de su toga más famosa que carga sobre sus hombros como un novelista de temas político-cubano. Pero cuidado con las deliberaciones y las comparaciones. Amir Valle no sólo es un narrador de estandarte y oficio mayúsculo a nivel mundial; no sólo es un Máster fabulador creador de cualquier mundo onírico existencial reslista filosófico físico terrenal surrealista o fantástico; es también un periodista de hondura investigativa y obsesión precicista ante cualquier dato que obtiene en sus búsquedas. Sea político el tema, de corte lacerante social, cristiano o de fotografía, su escritura siempre está salpicada de una ficción necesaria y hasta autobiográficas que le permite mover sus fichas como se mueve el pez incluso dentro de una limitada pecera. No considero un regreso a ningún origen. Hay un apuntalamiento vertical, crecido y sostenido del inmenso escritor que es, ahora que está cerca del sesenta cumpleaños, cuyo camino inició en la mocedad de los dieciocho, y la evidencia de un talento natural para las letras ha llenado su anaquel personal con más de 30 títulos con su nombre.
Mientras lees «Mi nombre es polvo» no sólo estás siguiendo el pulso de una historia que a ratos parece asfixiante por su entramado narrativo in cressendo, por la secuencia de asesinatos y la maquiavélica postura desaforada de su protagonista; sino que te preguntas cómo su autor, de una convicción total en su fe cristiana, logra descender (y llevarnos con él) a las profundas aguas del infierno que resulta ser la psiquis humana y su delirante arbitrariedad a tenor de la consecuencia de sus actos. He ahí el plus mayor de esta monumental obra que nos salpica en muchas de sus partes y que redondean el magisterio narrativo de su autor en la estructura con que están escritas estas páginas de horror y delirio, de misticismo y enigmas esotéricos, de angelitud y arrepentimiento, de sadismo, impiedad y un siniestro velo de ternura. ¿Cómo puedes lograr ser Dante Alighieri en esas oscuras aguas sabiéndote discípulo del Arcángel Gabriel? sería mi pregunta.
La novela que aparentemente es lineal, poco a poco nos va tirando hacia un estructura cerrada, de afuera hacia dentro y viceversa -como un mapa de detectives lineando la ruta de un asesino en serie- Me recuerda por momentos a «Conversación en la Catedral» de Vargas Llosa, (un epicentro como punto originario de los cuatro puntos cardinales, por ende, semilla espiritual de una existencia) me lleva a «El Aleph» o «El jardín de los senderos que se bifurcan» de Borges, (el tiempo, el destino, la infinitud) a «Siddhartha» de Hesse, (la iluminación, la búsqueda de la verdad, la naturaleza efímera de la existencia) incluso «La montaña mágica» de Thomas Mann (la gran exploración de la condición humana, sus profundas complejidades existenciales y la elección de sus actos conscientes o no, en detrimento de su evaluación moral)
«Mi nombre es polvo» es una vastísima y bellísima metáfora que deviene en espejo sin afeites de nuestras más crudas verdades acerca de nuestro comportamiento y los sentimientos de culpa o no que derivamos de ello. Se vuelve circular como de seguro ha de ser el ciclo espiral por el que ascendemos al cielo, y en esa ida-retorno, retorno-ida nos encontramos muchas veces cara a cara con el demonio que somos desde la caverna del cromañón hasta la infinita luz de la existencia cuántica que nos espera en los brazos de Dios…digo, si somos dignos de ese hermoso regalo.
Zaragoza 10. Agosto. 2025, 18:10 hrs
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Un viaje a la oscuridad del alma humana

Alberto Sicilia lee sus palabras de presentación para la novela «Mi nombre es polvo».
***
Palabras de presentación
LA SOCIEDAD MACEO-MARTÍ
Tampa, 28 de junio de 2025
Por Alberto Sicilia
Prepárense para una inmersión perturbadora y fascinante en la mente de un genio. Con «Mi Nombre es Polvo», Amir Valle nos desafía a explorar los rincones más retorcidos de la psique, presentándonos a un narrador cuyo inventario de horrores trasciende la confesión para convertirse en una incesante búsqueda filosófica de respuestas. Esta indagación existencial, enmarcada en la oscuridad más profunda, evoca la angustia y la introspección que encontramos en «Crimen y Castigo» de Dostoievski.
El narrador deambula entre la malignidad, la estética y la obsesión, acompañado por su «ángel», una suerte de alter ego con el que dialoga constantemente, revelando una dualidad que transita de la sabiduría al cinismo. Esta representación de una mente desdoblada, con un diálogo interno entre la razón y la locura, nos remite a «El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde». Además, la cruda visión del autor sobre la maldad inherente en el ser humano actual, habitando un «pantano nebuloso» de bajas pasiones y egoísmo, resuena con la distopía de «El Señor de las Moscas» de Golding, donde la civilización se desintegra para dar paso a la brutalidad primigenia.
Lo que eleva a este narrador más allá del ente criminal es su impulso artístico y obsesivo. ¿Usa a sus víctimas solo para saciar deseos básicos, o busca en sus confesiones y en el acto mismo del tatuaje la materia prima para alimentar su vanidad y una peculiar forma de arte? Esta pregunta nos conduce directamente al universo de Huysmans y su obra «Al revés», donde la fascinación por lo artificial, lo singular y lo perverso se convierte en fuente de placer intelectual. Al igual que en «El retrato de Dorian Gray», la corrupción del alma se manifiesta a través de una obra de arte, reescribiendo la vida a través de la perspectiva del verdugo.
El énfasis en el cuerpo, la piel y el acto de «pinchar sobre la piel, descubriendo paisajes ocultos», establece un vínculo ineludible con «El Perfume: Historia de un asesino» de Patrick Süskind. Así como Jean-Baptiste Grenouille perseguía el aroma perfecto, el narrador de Valle transforma la piel en un «lienzo», un «espacio a conquistar con el color y las imágenes», revelando una depravación sensorial que deshumaniza al otro para fines artísticos.
