"Abra Cadabra" Capítulo 5
Hola,
Buenas noches, con un día de retraso pero de regreso con un nuevo capítulo de "Abra Cadabra" ;) Espero os guste e insisto, espero vuestras indicaciones de lo qué esperáis y queréis.
5
La noche había sido dura pero la madruga mucho peor. A Phyra le dolía la cabeza, eso por no mencionar su ánimo depresivo y decepcionado con lo sucedido. Al final la discusión había sido lo demos, aun así estaba agotada. Se sentía apalizada y no le entraba nada. Hadid había ido a casa de Iria lo cual la dejaba sola en casa salvo por una salvedad; Bein.Ese maldito vampiro no había echo más que mal meter desde que apareció y seguía sin lograr comprenderlo.
Resopló harta de sentir su insidiosa mirada y subiendo un pie a la silla, lo encaró sin importarle el tirante que caía por su hombro. —¿Qué? Debes estar pletorico. —¿Por qué debería? No te equivoques bonita, no sabes nada de mi. —Como tú tampoco nos conoces para hablarnos como lo haces —dijo digna manteniendo una calma gélida e impasible que no pareció sorprenderlo. Tras esas últimas horas había sido capaz de recobrar su tranquilidad y no pensaba dejar que él volviese a arrebatársela, por lo que siguió:
—No sé quien te crees, pero los años no te dan ningún derecho a dar lecciones. No siendo quién eres y lo qué eres. —Oh perdone usted, pero alguien debía decirlo y una cosa no quita la otra. —Y has de ser tú, por supuesto. —No veo a nadie más para ello —Hizo un sondeo visual expresamente. —Esto es ridículo. —Sí, lo es. Me alegra que por fin lo veas —Esgrimió su sonrisa traviesa que provocó una leve alteración en el pulso de ella, haciendo que se ampliará un poco más, saboreándolo a conciencia. Le gustaba ver el suave rubor que empezaba a cubrirle el rostro y el nerviosismo que ascendía por su cuerpo. Pues a cada segundo que pasaba, más recordaba y más atrapado quedaba sin importarle. Phyra no se pudo contener más ante esa nueva muestra y un rayo salió directo de su mano a él, que lo repelió sin el mayor esfuerzo. —Buen intento preciosa, no ha estado mal. —¿Cómo lo has hecho? —Lo dijiste antes, soy quién soy y no he vivido tanto solo por ser bueno. —No, escondes algo y tarde o temprano descubriré el qué —Se alzó acercándose a él con el dedo extendido. Nadie era capaz de anular su rayo así como así pero él… —Muy bien preciosa, lo que quieres. Pero, ¿qué tal si olvidamos esto y hacemos algo de provecho? —Dio un paso hacia ella hasta estrellar su pecho contra su falange. Un chispazo la recorrió dejándola sin aire y Bein aprovechó que ella retrocedía para hacerla andar hasta quedar atrapada contra la pared y él. Ella alzó el mentón procurando parecer amenazadora pese al cosquilleó que ascendía por su vientre y aguantó su mirada enrojecida y llena de motas. —¿Cómo ir a proteger a mi hermana? Deberías estar cerca de ella y no aquí. ¿Hambriento? —Lo retó. Bein curvó la comisura ocultando muy dentro la verdad, y agachó el rostro hacia ella, quedando un poco hacia un aló para que el aliente, impactase justo en el lugar donde latía el pulso femenino. —No lo sabes tu bien, preciosa. Pero, es otra cosa mucho más oscuro, siniestra y placentera lo que pasa por mi mente. Pero me temo que tendré que dejar mis… planes para otro momento e invierte a algo que sí te gustará y no te escandalizará. —¿Otra cosa? —Ir a por el talismán de la gatita —murmuró rozando apenas el cuello de Phyra. Su piel se erizó y por poco no se le escapó un gemido. ¿Era cosa suya o la tensión era real? Había una especie de atracción insana ahí y no pensaba ceder ni un ápice por muy bien que estuviera. Ni hablar, no iba a darle el gusto a ese egocéntrico, manipular, engreído y freído vampiro que parecía salirse siempre con la suya. Si trataba de intimidarla o de seducirla para darle acceso a su grande o a sus bragas… debería esforzarse más.Por mucho que le apeteciese un buen asaltó y sabes cómo se menearía en la cama. Podía imaginarse a ella misma tirando de esa camisa cuyos botones saltarían y… «No Phyra, no vaya spot ahí, ni lo pienses. Recuerda la última vez» Carraspeó para aquietar los latidos de su corazón y buscó sus inquietantes ojos. La verdad es que eran preciosos, profundos y cálidos. —Vuelvo a preguntarlo, ¿por qué ibas a hacerlo? —Esperó quieta. —Porque si ella tiene