Samantha Devin's Blog: La Conquista de Aristeia

August 23, 2025

DIÁLOGO INTERIOR

“In the depths of winter, I finally learnedthat within me there lay an invincible summer.”(“En las profundidades del invierno, finalmentedescubrí que dentro de mí reside un verano invencible.”)Albert Camus

Hay frases que revelan verdades incomunicables. Sí, es una paradoja. Pero solo cuando las leemos nos damos cuenta de que su contenido es cierto y entonces nos alegramos de que otros hayan hecho el trabajo por nosotros y de que además hayan sido tan generosos como para compartir el fruto de ese trabajo. Eso es comunicar de verdad.

Y es que cuando leemos algo así nos damos cuenta de que no son solo las palabras que integran la frase las que la convierten en una sentencia inapelable. Es también la contundencia, la certeza con que son pronunciadas. Frases así son descubrimientos para quien las lee, pero para quien las escribe tienen un significado profundo. Porque sabemos que a semejantes conclusiones no se llega automáticamente, que detrás hay un arduo trabajo interior, una viva y reconcentrada atención a lo esencial. Quien escribe una frase así se ha tomado tiempo para observarse y para observar el movimiento invisible del universo, ese que casi nadie percibe. La mayoría se queda en las profundidades del invierno y dice: “la vida es así”. Son pocos los que sienten que ese verano invencible está siempre pujando por salir, luchando por florecer, por brillar.

Esta frase, resultado de un diálogo interior, es tanto empírica como romántica. Es decir, es una decisión personal y a la vez una prueba irrefutable de cómo son las cosas para Camus. Decirse esto a uno mismo y creerlo es saber construirse. Es querer construirse. Hay personas que, sean conscientes de ello o no, solo desean su propia destrucción.  

Ninguna herramienta de construcción interior es más poderosa o destructiva que el diálogo interior. Este diálogo es la conversación más importante de nuestra vida, la más trascendente y vital. Porque cómo nos hablamos, nos legitima ante nuestros ojos como héroes o víctimas. Es impactante ver cuán lisiados podemos quedar como resultado de nuestro diálogo con nosotros mismos. Éste determinará nuestra posición ante al mundo, ante el universo, ante el misterio y ante Dios.

Por eso, es casi una obviedad decir que nuestro dialogo interior debería ser más el rico, el más poderoso, el más fructífero que sostengamos en nuestra vida.

El mundo, de forma intencionada o no, rara vez responde a las expectativas que tenemos de lo que debe ser una conversación. Por eso es nuestro trabajo crear interiormente lo que consideramos una comunicación real, provechosa, sana. Si nuestro dialogo interior está construido con lo que el mundo (no el natural, si no el mundano) ofrece, la pobreza hará mella en nuestro interior. No podemos depender de palabras ajenas. Porque el diálogo externo, cuando no tiene una meta práctica, creativa, espiritual o amorosa, es casi siempre un intercambio de idiosincrasias, de egos en construcción que ponen de manifiesto solo lo que queremos enseñar, aquello que nos satisface de nosotros mismos, (eso cuando queremos ofrecer nuestra mejor “cara”). Esa imagen normalmente no se corresponde con la realidad. Pero, aun así, es un acto legítimo. Somos seres cuya meta es la superación, la perfección. Querer mostrarnos como soñamos en vez de conformarnos con cómo somos, es un trabajo honesto que debe estar respaldado por un diálogo interior también honesto, por esa voz que nos recuerda que es nuestro deber aspirar a lo ideal en vez de postrarnos ante lo real.

Pero ¿es realmente importante la comunicación?  ¿La comunicación entre personas? Debe serlo porque a todas horas hay millones de seres hablando a la vez, aunque la mayoría de las veces nadie escuche lo que el otro dice. El verdadero problema de la comunicación es que si no se realiza entre iguales puede estar lacrada de malentendidos, de faltas y huecos que acaban llenándose de lo que no somos. O de lo que somos solo en parte.

Curiosamente las personas que no necesitan dialogar, solo expresarse, suelen ser las que nos regalan los argumentos más valiosos para nuestros propios diálogos. Un escritor, un pintor, un director de cine, por ejemplo, exponen cientos de ideas, imágenes o páginas a las que nada ni nadie tiene oportunidad de responder.  Su trabajo no es un diálogo, es una declaración de principios, un testimonio, un manifiesto… Otra cosa es que después se escriban críticas o reseñas sobre el cuadro, la película o el libro. Pero eso también son declaraciones, comunicados unilaterales, no diálogos.

Aunque está comprobado que comunicar lo esencial es lo más difícil, porque nada o muy poco de lo esencial es comunicable, se siguen haciendo películas, libros, cuadros… La razón es que todos sospechamos la profundidad de nuestros horizontes y esperamos encontrar verdades absolutas, revelaciones e iluminaciones que como en la frase de Camus, nos hagan exclamar: ¡Sí, exacto, así es!

También ocurre a veces que, sin previo aviso, nos damos cuenta de que nuestra incapacidad de comunicar es intrascendente ante la belleza. Es decir, nuestra necesidad queda anulada, superada, parcial o totalmente, por la belleza de lo que es. Incluso nuestra estupidez, y nuestra consciencia de ella, quedan en segundo término como algo lejano e insignificante. Porque la belleza de lo esencial es capaz de erradicar hasta la más ridícula de nuestras preocupaciones. La independencia de ese viento que mueve las hojas de los árboles, la inconstancia de la lluvia, el paso lento de las nubes con sus formas incompresibles sobre nuestras cabezas, todo eso que es sin nosotros, que ha sido y seguirá siendo sin nosotros, es ajeno a nuestra ansia de comunicar. Inmutable, perdura sin esfuerzo aparente. Sin necesidad de imponerse, de hacerse notar. Ocurre sin nuestro permiso, dentro de su propio orden, sujeto a leyes que desconocemos y que sin embargo son también el contexto de nuestra realidad. Los erizos duermen… llueve… hace viento… Y solo ahí, todo es como tiene que ser. Porque sospechamos que ese orden viene dado de… ¿más arriba? ¿más dentro? Es sin duda un orden con autoridad inapelable. Un orden que no necesita dialogar ni hacerse entender.

Y qué hay de nuestro propio orden. ¿A qué responde mi ser y mi no ser, mi hacer y mi no hacer, mi deseo de ser y mi duda sobre cómo serlo…? Nada de eso tiene una respuesta definitiva fuera de nosotros. La respuesta más fructífera solo puede alcanzarse, quizás, dejando que todo ese ser sienta qué es lo que le conviene, sin consultar con nadie más que consigo mismo. No hay que interponerse a lo que tiene su propio orden, a lo que naturalmente surge o surgiría sino no nos empeñáramos en deformarlo, en alejarnos de nuestra propia esencia, de nuestro propio camino solo para ser comprendidos por otros. Queremos tomar atajos, creemos que somos más listos que lo que nos conforma. No lo somos. Estamos sujetos a un orden que nos define y que sabemos es superior. Pero pretensiones irrazonables y debilidades absurdas construidas en momentos de flaqueza o falta de atención nos desvían del recto camino. Recto en el sentido de favorecedor.

Hay también quien habla y no escucha. Y la mayoría de las veces no pasa nada porque tampoco se dicen cosas tan trascendentes y no nos perdemos nada. Pero el diálogo interior, ¡Ah! Eso es otra cosa. Ahí todo nos concierne. Hacer oídos sordos a lo que nos señala ese YO que, como decía San Agustín, está “intimior intimo meo” —más dentro de mí que yo mismo—, es levantar un muro frente a lo sagrado. Porque quien está más dentro de mí que yo mismo es Dios, o si queremos, una inteligencia superior. Todos lo sentimos. Lo llamemos como lo llamemos, sabemos que hay algo grande ahí dentro, algo o alguien que pacientemente aguanta nuestra estupidez y se afana en corregirla. Pero no podemos dejar todo en manos de “ese alguien”. Para construir un diálogo performativo, para aprender a escucharnos es necesario educar nuestros “oídos”, afinarlos hasta conseguir que el diálogo con ese Dios que nos habita nos llegue rebosante de lucidez y epifanía. Eso, como dice Camus, es descubrir que dentro de nosotros habita un verano invencible.

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Published on August 23, 2025 04:11

April 10, 2025

MITOS DE LA NAVIDAD

MITOS DE LA NAVIDAD (Programa «El Otro lado de la Realidad» Telemadrid, 2004)

Este programa de televisión, presentado y dirigido por el siempre magnífico Javier Sierra, se emitió en Telemadrid en 2004, poco antes de publicar mi segunda novela, Arcadia, una Tragedia Moderna. Tuve el honor de participar junto a dos académicos expertos en el mundo antiguo. Antonio Piñero, filólogo, historiador y escritor español especializado en la figura de Jesus de Nazaret, el cristianismo primitivo y el judaísmo anterior al cristianismo y Llogari Pujol, teólogo por la universidad de Estrasburgo y ex-sacerdote que ha investigado las fuentes egipcias de los Evangelios y es especialista en textos bíblicos. Como todos los programas que dirigió Javier, éste es un paréntesis en lo trivial y lo cotidiano donde se habla y se profundiza en el misterio de lo esencial.

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Published on April 10, 2025 05:25

June 27, 2024

SUDDENLY LAST SUMMER DE TENNESSEE WILLIAMS

A medida que pasa el tiempo uno observa en sí mismo cómo ciertas lecturas se van convirtiendo en hábito. Son lecturas a las que se regresa una y otra vez, siempre con interés y curiosidad porque sabemos que todavía podemos aprender más de ellas, disfrutarlas más. Aunque conozcamos de sobra qué pasa, cómo pasa y por qué pasa, esas lecturas siempre tienen algo nuevo que ofrecernos o simplemente algo viejo en lo que deleitarnos. Las obras de Tennessee Williams son una de esas lecturas para mí. Cuanto más profundizo en su obra dramática más fascinante me parecen sus personajes, sus tramas, sus ambientes, sus peculiaridades, esos rasgos distintivos de su especial naturaleza sureña, rematadamente barrocos y absolutamente geniales.

Dos obras en concreto, que no son muy conocidas ni han sido especialmente aplaudidas, pero que me parecen de las mejores que ha escrito, son The Milk Train Doesn’t Stop Here Anymore (Boom! es el título del film dirigido por Joseph Losey) y Suddenly Last Summer.

Estas dos obras y sus respectivas películas, que son inseparables porque fue el mismo Williams quien se encargó de los guiones, son las más misteriosas y oscuras que escribió. Y a pesar de la negrura casi metafísica que las rodea, las dos tienen en común el sol y el Mediterráneo. Es curioso que su trabajo más tenebroso esté ambientado y sostenido por un sol triunfante y cegador. Un sol que, como dice Elizabeth Taylor en la versión cinematográfica de Suddenly Last Summer, es como el ojo de Dios.

Suddenly Last Summer, o De Repente, el Último Verano, es una pieza gótica que habla sobre la locura, Dios, el canibalismo, la ferocidad de la naturaleza y la aún más temible ferocidad de una madre posesiva.

Violet Venable ha dominado la vida de su hijo Sebastian hasta el último detalle mientras estaba vivo. Ahora que está muerto, quiere hacerse dueña de su memoria, de su identidad, de su esencia; quiere ensalzar su imagen y convertirla en algo sagrado. Quiere, en realidad, pulir la máscara que el mismo Sebastian trató de crear para sí en vida. Y para ello no duda en encerrar en un manicomio a su sobrina Catherine, que después de presenciar la muerte de Sebastian, ha perdido la memoria a causa del shock. Catherine no está loca, pero tiene una laguna acerca de cómo murió su primo. Y es que algo ha ocurrido antes de que comience la obra, algo espantoso que ha agrietado el muro de contención con el que Miss Venable quiere proteger a su hijo y su relación con él; algo que tiene que ver con Catherine y lo que contó cuando estaba en estado de shock, justo antes de perder la memoria. Miss Venable, millonaria y extravagante, quiere que el doctor Cukrowicz le practique una lobotomía, para que deje de balbucear, de hablar de Sebastian y lo que pasó en un lugar llamado Cabeza de Lobo.  

