P.C. Cuéllar's Blog

December 9, 2021

Con los meridios en mi cabeza

Una de las experiencias más fascinantes que he tenido como escritora ha sido escuchar en mi cabeza las voces de mis protagonistas. Ellos llegaron a mí muy tímidamente, lanzándome imágenes o cortas escenas como si dejaran algo casualmente en una mesa esperando que llamara mi atención. Recuerdo que desde la secundaria mi cabeza empezó a hacerle espacio a escenas cortas, como tomadas de una película, pero ninguna de ellas tenía conexión con la otra y los personajes no tenían unos rasgos definidos. Siempre lo atribuí a lo fantasiosa y soñadora que soy, y yo, que le he dedicado mi vida a la academia, nunca tuve ni la mínima sospecha de que una historia estuviese buscando un lugar en dónde desarrollarse. Pero poco a poco y con mucha paciencia, más escenas llegaron y algunas se fueron conectando con otras. Recuerdo ver a una mujer discutiendo fuertemente con un hombre mientras ambos blandían sus espadas de madera y me preguntaba quiénes eran ellos y por qué estaban tan enojados uno con el otro. Qué iba a imaginar yo que ya hacía parte de mí una de los capítulos que más me gusta de El Cristal de la Guardiana.

Con el tiempo más personajes se presentaron ante mí, algunos con sus nombres y personalidades tan claras como cuando simplemente conoces a alguien. Otros tuve qué estudiarlos y descubrir por qué habían llegado a mí y qué parte de la historia querían contar. De manera que, en el transcurso de varios años, en mi interior ya no sólo habitaba yo, sino que ya contaba con una comunidad que, por cierto, es muy habladora. Al parecer, cuando notaron que les empezaba a prestar atención, todos quisieron contarme anécdotas y empecé a conocer lo que llegaría a ser su historia. Aunque, en ese entonces, eran retazos sin sentido aparente, pues me contaban apartes de su vida sin orden ni cronología.

Su hora favorita para conversar conmigo es en la madrugada, hasta imaginaba con diversión que vivían en un huso horario distinto, pero pronto comprendí que aprovechaban que mi mente se liberaba de mis ocupaciones como docente y como mamá. El problema es que esas charlas a veces se extendían tanto que me desvelaba y quedaba descompensada por la falta de sueño. Finalmente decidí escribir lo que me contaban con el objetivo de desocupar mi mente y ese fue el inicio de la época más caótica de mi vida: ahí sí que empezaron a hablar más, cada uno queriendo que su parte fuera incluida.

Recuerdo que cuando intentaba escribir algunos capítulos, los estereotipos que tenemos grabados en la mente hacían su aparición y varias veces tuve que devolver a Antonia, que aparecía vestida para una escena como si fuera un gladiador.
-¡Antonia, así no se visten aquí! –le dije varias veces, algunas entre risas y otras exasperada cuando aparecía metida entonces en un vestido medieval.
En otras ocasiones, me parecía que lo que me contaban era demasiado intenso para tan poco tiempo y pensé que era mejor retirar algunas partes, pero sin demora, en mi mente los vi acomodarse en una fila ante mí: Larissa, Nicolás, Fíneas y Lorna golpeaban rítmicamente el suelo con la punta del pie.
-¿Por qué crees que puedes cambiar la historia? Así fue cómo sucedió –me decían mientras yo me daba cuenta de que, en este proyecto, más que inventar una historia la estaba narrando.
Y el día que se publicó el primer libro, tras encontrarnos en ese mundo que existe cuando uno está entre dormido y despierto, me senté con ellos en una mesa de la Plaza Principal para celebrar. Nadie en La Ciudadela trabajó esa semana.

Ha sido un proceso extraño e interesante, pues a medida que pasa el tiempo ellos deciden que pueden contarme un poco más, mostrándome que, como en la vida de cualquiera, hay mucho por conocer aún. Hechos que luego me permiten entender por qué algunas cosas sucedieron como lo hicieron y que había tomado por sentadas cuando las escribí.
No sé si todos los autores llegan a tener una conexión así con sus protagonistas, pero en mi caso, ya ni siquiera me refiero a ellos como personajes. Ellos son personas con las que me comunico constantemente por entre los laberintos de mi mente y que ahora no podría imaginar haciendo algo distinto que compartir sus vidas conmigo.
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Published on December 09, 2021 05:57 Tags: meridia