Amir Valle no solo nos ofrece una exploración profunda del personaje, sino que también innova en la forma. Su técnica narrativa juega con el tiempo y la perspectiva, aludiendo a un narrador omnisciente con un giro personal, remitiéndonos a la complejidad de la metaficción y a la maestría con la que autores como William Faulkner entrelazan temporalidades y voces.
Como bien apuntó Sindo Pacheco, el dominio del lenguaje es uno de los protagonistas principales de la novela. Su estilo «meticuloso que colinda con el barroco» puede resultar desafiante al inicio, pero a medida que avanza la trama, sumerge al lector en una «danza melódica, en un baile filosófico, científico, sexual, metafórico, acerca de la condición humana». Este uso del lenguaje como herramienta de revelación conecta con la prosa densa y evocadora de grandes autores hispanoamericanos como Vargas Llosa, Octavio Paz y Alejo Carpentier, entre otras resonancias. Toda referencia intertextual apunta a la excelencia de esta obra de madurez.
«Mi Nombre es Polvo» es una novela que, a través de la exploración de horrores y su innovadora voz narrativa, nos invita a confrontar las profundidades del alma humana. Nos recuerda la compleja relación entre creador y criatura, donde el personaje se impone a la voluntad del autor, como en la figura del Frankenstein de Mary Shelley.
Sería largo enumerar tantos hallazgos en cada página de esta novela, que de manera definitiva confirman el dominio del oficio alcanzado por el autor y su entrada triunfal en la Biblioteca de los Imprescindibles.
Esta noche no se trata de examinar, exaltado, cada fuente y cada evocación, sino de invitarlos a disfrutar de la lectura y, quizás, a llevar un buen obsequio para algún amigo o familiar.
Y yo —les confieso— siento una doble envidia: por no haber escrito esta fascinante novela y por no poder leerla esta noche por primera vez, como ustedes. Porque hay libros que nos hechizan desde la primera línea; libros que uno no puede soltar… y libros que uno no quiere que terminen jamás. Este es, sin duda, uno de ellos.
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El polvo que ojalá no seamos

José M. Fernández Pequeño lee sus palabras de presentación para la novela «Mi nombre es polvo».
***
Palabras de presentación
CUBAOCHO Museum & Performing Arts Center
Miami, 21 de junio de 2025
Por José M. Fernández Pequeño
Conozco a Amir Valle desde que comenzó a traficar con palabras y a colocar sentidos allí donde inquietaban. Hizo parte de una promoción que por los años ochenta asaltó los mustios jardines literarios cubanos a ritmo de conga, una formada por bocú, campana y trompeta china, bien entusiasta aunque a ratos amarga… Fue tal el ímpetu y el espíritu cuestionador con que empezaron a manifestarse aquellos chicos, que un amigo e inolvidable escritor me advirtió alguna vez: Esta es una promoción de escritores parricidas. Cuestión de momento, pienso yo después de tanto exilio y distancias. Hoy sé, por ejemplo, que hace cuarenta años Amir y yo, a pesar de la diferencia en edad y experiencia cultural, vivíamos el mismo esencial cruce de caminos: los dos andábamos en busca una voz narrativa propia. Y si ahora mismo echo una mirada a lo andado, puedo afirmar que la mayor parte de mis compañeros de viaje literario pertenecen a esa promoción: Sindo Pacheco en Miami, Alberto Garrido en Santo Domingo, León Estrada en Santiago de Cuba, Odette Alonso en la Ciudad de México, Rafael Vílchez en España y Amir Valle en Berlín, entre muy pocos más.
De ahí mi alegría por esta tarde en la emblemática Pequeña Habana para presentar la novela más reciente publicada por Amir, Mi nombre es polvo. Es una alegría doble: por los años de amistad coleccionados y porque la novela solo se conecta con la tragedia cubana al nivel de muy sutiles (y por eso penetrantes) generalizaciones representacionales. Me confieso ahora mismo sobrepasado por esa marea de realismo narrativo, a veces percudido y otras innecesariamente asqueroso, que insiste una y otra vez en ganar lectores y mercados ilustrándonos con más tesón que buenas armas narrativas sobre las acrobacias amatorias de las jineteras o las guaperías necesarias para sobrevivir en ese barrio de orillas que es la Cuba de hoy. Un realismo mal publicado como literatura e igual de desolador que el decadente sistema político en la isla donde nacimos.
La novela de Amir se entrega a otras andaduras literarias. Es un texto morosamente reflexivo, que no duda en ir y venir constantemente entre lo narrativo y lo ensayístico, incluso en echar mano por aquí o por allá a la crónica y al discurso investigativo cuando sirven a su interés de poner en cuestión un amplio registro de asuntos raigalmente humanos: el sentido de la vida y de la muerte, el bien y el mal, la esencia del arte y sus funciones, el pensamiento religioso y los cultos, sean estos institucionalizados o no… lo humano y lo divino, dicho sea de un solo golpe. Y para que el cuestionamiento de la novela detone una mayor carga corrosiva, el autor ha escogido una focalización in extremis: su narrador es un artista del tatuaje que afirma entender la lengua de los ángeles y se designa elegido para desplegar la que cree es su más raigal capacidad creativa: llegar hasta el alma de ciertos seres humanos. Es decir, el tatuaje no como un acto que modifica el cuerpo primigenio, ni menos como un intento de ofrecer máscara, sino todo lo contrario: tatuar como el acto de exorcismo capaz de usar la materialidad de la piel para representar (equivalente en este caso a extraer) el espíritu de ciertas personas.