La obra, y también el ambiente que impregna la película, es misterioso casi numinoso. Como el mismo Williams puntualiza en la escena primera, “el set debe ser tan poco realista como el escenario de un ballet dramático”.

Y lo es. La casa de Miss Venable es una mansión de estilo gótico victoriano en Nueva Orleans con un jardín tan exuberante y bestial que casi parece una ventana a otra dimensión. El jardín es obra de Sebastian, que quería replicar “the dawn of creation” – el amanecer de la creación- refiriéndose con ello al origen del mundo, con sus plantas prehistóricas, fabulosas, salvajes, más gigantes y amenazadoras que nunca. En ese jardín hay incluso una Venus Flytrap, una planta carnívora que en otoño alimentan con costosas moscas vivas.

El jardín, a pesar de ser un artificio se impone a la mirada como un acto de violencia. Es un jardín que replica la indiferencia y el arranque furioso de la naturaleza, que siempre hará lo posible por sobrevivir, por imponerse. Tal y como hace Miss Venable que, como madre y representante de esa naturaleza brutal, está dispuesta a hacer lo que sea para proteger la imagen de su hijo.

Miss Venable es una mujer que a simple vista parece frágil, pero sus actos y sus imposiciones demuestran lo contrario. Quiere acallar a Catherine, quiere evitar la verdad sobre quién era su hijo y sobre cómo murió.

Es muy interesante resaltar que Williams quiso representar en esta obra la muerte del dios Dioniso a manos de las Ménades. De ahí lo excesivo de la obra, su crudeza, su violencia, su sensualidad encubierta, su culto al placer y los sentidos, su localización mediterránea y su relación inevitable con la muerte.

Es cierto que Sebastian era un snob, un elitista y un depredador, un vividor adinerado que tomaba lo que quería, cuándo quería y cómo quería simplemente porque podía hacerlo. Pero también era un ser bello, elegante y generoso. Un ser especial marcado sin duda por el estigma de la ociosidad y la apremiante necesidad de compensar su suerte con el compromiso autoimpuesto de no atender más que a cuestiones “elevadas”. Sebastian estaba buscando a Dios. Sebastian era un poeta. Y como todo verdadero poeta, era un visionario. Sebastian sabía cuál iba a ser su destino.

Todo comienza cuando de repente, el último verano… Sebastian se da cuenta de que ya no es joven y que quizá lo único que le queda es consumar esa imagen brutal del dios que lo persigue. Encuentra su destino en Cabeza de Lobo, con su prima Catherine, a quien ha escogido para pasar el verano. Miss Venable había sido, hasta ese verano, su compañera de viajes. Pero de repente, el último verano… Miss Venable es también vieja. Miss Venable ya no le sirve para atraer… ¿Atraer qué? Chicos. Sebastian utilizaba a su madre, hermosa y elegante, para procurarse compañía masculina. Pero de repente, el último verano… Se da cuenta de que su madre ya no podrá ayudarle y escoge a Catherine para que vaya con él, para utilizarla de cebo. La rabia, la humillación y la envidia de Miss Venable se desatan contra Catherine a quien acusa de haber matado a su hijo… Junto a ella, dice Miss Venable, eso nunca habría ocurrido, junto a ella Sebastian aún estaría vivo y habría sido capaz de escribir su poema anual. Sebastian escribía un poema al año, en verano. El resto del año, los 9 meses restantes, eran meses de gestación…

La muerte tiene lugar un día muy caluroso. El día no es azul, como casi siempre son los días en el Mediterráneo. Ese día es tan ardiente, tan abrasador, tan terrible, que es blanco. Es un día sin sombras, sin un lugar donde ocultarse. Es un día cegado por una turbadora inevitabilidad. El sol es en esta obra, más que una fuente de vida y alegría, una figura amenazadora y atroz. Como antes decía, Catherine lo compara con el ojo de Dios: Un dios salvaje y despiadado, un dios carnívoro e implacable. En ese pueblecito vacacional, pobre y luminoso, Sebastian se ha convertido en un dios para los muchachos hambrientos que le siguen y a los que arroja billetes mientras ellos demandan más con sus bocas hambrientas e insaciables… El paisaje mediterráneo deja de ser un paraíso y de repente se convierte en un calvario, en un paraje árido abrasado de muerte y horror.

En esta obra, como en “The Milk Train…”, el mediterráneo es tratado con original y singular maestría. Aparece transformado. William dota sus elementos esenciales de un nuevo significado. Estamos acostumbrados a que las historias góticas y espeluznantes ocurran siempre en decorados oscuros y lúgubres. En estas dos obras, Williams es capaz de sentir y hacernos sentir, la fuerza devastadora que esconde todo lo que está realmente vivo. Williams conocía bien el lado oscuro de lo dionisiaco. Nos revela el extremo de la plenitud y la exuberancia transfiguradas en voracidad, voracidad por la vida y por la carne. Ese ímpetu se convierte en un despliegue insaciable de lascivia que acaba devorando todo lo que toca.

El doctor Cukrowicz, a pesar de estar en una posición comprometida, porque Miss Venable está dispuesta a donar un millón de dólares al hospital donde ejerce si le practica la lobotomía a Catherine, mantiene su ética profesional hasta el final. Como no es tonto, se da cuenta desde el principio de que Catherine no está loca y sospecha que algo monstruoso ocurrió en Cabeza de Lobo. Algo tan horrible que Catherine ha decidido borrarlo de su memoria. Con paciencia y tacto acaba por organizar una reunión en casa de Miss Venable, que más parece una sesión de espiritismo que una consulta psicológica. El doctor inyecta a Catherine un “suero de la verdad” y todos se reúnen en ese jardín selvático, misterioso y bestial, tal y como debió ser “el amanecer de la creación”. Allí, Catherine revela, entre estertores, lo que pasó, de repente, el último verano…

SUDDENLY LAST SUMMER, Elizabeth Taylor, 1959

No voy a dar detalles de lo que ocurrió en Cabeza de Lobo porque creo que merece la pena que leáis la obra o veáis la película dirigida por Joseph L. Mankiewicz, e interpretada por Elizabeth Taylor, que está tan maravillosa como siempre, Katharine Hepburn y Montgomery Clift. El guion de la película lo escribió como ya he dicho Tennessee Williams con Gore Vidal. Por eso mantiene toda la fuerza del original y ese halo de misterio que impregna el texto. Quizá más. Tennessee, que para mí es el mejor dramaturgo del siglo XX, consideró en cierto momento de su vida, que el trabajo que implicaba llevar a escena y mantener sus obras en cartel, teniendo en cuenta lo efímero de las representaciones, era excesivo. Por eso decidió involucrarse, cuando le fue posible, en la producción de sus películas, porque según él, eran ellas las que perdurarían en el tiempo. Nunca podremos agradecerle lo bastante esa decisión.

Tanto la lectura de la obra como la película son cautivadoras. Es arte en su sentido más elevado, entretenido y fascinante. Es magia hecha con palabras. Es Tennessee en todo su magnífico esplendor.

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Published on June 27, 2024 09:08

August 2, 2022

ENTREVISTA SOBRE HEROICA

Me hicieron esta entrevista para la revista Culturamas cuando publiqué Heroica hace dos años. Para aquellos interesados en saber de qué trata la novela, más allá de lo que aparece en la contraportada o en la descripción de Amazon, y para los que me preguntáis por qué la defino como un Western Mitológico aquí os dejo algunas respuestas.

¿DE DÓNDE NACE ESTE LIBRO?

Es complicado rastrear el origen de una novela. Mis novelas son muy orgánicas, es decir, nacen y crecen de mi propia búsqueda, intereses y experiencias, evolucionan conmigo según voy añadiendo a mi vida conocimiento, creencias, ideas, conclusiones, experimentos con éxito… Para contestar esta pregunta tendría que contarte mi vida porque el origen está en mi misma, así de amplio es.

Pero sintetizando puedo decirte que el interés por lo heroico ha estado siempre presente. Comenzó con Byron y el Romanticismo alemán, con su aspiración a lo sublime, su deseo de transfigurar la realidad y su valiente inmersión en el inconsciente. El heroísmo es una actitud ante la vida. Yo veo al escritor como un hechicero, un conjurador de realidades, un explorador de las profundidades y las alturas humanas. Los Románticos creían que el hombre era capaz de conectar con la realidad suprema, que nuestro deber, como criaturas transcendentes, es aspirar a ser dioses. Ese sentimiento está vivo en mí y es el que mueve mi vida y mi trabajo. Soy consciente de que es una ideología que va contracorriente porque la creencia general acerca del hombre es hoy completamente opuesta. La culpa la tienen los existencialistas que nos han dejado un poso de desesperación, nihilismo y absurdo que sigue estando vigente. Pero no debemos olvidar que la visión que tenemos acerca de la vida y el lugar que ocupa el hombre en el universo, están sujetos al momento histórico en que vivimos, a la cultura de la que somos parte. Si la tendencia hoy es creer “X”, esa será nuestra realidad. Pero podemos ir más lejos porque somos inteligentes y sabemos que en otro momento de la historia se creía “Y”. Es decir, sabemos que es posible elegir, que podemos y debemos ser parte activa en la formación de nuestras creencias y valores. Por tanto, ¿por qué escoger ver la vida a través de los ojos de los existencialistas? ¿Por qué no optar por la grandeza de espíritu que animaba a los Románticos? A mí siempre me ha parecido que aspirar a la consciencia perfecta, a la vida perfecta, a la felicidad perfecta es la forma más evidente y natural de ser y estar en el mundo. Soy abanderada de una ideología propia: el Nuevo Romanticismo. Hay mucho que decir sobre esta ideología liberadora, poderosa y atrevida, pero ahora no es el momento.

¿QUÉ HACE ESPECIAL A HEROICA?

Quizá que es una invocación. Quería escribir esta novela para fascinarme a mí misma, hipnotizarme hasta hacer magia metiéndome en la carne de una heroína creada por mí y para mí. Escribir es invocar y yo quería conjurar esa parte de mí que está latente, darle forma y realidad, hacerla vivir.

¿CUÁL FUE LA PARTE QUE MÁS TE COSTÓ ESCRIBIR?

Todas cuestan, en todas te atascas, pero finalmente todo fluye y avanzas, sino no habría novela. Lo más difícil quizás es darle sentido a todo, hacer que cada palabra y detalle añadan valor y profundidad. Y por otro lado requiere cierto esfuerzo por mi parte estar pendiente de los niveles de escritura, es decir, escribir de forma que tanto el que busca una historia atractiva como el que quiere algo más profundo o revelador queden satisfechos. Si no estoy pendiente a veces me pierdo en unas alturas de vértigo donde todo es símbolo y metáfora y la historia se convierte en un enigma, en impenetrabilidad pura.

En Heroica desde los nombres, al paisaje, al edificio y el aislamiento en que está ubicado, incluso la estación del año, tiene un sentido o trasfondo que da peso, amplía o sugiere una dimensión en la historia. El fin de este trasfondo, a nivel literario, es, como digo, enriquecer lo que ocurre, elevarlo y darle profundidad. A nivel personal, es darle consistencia a la invocación.