sus poderes será más sencillo manteneos a salvo —Probó con cierto tono sarcástico. Era más sencillo que ella creyera eso que cualquier otro motivo. Sin embargo su mano, acarició con parsimonia el largo de su largo y pálido cuello. Ella tragó, y él siguió el movimiento con los ojos, prendido en esos dos lunares que decoraban aquella pálida carne que se moría por saborear. La atracción era cada vez mayor y eso, le encantaba. —¿A salvo de qué? ¿De los demonios que quieren el libro? —Cerró los ojos por un instante al sentir su contacto, la piernas se le aflojaron su cuerpo tembló. —Entre otras. No te cansas nunca, ¿verdad? —La observó de frente cuando clavó sus pupilas en las suyas. —Sabes que no. —Bien, vamos entonces.
—¿Dónde? —Al museo de historia antigua por supuesto. Allí está la chispa de tu hermana. —¿Y lo sabes así de fácil, por qué…? —Dejó caer para ver si así se le escapaba viendo como se alejaba hasta la puerta cogiendo en el proceso su chaqueta de pies, que se colocó como si nada en una flexión de músculos, elegancia y poderío masculino. Su aroma especial e íntimo flotaba por toda la estancia dejándola ansiosa. —Tú has caso al protector. Recuerda lo que te dijo el jefe. Phyra medio gruñó yendo hacia el armario para coger su abrigo con cara de fastidio. —Te odio. Bein rio encanado y le abrió la puerta indicándole que se pasase delante, ya había comprobado todo y no había peligro alguno. Al menos por el momento. Accionó la apertura de puertas el vehículo y Phyra subió de brazos cruzados. enseguida él subió y arrancó el motor poniendo rumbo hacia el museo. Un lugar que conocía muy bien, observando de vez en cuando como ella seguía con la vista perdida a través del cristal sin ver las calles que atravesaban, en silencio. Suspiró sin saber muy bien qué hacer y volvió a probar pese a saber que de nuevo, tendría una guerra abierta con ella. —Phyra, a pacer de que vuelvas a atacarme… —No sabes estar callado, ¿verdad? —Contigo no. Ella lo miró frunciendo el ceño sin saber muy bien como tomarse eso y esperó pues estaba claro que lo diría quisiera o no, así que le hizo un test con la mano para que siguiera. —No podrás evitar que sufra igual, que tenga miedo a perderte y sienta rabia, impotencia y dolor. Se preocupará hagas lo que hagas porque te quiere y aunque seas tú la que lo pasa y no sepa como se siente, cada cual ha de pasar su duelo y su proceso de asimilación. —¿Crees qué no lo sé? Además, ¿por qué me dices esto ahora? ¿Por qué nos ayudas? —Otra vez lo mismo… ¿no puedes esperar algo bueno? —Eses un sombra roja, yo iba a ser una y… no suelen… —¿Sentir? Lo hacen Phyra, solo lo ocultan mejor que otros pero no están muertos. —Sin embargo están solos, no tienen nada que perder su vida es solo… trabajo. —¿Ves el alcance de lo que estás diciendo? ¿Lo duro, triste y frío que puede llegar a ser esa supuesta existencia? ¿Lo que se sufre de no tener nada de lo que otros tienen? ¿Querrías eso? Solo sangre, dolor y vacío… —No, supongo que no —Apoyó el codo en el filo de la ventanilla, pensativa. —La soledad perpetua acaba engullendo hasta el más bravo y desapegado. Si te conviertes en nada, acabas siendo padre de ella, de la oscuridad por mucho que sirvas a la luz. Y tú no estás sola, por mucho que creas que te pueda gustar la tranquilidad. Las responsabilidades no te pesan, es la vida la que lo hace porque no sabes dónde estás o cuál es tu lugar. Phyra volvió a mirarlo sorprendida. ¿Cómo podía parecer conocerla tan bien? —El sufrimiento que cada uno carga, no dura para siempre —dijo deteniendo el coche en una plaza libre. —No lo sé —respondió en un hilo de voz al tiempo que se apeaba del vehículo mirando alrededor. —Tengo curiosidad, ¿por qué querer ser parte de ello? ¿Para qué matar todo lo que hay en tu interior? ¿para no sentir? Créeme, lo harías igual, son seres con alma por mucho que se diga —Se detuvo a su lado mirando el gran edificio de piedra blanquecina que ocupaba una enorme manzana. —Lo mejor sería hacerlo de noche, no ahora a menos que pretendas entrar y cogerlo sin más. —Tienes razón, pero era el modo de hacerte salir de casa y pasaras un rato conmigo. Phyra alzó la cabeza mirándoselo muy seria. —No te hacia falta eso. Menuda treta más sucia la tuya —Resopló echándose un mechón atrás.