Los primeros comentarios a la salida de Mi nombre es polvo insisten en que se trata de una novela diferente a las anteriores escritas y publicadas por Amir Valle. La afirmación es cierta, pero tiene también su costadito inexacto. El texto comparte una de las características más notables en la narrativa escrita por el santiaguero devenido berlinés: es profundamente oportuna o, dicho de otro modo, establece un diálogo instantáneo con el presente en que emerge. Veamos el caso con la síntesis que una presentación como esta exige.
El protagonista-narrador de la novela es un ser desquiciado en tanto se aísla de la cultura entendida como el conjunto de códigos que permiten comunicarse entre sí a los seres humanos y, por supuesto, pertenecer, concertarse consciente o inconscientemente para convivir y adelantar objetivos en medio de un clima respetuoso. Esta es su perspectiva:
Tatuaba sin pensar. Convertido en un autómata. Marioneta guiada por esos hilos secretos que tejían las palabras del alma y me obligaban a pinchar sobre la piel, descubriendo paisajes ocultos que (…) me permitían transportarme a mundos recónditos, ámbitos vírgenes, escenarios siniestramente tétricos o cautivadoramente edénicos. La muerte no contaba. No existía siquiera. Importaba el lienzo de la piel, los retos de sus ondulaciones, el espacio a conquistar con el color y las imágenes. Los descubrimientos. El asombro. El estupor. La sorpresa. El susto perenne ante cada cuerpo desnudo.
Importaba únicamente esa que él entiende como su misión de artista elegido, el solipsismo extremo que lo lleva a considerar sus pensamientos como única realidad atendible y lo hace inmune a cualquier sentimiento de piedad o empatía. Por eso el personaje no se siente conmovido por el dolor de las mujeres a quienes tatúa, por eso no experimenta remordimiento al raptarlas, violarlas y asesinarlas, por eso son irrelevantes para él la ética o los complejos sistemas simbólicos elaborados por la cultura humana, de los cuales se burla encaramado en la atalaya de una pretendida superioridad y una conciencia muy firme de que todo lo existente ha sido puesto ahí con el único propósito de que él logre aquello que considera su obra maestra.
Si vamos de la representación literaria, necesariamente tocada por la hipérbole, hasta nuestro presente, ¿no es posible encontrar diáfanas semejanzas entre el carácter desquiciado que Amir teje en su novela y lo que vemos por todas partes? ¿Qué diferencia hay, a fin de cuentas, entre la actitud del personaje y la de esas hordas dopadas por las causas ideológicas extremas o por la voz de un líder mesiánico, que arremeten contra sus semejantes como si estos carecieran de dignidad humana o como si sentir piedad ante el dolor ajeno fuera una debilidad inaceptable? Siendo el narrador de Mi nombre es polvo un ser aquejado de solipsismo, la focalización de la novela será igualmente solipsista, sobre todo en la primera mitad, donde cuesta trabajo sentir los conectores entre el personaje y la vida social que le rodea, al tiempo que intuimos a ratos la existencia de un sobrenarrador moviéndose entre las palabras del protagonista, de una voz difusa que bien podría pertenecer a su harinoso ángel de compañía, al autor, o a ambos… Sea como fuere, las voces así machihembradas nos ofrecen una imagen dantesca del individuo unilateral, al tiempo que dejan en el aire una idea tan antigua como imprescindible: el talento, la inteligencia y la habilidad solo constituyen valores si se rigen por una ética madura y comparten los mediadores culturales que dan coherencia al hombre en sociedad.
Ahora mismo, mientras en diversas zonas del planeta los misiles bordan el cielo con su resplandor de muerte y en las redes sociales un ejército de obcecados festeja la delación, el maltrato y la exclusión de personas tan parecidas a ellos que bien podrían ser ellos mismos, resulta más que oportuna la propuesta de Mi nombre es polvo para regresar al debate de los misterios que nos explican como seres humanos, mientras alerta sobre el destino del individuo unilateral que, oculto tras la comodidad de sus anteojeras solipsistas, comienza por negar a los demás y termina negándose a sí mismo. Porque, no lo duden un solo segundo, el enloquecido tatuador de esta novela no hace otra cosa que buscarse en el interior de los demás… inútilmente, por supuesto.
Porque es siempre una felicidad compartir espacio con Sindo y Amir luego de tantos años y camaradería, concluyo mi comentario convocando a otro de los imprescindibles compañeros de viaje para nosotros tres. Entregado al recuerdo de quienes sufrieron con él las UMAPS, aquellos campos de concentración en Cuba, el poeta y narrador Félix Luis Viera escribe: “A los que aún están, a los descendientes de los que ya no están, llegado el momento, tengamos con quienes corresponda la piedad que ellos no tuvieron con nosotros.” No veo más camino transitable que esa piadosa justicia; lo otro, como demuestra Amir Valle en su novela, lo otro es el polvo
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Mi nombre es Polvo: Tatuajes de la condición humana

Sindo Pacheco lee sus palabras de presentación para la novela «Mi nombre es polvo».
***
Palabras de presentación
CUBAOCHO Museum & Performing Arts Center
Miami, 21 de junio de 2025
P or Sindo Pacheco
Un genio esquizofrénico, émulo de Ted Bundy, de Jack el Destripador, de Peter Kürte o de los más afamados criminales que han pasado por el mundo, es el narrador de esta novela de Amir Valle. Desarrolla su inventario de horrores tratando de apresar lo inapresable, de encontrar respuesta a las preguntas más trascendentes que se ha hecho el género humano a través de los tiempos: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?
Acompañado por su harinoso ángel, una especie de alter ego, al que casi siempre cuestiona, increpa, ofende o irreverenta, este sujeto puede pasar de la sabiduría más acertada hasta el cinismo más espeluznante.
Su lectura nos hace aprehender que el interior del ser humano actual, ese pantano nebuloso —bajas pasiones, vicios, avaricias, maldad, egoísmo— en lo único que se diferencia del que poseía el hombre de las cavernas es en su capacidad, exponencialmente superior, de hacer daño a los demás.
