Geraldine vino a mi oficina. Vestía el suéter azul y tenía en sus manos una bolsa con los sandwiches. Llegó como a las siete, oscurecía y ya había terminado con la mitad de mi trabajo. Estaba nervioso y ella se dio cuenta; me abrazó, me hizo mimos, me habló muy bajito como una madre que promete el amor del mundo a un niño. Después de intentar su truco de sanación, Geraldine y yo comimos los sandwiches en silencio. No hubo oración de las gracias. Cuando terminamos, ella me acompañó un rato en la ...
Published on May 25, 2021 22:20