—Sí claro, pues bien que no lo viste venir —Giró el rostro para corresponder a su mirada, con una media sonrisa astuta—. Y ahora no me digas que solo tenía que pedirlo porqué me hubieras mandado a tomar viento —soltó colocándose unas oscuras gafas de sol. —¿Cómo de antiguo eres? —Miró alrededor siguiéndolo en un corta carrera al verlo cruzar la calle para ir por la que quedaba al amparo de la sombra del edificio—. Sales a pleno día. —Prefiero la noche créeme. —Responde. —Más de lo que podrías contar, pero sigues olvidando algo. —¿Qué? —Que también soy brujo y eso me da ciertas concesiones. Al final el día pasó rápido y la compañía de Bein no fue tan desagradable como imaginó. Seguía sin cuadrarle nada de él y el nerviosismo, no desaparecía pero al menos, pudo dejar de pensar por un rato hasta que la noche llegó y una vez más, estaban frente al edificio del museo tal y como había empezado la mañana como en un mal deja vu. —¿Y cómo vamos a entrar? —preguntó sin mirarlo centrando la vista en la entrada abovedada donde estaba la garita dentro del arco, con su barrera y su guarda de seguridad. —Pensaba hacerte mover la escoba, brujita. Ella lo miró abriendo mucho la boca, haciéndose la ofendida. —Tú solo sígueme. —¿Así, sin más? —Sí. ¿Creías que no tenía un plan? Yo siempre tengo un plan, nena. —Vuelve a llamarme nena y te achicharro ese culto que tienes. —Vaya, me siento halagado. Te has fijado en mi trasero y todo —Se la miró divertido saboreando el rubor que se adueñó de sus mejillas. —Serás… —Me lo has puesto muy fácil, no lo niegues. Phyra sonrió sin poderlo evitar cuando apartó las manos del cuerpo girándose alzando la chaqueta y negando, lo siguió cuando sintió el ataque.Vario demonios aparecieron en mitad de la calle y ambos se detuvieron. —Déjamelos a mi. Fue decir eso y Bein casi desapareció frente a sus ojos, su cuerpo se transformó en un borrón y un golpe sucedió a otro. Giró con rapidez alcanzando al primero y descargó un revés a un segundo. Enseguida tres de ellos quedaron en el suelo y varios más de ellos aparecieron. Phyra lo seguía con la vista, sus movimientos eran increíbles y precisos, letales, y desde luego hacía honor a su nombre como sombra roja, pues cada nuevo oponente que alcanzaba, era un cuerpo en el suelo hasta que quedó engullido bajo una horda de ellos. Vio como uno saltaba sobre su espalda y descargó. El demonio cayó al suelo y Bein la miró. Tres demonios aparecieron alderredor de ella que golpeó a un primero. La magia se concentró a su alrededor y él chilló al ver emerger a un cuarto justo en frente.
La garra se cerró al rededor del cuello femenino y por un instante, todo pareció detenerse. Un corazón latió, redobló y se apagó. Un lamento se perdió y el silencio, lo cubrió todo junto a una descarga cegadora.