¿Usaba el asesino a sus víctimas solo para saciar su sexo, su locura, su ego de genio universal de la pintura o del tatuaje…? ¿O acaso también con tal de escuchar sus confesiones y reelaborarlas a su manera, tamizándolas con su deseo irrefrenable de contar, de alimentar su vanidad?
Habría que preguntarle a su “harinoso angelote”, o tal vez a Fray Syles, o escuchar su voz, grabada con la sonoridad metálica de los reproductores.
El punto de vista narrativo de Mi nombre es Polvo se mueve en una especie de ahora que va flotando junto con la trama, con cortos adelantamientos temporales para influirle dinamismo e intensidad al momento; pero sin perder las peripecias de cada una de sus víctimas. El narrador toma prestado el relato de sí mismas —el que ellas supuestamente le refieren—, para luego tamizarlo con el ampuloso poder de sus palabras.
Sin embargo, no hay que dejarse engañar; algunas veces ese punto de vista se desplaza hacia el futuro, hasta una lejanía que solo se conoce al final de la historia y donde el narrador está situado de veras. Únicamente desde allí, desde ese doloroso lugar privilegiado, es que puede proyectar su erudita manera de contar: lo sabe todo de antemano, y eso justifica que consiga aderezar con ello los momentos más cruciales de la historia. Porque es ese, el lenguaje, uno de sus protagonistas principales. Una expresión meticulosa que colinda con el barroco, y del cual el lector no puede desprenderse. Veleidosa armazón de palabras que pudieran aturdir a un descifrador incipiente, pero que, a medida que la trama avanza, lo sumerge en una danza melódica, en un baile filosófico, científico, sexual, metafórico, acerca de la condición humana.
¿Fragmento de esa prosa?:
Tatuaba sin pensar. Convertido en autómata. Marioneta guiada por esos hilos secretos que tejían las palabras del alma y me obligaban a pinchar sobre la piel, descubriendo paisajes ocultos que —y esto jamás lo podrá entender ningún ángel— me permitían transportarme a mundos recónditos, ámbitos vírgenes, escenarios siniestramente tétricos o cautivadoramente edénicos. La muerte no contaba, no existía siquiera. Importaba el lienzo de la piel, los retos de sus ondulaciones, el espacio a conquistar con el color y las imágenes. Los descubrimientos. El asombro. El estupor. La sorpresa. El susto perenne ante cada cuerpo desnudo (páginas 238-239).
Se sabe que el autor nunca es el narrador de una novela; sino un ente, un intermediario posicionado entre el autor y los personajes. A veces ocurre que uno de los personajes es el propio narrador.
También se sabe que un autor puede disponer de varios narradores, aunque alguno de ellos pueda contar más de una historia. Pues bien, este nuevo narrador de Amir Valle lo ha puesto de verdad a trabajar. Cuánta investigación tuvo que realizar a medida que transcurría la escritura. Cuántos monasterios, bibliotecas, archivos, anaqueles tuvo que recorrer para actualizarse en cuanto a ciencia, religión, filosofía, historia, teología, pintura, humanidades, metafísica…, y llegar a comprender a este sujeto desquiciado, diametralmente subvertido, y poderlo mostrar ante nosotros con esta enciclopédica catedral del horror. Tanta era su maldad —la del cínico narrador—, que no perdonó ni a su propio autor.
Así como don Quijote superó a Cervantes, este narrador elegido por Amir Valle o viceversa, nunca se sabe— también supera a su autor.
Y tal como imagino a Miguel de Cervantes, deslumbrado con aquel caballero de la triste figura, con sus andanzas y desafueros deshaciendo entuertos, retorcido de la risa por sus exabruptos, y sin comprender adónde diablos pretendía llevarlo Alonzo Quijano, así también puedo imaginarme cuánto habrá sufrido Amir, cuánto dolor habrá experimentado siguiendo las pautas de este endemoniado y creído narrador.
Cuánta desgarradura, cuánto sufrimiento al transcribir en el papel tanto cinismo, crueldad, desfachatez, conocimiento, sinceridad, mordacidad, sangre fría. Cuánta lágrima vertida. Porque el autor, aunque sea una víctima también de su propio personaje, como es el caso, siempre siempre, por encima de todas las cosas, lo va a amar hasta el delirio.
Si buscara una palabra para definir esta metáfora de la vida, del tiempo actual y de las miserias humanas, diría que Mi nombre es Polvo es, sencillamente, rotunda. Gracias, querido Amir, por esta obra, situada ya, por derecho propio, en el canon de la literatura cubana, latinoamericana y un poco más allá.
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November 12, 2024
Uno de los primeros críticos de mi obra comenta sobre «El aliento del lobo»

Dos momentos para mí memorables: Castell con mi libro (él en Zaragoza; yo, en Berlín) y en Cuba, años ha, junto al cineasta Fernando Pérez y Ernesto Santana, el día que presenté su primer libro de cuentos.
***
«El aliento del lobo» y los muros de agua
Por Enmanuel Castells Carrión
He dudado cómo iniciar esta reseña. No calzo toga sobre mis hombros ni visto traje de crítico literario. Soy, ahora mismo, un hombre común apachurrado que coge calma para oxigenarse y reflexionar sobre aquel pensamiento martiano cuando el hijo más grande de Cuba dijo: «Creo en el mejoramiento humano».