A simple vista la novela podría ser una guerra familiar con sus traiciones y complots, con sus partidismos y ofuscaciones… La idea es convertir toda esa ambición, ese deseo universal de gobernar a los otros, en algo cósmico. Todo está orientado a ordenar las circunstancias para que un ser heroico pueda desarrollar sus capacidades, ponerse a prueba y encontrar las respuestas que busca acerca de sí misma. Heroica escenifica la misteriosa alianza que Andrea mantiene con el orden divino, que es callado, invisible y cotidiano, porque está presente cada vez que nos relacionamos con Dios, con nosotros mismos y con los otros.

Por supuesto, dependiendo de cada uno, de su educación, de su capacidad de observación, de su predisposición para la abstracción o su inclinación hacia la psicología o la mística verá una cosa u otra. Habrá quien se quede en la superficie y disfrute de una historia de suspense en un ambiente aristocrático, otros participarán de la siempre milagrosa transformación del estado de consciencia del héroe, que va de lo humano a lo divino.

¿QUÉ ENCONTRAMOS DE TI EN ESTE LIBRO?

Todo, porque todo libro es una creación personal, subjetiva e íntima. En un libro, el autor dice: así es cómo veo el mundo, esto es lo que creo o lo que quiero creer. El autor está presente en cada una de las palabras que escribe porque todo nace de su interior. En esta novela pongo de manifiesto mi ambición de ser. Andrea representa esa parte de mí que anhela grandeza, sobrepasar los límites de lo humano. En este libro están dramatizados mi amor por la soledad y el silencio, mi estado de atención constante a la superación personal, mi incansable necesidad de actualizar mis potencialidades y un ascetismo voluntario para atender sólo a lo esencial y lo sagrado. En esta novela analizo en profundidad el ethos heroico, es decir, el carácter y la personalidad del héroe.

¿DÓNDE ENCUENTRAS LA INSPIRACIÓN?

Esta es una pregunta muy típica que la mayoría de los escritores contestamos normalmente de forma directa y ensayada. Es una elaboración consciente que pretende facilitar las cosas tanto al que pregunta como al que responde porque la realidad es que es imposible contestar esta pregunta. La respuesta sería interminable.

La inspiración está supeditada a la fascinación. Ponemos nuestra atención en lo que nos interesa, en lo que nos apasiona y de los millones de estímulos que recibimos continuamente, escogemos solo los que aportan sentido a nuestro proyecto. A cada uno, dependiendo de nuestra esencia, naturaleza y carácter, nos influyen de manera distinta los Presocráticos, los Existencialistas, el Romanticismo Alemán o la Mitología Griega. Pero no nos influyen cada una por separado, es su integración y lo que hacemos con el sentido que le damos, lo que nos forma y a la vez da forma a la obra.

En esta novela la inspiración surge de un sin fin de materias: la mitología relacionada con la psicología, con la mística, con la tragedia griega, con la fenomenología, con los estudios de religiones comparadas de Mircea Eliade, con la sublime visión que nos dejó Nietzsche, con el sentido de lo sagrado de Otto, con el estudio de la estructura de la consciencia de Husserl, con la idea del inconsciente de Carus, con las aportaciones de Jung… Y por supuesto con el extraordinario ensayo de Fernando Savater, La Tarea del Héroe.

Esta reducida selección de materias es solo la inspiración que forma parte de lo aprendido en los libros, pero por supuesto también hay que contar con la vida, las experiencias, los sueños, los deseos, los fracasos, las alegrías… No es fácil señalar una única fuente. A todo esto hay que añadir además lo que reside en nuestro inconsciente.

En esta novela siendo, muy reduccionista, se puede decir que las fuentes de inspiración principales son la tragedia griega y el ethos heroico. La novela es una Teogonía, una lucha entre dioses por el poder para gobernar la realidad. Es el Orden implantado por Zeus versus Caos y toda su descendencia. Los personajes quieren imponer su idea de cómo debe ser nuestra existencia para que el mundo se mueva y atienda a sus leyes, para que funcione según sus creencias. Pero no cuentan con la intervención de Andrea.

¿QUÉ SIGNIFICADO TIENE LA VILLA, EL LUGAR DONDE SE DESARROLLA LA NOVELA?

La Villa es el lugar donde veranean los Visconti. Es un territorio de extraordinaria belleza, una población vacacional donde la aristocracia europea solía ir a recrearse pero que ahora está deshabitada. Es una forma velada de decir que la verdadera aristocracia, en sentido moral, ya no existe.

Este lugar, lleno de palazos y mansiones abandonadas, es también una especie de Olimpo, un edén mítico donde los dioses pueden actuar libremente.

Si lees atento ves que es además un espacio cerrado al mundo exterior que parece tener leyes propias, donde los actos magnificados y brutales de estos dioses, se hacen inaccesibles incluso para la policía. En ese espacio están como protegidos por un código inviolable, como si sus asuntos fueran demasiado importantes para ser juzgados por los hombres. Este hecho queda patente a medida que avanza la historia, cuando el inspector de policía se da cuenta de que no hay forma de “atraparlos”.

¿QUÉ REPRESENTAN LOS PERSONAJES DE LA NOVELA?

Visconti, por ejemplo, el personaje más importante después de Andrea, representa al dios Zeus. Es un aristócrata de origen alemán e italiano que jugó un papel importante en la Segunda Guerra Mundial y es además uno de los mayores expertos del mundo en la figura del héroe.

Visconti es el padre intelectual de Andrea, es decir, Andrea ha nacido de su cabeza, de sus ideas sobre lo heroico y eso, dentro del escenario olímpico en que está ambientada la novela, significa que Andrea es la diosa Atenea.

Para ella Visconti representa lo heroico en su máximo esplendor. Pero cuando Andrea llega al Palazzo, Visconti está inmerso en una guerra familiar y lo que iba a ser un estudio teórico sobre lo heroico, se transforma en una lucha a vida o muerte.

El personaje principal es Andrea. No es un personaje fácil porque no me interesa escribir sobre personajes fáciles. La idea manida de que debemos identificarnos con el personaje me resulta aburrida y poco excitante. Creo que si leemos es para encontrar ideas que desafíen nuestra inercia, para descubrir formas de ser que nos asombren y para observar el mundo desde otra perspectiva. Encontrar un personaje como Andrea, que es un héroe de la edad de hierro, puede ser desconcertante porque vivimos en un mundo de consensos, donde la lenta pero segura implantación de los matriarcados y el daño irreparable de los feminismos extremos y lo políticamente correcto han convertido el planeta en un patio de recreo saturado de narcisismo. Es posible que mucha gente no comprenda qué representa porque es un personaje demasiado fuerte e independiente y el mundo se ha hecho muy gregario y blandito. Atravesamos una época de la historia donde millones de personas retrasmiten la frivolidad y vacuidad de sus vidas sin modestia, sin consciencia de cuán pueril y profana es la existencia que llevan. No tienen referencias porque se alimentan de inmediatez. Son existencias llenas de ruido y confusión, sin misterio ni sacralidad, sin profundidad ni reflexión. Frente al infantilismo, la incultura y la ñoñez generalizada está Andrea.

¿EN QUÉ SENTIDO ES ANDREA HEROICA?

Andrea es una especie de Clint Eastwood, pero con un halo de santidad, una Juana de Arco moderna. Tiene una misión que la coloca por encima de la justicia humana y en la que nadie, ni siquiera la policía, puede intervenir.

Como al jinete del Apocalipsis, le ha sido dada la potestad para matar con espada. Es un ángel vengador que actúa cuando la ley, es decir, cuando los límites de la ley impuestos por la sociedad, no sirven para defendernos contra el mal.

En realidad, nada en ella es convencional porque es un ser solitario e individualista, nada fraternal ni comunitario, y sus intereses, no son materiales sino de un misticismo extremo. Tiene además un misterioso vínculo con lo sagrado y un amor ascético por el silencio y por la soledad. Y por otro lado, y como contraste, está como digo la misión que le ha sido encomendada que es brutal y sobrecogedora, pero que no puede rechazar porque sabe que está dictada por algo más grande. Ese “algo más grande” es lo que le interesa y lo que a la vez genera conflicto en ella, porque como todo héroe tiene la necesidad de ser “causa sui”, es decir, de ser el origen de sí misma, de crearse a imagen de sus propios ideales y valores. Y saber que ha sido elegida, en cierta manera, hiere su orgullo, porque su aspiración es elegir. Diría que su ambición personal es penetrar el misterio en que vivimos y rendir cuentas solo ante Dios.

¿ES POSIBLE SER UN HÉROE HOY?

Claro. Los héroes existirán mientras exista el hombre. Pero la idea que se tiene hoy de los héroes no tiene mucho que ver con la heroína de mi novela. Ella pertenece como decía a una edad de hierro anterior incluso al cristianismo y su código moral es mucho más estricto que el nuestro porque está centrada en superarse, no en complacerse a sí misma o a los otros. No le interesa caer bien ni gustar. No hay nada difuso en sus valores, es decir, no está herida de relativismo. Hoy creemos, y como es nuestro tiempo pensamos que es lo correcto, que todo es relativo. Es una forma muy cómoda de vivir porque yo te entenderé a ti cuando hagas algo mal, y espero que cuando yo haga algo mal, tu también me entiendas. Y así, con cada acto indigno que comprendemos en el otro, vamos excusando y rebajando la idea del hombre. La aspiración a la perfección moral, a la perfección en general, ha quedado obsoleta, es una idea del pasado que la mayoría considera anticuada, así de bajo hemos caído. Por eso se ve cada vez más mediocridad en todos los ámbitos de la vida.

    El héroe del que yo hablo tiene algo de descomunal. Como dice Fernando Savater en su magnífico ensayo La Tarea del Héroe, es un poco monstruoso, ruge como un león o resplandece como un dios, espanta o reconforta con su simple presencia, es decir, tantea los límites de su humanidad. El héroe del que yo hablo es aquel que vence a lo inhumano y que se revela como pariente de lo sobrehumano. Ésta es la clase de héroe que me interesa.

¿QUÉ SENTIDO TIENE LA MÁXIMA DE HERÁCLITO ETHOS ANTHROPOS DAIMON?

La novela trata en profundidad el carácter y cómo éste define nuestra vida y nuestro destino. Para el lector profano debería explicar que es una máxima de la antigüedad y que hoy nos faltan herramientas para entenderla tal y como la entendían los antiguos griegos. Originariamente la frase se podía leer de izquierda a derecha y de derecha a izquierda porque era en esa ambigüedad donde residía el misterio del hombre trágico, del hombre en definitiva.

La frase puede significar que somos nosotros los que dirigimos nuestro destino, eligiendo qué hacer con lo que nos toca en la vida y también con las particularidades con las que hemos nacido, ya que podemos rechazarlas, aceptarlas sumisamente o tratar de modificarlas. Pero también puede significar que es el daimon, una especie de suerte o destino personal adjudicado de antemano por una fuerza divina, lo que define nuestro carácter y por tanto nuestra vida. Cada cual debe elegir y observar, cuál de los dos significados predomina en su vida. ¿Quizá solo uno, quizá los dos?

¿EXISTE UN DENOMINADOR COMÚN EN TUS TUS NOVELAS?

Todas mis novelas son distintas en cuanto a temas, personajes, historia e ideas, pero creo que es la relación que existe entre la violencia y lo sagrado lo que las vincula.

Si nos fijamos en los libros sagrados y en las mitologías de todas las culturas, desde la Biblia al Corán, la mitología griega o la nórdica, allí donde están los dioses, no las religiones, que son algo distinto, hay violencia. Parece como si fuera imposible separarlos.

