selfie

ya escribí otras veces sobre lo difícil que me resulta enfrentarme al autorretrato desde hace un tiempo. lo que hace años era una costumbre, un juego, un auto-descubrimiento y una forma de ver, se fue convirtiendo con el paso de los años en una lucha de mi autoestima contra mí misma.

durante un tiempo salí literalmente de cuadro. progresivamente me fui escondiendo y tapando más, hasta el punto de no soportar ver mi rostro en la imagen. por eso retomar el autorretrato supuso sobre todo un ejercicio casi obligado que muy pocas veces comparto con mi entorno (online y offline).

a veces me tiro horas leyendo o viendo fotografías y me corroe la envidia no por vuestra belleza o vuestro carisma (que también puede ser), sino porque, desde mi punto de vista más flaco, me parece todo un acto de valentía y generosidad.

podría compararlo con la escritura, porque de la misma forma que escapé de la cámara, también me escondí detrás de la poesía. poder dar un par de pistas sin contar del todo y compartir luego sólo aquellos textos menos duros o personales, fue el modus operandi que encontré para sacar sin soportar y compartir sin exponer. no veo mucha diferencia entre algunos versos que publiqué y aquella foto de una planta arrancada o la de una fruta mohosa.

es como si estuviese burlando algún filtro de seguridad que yo misma había impuesto como norma personal, confundiendo el egocentrismo con la falta de respeto y la privacidad con el olvido. no se trata sólo de no compartir de una forma más o menos pública, sino de que llego a ignorar que lo que vivo y lo que soy es real y que por tanto me pertenece de alguna forma.

claro, hay otra parte fundamental en esto y es la vulnerabilidad. detesto que sólo se comparta lo bueno, pero sé que compartir lo malo puede llegar a ser extremadamente difícil. desnudarte y contar tu punto flaco, tu pena, tu angustia o tu miedo, parece lo mismo que decir «ven y acuchíllame exactamente aquí si quieres destrozarme del todo».

pero lo difícil no es comunicároslo, sino que el hecho de hacerlo os dirija –y me dirija– de nuevo hacia mí. no me da miedo el miedo ni me incomoda la tristeza, sino yo. normalmente agradecemos y apreciamos obtener cierto respeto y que reconozcan lo que somos, pero en mi caso es como esa comida que, aunque me guste y la pueda disfrutar, me va a sentar mal poco después.
(¿para qué vas a querer oírme, si a mí tampoco me intereso?)
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on May 25, 2018 10:43
No comments have been added yet.