El responsable y no culpable de este estado sobrecogido que me embarga es el escritor Amir Valle Ojeda, quien me ha preguntado mis apreciaciones sobre su libro «El aliento del lobo, la Stasi, el muro de Berlín y la vida de nosotros». Y al término de su lectura en la pág 333, no he hecho otra cosa que quedarme en silencio, pensando, con la vista fija en algún punto del dolor y la admiración. Pareciera que estoy en algun nivel sideral como si fuera un pequeño Dios, rebobinando todo lo leído y paralelamente, viendo la vida de su autor. Leía, y más allá de la revelación de datos escalofriantes, la reconstrucción y repaso por la historia de una Alemania divida por un muro, y la confirmación fehaciente de cómo el Departamento de Seguridad del Estado Cubano fue el mejor hijo de la Stasi alemana; pensando en Amir meditaba hasta dónde un hombre desterrado, en plena facultad de sus padres, en pleno inicio de vida y formación de su hijo más pequeño, en pleno reconocimiento de su grandeza como autor nacional, pudo soportar estoicamente, él y su esposa Berta Medina, la desgarradura creada sin piedad por un gobierno al que le molestó que uno de sus «hijos favoritos, gracias a las conquistas» removiera en un libro, la llaga del tapeado y álgido tema de la prostitución en Cuba. En viaje por España, de regreso a la isla, Fidel Castro le negó la entrada y ello lo llevó al frío Berlín, lejos para un siempre impredecible, de los suyos más cercanos y arraigados. Y me preguntaba cómo pudo en esos años aciagos, un hombre de tan fina sensibilidad, sobrevivir con imparcialidad ética vertical, todos los intentos de desmoralización que la policía política de Cuba no ha parado de gestar en su contra.
He leído «El aliento del lobo» hasta cierto punto, horrorizado, dudando de la verdadera capacidad de amor entre los hombres, espantado como Martí en su momento, de la bestialidad que engendra desde sus entrañas nuestro semejante común. Yo, que me siento más espiritual que el Espíritu Santo y más fervoroso que la mayor esencia del amor, no me veta ni me ciega mi altruismo y positivismo para conocer la naturaleza que identifica actitudes tan cromañonas y paleolíticas como el homo sapiens de Darwin, incluyendo el avance tecnológico que a la postre ha llegado a funcionar como herramienta del exterminio masivo.
«El aliento del lobo» va de cómo la contrainteligencia alemana, asesorada y creada en sus inicios por la KGB rusa, fue desarrollando patrones de aniquilación moral y física de todos aquellos individuos contrarios o desafectos a una política dictatorial, a un régimen recriminatorio de derechos humanos y civiles, lacerando la vida de opositores a una ideología imperante como es el esclavismo moderno al que el Socialismo sometió a tantos pueblos de Europa sin legítima democracia y que en países como Cuba aún se vive la impiedad de su mecanismo demoledor contra todo tipo de aspiraciones y sueños. En consecuencia, el libro de Amir muestra la preparación que recibió el departamento de la Seguridad del Estado Cubano por parte de la Stasi y los intereses que desde el mismísimo 1959 se gestaron para acabar con la vida de tantos «incómodos». La naciente revolución cubana necesitaba fortalecer su aparato de seguridad frente a los intereses de ocupación de E.U en la isla, y la isla que le estaba sirviendo de traspatio a la URSS, recibió todo el apoyo alemán, cuyos métodos de inteligencia en el sistema espionaje tenía acumulado excelentes gestores desde 1950 al termino de la segunda guerra mundial. Al día de hoy, no temo en equivocarme si afirmo que Cuba ha sido superior a su propio maestro; aquel aparato cesó en 1990 mientras en la isla, los casos de incriminación se suceden cada vez con mayor ferocidad en cualquiera de las ramas de la sociedad. Este fenómeno o método tiene muchos modus operandis, compuesto por un equipo multidisciplinario de especialistas que se encargan de estudiar tus puntos más débiles (en su mayoría relacionados con tu vulnerabilidad familiar). Se llama Biodegradación y va desde la tortura psicológica por medio de intimidación, coacción, represalias, prohibiciones, persecuciones, hasta llegar a lo más profundo de lo antropológico en una especie de aniquilación social moral que te hace sentir No Persona, algo así como la nada absoluta. En muchos casos y según «tu pecado de turno», deciden no matarte, no te encierran; sencillamente te aniquilan hasta dentro del propio núcleo familiar que siempre te ha acompañado, desmoralizando tu credibilidad y confianza. Se especializan en cometer asesinatos sociales trenzando diferentes hilos invisibles, imperceptibles, creando y vendiendo de tí la imagen más oscura y negra de tu existencia.
Amir Valle siempre me ha parecido ser un gran periodista, un tipo que no se contenta con el esplendor de las ramas en la primavera y baja a las raíces más profundas de su investigación, ya sean gélidas, oscuras y a veces impenetrables sombras del horrible invierno (o infierno ) Y eso hizo con «El aliento del lobo» al tener delante suyo, expedientes desclasificados que narran el atroz proceso de persecución y desacreditación de muchos hombres y mujeres comunes al paso diario. Hombres traidores y traicionados, mujeres usadas como anzuelos y después desprestigiadas, intrigas y recovecos aún por desentrañar de la historia como sondear la verdad más cercana al asesinato de Jhon F. Kennedy. Entrevistó a varias víctimas y victimarios marcados durante el proceso que generó la división de la Alemania por un muro que hace poco cumplió 35 años de su demolición y que tantas vidas cobró por una diferenciación ideológica dentro de un mismo mapa geopolítico. Mucho investigó, mucho compiló; aunque no lo pudiera poner todo; pero el libro también sirve para catapultarlo como escritor a otra dimensión de su ya vasta bibliografía de historias cubanas que de un modo u otro, están salpicadas de estas macabras maniobras de aniquilación y desmoralización. No es lo que más le interesa, pero yo que me he leído casi toda su obra, descubro la solidez de su oficio, el rigor incuestionable de su estilo de trabajo desde su incipiente juventud, su inacabada capacidad fabulativa- figurativa en esa suerte de género fusionado entre ficción y testimonio. Leerlo, aunque duela, es una fiesta que la inteligencia celebra.