La violencia, como acto sagrado, es distinta de esa violencia gratuita a la que estamos acostumbrados por el cine y la TV. La violencia es sagrada cuando se convierte en la única acción posible ante una injusticia universal.

Es el acto supremo, casi una obligación, porque es el único acto que puede restablecer el equilibrio cósmico. De hecho, todos sentimos que algo sana en lo invisible cuando se consuma un acto de violencia sagrada. Y eso es porque es una retribución que, incluso sin conocer el significado último de las cosas, sospechamos ayuda a restaurar un orden divino. Aunque no lo creamos, Dios sigue habitando en nosotros.

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Published on August 02, 2022 10:07

May 29, 2022

GIGER, LA CÓPULA CON LO MONSTRUOSO

(Del Archivo)

Estoy buscando en los archivos artículos antiguos para aquellos que me pedís que escriba más a menudo. Éste me gusta. Pero, por qué no escribo más, me preguntáis. Muy simple. Cuando el interior y el exterior coinciden no hay nada que decir. Todo es perfecto, todo está bien, no hay “necesidad de pensar”, de elucubrar, de darle vueltas a “nada”. Hay épocas en las que se está yendo y viniendo de dentro a fuera, mirando dentro y observando fuera, haciendo un trabajo de ajuste porque hay que trabajar para entender “algo” o todo.  Pero como decía en mi artículo anterior, cuando se llega a la casa hay que aprovechar y celebrar, y es cierto que se piensa menos y se vive más. No es que uno se vuelva plano, pero al ser y al habitar el espacio soñado uno no siente la “necesidad” de decir nada. Es como cuando entras en un lugar sagrado. Bajas la cabeza o la elevas, pero guardas silencio y admiras y respiras el sentimiento que surge de esa no-distancia, de esa infinitesimal inmensidad que presientes suspendida entre lo que eres y lo que ves.

El caso es que, sin ponerse a pensar, sin querer o necesitarlo, uno acaba pensando. Porque este pensamiento, el de explicar por qué no escribo más a menudo, me ha hecho preguntarme si de ahí nace el silencio de Dios. Si su mutismo no será consecuencia de un estado parecido, un estado en el que uno no necesita comunicarse porque el trabajo está hecho y no hay nada más que decir. La distancia es colosal, infranqueable, pero como el intento de comprender la mente de Dios es una tarea interminable, siempre acaban surgiendo preguntas y en cuanto te pones al teclado te das cuenta de que el trabajo, el nuestro, a diferencia suya, no está concluido. Y otra vez a pensar…

Y ahora el artículo del Archivo.

GIGER, LA CÓPULA CON LO MONSTRUOSO

La primera vez que supe de H.R. Giger fue, como casi todo el mundo, por la película, Alien, el Octavo Pasajero. El fascinante alienígena es creación suya. Siempre he envidiado la capacidad de crear y parir monstruos. Es un don igual de admirable que el de componer una pieza de música o pintar un cuadro, e imagino que como ocurre con toda obra de arte, la gestación tiene que ser memorable. Porque no hay que olvidar que antes de que el Alien saliera del pecho de William Hurt, Giger ya lo había tenido dentro. Todos los rasgos del espeluznante alienígena se gestaron en su interior. Lo que revela que la cabeza de Giger es el útero más abominable y fantástico que existe. Pero, si Giger es la madre ¿Quién es el padre? Y sobre todo ¿Qué clase de acto sexual hay que llevar a cabo para dar a luz a un monstruo? 
Una mente creadora es como una antena parabólica que recoge del exterior, de lo más profundo o de las necesidades globales del ser humano, símbolos incompatibles con el método tradicional de concepción. Porque los seres excepcionales utilizan para nacer pautas distintas de las que la naturaleza impone. Unos, como ciertos héroes de la mitología nacen de la cópula de un dios y una mortal o de una mortal y un toro. Sólo los más exclusivos se hacen de barro y una costilla. Los más profanos del desecho de otros seres humanos y una buena descarga eléctrica. Pero los más interesantes, son aquellos que nacen de la inspiración de un ser que hace las veces de padre, madre y destino. Su complexión obedece a los objetivos de su único progenitor, y en esos casos ni siquiera a la naturaleza le está permitido intervenir con su caprichosa conspiración genética. Porque quien así concibe tiene tan claro el resultado que no delega en colaboradores que puedan fastidiar el resultado final.
El momento en que Giger presiente que un alienígena le está creciendo dentro debe ser glorioso. Él, como si fuera una virgen tocada por el dedo de Dios, concibe sin necesidad de un acto sexual explícito, un ser único y fabuloso que nacerá, en su caso, con los rasgos de una pesadilla. Atendiendo a esta clase de creaciones antinaturales es posible que nunca sepamos si la Virgen María, la mejor hacedora de sueños de la historia, poseía, como les ocurre a los creadores supremos, la potencia espiritual necesaria para concebir sin ayuda de nadie, un ser perfecto, que representaría la posibilidad en estado puro. Quizás María era una especie de Mary Shelley sin artilugios que utilizó la fuerza de su imaginación y una tremenda pasión espiritual para dar vida a una criatura fantástica, imposible. Seres semejantes sólo pueden concebirse dentro de un espíritu privilegiado. La pregunta clave es si Giger o la Virgen son seres elegidos por alguien externo a su mundo, o si son ellos los que dan a luz a sus propias ilusiones con la fuerza de su deseo e imaginación.

 
Lo mismo ocurre con los demás engendros de Giger, porque su fertilidad no termina en el alienígena que todos conocemos. Hay toda una prole de vaginas ranura, monstruosos engendros con enormes penes, mitad orgánicos mitad metálicos, capaces de generar repulsivos fetos. Hay mujeres hermosas con cuerpos comidos por la muerte que experimentan verdaderos éxtasis en contacto con seres abominables de rasgos espeluznantes. Bellezas siniestras penetradas por la boca con instrumentos gelatinosos, o herramientas de acero, y también paisajes colosales, devastadores para la imaginación, donde todo lo que nos rodea es una sustancia fungosa y metálica que piensa y siente.
Los retoños que habitan su universo no tienen desperdicio. Su labor de reproducción es exhaustiva. Dotar de rasgos, médula y particularidades a un monstruo es una responsabilidad que sólo un auténtico creador puede permitirse. Porque si uno se para a mirar detenidamente los rasgos del alíen se da cuenta de lo acabado que está, de lo perfecto de su fisonomía. No le falta un detalle. Puede decirse que Giger amplía el termino de paternidad, lo enriquece. Él es más padre de su criatura de lo que nuestros padres lo son de nosotros, porque éstos, ponen la semilla y durante los nueves meses siguientes, a veces incluso más tiempo, se desentienden de los rasgos y perfiles que tendrán sus vástagos. Giger en cambio conoce, antes de que el nacido adquiera tres dimensiones, el grosor de cada pliegue y la longitud de sus pulidas garras. Él actúa como lo hace la genética y las enzimas. Y no sólo eso, aparte de lo morfológico, tiene asignado un destino, una personalidad y una pauta de actuación para todos y cada uno de sus vástagos. 
Por la creación de su famoso alienígena, a Giger le dieron un Oscar en 1980. Con ello consiguió el reconocimiento internacional. El mundo entero quedó fascinado por su escalofriante universo. Era normal preguntarse de qué clase de experiencias había surgido una mirada tan retorcida. Su padre era farmacéutico en un hermoso pueblo de Suiza, su madre una mujer sencilla y amable. Ambos, en una breve entrevista para el “Giger´s Necronomicon”, confesaron que no entendían de dónde había sacado su hijo semejante visión. Giger no tuvo una infancia desdichada, no hubo ningún siniestro incidente familiar que marcara su visión. Nada de nada.

 
Sorprendentemente, lo que él recuerda como causa de su morbosa pasión por lo macabro es, ni más ni menos, que la estremecedora visión del Cristo ensangrentado clavado en la cruz. Ahí está. La causa de nuestros terrores, el huevo de donde nacen todas las pesadillas. Una oscura imagen compartida quizá por toda la cristiandad.
Siempre me he preguntado cómo es posible que nuestros padres nos prohibieran ver películas, donde dos individuos felices y casi siempre hermosos, se besan tumbados al sol, y sin embargo nos dejaran e incluso obligaran a entrar en una iglesia oscura a contemplar a la mortecina luz de las velas, la figura de un hombre ensangrentado, clavado de pies y manos, atravesado por una corona de espinas, con el costado perforado y la cara descompuesta por el dolor. ¿Es que es tan difícil darse cuenta de que es una imagen pavorosa? ¿A quién se le ocurrió, cuando la primera iglesia cristiana fue construida, poner como reclamo semejante tormento? ¿Por qué eligieron mostrar la crueldad y el dolor como estandarte, en vez del momento glorioso de la resurrección, que es lo que verdaderamente diferencia a Jesucristo del resto de los mortales? 
Mirando esa imagen se siente más terror que el que pueda provocarnos cualquier monstruo creado por Giger. Cuando observo esos rostros alienígenas, infectados y descompuestos, no puedo dejar de preguntarme si en su universo, donde la oscuridad y lo macabro son lo habitual, tienen también a su dios clavado en una cruz. Quizás ellos, que para nosotros son los monstruos, prefirieron prescindir de dioses antes de caer en el error de creer que la única forma de acercarse a ellos es mediante el dolor.

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Published on May 29, 2022 02:52

March 23, 2022

NUESTRA CASA

“Expulsada del mundo a los confines de un estrecho círculo.

Es reflexiva, clarividente, imperturbable ante lo transitorio,

determinada a vivir para la inmortalidad,

a ofrecer lo visible a lo invisible.”

No Place on Earth (Ningún lugar en la tierra)*

Christa Wolf

Esta bellísima frase pertenece a una novela de Christa Wolf sobre dos poetas. Narra el encuentro, hipotético, porque no se sabe si en realidad llegaron a conocerse, entre Karoline von Günderrode y Heinrich von Kleist ambos poetas románticos y ambos suicidas.

Una pregunta relacionada con mi propio trabajo me rondaba la cabeza cuando leía esta novela y como siempre ocurre cuando leemos algo, al leer la frase, me leí. Ningún lugar en la tierra es un título maravilloso porque define una imposibilidad, pero también la realización de un sueño.

Como la pregunta que me desvelaba tiene que ver con dónde “situar” a los personajes de mi nueva novela, La Casa de Asterión, la existencia, o mejor dicho, la inexistencia de “ningún lugar en la tierra” me pareció una solución brillante. Me di cuenta de que aunque una novela esté ambientada en Londres, en Grecia o en la Antártica ese espacio es siempre “ningún lugar en la tierra”. “Aquí”, decimos cuando nos encontramos físicamente en el lugar en el que transcurre una novela o una película que nos gusta, “Aquí es donde X hizo Y o donde Z conoció a Y…” Sí, es aquí, y sin embargo, no es aquí. Es en la idea que el escritor tiene de éste aquí. Y descubrimos que entre el lugar que pisamos y el que leemos hay otro espacio invisible que complementa, que revela, una riqueza también invisible que sin embargo es inherente a ese espacio. Como si el escritor o el director de cine hubieran descubierto una dimensión oculta. Ese lugar ya nunca será “solo” ese lugar.

La idea de “ningún lugar en la tierra” apela perfectamente a esos seres imaginarios, imposibles e indiscutiblemente verdaderos que habitan una buena novela o película. Porque ellos tienen el poder de convertir un lugar real en un espacio esencial, mítico.