Saludos,
Leila
Buenas noches, con un día de retraso pero de regreso con un nuevo capítulo de "Abra Cadabra" ;) Espero os guste e insisto, espero vuestras indicaciones de lo qué esperáis y queréis.
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La noche había sido dura pero la madruga mucho peor. A Phyra le dolía la cabeza, eso por no mencionar su ánimo depresivo y decepcionado con lo sucedido. Al final la discusión había sido lo demos, aun así estaba agotada. Se sentía apalizada y no le entraba nada. Hadid había ido a casa de Iria lo cual la dejaba sola en casa salvo por una salvedad; Bein.Ese maldito vampiro no había echo más que mal meter desde que apareció y seguía sin lograr comprenderlo.
Resopló harta de sentir su insidiosa mirada y subiendo un pie a la silla, lo encaró sin importarle el tirante que caía por su hombro. —¿Qué? Debes estar pletorico. —¿Por qué debería? No te equivoques bonita, no sabes nada de mi. —Como tú tampoco nos conoces para hablarnos como lo haces —dijo digna manteniendo una calma gélida e impasible que no pareció sorprenderlo. Tras esas últimas horas había sido capaz de recobrar su tranquilidad y no pensaba dejar que él volviese a arrebatársela, por lo que siguió:
—No sé quien te crees, pero los años no te dan ningún derecho a dar lecciones. No siendo quién eres y lo qué eres. —Oh perdone usted, pero alguien debía decirlo y una cosa no quita la otra. —Y has de ser tú, por supuesto. —No veo a nadie más para ello —Hizo un sondeo visual expresamente. —Esto es ridículo. —Sí, lo es. Me alegra que por fin lo veas —Esgrimió su sonrisa traviesa que provocó una leve alteración en el pulso de ella, haciendo que se ampliará un poco más, saboreándolo a conciencia. Le gustaba ver el suave rubor que empezaba a cubrirle el rostro y el nerviosismo que ascendía por su cuerpo. Pues a cada segundo que pasaba, más recordaba y más atrapado quedaba sin importarle. Phyra no se pudo contener más ante esa nueva muestra y un rayo salió directo de su mano a él, que lo repelió sin el mayor esfuerzo. —Buen intento preciosa, no ha estado mal. —¿Cómo lo has hecho? —Lo dijiste antes, soy quién soy y no he vivido tanto solo por ser bueno. —No, escondes algo y tarde o temprano descubriré el qué —Se alzó acercándose a él con el dedo extendido. Nadie era capaz de anular su rayo así como así pero él… —Muy bien preciosa, lo que quieres. Pero, ¿qué tal si olvidamos esto y hacemos algo de provecho? —Dio un paso hacia ella hasta estrellar su pecho contra su falange. Un chispazo la recorrió dejándola sin aire y Bein aprovechó que ella retrocedía para hacerla andar hasta quedar atrapada contra la pared y él. Ella alzó el mentón procurando parecer amenazadora pese al cosquilleó que ascendía por su vientre y aguantó su mirada enrojecida y llena de motas. —¿Cómo ir a proteger a mi hermana? Deberías estar cerca de ella y no aquí. ¿Hambriento? —Lo retó. Bein curvó la comisura ocultando muy dentro la verdad, y agachó el rostro hacia ella, quedando un poco hacia un aló para que el aliente, impactase justo en el lugar donde latía el pulso femenino. —No lo sabes tu bien, preciosa. Pero, es otra cosa mucho más oscuro, siniestra y placentera lo que pasa por mi mente. Pero me temo que tendré que dejar mis… planes para otro momento e invierte a algo que sí te gustará y no te escandalizará. —¿Otra cosa? —Ir a por el talismán de la gatita —murmuró rozando apenas el cuello de Phyra. Su piel se erizó y por poco no se le escapó un gemido. ¿Era cosa suya o la tensión era real? Había una especie de atracción insana ahí y no pensaba ceder ni un ápice por muy bien que estuviera. Ni hablar, no iba a darle el gusto a ese egocéntrico, manipular, engreído y freído vampiro que parecía salirse siempre con la suya. Si trataba de intimidarla o de seducirla para darle acceso a su grande o a sus bragas… debería esforzarse más.Por mucho que le apeteciese un buen asaltó y sabes cómo se menearía en la cama. Podía imaginarse a ella misma tirando de esa camisa cuyos botones saltarían y… «No Phyra, no vaya spot ahí, ni lo pienses. Recuerda la última vez» Carraspeó para aquietar los latidos de su corazón y buscó sus inquietantes ojos. La verdad es que eran preciosos, profundos y cálidos. —Vuelvo a preguntarlo, ¿por qué ibas a hacerlo? —Esperó quieta. —Porque