Si bien el libro me estremece, me entristece, me despierta sentimientos de aborrecimiento por lo que aún en mi país el gobierno sigue poniendo en práctica las más inclementes medidas de hostigamiento, persecución y encierro, celebro que un hombre cristiano, un fervoroso creyente de la existencia de Dios como justicia divina, haya podido calzarse la vestidura del mejor evangelio posible en su oficio de periodista y narrador de marras, y haya logrado concebir un volumen esclarecedor, iluminador, orgánico, coherente, direccional, que no solo pone en tinta detalles que se conocen de ante mano por otros libros, películas, documentales o entrevistas, sino que apunta en dirección a Cuba (…y la vida de nosotros) donde estos métodos siguen haciendo academia eficiente de una dictadura feroz, totalmente anti humana…hasta el día en que se caerán, definitivamente, los muros de agua que rodean a la isla.
Zaragoza, España, Otoño del 2024.
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PUEDE ADQUIRIR EL LIBRO AQUÍ: El aliento del lobo. La Stasi, el muro de Berlín y la vida de nosotros – Oberón/Anaya, 2024
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March 16, 2024
Lidia Señarís, escritora y periodista, habla de El aliento del lobo.


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July 17, 2022
Vargas LLosa reflexiona en El País a partir de mi libro sobre la censura en Cuba
Mario Vargas Llosa me escribió este martes, 12 de julio, para darme una alegre sorpresa sobre la lectura que hizo de mi libro «La estrategia del verdugo. Breve panorama de la censura cultural en Cuba«. Decía en su carta: «Querido Amir: Escribí la próxima Piedra De Toque (saldrá el domingo) después de leer tu libro que, espero, encuentres a la altura de tu ensayo. Aunque se te deslizaron algunas repeticiones, creo que es un excelente libro y merecía salir en El País».
Hoy, domingo 17 de julio, acabo de leer su columna y me siento premiado: Que un escritor de su altura tome mi libro como base para reflexionar sobre los atentados contra las libertades de creación en Cuba y el mundo, cada vez más comunes en los tiempos que corren, es para mí un gran premio.
En su primer párrafo dice que es un libro «escrito de prisa» y tiene toda la razón: hay libros que uno escribe así, corriendo, sin darle el tiempo que algunos temas necesitan: en mi caso, sentí la necesidad de hacer un panorama de la censura en Cuba, desde 1959 hasta la fecha, impulsado por las pequeñas pero importantes rebeliones intelectuales en Cuba, en 2019, que terminarían poco después en proyectos opositores como el Movimiento San Isidro, el Movimiento 27 N, el proyecto Archipiélago, entre otros.
Aquí les pongo, en texto, las reflexiones de Mario Vargas LLosa en su columna «Piedra de Toque», en el diario español El País.
El libro puede adquirirse aquí: La estrategia del verdugo. Breve panorama de la censura cultural en Cuba – Amir Valle (Compras desde Estados Unidos y América Latina) y La estrategia del verdugo. Breve panorama de la censura cultural en Cuba – Amir Valle (Compras desde Europa)
–***–PIEDRA DE TOQUE Derechos de autorLa capacidad de opinar libremente está cortada en las dictaduras ideológicas y militares, eso es lo que desmoraliza a los ciudadanos y disminuye la adhesión de la población a esos gobiernos.
MARIO VARGAS LLOSA – 17 de julio de 2022
Amir Valle, autor cubano exiliado en Alemania, me envió su libro, titulado La estrategia del verdugo, que ha ganado el premio Carlos Alberto Montaner de ensayo, sobre los abusos que se cometen con los escritores en Cuba, y lo leí de inmediato, algo que no había hecho hacía muchos años con los textos procedentes de esa isla, a la que Virgilio Piñera apostrofó así: “la maldita circunstancia del agua por todas partes me obliga a sentarme en la mesa de café”, Está escrito deprisa y tiene erratas, pero el objetivo del libro, denunciar los atropellos que se urden con los derechos de autor en la isla, se cumple a carta cabal.
Por lo demás, en todos los países donde el Estado toma el control de la vida económica —Estados comunistas o ciertas dictaduras militares— ocurre la misma cosa. Es insensato pensar que los burócratas dedicados a la innoble tarea de censurar pudieran dejar pasar una sola frase contra el régimen, indisponiéndose de esta manera con sus amos. En Cuba, desde los inicios de la revolución, esa fue una realidad sin excepciones.
En los países capitalistas no suele existir la censura de prensa, salvo en las dictaduras como la española en tiempos de Franco, y todo está librado al mercado. Los libros que atraen cierto interés del público suelen ser disputados por los editores independientes a golpes de chequera, pero es un error pensar que todos los países capitalistas son idénticos a este respecto, pues hay grandes diferencias entre Estados Unidos, por ejemplo, y Reino Unido y Francia, donde ensayos de poco atractivo para las grandes masas de lectores pueden encontrar un editor, cosa que en Estados Unidos es mucho más difícil. En todo caso, en estos últimos países no existe la censura previa, ni la censura a secas, y los lectores afectados por los textos publicados pueden acudir a los tribunales en busca de enmienda o satisfacción. Dependerá mucho de la cultura del público, y de sus exigencias y demandas, pero sus textos, aunque relativamente de pocos ejemplares, suelen encontrar siempre un editor. Depende de la calidad del libro y ésta, si es alta desde el punto de vista literario, no suele ser un obstáculo para su divulgación (la poesía, por ejemplo).