George Bellows, Shore House

Mi nueva novela tiene como tema la casa y su simbolismo. Está construida alrededor de ese espacio íntimo que habitamos y nos habita, que es retiro, guarida, santuario, escondite donde somos liberados de miradas ajenas. Es nuestro espacio interior, es decir nuestro inconsciente, cimiento invisible de nuestro verdadero ser, lo que da forma al edificio. La disposición, orientación y número de sus puertas, la amplitud de las ventanas, la profundidad del sótano o la altura de los techos, todo ello es parte de nuestra casa. Somos el edificio que hemos construido y estamos hechos de los materiales que hemos usado para erigirlo. Eso lleva tiempo. Por eso decidí que la casa de mi novela tenía que ser un espacio al que se llega después de mucho trabajo. La verdadera casa se conquista, como la tierra prometida, después de un arduo viaje. Cuando finalmente pisamos su umbral, el habitar se convierte en la esencia del ser. Se adquiere consciencia de la eternidad. Nos sabemos efímeros e inmortales a la vez.

Por eso, igual que una novela que se precie no puede ocurrir en cualquier sitio, un personaje que se precie no puede tratar con el mundo como si éste fuera lo real. Tampoco puede ya frecuentar a cualquiera. O preocuparse de cualquier cosa. Eso ya no sirve. La mirada se interioriza y penetra en ese inconsciente infinito, colmado de habitaciones aún desconocidas, corredores inmensos, escalinatas grandiosas, desvanes oscuros, ventanucos imposibles, torreones aislados, abrevaderos infinitos, que diría Borges… En ese edificio, donde todo está ligado a lo esencial, ya solo existe una forma de expresión, la más natural y sencilla para comunicarse con uno mismo: la oración. Esa oración, que comenzó siendo un poema, es ahora un rezo, y cada vez se parece más a una invocación.

Ya está decidido: Mis personajes tienen que estar en el lugar adecuado, habitar un terreno acorde a sus propios espacios interiores. (¿No deberíamos todos habitar ese espacio?) Porque lo que sucede en la novela transcurre en un calendario mítico. Es decir, un periodo de tiempo en el que el tiempo y el espacio comunes se vuelven legendarios. Puede ser algo sencillo como Casa Tomada de Cortazar, o complicado como Cumpleaños o Aura de Carlos Fuentes, pero todo debe ser esencial.

¿Qué es esencial? Todo en realidad. Sabemos de sobra que cuando se llega a cierto estado de atención y consciencia incluso preparar el desayuno se convierte en un ritual, en un acto sagrado cargado de sentido, de belleza, en una necesidad que reconocemos y veneramos.

El vértigo, los giros inesperados, las sorpresas pueden ser útiles para aderezar la trama, pero la meta es que no haya distancia entre lo interno y lo externo. Eso es llegar a casa. Y, una vez allí, el trabajo consiste en ser.

Esto es precisamente lo que me interesa: profundizar en la capacidad de discernimiento que se requiere para ser una vez que se ha conquistado la meta. Porque hace falta perspectiva para “resistir” el presente ganado y no ausentarse de él.

Gaston Bogaert, La Maison Amie

A veces se nos olvida que el trabajo de una vida es crear este presente, esta casa. Años enteros se han requerido para construirlo. Nos hemos librado del mundo, ese conjunto de fuerzas que se opone al Reino de Dios y por eso lo habitamos con energía, aferrándonos a lo que nos rodea. Porque lo que nos rodea es ya sagrado, la manifestación de un logro. Es el resultado de un trabajo arduo y persistente. Ha costado muchas estaciones, no solo llegar aquí, sino saber que estamos aquí. Saberlo es importante. Estar, es saber dónde estás. Es saber que el mundo sigue ahí fuera, pero que ya no es lo que era, porque tampoco nosotros somos los que fuimos.

Para decirlo de forma simple: La mayoría de las veces, el “problema” es no saber sostener la felicidad, porque hasta de la felicidad nos aburrimos. Y la fastidiamos. Salimos y entramos, estamos inquietos, no sabemos permanecer. Pero permanecer es verdadero el logro. Es aprender a ser eterno. Lo otro es movimiento. Y como bien decía Hemingway nunca hay que confundir el movimiento con la acción.

Probablemente todo camino verdadero tiene solo una meta: Llegar a casa. Tanto la acción y el movimiento requeridos son previos al éxito de la misión. Y necesarios. Pero una vez que se llega, se llega para estar, para ser en la casa. Hay que aprender a habitar el sueño realizado. Saber que hemos llegado y no ser víctimas de nuestra propia inercia, de ese movimiento y esa acción que ya no hacen sino sacarnos de la casa y por tanto impedir que disfrutemos, que seamos conscientes de lo logrado.

Gustave Caillebotte, Villas at Villers sur Mer

Comencé hablando de mis personajes, que podría parecer son algo externo, pero el rumbo del discurrir se ha ido modificando, ha tomado el sendero que mejor convenía a lo que verdaderamente quería decir y ha terminado regresando al punto de donde salió. No es extraño, porque yo soy mis personajes. Aquí tampoco hay distancia. Y es que no se puede escribir sobre lo que no nos importa, ser lo que ya no somos. Solo el deseo de lo que queremos ser tiene fuerza suficiente para hacer avanzar una vida, para conducirla por los altos y bajos que la orografía mundana dibuja sin permitir que nos desviemos del camino. El final del camino es siempre la casa propia, es decir, nuestro Castillo Interior.

Schloss Wart

La construcción de ese castillo, o esa choza o ese chalé, o ese apartamento, conlleva, como escribe Wolf, determinarse a vivir para la inmortalidad y ser imperturbable ante lo transitorio. Y no importa demasiado que habitemos los confines de un estrecho círculo, porque si ese círculo es nuestra casa, es que hemos llegado a la meta y ya no hay ningún lugar en la tierra más importante ni más sagrado que ese. Cuando estamos ahí, desde ese mismo momento, podemos decir como Claudel: “Cerrando los ojos ya nada me es externo, yo soy lo externo.”

Una oración para todos los ucranianos que han sido expulsados de sus casas. Nada hay más terrible, más monstruoso, ni más imperdonable que destruir el hogar ajeno. Y una maldición para esa aberración caduca, para ese enfermo mental que debería pudrirse en un psiquiátrico en el infierno, su verdadera casa, a la que pertenece y a la que sin duda será condenado. Hagamos de nuestra maldición una sentencia de muerte. Maldecir el mal es colaborar consciente y activamente al restablecimiento del Orden Divino. No podemos permitirnos dejar de odiar el mal. Nos va en ello la paz, la vida, la casa, el país y todo lo que amamos y con tanto esfuerzo el mundo libre, nuestro mundo, ha logrado construir. Nuestra casa.

Adolph Von Menzel, Church Interior

*Si alguien está interesado en leer la novela recomiendo la traducción inglesa o la versión original en alemán porque la española es terrible. No tiene fuerza, ni poesía. (La traducción de arriba es mía.)

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Published on March 23, 2022 02:52

February 7, 2022

CEREMONIA SECRETA

La literatura y el cine tienen a veces el poder de modificar nuestro interior con una sorprendente rapidez y contundencia. Quizás nos hemos aferrado durante años, pongamos toda nuestra vida, a una idea, a una creencia, a una forma de ser, y de tenerla tan cerca nunca hemos reparado en ella. Pensamos y sentimos algo sobre algo y es así. Punto. Y entonces leemos un libro, ni siquiera un libro entero, una frase en un libro, o vemos una película, o una escena, y esa visión nos revela una verdad que hasta ese momento habíamos pasado por alto. Esto suele pasar con las grandes obras maestras, con creaciones que han sido concienzudamente trazadas y cuyo autor llegó por vía desconocida, quizás leyendo o viendo a su vez un libro o una película, a esa certeza que a su vez nos ilumina.

Ceremonia Secreta (Secret Ceremony) es una de las películas más oscuras y extrañas que se han filmado. Es una de esas joyas perdidas de la historia del cine que nadie o casi nadie ha visto y que sin embargo tienen el poder transformador de las obras maestras.

Está basada en un relato de Marco Denevi, escritor, periodista y abogado argentino nacido en 1922 con el que ganó el primer premio de la revista LIFE en español. Aunque el relato rezuma misterio y la historia es tan turbadora como enigmática, el guionista, George Tabori, saca más partido del relato y de sus personajes y lo transforma en una historia memorable y desconcertante.

La película está dirigida por Joseph Losey, director americano asentado en Londres, que tiene en su haber un sin fin de brillantes películas con marca inglesa poco conocidas en España. Su amistad con el dramaturgo Harold Pinter le llevó a dirigir varias de sus obras, con las que se afianzó como director (The Servant, Accident, The Go-Between) y con las que ganó varios BAFTAs y la Palma de Oro del Festival de Cannes. Hay dos películas suyas, aparte de esta, que me fascinan y que no dejo de ver: ¡Boom!, basada en una obra de Tennessee Williams y protagonizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton, y The Romantic English Woman, con Helmut Berger, Michael Caine y Glenda Jackson. Ceremonia Secreta está protagonizada por Mia Farrow, Elizabeth Taylor y Robert Mitchum. Los tres realizan uno de los papeles más insólitos e inquietantes de toda su carrera.

La evidencia que me asaltó al ver Ceremonia Secreta fue entender que lo peor de estar loco es estar atado a un sometimiento irreflexivo e ineludible, a un estado de impotencia que impide a la persona actuar según sus deseos. Aunque la persona vea que lo que está haciendo significa su propia destrucción, hay algo que la empuja a continuar con la “farsa”. Como si fuera un recluso encerrado en una cámara sellada, desde la que ni su verdadero yo, ni sus auténticos deseos pueden trascender. La persona grita y gesticula mientras ve cómo su otro yo, un yo malévolo, despiadado, inhumano y arrogante, destruye todo lo que ama y valora, incluidas su propia dignidad y su propio cuerpo.

He visto decenas de películas donde la locura es el tema principal. Yo misma he escrito sobre la esquizofrenia en Bilis Negra y me he documentado sobre los estragos y derivaciones de tal enfermedad. Pero por alguna razón, nunca había considerado como elemento principal hasta dónde puede llegar esa imposibilidad de ir en contra del monstruo que domina a la persona enferma.

Ceremonia Secreta se adentra en unos paisajes interiores que causan repulsión. Se nos muestran además desde una perspectiva que no estamos acostumbrados a considerar. Lo que mantiene unidos a los tres personajes protagonistas son la desesperación y la desesperanza, la locura y la aberración. Se crean situaciones espeluznantes que surgen de la simulación de los papeles que entre ellos se invitan a interpretar. La necesidad que tienen del otro es tan alarmante que son capaces de olvidar su propia identidad y, como si fueran poseídos por el personaje ausente, aceptan de forma inconsciente todos sus rasgos y gestos. Leonora se deja llevar por el fantasma de la madre de Cenci, cuyo parecido físico con ella es siniestro y, animada por la propia Cenci, comienza a actuar con una soltura inquietante tal y como lo haría la verdadera madre. El fantasma invocado por Cenci la posee y solo después de una situación escalofriante Leonora parece reaccionar y, recuperando su verdadero carácter, amable y cariñoso, se reconcilia con Cenci.

Las ausencias marcan la película. Cenci echa de menos a su madre. Leonora a su hija. Albert, pedófilo sin contriciones, echa de menos la relación incestuosa que tenía con Cenci cuando ésta era una niña. Ahora que es algo mayor rememora con ella esa relación. Su deseo enfermizo y devastador sigue estando presente. Tanto es así, que ambos ocultan sus identidades actuales con el fin de permanecer en ese estado de “inocencia” para que éste pueda ser destruido una y otra vez.