si ella tiene sus poderes será más sencillo manteneos a salvo —Probó con cierto tono sarcástico. Era más sencillo que ella creyera eso que cualquier otro motivo. Sin embargo su mano, acarició con parsimonia el largo de su largo y pálido cuello. Ella tragó, y él siguió el movimiento con los ojos, prendido en esos dos lunares que decoraban aquella pálida carne que se moría por saborear. La atracción era cada vez mayor y eso, le encantaba. —¿A salvo de qué? ¿De los demonios que quieren el libro? —Cerró los ojos por un instante al sentir su contacto, la piernas se le aflojaron su cuerpo tembló. —Entre otras. No te cansas nunca, ¿verdad? —La observó de frente cuando clavó sus pupilas en las suyas. —Sabes que no. —Bien, vamos entonces.
—¿Dónde? —Al museo de historia antigua por supuesto. Allí está la chispa de tu hermana. —¿Y lo sabes así de fácil, por qué…? —Dejó caer para ver si así se le escapaba viendo como se alejaba hasta la puerta cogiendo en el proceso su chaqueta de pies, que se colocó como si nada en una flexión de músculos, elegancia y poderío masculino. Su aroma especial e íntimo flotaba por toda la estancia dejándola ansiosa. —Tú has caso al protector. Recuerda lo que te dijo el jefe. Phyra medio gruñó yendo hacia el armario para coger su abrigo con cara de fastidio. —Te odio. Bein rio encanado y le abrió la puerta indicándole que se pasase delante, ya había comprobado todo y no había peligro alguno. Al menos por el momento. Accionó la apertura de puertas el vehículo y Phyra subió de brazos cruzados. enseguida él subió y arrancó el motor poniendo rumbo hacia el museo. Un lugar que conocía muy bien, observando de vez en cuando como ella seguía con la vista perdida a través del cristal sin ver las calles que atravesaban, en silencio. Suspiró sin saber muy bien qué hacer y volvió a probar pese a saber que de nuevo, tendría una guerra abierta con ella. —Phyra, a pacer de que vuelvas a atacarme… —No sabes estar callado, ¿verdad? —Contigo no. Ella lo miró frunciendo el ceño sin saber muy bien como tomarse eso y esperó pues estaba claro que lo diría quisiera o no, así que le hizo un test con la mano para que siguiera. —No podrás evitar que sufra igual, que tenga miedo a perderte y sienta rabia, impotencia y dolor. Se preocupará hagas lo que hagas porque te quiere y aunque seas tú la que lo pasa y no sepa como se siente, cada cual ha de pasar su duelo y su proceso de asimilación. —¿Crees qué no lo sé? Además, ¿por qué me dices esto ahora? ¿Por qué nos ayudas? —Otra vez lo mismo… ¿no puedes esperar algo bueno? —Eses un sombra roja, yo iba a ser una y… no suelen… —¿Sentir? Lo hacen Phyra, solo lo ocultan mejor que otros pero no están muertos. —Sin embargo están solos, no tienen nada que perder su vida es solo… trabajo. —¿Ves el alcance de lo que estás diciendo? ¿Lo duro, triste y frío que puede llegar a ser esa supuesta existencia? ¿Lo que se sufre de no tener nada de lo que otros tienen? ¿Querrías eso? Solo sangre, dolor y vacío… —No, supongo que no —Apoyó el codo en el filo de la ventanilla, pensativa. —La soledad perpetua acaba engullendo hasta el más bravo y desapegado. Si te conviertes en nada, acabas siendo padre de ella, de la oscuridad por mucho que sirvas a la luz. Y tú no estás sola, por mucho que creas que te pueda gustar la tranquilidad. Las responsabilidades no te pesan, es la vida la que lo hace porque no sabes dónde estás o cuál es tu lugar. Phyra volvió a mirarlo sorprendida. ¿Cómo podía parecer conocerla tan bien? —El sufrimiento que cada uno carga, no dura para siempre —dijo deteniendo el coche en una plaza libre. —No lo sé —respondió en un hilo de voz al tiempo que se apeaba del vehículo mirando alrededor. —Tengo curiosidad, ¿por qué querer ser parte de ello? ¿Para qué matar todo lo que hay en tu interior? ¿para no sentir? Créeme, lo harías igual, son seres con alma por mucho que se diga —Se detuvo a su lado mirando el gran edificio de piedra blanquecina que ocupaba una enorme manzana. —Lo mejor sería hacerlo de noche, no ahora a menos que pretendas entrar y cogerlo sin más. —Tienes razón, pero era el modo de hacerte salir de casa y pasaras un rato conmigo. Phyra alzó la cabeza mirándoselo muy seria. —No te hacia falta eso. Menuda treta más sucia la tuya —Resopló echándose un mechón atrás.