Esto, en gran parte, hace que la atmósfera de esos países sea mucho más respirable que la de las dictaduras socialistas “rodeadas de agua” y de policías culturales, como recuerdan Virgilio Piñera y Guillermo Cabrera Infante en el colofón de este libro. Sus páginas, por lo demás, abundan en juicios oficiales de una ferocidad extraordinaria, en que los escritores insumisos pueden ser condenados a penas de prisión de 15 o 20 años, cuando se exceden en sus críticas (y sus libros, ni qué decir tiene, no serán nunca publicados). Por lo demás, en los últimos años, nuevas sociedades se han abierto al mercado de libros, de incierta solvencia, China por ejemplo, o los países árabes, donde, por las dificultades del lenguaje, es difícil controlar a los traductores, un añadido suplementario a la dificultad de las traducciones (muchas veces los textos originales sufren una retraducción del inglés). En América Latina, con algunas excepciones como las de Chile, Argentina y México, y en África, las ediciones piratas se multiplican por el continente con el consiguiente perjuicio para los autores, que reciben, algunas veces, ridículos derechos de autor por sus libros publicados. Los editores que cumplen con los contratos se quejan a menudo de que las ediciones piratas los perjudican a ellos también, y sin lugar a dudas tienen razón, sobre todo cuando los jueces, llamados a intervenir, incumplen sus funciones o las demoran hasta el infinito.
Saber que todo lo que se publica, revistas, periódicos, libros, o filmes en cinemas y programas televisivos y radiales, está cuidadosamente censurado tiene, por efecto, desmoralizar a la gente, sabiendo que todo lo que lee ha sido antes revisado por funcionarios gubernamentales, y que lo impreso o filmado tiene la marca indeleble de la distorsión y la acomodación. Esto suele ser “irrespirable” y obliga a los países comunistas, y a las dictaduras militares, a ser sumamente prudentes o imprudentes con esta función, lo que aumenta generalmente la disidencia o la indiferencia del público, algo de lo que todos los países sin libros pero libres padecen y sueñan con su liberación. En Cuba, por ejemplo, hay los autores a los que la Revolución anima a exiliarse antes que castigarlos por su desobediencia —Amir Valle es muy detallista en este tema—, y los escritores a los que permite una cierta independencia, autorizándolos a utilizar editoriales o agencias extranjeras, aunque deduciéndoles en parte o en todo los beneficios económicos que de su situación se deriva. Entiendo que es el caso, en Cuba, bastante dramático, de Leonardo Padura, el autor de El hombre que amaba los perros, sobre la muerte de Trotski, una, sea dicho de paso, magnífica novela.
En Europa occidental el problema no existe, y en la oriental está en vías de resolverse, de modo que los escritores no tienen problemas (siempre que consigan agentes o editores.) Pero esta es apenas una parte muy minoritaria del mundo, y en el resto de él los autores suelen ser maltratados y engañados, porque son publicados sin su permiso y sin que se respeten sus derechos, o traducidos bárbaramente. (Recuerdo mucho a una estudiante de la Universidad de Moscú que vino a entrevistarme, a la que pregunté sobre la calidad de mis traducciones al ruso. Su respuesta fue categórica: “todas execrables y no solo por razones políticas”. Se lo dije a mi editor en Moscú, y él se limitó a consolarme diciéndome que la próxima vez buscaría mejores traductores para mis ensayos y novelas.)
El derecho a opinar libremente está cortado en las dictaduras ideológicas y militares y eso es lo que disminuye la adhesión a esos gobiernos. En efecto, es muy difícil dialogar o criticar algo cuando se tiene clausurada la boca y la cabeza o se reciben por esa crítica largas penas de prisión. Las adhesiones que mediante este sistema se consiguen son ficticias, superficiales, y se encargan de advertirlo muchos de los escritores que visitamos en los países socialistas, y, en diálogos privados con ellos, adherentes y beneficiarios del sistema, recibimos, al oído, la confesión de aquellos “cautivos” que nos revelan “no pueden hacer otra cosa” que mentir y engañar, “dadas las circunstancias”. Uno no sabe a qué atenerse: ¿se trata de verdaeros héroes, que engañan al sistema, o de cínicos que mienten por doquier y no saben ellos mismos cuándo dicen la verdad?
El sistema democrático no es siempre ejemplar, suele haber en él disparidades de ingresos gigantescas y no siempre en función de lo que los más beneficiados aportan al sistema, además de jueces injustos o cínicos, que aprovechan su posición para enriquecerse, o autoridades que igualmente se benefician de los cargos que ocupan, y mil cosas más. Pero en este campo, no hay la menor duda: la democracia es mil veces preferible al régimen sin libertad de expresión, donde todos los atropellos pueden ser simulados y convertidos en “los beneficiados serían los traidores del sistema”. Sin embargo, es obvio, por el libro de Amir Valle y otros que insisten sobre estos temas, que la libertad es preferible a la censura, de la que yo fui testigo con mi primer libro de cuentos, cuando era preciso ir a una oficinita en Madrid que no tenía la menor indicación de ser estatal, donde había que dejar un manuscrito, que se recibía días más tarde, con indicaciones de palabras que habrían de ser suprimidas o cambiadas porque eran intolerables al régimen. Una de las que me hicieron cambiar en aquel librito de cuentos fue “falleba”, ante mi sorpresa, pues no sé en qué forma la “manija” o “empuñadura de una puerta” podía afectar al régimen de Franco.
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September 26, 2021
Ignacio Cárdenas Acuña: un clásico eterno de la novela negra cubana
No hay en la novela negra cubana un autor más “negrocriminal” que Ignacio Cárdenas Acuña. Y entiéndase algo: esa etiqueta, “negrocriminal”, es la denominación más recurrida por los críticos al diferenciar términos utilizados anteriormente, como “novela de intriga”, “literatura policiaca”, “novela detectivesca”, entre otros. Porque al término “novela negra”, acuñado a partir de ese universo narrativo creado en sus obras por clásicos como Dashiell Hammett o Raymond Chandler, la crítica literaria suma dos nuevos ingredientes: “lo negro social” (es decir, esos mundos oscuros, marginales, delincuenciales por necesidad de supervivencia, que gravitan en ciertos sectores de la población) y lo “criminal moderno” o simplemente “criminalidad” (clasificación técnica surgida de los estudios criminológicos en las sociedades actuales, donde el crimen forma parte cotidiana del comportamiento de esas sociedades).
