Siempre he pensado que las escritoras somos reinas con coronas invisibles.
Tenemos momentos muy buenos en los que amamos la escena que acabamos de escribir y otros en los que nos sentimos mendigas de las letras porque no sabemos hacia dónde van nuestras creaciones y si alguien las leerá alguna vez. Y, créeme, es difícil mantener una afición así, con tanta incertidumbre.
Pero hoy he puesto un título: Los gusanos del invierno, y eso significa que un nuevo mundo empieza a caminar. Así que hoy me siento como una reina que ha tomado posesión de su trono aunque nadie vea mi corona.