Quien “maneja” toda la historia es Cenci. Todo gira alrededor de su persona y de sus circunstancias. Pero Cenci está loca. Es un ser enfermo y según avanza la película nos damos cuenta de lo perversa y monstruosa que es. Al principio parece desvalida y frágil, pero luego se descubre que su inocencia no es más que una forma de perpetuar la excitación que le produce ser el objeto de deseo de un pederasta, su padrastro. Si eres ya una mujer no hay “violación”, no hay prohibición, no hay delito. El aferramiento a su propia infancia es un señuelo tanto para Albert como para Leonora. Ésta última la cree todavía una niña y ve en ella a su propia hija fallecida.

Cenci es además rica. La mansión en la que vive sola es casi otro personaje de la película. Es una casa enorme llena de antigüedades, rodeada de un jardín descuidado. Y a pesar de estar en medio de Londres, la ciudad parece lejana, inalcanzable desde la oscuridad claustrofóbica de esa mansión barroca. Dentro de esa mansión los tres viven su universo impenetrable y enfermizo.

Cenci querría aceptar el amor que Leonora le ofrece incondicionalmente. Porque a Leonora no le interesa su dinero, solo cuidar de ella como habría hecho con su propia hija. Pero Cenci sufre una locura perversa que no puede controlar. Es como si alguien la poseyera a ella también y la obligara a ser malévola, mentirosa y cruel. Y aunque Cenci lo ve, aunque ve que se hunde y en el fondo le gustaría dejarse querer por Leonora, librarse de su sucio simulacro de niñez y empezar una nueva vida con una madre bondadosa, no puede huir de sí misma. Y su grito de auxilio queda ahogado en una afonía aterradora que termina en tragedia.

El final, ese final es el que me hizo sentir el horror que debe ser estar loco. El horror de verse a uno mismo ejecutando acciones que no deseamos hacer, verse a uno mismo siendo y diciendo justo lo contrario de lo que deseamos y nos conviene.

No doy más detalles, ni revelo más de la historia. Esta recomendación es una joya de esas que ya no se encuentran. Y digo “ya no se encuentran” literalmente. Hace años me costó mucho dar con ella. Tuve que comprar el formato video y pasarla a DVD. Ahora ya la tienen en DVD y en Blu-ray. Es una de esas películas que apetece ver una y otra vez porque aparte de ser una obra maestra en lo que se refiere a actuación y guión, de estar llena de misterio, de personajes inolvidables y de suspense, (¿Qué más se le puede pedir a una película?), tiene una estética gótica y nebulosa que logra sumergirnos al instante en su ambiente onírico y opresivo. Es como si desde otra dimensión estuviéramos realmente asistiendo a una ceremonia secreta.

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Published on February 07, 2022 05:52

January 21, 2022

¿DÓNDE ESTÁS?

El Paraíso ha suscitado interés. Me pedís que escriba más sobre él. Me ha sorprendido saber que hay personas a quienes todavía interesan ciertos temas. También me decís que por qué no escribo más a menudo. La razón es que LCDA no es un diario, en el sentido de periódico. No hay una agenda que cumplir porque no trato con la actualidad. Lo que aquí se ofrece son pensamientos, y los pensamientos son fugaces, inconstantes y están supeditados a los más sutiles cambios atmosféricos, emocionales y digestivos. No se trata de añadir contenido a granel, ya hay suficiente en todo el planeta. Y tampoco se trata de alimentar esa glotonería mediática que “sufrimos”. Terminar una película, un libro, o un artículo en este caso, y en seguida buscar otra cosa, sin siquiera digerir lo que acabamos de terminar, sin darnos tiempo a que las ideas o a las imágenes se asienten, sin reflexionar o calcular cómo nos han afectado, si valorar el poso que dejan, nos convierte en sumideros. Y por mucho que comamos siempre estaremos desnutridos. Además, en LCDA hay más artículos que os invito a leer y voy a sacar del archivo escritos antiguos que creo pueden interesaros.

“Y llamó Dios Jehová a Adán, y le dijo: ¿Dónde estás?

Génesis 3:9

Se dice que el árbol de la ciencia en la Biblia simboliza lo que debe permanecer oculto y que Adán y Eva desobedeciendo a Dios, se atrevieron internarse en un espacio prohibido. También se dice que esa es la causa por la que tuvimos que abandonar el Paraíso. Lo que Dios le pregunta a Adán después de que éste le haya desobedecido es de lo más misterioso. Le dice: ¿Dónde estás?  Y Adán, sabiendo que ha penetrado en un lugar prohibido se esconde o trata de esconderse de Dios, como si quisiera crear un espacio libre de Su mirada, es decir como si, ocultando su falta, ésta pudiera dejar de ser vista.

Mientras paseaba esta noche por un descomunal corredor de la planta baja, acuchillado por plateados reflejos de luna llena me he preguntado: ¿Dónde relegamos lo que nos asusta, lo que nos avergüenza, lo que compromete la idea que tenemos de nosotros mismos? En el inconsciente, me he respondido.

Adán quiere relegar su acto al olvido, borrarlo del mapa mítico de su consciencia recién adquirida y por tanto de la historia misma de la creación, de la que él forma parte original. Pero todo esto es extraño, me he dicho. Justo cuando Adán se atreve a desobedecer las órdenes de Dios, ¿es cuando más humillado se siente? ¿Por qué? Si ya ha adquirido conocimientos que le colocan a la altura de Dios ¿por qué no plantarle cara y hacer uso de su nueva sabiduría o poder adquiridos? ¿Por qué no puede esconder su acto de Dios? La respuesta puede ser que el espacio que Dios habita es el mismo inconsciente. Dios es aquello que no puede ser conocido, aquello que mueve el universo y para lo que no tenemos una respuesta. Como el inconsciente, Dios está ahí, pero no podemos percibirlo, dominarlo, ni entenderlo… Dios no ocupa un espacio o quizá es el espacio. Lo mismo puede decirse del amor, de la alegría, del sueño, del deseo, del miedo, de la sinceridad. Todo lo que nos define, lo que nos conforma, lo que nos mueve, no ocupa espacio. Nunca he comprendido a esa gente que dice: Yo solo creo en aquello se puede ver y tocar. Esas personas ¿no creen entonces en el amor, en la inteligencia, en el dolor, en la voluntad? Es tan poco lo que se puede ver y tocar comparado con lo que no se puede ni ver ni tocar.

El caso es que esta frase del Génesis siempre la relaciono con otra que, aunque proviene de un contexto completamente distinto, me recuerda a la pregunta que Dios le hace a Adán. La frase analiza el acto de Adán desde otra perspectiva. Dice: “Antes de saber cómo debo comportarme debo determinar en qué plano de la realidad me encuentro”. La frase pertenece a un magnífico libro titulado Ficciones Barrocas en concreto al capítulo dedicado a Borges y señala que la ficción barroca sugiere preocupaciones metafísicas antes que éticas. Según eso, Adán y Eva, ¿sabían en qué plano de la realidad se encontraban cuando estaban en el Paraíso? Su acto, ¿fue en realidad un acto de desobediencia o simplemente actuaron movidos por una necesidad ontológica debido precisamente a que no sabían en qué plano de la realidad estaban? ¿O hicieron lo que no debían porque no sabían cómo debían comportarse? Dios les dijo claramente que no comieran de ese árbol, pero ¿sabían ellos lo que en realidad significaba ese árbol? La prohibición de Dios parece razón suficiente para no comer de él, pero Adán y Eva no conocían nada fuera del Paraíso. Es decir, no tenían herramientas interpretativas ni comparativas y quizá la prohibición era demasiado ambigua y profunda para sus jóvenes consciencias.

Desde esta frase el acto de Adán tiene unas implicaciones y sugiere unas preguntas muy distintas porque no asume, como en la primera frase, que Adán fuera un ser plenamente consciente de sus actos, de su estatus, de lo que Dios significaba y de lo que les estaba pidiendo y por qué.

Aunque todo esto es ya “food for thought” como dicen los ingleses, hay otra cosa que la frase del Génesis me invita a pensar. Y es en la preeminencia del espacio en nuestras vidas. Por eso he señalado en cursiva todas las palabras que hacen referencia a éste.

Es una afirmación indiscutible decir que desde que nacemos nos encontramos en algún sitio, que ocupamos un espacio. Es imposible no hacerlo. No ocupar un espacio es no existir, porque hasta los muertos ocupan espacio. Podríamos decir también que no tener un lugar en el mundo es casi tan terrible como estar muerto. Porque saber cuál es nuestro lugar en esta vida es probablemente una de nuestras inquietudes más significativas.

Todos sabemos que existen lugares extraños, espacios misteriosos que son más que una parcela en el mapa. Del mismo modo existen mentes extrañas, mentes que abarcan tiempos y territorios inexplorados. Por último, existen regiones del espíritu a las que solo unos pocos, y en raras ocasiones, pueden acceder. Esta palabra, acceder, implica movimiento en el espacio, aunque todos sabemos también que a esos “lugares” no se puede llegar andando. Y sin embargo lo decimos con naturalidad, asumiendo que incluso las “regiones del espíritu” tiene su lugar en el orden universal. Y es que el espacio es uno de esos conceptos que de tenerlos tan cerca, se nos hacen invisibles. Usamos términos espaciales para describir casi todas las experiencias que vivimos tanto materiales como inmateriales. Los verbos que nos definen son ser y estar. Dónde estamos es tan importante como quiénes somos. Dónde estamos define nuestra interioridad. Por eso la pregunta que Dios le hace a Adán ¿Dónde estás? resulta tan misteriosa. Lo normal habría sido preguntar: ¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué me has desobedecido? Pero no, Dios lo primero que le pregunta es: ¿Dónde estás? Es difícil pensar que no lo supiera, y más lógico razonar que Dios está asumiendo que, ya que ha comido del fruto prohibido, Adán ha adquirido un grado más elevado de consciencia y que eso le permitirá responder a la pregunta: ¿En que plano de la realidad te encuentras? Como Dios es Dios por algo, cabe especular también que ya tuviera pensado que Adán y Eva iban a actuar así. Con esta premisa, la misteriosa pregunta adquiere un sentido más sólido.

Más sólido, digo… No hay solidez en nada de esto. Todo son elucubraciones mías. Puede que nada de esto sea real o verdad, puede que no haya acontecido siquiera… Pero lo que sí es real es que al menos como literatura, como reflexión, existe y eso ya es mucho, porque como dice Merleau-Ponty:

“El lenguaje es la única forma de expresar la vida religiosa. Palabras sacramentales y gestos sacramentales no son simplemente un pensamiento. Como todo lo tangible son en sí mismos los portadores de sentido que es inseparable de su expresión material. No evocan la idea de Dios: son el vehículo de Su presencia y acción.”

Otra frase extraordinaria en la que pensar.

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Published on January 21, 2022 07:28

December 15, 2021

¿QUÉ HA SIDO DEL PARAÍSO?

He recibido mensajes pidiéndome que proponga otra frase de Kafka para pensar. Mi intención era, es, intercalar frases de distintos autores, pero ya que Kafka ha despertado tanto interés no veo porqué no continuar con otra de sus máximas o reflexiones. Para los que habéis aterrizado en esta página de El Castillo Interior solo evocar que éste es un espacio para pensar lejos del mundanal ruido, donde pensar pensamientos extraños, donde incluir observaciones que no caben en ningún medio moderno, lleno de prisa y acuciado por la rotundidad que reclaman los hechos externos. Son reflexiones sobre reflexiones. Aquí la idea es pensar en “otras cosas”, alejarnos de lo cotidiano. Esto es lo que a mi me sugiere esta nueva frase, pero a ti puede sugerirte algo muy distinto.