October 24, 2021

Idealizar la Adultez

Esta semana leí un libro que me pareció entretenido y, cuando revisé algunos de sus reviews, encontré que algunas personas habían escrito que los personajes eran muy inmaduros a pesar de tener más 28 años. Recuerdo haber leído alguna vez que alguien escribió sobre las reacciones un poco extremas de Antonia en El Cristal de La Guardiana, y eso me dio pie a escribir este blog.
Iniciaré por contarles que hace años, cuando entré a la universidad, me encontré en la oficina de la secretaria con el mosaico que exhibía a los estudiantes que se graduaban ese año. Los miré con admiración, detallando su aspecto adulto y la mirada de confianza que mostraban. Me dije en esa época: Qué chévere será llegar ahí. Crecer, tanto académicamente como persona, y convertirme en una adulta lista para poner su grano de arena en la sociedad.
Varios años después, detallaba mi propio mosaico. La Paula que se mostraba ahí era ya toda una mujer, profesional, y veía en su mirada la misma confianza que había notado en el primer mosaico que detallé años atrás. Y, sin embargo, algo andaba mal. Porque yo no me sentía igual que como me reflejaba en la foto. No tenía certeza sobre en qué quería trabajar ni qué sería de mi una vez pusiera un pie fuera de la universidad. No me sentía capacitada y mucho menos una adulta lista para hacer su aporte al mundo. Los más interesante es que mis amigos y compañeros se sentían igual. Pensé en los chicos del mosaico de hacía años y concluí que tal vez ellos también se sentían así, y que las dos dimensiones de la foto no eran suficientes para reflejar la complejidad de lo que llevamos adentro.
Cuando niños, un adolescente nos parece viejo. Cuando adolescentes, los de 30 nos parecen viejos. Estoy cerca de los 50 y veo lo equivocada que estaba. Estoy llena de energía y tengo mucho por dar todavía. Sin embargo, hay una palabrita que escuchamos a lo largo de la vida y que me cuestiono ahora: La madurez. ¿Qué significa eso? ¿Ser capaces de tomar la decisión correcta en un llegado momento? ¿Ser capaces de controlar nuestras emociones o nuestras reacciones? ¿A qué edad ese chip de la madurez se debe activar? ¿Por qué creemos que los adultos lo tienen todo resuelto?
Y entonces aquí me valgo de una frase que leerán en Meridia 3: ¿Por qué insistimos en definirnos con una palabra cuando se necesita un párrafo entero para explicar quiénes somos?
He pasado por mucho en mi vida, cosas maravillosas y también difíciles. Creo que soy una persona responsable y centrada. Y, sin embargo, muchas veces he tomado una decisión incorrecta. He dicho algo irónico en respuesta al ataque de alguien, me he escondido detrás del estante de una librería por pereza a encontrarme con alguien que sabía que querría hablar y hablar sin parar, he tirado los cojines al piso con rabia para desahogarme. Me he reído cuando alguien se cae. Quisiera creer que eso no me convierte en una persona inmadura.
Y me pregunto, ¿por qué debemos ser maduros o inmaduros? Esa palabra restringe abismalmente la diversidad de nuestra personalidad. ¿Por qué no podemos ser maduros en muchos aspectos e inmaduros en otros? ¿Por qué creemos que al cumplir 18 (edad de mayoría de edad en Colombia) se nos activará el chip que nos hará sabios y correctos siempre? Las personas y nuestros gobiernos serían muy diferentes si eso fuera cierto.
Creo que, en su mayoría, no hablo por todos obviamente, los adultos sólo tenemos una visión más clara de las consecuencias que puede acarrear algo. Muchas veces actuamos con seguridad para darle apoyo y confianza a los demás, en especial a nuestros hijos. Pero nos abordan continuamente las dudas de si estamos actuando bien, de si podíamos haberlo hecho mejor. Tenemos dudas sobre el futuro y la utilidad de lo que hacemos.
Cada vez que leo algo en los reviews sobre la incongruencia del actuar de un personaje con respecto a su mayoría de edad, me alegro de poder hablar sobre eso. Tal vez lo han escrito personas muy jóvenes o adultos muy centrados. Pero tengo certeza de que muchos no tenemos nuestra vida resuelta y vamos por la vida tambaleándonos, esperando hacer lo mejor que podemos. ¿Será posible ser maduro en todos los aspectos de la vida? Yo tengo peluches en mi cama y el maletín que llevo a trabajar está lleno de corazones y mariposas jajaja. A mi parecer, el concepto de una madurez activada simplemente por ser adultos es irreal. Queremos sentir que tenemos o tendremos el control. Pero el control total es una ilusión. Finalmente, somos humanos (y meridios) en continuo crecimiento, ¿no es verdad?
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Published on October 24, 2021 16:30 Tags: adultez-madurez