—Sí claro, pues bien que no lo viste venir —Giró el rostro para corresponder a su mirada, con una media sonrisa astuta—. Y ahora no me digas que solo tenía que pedirlo porqué me hubieras mandado a tomar viento —soltó colocándose unas oscuras gafas de sol. —¿Cómo de antiguo eres? —Miró alrededor siguiéndolo en un corta carrera al verlo cruzar la calle para ir por la que quedaba al amparo de la sombra del edificio—. Sales a pleno día. —Prefiero la noche créeme. —Responde. —Más de lo que podrías contar, pero sigues olvidando algo. —¿Qué? —Que también soy brujo y eso me da ciertas concesiones. Al final el día pasó rápido y la compañía de Bein no fue tan desagradable como imaginó. Seguía sin cuadrarle nada de él y el nerviosismo, no desaparecía pero al menos, pudo dejar de pensar por un rato hasta que la noche llegó y una vez más, estaban frente al edificio del museo tal y como había empezado la mañana como en un mal deja vu. —¿Y cómo vamos a entrar? —preguntó sin mirarlo centrando la vista en la entrada abovedada donde estaba la garita dentro del arco, con su barrera y su guarda de seguridad. —Pensaba hacerte mover la escoba, brujita. Ella lo miró abriendo mucho la boca, haciéndose la ofendida. —Tú solo sígueme. —¿Así, sin más? —Sí. ¿Creías que no tenía un plan? Yo siempre tengo un plan, nena. —Vuelve a llamarme nena y te achicharro ese culto que tienes. —Vaya, me siento halagado. Te has fijado en mi trasero y todo —Se la miró divertido saboreando el rubor que se adueñó de sus mejillas. —Serás… —Me lo has puesto muy fácil, no lo niegues. Phyra sonrió sin poderlo evitar cuando apartó las manos del cuerpo girándose alzando la chaqueta y negando, lo siguió cuando sintió el ataque.Vario demonios aparecieron en mitad de la calle y ambos se detuvieron. —Déjamelos a mi. Fue decir eso y Bein casi desapareció frente a sus ojos, su cuerpo se transformó en un borrón y un golpe sucedió a otro. Giró con rapidez alcanzando al primero y descargó un revés a un segundo. Enseguida tres de ellos quedaron en el suelo y varios más de ellos aparecieron. Phyra lo seguía con la vista, sus movimientos eran increíbles y precisos, letales, y desde luego hacía honor a su nombre como sombra roja, pues cada nuevo oponente que alcanzaba, era un cuerpo en el suelo hasta que quedó engullido bajo una horda de ellos. Vio como uno saltaba sobre su espalda y descargó. El demonio cayó al suelo y Bein la miró. Tres demonios aparecieron alderredor de ella que golpeó a un primero. La magia se concentró a su alrededor y él chilló al ver emerger a un cuarto justo en frente.
La garra se cerró al rededor del cuello femenino y por un instante, todo pareció detenerse. Un corazón latió, redobló y se apagó. Un lamento se perdió y el silencio, lo cubrió todo junto a una descarga cegadora.
Saludos,
Leila
Published on October 29, 2017 11:38
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