Prefacio
Uno nunca se olvida de la primera salida a Boystown, de ese viaje en Uber XL con gente que acabás de conocer, todos ebrios y eufóricos. Pensás “El chofer nos debe odiar”. Y ese es el primero de muchos viajes en Uber XL y esa es la primera de muchas salidas a Boystown; y esos chicos ebrios y eufóricos se van a convertir en tu grupo de amigos, pero eso todavía no lo sabés. Y la primera es especial, la primera vez no se olvida. Lakeview es un precioso barrio para vivir, te das cuenta. El Uber agarra todo por Addison y emociona ver el estadio de los Cubs: Wrigley Field. Pasás la Red Line y ves un local de comida mexicana y te pone feliz leer palabras en español en la fachada. El Uber dobla en Halsted y listo, llegaste a Boystown. Ves la bandera gay por todos lados y eso te da cierta seguridad, respirás hondo, te aflojás. Pisás Sidetrack y te parece enorme, te perdés, la gente es bizarra, hay drag queens, hombres viejos, chicos jóvenes. Empezás a recorrer y explorar, seguido por tu séquito de amigos: Tyson, Yoshi, Ken y Nash. Estás resguardado, porque no cualquiera se banca salir a Boystown solo. Lo primero es ir a la barra y pedir algo para tomar, voy con un gin tonic (la bebida del gay por excelencia) y después hacer un loop por el bar. Tus amigos te dicen que seas el guía del tour pero no conocés nada entonces te dejás llevar. Y esa es la gracia: dar vueltas por el bar, tomar hasta que el hígado te diga “basta”, mirar chicos y que te miren hasta que alguno se anime y se acerque a hablarle al otro. Te gusta ser notado, sentirte deseado, te copa ese morbo de ser carne fresca. Y uno nunca se olvida del primer yanqui con el que te vas del boliche, uno nunca se olvida de los amigos que hizo. Y aún más importante, uno nunca se olvida del lugar donde fue feliz.