Ya en su novela Enigma para un domingo (1971), Cárdenas Acuña presentaba un ámbito novelado que iba más allá de la tradicional novela negra e incluía esos nuevos ingredientes, con lo cual sus propuestas, sin proponérselo tal vez, no podían ser encasilladas en la nueva onda discursiva de lo que se conoció en Cuba como “novela policial”, un escenario mediocre, de creadores mayormente mediocres, donde abundaban los maniqueísmos dramáticos, las ideologizaciones oportunistas de las tramas, e incluso los calcos de lo peor que se produjo en la literatura que más comenzó a influir en Cuba políticamente: la soviética, específicamente el policial soviético y la literatura soviética de héroes y superhombres. Tal vez por eso, luego de un éxito de público y crítica casi absoluto, Enigma para un domingo fue quedando aplastada por las oleadas de mala literatura que llenó las librerías, y de la cual apenas han sobrevivido algunas obras de Daniel Chavarría, Justo Vasco, José Latour y Rodolfo Pérez Valero, por citar a los que considero, como Cárdenas Acuña, maestros del género.
Esa mirada social, que rendía homenaje al oscuro mundo de la novela negra norteamericana al tiempo que intentaba encontrar (en la Cuba prerrevolucionaria o en la Cuba socialmente explosiva de inicios de la Revolución Cubana) las aristas más oscuras y podridas de la sociedad, la política y la historia nacional, se consolida en sus dos novelas posteriores Con el rostro en la sombra y Preludio para un asesinato (ambas de 1981). Pero se radicaliza aún más, convirtiéndose en un estilo propio, en Los duros no lloran (2013), donde rescata a su mítico Juglar Ares, investigador, rara avis de la fauna capitalina precastrista, quien tendrá que enfrentarse a un complot político engendrado por la fría mente de un asesino al servicio del gobierno de turno y que comienza cuando (al estilo de los mafiosos norteamericanos) una ráfaga de ametralladora disparada desde un auto en marcha frustrará el intento de Ares de salvar a un antiguo conocido, el reportero político Aquiles Roselló, quien lo había llamado en horas de la madrugada para pedirle ayuda porque se sentía amenazado de muerte.
Ese suceso disparará una trama de intrigas, aventuras y enredos, siempre narrados con esa maestría de Cárdenas Acuña para recrear atmósferas tétricas y oscuras, en las que, curiosamente (y esta es una de las genialidades narrativas de esta novela), el lector se verá impactado todo el tiempo por la suspicacia y la retorcida mentalidad de ese “malo” que en su maquiavélico accionar hará aún más poderosa, más creíble, la configuración psicológica de Juglar Ares en un verdadero proceso de retroalimentación dramática, al estilo de las grandes novelas. Porque en ese aspecto, en configurar personajes de una rotunda credibilidad y una visualidad teatral seductora, Cárdenas Acuña está a la altura de Hammett, Chandler y Simenon. No es un hijo, como se ha dicho; no es un producto derivado de estos grandes autores, como se ha dicho: es único, como ellos, pues sus personajes, sin dejar de tener esos toques universales que caracterizan a ciertos protagonistas del género, son auténticamente cubanos, tienen la gracia seductora del caribeño y la picardía finísima que sólo tienen aquellos que han surgido de esas raíces culturalmente mezcladas que conforman la nación cubana.
La ciudad, esa Habana que se hizo internacionalmente conocida en la primera mitad del siglo XX por la presencia de mafiosos como Meyer Lansky y Lucky Luciano en su contubernio silencioso con los políticos de turno, no es aquí (ni en ninguna otra novela de Cárdenas Acuña) simple telón de fondo o escenografía folclórica, sino un organismo vivo, que muestra sus claroscuros humanos, que corrompe, seduce y despierta las más controversiales reacciones en los personajes. Una ciudad cosmopolita, donde el poder político y económico se diluye como zumo vital en las venas de esos submundos, ocultos a la mirada inocente del ciudadano común, que forman el escenario perfecto para los dilemas existenciales a los que deberá vencer Juglar Ares si desea salir airoso en su lucha contra ese poder que, por momentos, parece sobrepasarlo, confundirlo, engañarlo, burlarlo.
No por gusto se considera a Ignacio Cárdenas Acuña el decano de la literatura policiaca cubana: Aun cuando algunos se resistan a reconocerlo, hay mucho de su herencia en la novela negra que se escribió después.
No por gusto se habla también de Juglar Ares como el primer detective de la novela negra en Cuba: en casi todos los protagonistas, investigadores o policías que surgieron después en la narrativa negrocriminal cubana, hay guiños y signos que delatan el impacto del investigador creado por Cárdenas Acuña; incluso en el más conocido hoy, el Mario Conde, de Padura, hay muchas coincidencias: carismático, seductor, solitario, de suspicacia fuera de lo normal y, lo más curioso, desencantados ambos de la sociedad.
Con sus 97 años, humilde, silencioso como el personaje que lo convirtió en un clásico vivo de la novela negra cubana e internacional, Ignacio Cárdenas Acuña sigue teniendo una mente lúcida, y continúa escribiendo como los grandes maestros de la literatura universal. Aunque casi olvidado en la isla desde que cometió “el pecado” de radicarse en los Estados Unidos, donde reside actualmente, nadie se atreverá jamás a negarle ese sello personal y esa impronta con que marcó el género en Cuba y, por extensión, las letras cubanas del siglo XX.
***Puede adquirir la novela, en este link: Los duros no lloran, Ignacio Cárdenas Acuña
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