“Nos han creado para vivir en el Paraíso. El Paraíso estaba determinado a servirnos. Pero nuestro destino ha sido transformado. Todavía no se dijo que éste haya sido también el destino del Paraíso.”

Franz Kafka.

Reflexiones sobre el pecado, el dolor,
la esperanza y el verdadero camino. 1917-19

¡Fuimos creados para vivir en el Paraíso! Hasta leer esta frase no se me había ocurrido nunca que cuando Dios creó al hombre creó también un espacio para él. Si nuestros primeros padres y su descendencia, es decir nosotros mismos, fuimos creados para vivir en el Paraíso y por “algo” que hicieron (el pecado original se dice) fueron, y fuimos, expulsados de él, ¿Qué ha sido del Paraíso? ¿Sigue existiendo en algún “lugar” y ahora está vacío, desatendido?

Si Dios erigió ese espacio perfecto para la criatura que con tanto celo creó, debió de hacerlo pensando que íbamos a habitarlo para siempre, que ese sería nuestro hogar. Pero sabiendo lo que ahora sabemos no podemos más que sorprendernos de lo infructuoso de semejante esfuerzo. Da vértigo pensar en el momento en que Dios, que decidió que su criatura no merecía menos que un lugar de perfección donde no existían el dolor, la vejez, ni la muerte, se dio cuenta de que iba a quedar desierto.

Cuesta hacerse una idea del estado del Paraíso hoy. Si fue creado para el hombre, quiere decir poseía elementos materiales, es decir, era un lugar con espacio y tiempo, adaptado a sus sentidos. Sabemos que tenía árboles y animales, luego tenía tierra, agua, cielo… Un lugar terrenal sin las gravas materiales que el pecado original impuso después. Un lugar, como su nombre indica, paradisiaco, hecho única y exclusivamente para que los seres recién creados vivieran en estado de plenitud. Pero poco después de comenzar a ser habitado esos seres son expulsados, el lugar queda vacío y no volvemos a saber de él. A partir de ese momento La Biblia nos narra el “viaje” de Adán y Eva y su descendencia y lo que les ocurre en el mundo que conocemos. No se dice que Dios lo haya destruido. Ni se vuelve a mencionar. Se desvanece completamente. Como si una vez clausurado, el Paraíso desapareciera al mismo tiempo que la posibilidad del Paraíso. Tampoco leemos que Adán o Eva se quejen y digan: Anda que con lo bien que estábamos allí y mira ahora que tengo hijos con dolor, tú tienes que salir a cazar, no solo no somos los dueños y señores de los animales, sino que tenemos resguardarnos y protegernos de ellos porque nos pueden matar, etc., etc… Quiero decir que entre las ventajas de su recién adquirida consciencia debía encontrarse la capacidad de comparar la forma de vida que llevaban en el Paraíso, que obviamente no se limitaría a estar tumbados debajo de un cocotero todo el día sino a un grado X de consciencia o visión o trascendencia que hiciera a ese lugar merecedor del nombre Paraíso por parte del mismo Dios. Porque no es serio pensar que para su criatura Dios designara como paradisiaco un lugar en el que el hecho de estar tumbado a la bartola fuera toda la gracia. Aparte de inmortalidad, salud perpetua, juventud eterna, de vivir en un estado de inmanencia con lo divino, debía de haber más miga, más “comodidades”, “ventajas” y “beneficios” de los que sospechamos. Es broma.

El caso es que ese lugar, ese concepto, fue creado expresamente para esos seres y al poco tiempo quedó completamente vacío.

Al pensar cómo podría ser ahora el Paraíso, surge en mí la imagen de uno de esos enormes parques de atracciones que, no se sabe tampoco por qué razón, han quedado abandonados, comidos por la maleza, oxidados. Hay algo siniestro en esa imagen y creo que la razón por la que su aspecto fantasmagórico nos afecta más profundamente que cuando vemos cualquier otra construcción abandonada, es porque, el parque de atracciones, como el Paraíso, fue creado para la expansión, la alegría, la exuberancia, para hacernos olvidar lo cotidiano y ofrecernos un espacio protegido, creado única y exclusivamente para nuestro deleite y felicidad.

Me pregunto si el aspecto del Paraíso será hoy como uno de esos parques. ¿Estará aún la serpiente enroscada en el árbol? ¿Seguirá Dios, ahora que sabe que no volveremos, haciendo el mantenimiento necesario para que no se convierta en un lugar “dejado de la mano de Dios?”

Me pregunto si Dios se preguntará si alguien volverá a ser digno de habitar ese espacio o si lo considera definitivamente clausurado. Quizá de su monumental y otrora majestuosa puerta cuelga ahora un oxidado letrero que advierte: “No Entrar. Los infractores serán perseguidos.” Esto me lleva a pensar: ¡Como si existiera la posibilidad de poder llegar hasta esas puertas! Solo eso sería algo milagroso y digno de mención. ¿Y los infractores serán perseguidos dónde? ¿De vuelta al mundo? Porque si alguien busca y es capaz de encontrar la entrada ¿no significa que esa persona es merecedora de ser el nuevo habitante del Paraíso? Y si eso llega a ocurrir ¿Lo tendrá Dios preparado, a punto, igual de reluciente que el primer día?

Suena más poético, aunque ontológicamente menos justo, que alguien lo encuentre que que alguien lo busque. Porque ¿cómo y cuánto tiene que perderse uno para toparse con la puerta del Paraíso? Digo perderse porque a veces, cuando vamos en coche por carreteras desconocidas, nos topamos sin quererlo con lugares semejantes. Nadie va buscando parques de atracciones abandonados y sin embargo a veces te encuentras con ellos.

Así es como ocurre: Sin darnos cuenta nos salimos del camino trazado, nos liamos con el mapa y la línea que creíamos estar siguiendo se convierte en cualquier línea. Tomamos entonces ese giro “equivocado” y después de un tiempo conduciendo un trecho sin señales, sin más posibilidad que la de seguir hacia delante nos encontramos en una rotonda sin salida y frente a una puerta herrumbrosa. Paramos. Y con el cuello imposiblemente doblado al principio, sin salir del coche, observamos el lugar clausurado desde el asiento, sin atrevernos a salir.

Algunos tienen suficiente con esa visión. Pero otros, algo más aventureros, osarán bajar del coche, acercarse a la puerta de enormes barrotes oxidados y mirar hacia dentro, hacia esa inmensidad descuidada que se despliega somnolienta ante sus ojos atónitos.

Nuestra mirada se perderá entonces en la imagen nostálgica y espeluznante de montañas rusas detenidas por la hiedra, puestos de peluches amontonados y ennegrecidos por la podredumbre, casetas de tiro con caballos congelados en su trote, (una carrera que durará siempre), kioscos de palomitas y algodón dulce, ahora resecos y apolillados donde las arañas son las únicas que tejen sus madejas mortales. Miraremos hacia lo alto y veremos caras de payasos, ya carcomidas, más terroríficas que de costumbre, sonriendo desde las crestas de un circo de techo vencido. En sus remates, ahora encorvados, unos banderines ajados se esfuerzan por despertar con su aleteo un júbilo que jamás volverá. Y entonces te preguntas: ¿Estará igual el Paraíso? ¿Lo encontraremos también al final de una carretera secundaria olvidada?

Cuando tomas el camino de regreso a la civilización por esa senda enterrada y llena de musgo te preguntas cuánto tiempo tardó en olvidarse esta carretera. Porque las cosas no se olvidan de la noche a la mañana. La maleza tarda años en hinchar el asfalto. Ha tenido que pasar mucho tiempo, un tiempo considerable, hasta que esta carretera dejó de ser “usada”, hasta que por un acuerdo quizá tácito, quizá involuntario, todos dejamos de “equivocarnos” y torcer precisamente ahí.

El caso es que ya nadie sabe qué sucedió, pero pasamos de largo ante la herrumbrosa señal porque simplemente no la vemos. No vemos que detrás de la maleza está escrito: Al Paraíso. Quizá pensamos que es solo una señal más, cubierta de musgo y verdor y que si nadie se ha molestado en mantenerla a la vista es porque no debe de llevar a ningún sitio… Quizá creemos que solo lo que está iluminado con letras de neón y señalizado con colores chillones es “algún sitio”. Quizá es ahí donde giran todos.

Lo que sí es seguro, es que si no fuera por Kafka quizá no nos habríamos acordado de que ese fue el lugar para el que fuimos creados, que ese debía ser nuestro hogar. Imposible saber cómo habría sido todo.

Sea como fuere aquí no se está tan mal. Dios, que debe ser bastante listo y ha demostrado ser muy clemente con nuestra estupidez, ya debía tener un plan-B y creó este otro Paraíso del que no nos ha echado, porque también debía saber que nosotros mismos nos encargaríamos de destruirlo siguiendo la proclama, (ni mucho menos nueva, si damos crédito a la Biblia), de que somos mayorcitos y no necesitamos a ningún Dios que nos eche de ningún sitio, que sabemos echarnos nosotros solos… ¿Acabaremos por echarnos a nosotros mismos de este Paraíso también?

Quién sabe.

La cuestión principal sigue abierta: ¿Qué ha sido del Paraíso?

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Published on December 15, 2021 04:22

November 19, 2021

DE LA IMPOSIBILIDAD DE CUERVOS


Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos.
Indudablemente, así es, pero el hecho no prueba nada contra los cielos,
porque los cielos no significan otra cosa que la imposibilidad de cuervos.


Franz Kafka,
Consideraciones acerca del pecado, el sufrimiento,
la esperanza y el verdadero camino.


Vivir atendiendo exclusivamente a lo externo tiene sus consecuencias y hoy hay una fe incuestionable en que la realidad está “ahí fuera”, en que todo lo importante ocurre más allá de nosotros. Solo se habla y se atiende a lo externo. Lo cierto es que últimamente lo externo demanda nuestra atención con una contundencia que es difícil de ignorar: Pandemias, terremotos, inundaciones, volcanes, social media, violencia… La “realidad” se ha dramatizado, ha adquirido proporciones cinematográficas. Lo que antes parecía reservado para una tarde de cine ahora forma parte de lo cotidiano. Esta tendencia no es nueva por supuesto. El mundo es mundo desde que es mundo y siempre han ocurrido cosas y siempre se han comentado. La diferencia quizá es que antes la gente pasaba más tiempo discutiendo seriamente cuestiones que hoy se creen superadas, obsoletas o completamente inútiles de debatir. Recuerdo que mi familia y sus amigos y después yo con los míos, pasábamos horas hablando de si Dios existía, de ovnis, de fantasmas entrevistos, del significado de sueños extraños, de si era posible la reencarnación, de coincidencias curiosas que nos fascinaban…

Solo puedo hablar de lo que conozco, pero puedo confirmar que, excepto por un reducidísimo círculo, tanto en las conversaciones de la comunidad internacional que habita Londres como en las reuniones autóctonas, es decir en la misma España, el misterio ha desaparecido y ya casi nadie dedica tiempo ni esfuerzo ni acaloramiento a defender ciertas ideas. Las opiniones sobre lo no inmediato, lo que no es “trending”, lo no mundano se podría decir, han desaparecido. No existe un interés por lo invisible y por tanto nadie se preocupa de poseer una base formativa o de construir un pensamiento que permita crearse una opinión, que siempre será personal desde luego, pero que sin duda estará documentada y vendrá avalada por la exploración interior, imprescindible para embarcarse en una discusión seria. Entablar una conversación acerca de si el Espíritu Santo es un atributo divino o es parte de la divinidad, o plantearse qué ha sido del Paraíso es tachado de arcaico, incluso absurdo.

