Con los meridios en mi cabeza

Una de las experiencias más fascinantes que he tenido como escritora ha sido escuchar en mi cabeza las voces de mis protagonistas. Ellos llegaron a mí muy tímidamente, lanzándome imágenes o cortas escenas como si dejaran algo casualmente en una mesa esperando que llamara mi atención. Recuerdo que desde la secundaria mi cabeza empezó a hacerle espacio a escenas cortas, como tomadas de una película, pero ninguna de ellas tenía conexión con la otra y los personajes no tenían unos rasgos definidos. Siempre lo atribuí a lo fantasiosa y soñadora que soy, y yo, que le he dedicado mi vida a la academia, nunca tuve ni la mínima sospecha de que una historia estuviese buscando un lugar en dónde desarrollarse. Pero poco a poco y con mucha paciencia, más escenas llegaron y algunas se fueron conectando con otras. Recuerdo ver a una mujer discutiendo fuertemente con un hombre mientras ambos blandían sus espadas de madera y me preguntaba quiénes eran ellos y por qué estaban tan enojados uno con el otro. Qué iba a imaginar yo que ya hacía parte de mí una de los capítulos que más me gusta de El Cristal de la Guardiana.

Con el tiempo más personajes se presentaron ante mí, algunos con sus nombres y personalidades tan claras como cuando simplemente conoces a alguien. Otros tuve qué estudiarlos y descubrir por qué habían llegado a mí y qué parte de la historia querían contar. De manera que, en el transcurso de varios años, en mi interior ya no sólo habitaba yo, sino que ya contaba con una comunidad que, por cierto, es muy habladora. Al parecer, cuando notaron que les empezaba a prestar atención, todos quisieron contarme anécdotas y empecé a conocer lo que llegaría a ser su historia. Aunque, en ese entonces, eran retazos sin sentido aparente, pues me contaban apartes de su vida sin orden ni cronología.

Su hora favorita para conversar conmigo es en la madrugada, hasta imaginaba con diversión que vivían en un huso horario distinto, pero pronto comprendí que aprovechaban que mi mente se liberaba de mis ocupaciones como docente y como mamá. El problema es que esas charlas a veces se extendían tanto que me desvelaba y quedaba descompensada por la falta de sueño. Finalmente decidí escribir lo que me contaban con el objetivo de desocupar mi mente y ese fue el inicio de la época más caótica de mi vida: ahí sí que empezaron a hablar más, cada uno queriendo que su parte fuera incluida.

Recuerdo que cuando intentaba escribir algunos capítulos, los estereotipos que tenemos grabados en la mente hacían su aparición y varias veces tuve que devolver a Antonia, que aparecía vestida para una escena como si fuera un gladiador.
-¡Antonia, así no se visten aquí! –le dije varias veces, algunas entre risas y otras exasperada cuando aparecía metida entonces en un vestido medieval.
En otras ocasiones, me parecía que lo que me contaban era demasiado intenso para tan poco tiempo y pensé que era mejor retirar algunas partes, pero sin demora, en mi mente los vi acomodarse en una fila ante mí: Larissa, Nicolás, Fíneas y Lorna golpeaban rítmicamente el suelo con la punta del pie.
-¿Por qué crees que puedes cambiar la historia? Así fue cómo sucedió –me decían mientras yo me daba cuenta de que, en este proyecto, más que inventar una historia la estaba narrando.
Y el día que se publicó el primer libro, tras encontrarnos en ese mundo que existe cuando uno está entre dormido y despierto, me senté con ellos en una mesa de la Plaza Principal para celebrar. Nadie en La Ciudadela trabajó esa semana.

Ha sido un proceso extraño e interesante, pues a medida que pasa el tiempo ellos deciden que pueden contarme un poco más, mostrándome que, como en la vida de cualquiera, hay mucho por conocer aún. Hechos que luego me permiten entender por qué algunas cosas sucedieron como lo hicieron y que había tomado por sentadas cuando las escribí.
No sé si todos los autores llegan a tener una conexión así con sus protagonistas, pero en mi caso, ya ni siquiera me refiero a ellos como personajes. Ellos son personas con las que me comunico constantemente por entre los laberintos de mi mente y que ahora no podría imaginar haciendo algo distinto que compartir sus vidas conmigo.
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Published on December 09, 2021 05:57 Tags: meridia
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