Por eso creo que, ante tanta inmediatez, ante tanto hecho incuestionable, ante tanta noticia de última hora cargada de acontecimientos que son lo que son y que por su contundencia nos arrastran hacia ese exterior que parece inevitable, sería balsámico construir un espacio que nos alejara del “vasto e inabarcable” territorio de los “hechos” y nos acogiera en el no menos inmenso, pero sí más meditativo y flexible espacio del pensamiento. Es decir, me propongo abandonar esa llanura en llamas en la que no hay donde refugiarse y crear un castillo interior, que diría Santa Teresa, donde ser, donde poder ser lo que nos gustaría ser sin la “intervención” del mundo. El proceso consiste en pasar de un estado de urgencia dramática a otro de relajada interioridad. Un estado en el que hay tiempo para pensar, no en lo que pasa, si no en lo que debería o podría pasar. Un estado en el que nosotros somos los creadores de lo que nos conmueve. Un estado en el que somos conductores de realidades tanto imposibles como factibles. Un estado en el que dejarse llevar por la imaginación, por la posibilidad, por la elucubración.

¿Pero para llegar dónde exactamente? Preguntará ese individuo moderno acostumbrado tanto a los hechos como a las opiniones arbitrarias sobre esos hechos. La respuesta es que este espacio no está “regido” por la dirección forzosa que conduce a la casilla de salida, sino por el encanto de habitar un plano desconocido y misterioso en el que la diversión y el interés residen precisamente en moverse a tientas, explorando lo que aún no es, manejando lo que solo nosotros podemos hacer real. Real en el sentido de todo aquello que afecta nuestras emociones, nuestro intelecto, nuestros deseos, nuestra dirección en la vida.

Esta es la propuesta de pensamiento: Leer una frase y detenerse a pensar en ella, elucubrar, dejarse llevar por lo que sugiere, ver dónde nos lleva nuestra imaginación, es decir, viajar interiormente.

Y he pensado comenzar con esta frase de Kafka. Kafka, aparte de escribir novelas kafkianas pensaba. Pensaba mucho sobre temas muy variados y elaboraba frases de una riqueza y profundidad difíciles de captar a simple vista. Leyendo sus aforismos surgen siempre preguntas insólitas, preguntas sobre cuestiones que hemos pasado por alto o que quizá nunca nos hemos planteado. Ésta me emociona especialmente porque lo que dice tiene una importancia transformadora. La vuelvo a copiar:

“Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos. Indudablemente, así es, pero el hecho no prueba nada contra los cielos, porque los cielos no significan otra cosa que la imposibilidad de cuervos”

Lo que escribo a continuación son las ideas que han surgido al leerla. No es una interpretación de lo que Kafka quiso decir. Probablemente nunca sabremos qué quiso decir. Y a cualquier otra persona puede sugerirle algo distinto.

Lo que me llama primero la atención, aparte del contenido, es cómo está construida esta sentencia.

1-El cuervo simboliza aquí algo oscuro, negro, malvado, ya que destruir los cielos, sea en sentido real o simbólico es un acto terrible.

2-El cuervo es tratado aquí como una entidad con consciencia. Se afirma que pueden hacer algo sobrenatural, algo que afectaría al genero humano de forma catastrófica. 3-Este cuervo representa todo aquello que puede destruir nuestro cielo y el afirmar que uno solo de ellos podría hacerlo significa que una sola idea oscura, negra, un pensamiento mortal (los pensamientos negros surcan y oscurecen nuestra mente como los cuervos surcan y oscurecen el cielo), puede destruir la felicidad, la alegría, el goce, todo aquello que representa el cielo.

4-Añadir la palabra “indudablemente” a algo tan a primera vista poético o quimérico transforma su categoría, es decir, tenemos la impresión de que se nos comunica una información privilegiada. Nos hace pensar: ¡Ah, o sea que alguien sabe que esto es así sin ninguna duda! Pero al mismo tiempo sigue tratando al cuervo como algo simbólico y para esto no hace falta explicación porque todos sabemos, como decía, que el poder de una oscura creencia o de un juicio condenatorio sostenido contra nosotros mismos puede destruir el cielo y a nosotros.

5- Luego añade: “pero el hecho no prueba nada contra los cielos”. Afirmar que ese acto (la destrucción) puede efectivamente ser llevada a cabo para seguidamente certificar que no prueba nada contra los cielos, nos posiciona. Es aquí cuando recibimos la información realmente valiosa porque según Kafka, la destrucción del cielo no puede ocurrir ya que no se corresponde con la naturaleza y esencia misma de los cielos. Lo expresa con una terminología científica o criminológica para darle solidez, porque por lo general consideramos tanto a la ciencia como a la ley inapelables.

La “realidad” es que nunca un cuervo ha destruido los cielos que sepamos y sin embargo dice: “este hecho”. Y lo dice porque está de nuevo en el terreno psicológico. (Cuando habla incluye distintos niveles de significación.) Y todos sabemos que a nivel anímico o emocional “este hecho” ocurre y vuelve a ocurrir cada vez que un pensamiento negro destruye la fe, o la alegría, o la posibilidad de cualquier cosa sana, grande y positiva. “Este hecho” es por tanto un hecho que todos conocemos, no simplemente un hecho poético.

7-Lo que se nos revela al final es majestuoso. Digo revela porque el fin último de la frase pretende ser una epifanía. Se nos informa de algo importantísimo que desconocemos:  Que el verdadero cielo no puede ser destruido. Esta última frase es lo que convierte el aforismo en algo sublime. Dice: “porque los cielos no significan otra cosa que la imposibilidad de cuervos”. Al decir “significan” lo mantiene en el terreno simbólico, pero también existencial. ¿Qué es el cielo para nosotros? La respuesta que demos es lo que el cielo es para nosotros. Nada más. Y nada menos.  Con esa afirmación se nos revela el verdadero poder del concepto cielo. No el figurado, ni el que vemos sobre nuestras cabezas, si no el cielo que habita en nuestro ser más profundo, ese que reúne y recoge todo lo que ansiamos, deseamos, amamos y veneramos. Ese cielo está exento de cuervos. En ese cielo es imposible la idea de negrura. Su destrucción es irrealizable. Es un estado de ser que, al vivirse, al incorporarlo, se convierte en espacio y tiempo, es decir se hace parte de lo que somos. Es el estado de fe, de gracia, de plenitud en sentido máximo. Si es cielo, es imposible que tenga cuervos, si tiene cuervos, es que no es un verdadero cielo. La realidad cuervo y la realidad cielo quedan definitivamente separadas.

Saber esto, conocer y reconocer el verdadero significado del cielo, tiene la fuerza de una epifanía. Activa un poder existencial que es real, implanta una creencia brillante. Este pensamiento no es inocuo ni estéril, porque el ejercicio de aceptarlo como una realidad afecta y modifica efectivamente nuestra visión. Y para creer no necesitamos más que nuestro interior. Por supuesto no es fácil eliminar de nuestro sistema de creencias todo lo que no sea Dios/Cielo. Pero usando el infravalorado poder de la autosugestión podemos hacerlo posible.

Ya, dirán algunos ¿y luego qué, seguir viviendo? ¿Viviendo sin cuervos? ¿Sabemos? ¿Podemos? Yo digo, sí. Hay que aprender a vivir así. Vivir es una lucha constante para proteger nuestras creencias, para impedir que el mundo y sus “hechos/cuervos” destruyan nuestra idea de cielo. Es cierto que siempre tendremos que vérnoslas con los que ven el mundo de otra forma, con los que buscan cuervos. Porque los buscadores de cuervos, de conflicto, están por todas partes. Ellos creen que el cuervo es necesario para vivir, que es parte de la vida. Creen que tener razón significa algo. No entienden que vivir sin conflicto no es aburrido, no entienden que si verdaderamente estamos en el presente no es necesario el conflicto, que ahí solo tienen cabida la creación y el estar. Pero los buscadores de cuervos sacan más partido de la realidad que de la ficción.

Lo feo de la realidad es que se construye casi siempre sin un plan, sin un orden, que surge de la interacción de los diferentes universos que cada cual habita. La ficción siempre está construida con un plan, con un fin en mente. El universo es una ficción porque en él se observa un orden subyacente que impregna todo, tanto lo visible como lo invisible. La ciencia y las leyes de la naturaleza nos demuestran que así es. Es una teleología. Tiene un fin, un sentido. Como toda verdadera ficción es el resultado de un acto sagrado, premeditado, estudiado cuidadosamente. Dios creó/imaginó un cielo sin cuervos, el Paraíso y el hombre, incapaz de vivir esa ficción, ansioso de drama, de crear su propia “realidad” lo llenó de cuervos. Esto invita a que nos preguntemos: ¿Es mejor vivir en una ficción sagrada y ajena o en una realidad propia plagada de cuervos? Que cada uno elija.

Para mí, la esplendorosa creencia que Kafka propone es, como ya he dicho, una revelación. Concebir, aceptar, descubrir que los cielos no significan otra cosa que la imposibilidad de cuervos me llena de entusiasmo. Me digo, ¡Pues claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Es un descubrimiento que comienza como un jeroglífico lingüístico y se convierte en un poder existencial. Yo SÉ que el verdadero cielo no significa otra cosa que la imposibilidad de cuervos. Y asimilar esta creencia tiene un efecto vivificante. El proceso consciente e intencionado de atender y darle cabida es transformador. No es un hecho, no es “trending”, no existe fuera, en el mundo. Es un pensamiento, una posibilidad, un deseo, algo que dejamos, o no, crecer en nosotros. Es, como decía al principio, un espacio que se nos abre para que nosotros decidamos. No se nos impone como hacen los hechos. Somos nosotros quienes escogemos hacerlo realidad o no.

Que cada uno continúe elaborando o elucubrando con esta maravillosa idea el tiempo que quiera. El tiempo que dedicamos a la posibilidad se lo quitamos a la realidad y sus hechos. Y durante ese tiempo somos los dueños de nuestra realidad. Después hay que regresar a La Realidad, es cierto. Pero al hacerlo llevamos con nosotros el peso de una creencia escogida. Y además hemos aprendido cosas. Por ejemplo, sabemos que hay buscadores de cuervos, o que existe un “espacio” en el que no existen cuervos, en el que simplemente es imposible que existan. Y solo por eso, porque las ideas que sostenemos nos hacen crecer o nos menguan, estamos más cerca de ese Cielo.

La sensación que produce creer en la imposibilidad de cuervos es difícil de explicar. Pero la clave es que cuando la Realidad, que casi siempre es benévola y hermosa, nos presiona y se impone, si desviamos la atención a la idea de Cielo, a su posibilidad, algo sucede dentro de nosotros. Sentimos un alivio. Es como encontrar un Santuario donde resguardarnos de esa Realidad. Y al hacerlo ya no es La Realidad, sino una realidad, algo más pequeño y por supuesto menos único y grandioso que esa idea que sostenemos en nuestro interior.

Y el pensamiento final que me queda es: Qué alegría que haya gente como Kafka, que piensa y que no se queda en lo superficial, en lo inmediato, en lo obvio, en el cliché, en la noticia, en lo que se lleva. Que haya alguien que de entre todas las ideas que se pueden escoger para ocupar nuestra mente haya escogido pensamientos tan sublimes, tan ricos, tan productivos. Pensamientos que nos obligan a usarnos, a cuestionarnos, a embebernos en el infinito.

Mañana habrá más que pensar.

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Published on November 19, 2021 03:41

La Conquista de Aristeia

Samantha Devin
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