��Pol��micas?
��Qu�� caso tiene vencer en una discusi��n? Ninguno, acaso aumentarle un poco de peso a la vanidad. Porque si la ��nica meta de la discusi��n es poner de rodillas a nuestro oponente entonces la conducta m��s sabia es retirarse de la mesa.
Sobra decir que despu��s de una buena conversaci��n uno se fortalece pues ha tenido oportunidad de asomarse a la vida moral de otra persona. Esto casi nunca sucede porque los o��dos sordos son moneda com��n en estos d��as en que la "pol��mica" suele ser tan bien considerada. Una de las causas de esta sordera epid��mica es el idealismo: un hombre quiere defender a toda costa sus principios aunque para eso tenga que valerse de cr��menes o mentiras (cada vez que un hombre defiende sus ideales hasta las ��ltimas consecuencias alguien sale lastimado). No me opongo a que para vivir con cierto orden o realizar sus proyectos las personas acumulen principios, pero de eso a poner cemento en sus o��dos existe todo un abismo.
No quiero hacerme el importante, pero creo poder reconocer a quienes en una discusi��n lo ��nico que persiguen es recolectar adeptos o imponer sus opiniones. Y no les importa lo sutil o ingenioso de tus argumentos, a sus ojos s��lo eres un aspirante a ser convertido, a formar parte de su ej��rcito. Incluso creo ser capaz de reconocerlos cuando se disfrazan de seres tolerantes y comprensivos (son los peores). En opini��n de algunos fil��sofos nuestros juicios ��ticos se reducen a lo siguiente: primero tenemos intuiciones y despu��s intentamos imponerlas a quienes no poseen esas mismas intuiciones. Estoy seguro de que al leer este art��culo m��s de uno ha pensado en esos religiosos que, libro divino en mano, van los domingos por la ma��ana tocando puertas para sepultar bajo el peso de sus teor��as a los inocentes. Es verdad, aunque no se debe perder el sentido del humor en este caso. Recuerdo a una t��a m��a que se hallaba tan sola como un ornitorrinco y sol��a prepararse a conciencia cada domingo para recibir la visita de los evangelistas. Apenas abr��a la puerta los invitaba a pasar a su sala, les ofrec��a limonada o galletas y en seguida comenzaba a discutir con ellos y a contradecirlos. Como despu��s de varias horas ninguna de las posiciones ced��a, los predicadores se marchaban exhaustos, pero orgullosos de haber intentado conducir a esa pobre vieja por el camino del bien. ��Qu�� manera de prodigarse compa����a! Fue una tragedia que despu��s de un a��o los predicadores perdieran la paciencia y corrieran el rumor entre sus camaradas de que en esa casa no se hac��a otra cosa que perder el tiempo. La t��a volvi�� a quedarse sola.
La gracia que me causan los predicadores no es de ninguna manera una falta de respeto hacia ellos. En cambio, los pol��ticos y servidores p��blicos que fingen escuchar a las personas ��nicamente con el prop��sito de ganarse su confianza y esquilmarlos me parecen repugnantes. ��Alguien conoce a uno? En tierra de sordos es comprensible que pasen montones de a��os y las pol��micas que deber��an propiciar bienestar y acuerdos causen justamente lo contrario. En fin, no a��adir�� m��s palabras a la desgracia y me concentrar�� por ahora en los celos. Los celos son cruciales para entender estos asuntos de la sordera. La conciencia de ser enga��ado no acepta l��gica ni argumentos. El celoso escucha s��lo lo que quiere escuchar y el desasosiego que le causa la traici��n imaginaria no le permite actuar con propiedad. Las palabras del traidor suenan siempre sospechosas. Yo he tenido miles de discusiones acerca de estas cuestiones (imaginen lo que deseen) y s�� que los o��dos del celoso est��n hechos de piedra.
Si en una discusi��n se concibe al otro como un contrincante al que debe vencerse, ��a qu�� horas van a resolverse los problemas comunes? Un polemista que sabe escuchar, dice Richard Rorty, espera que el otro posea mejores ideas que las suyas. No es sencillo: ��c��mo voy a reconocer que una opini��n es m��s acertada que la m��a? (en mi caso no hay problema porque cuando me pongo pesimista creo que el otro siempre tiene raz��n, y me olvido). No existen verdades absolutas, sino acuerdos que se vuelven verdades. Carajo, ahora el que predica soy yo y eso que apenas es lunes.
Sobra decir que despu��s de una buena conversaci��n uno se fortalece pues ha tenido oportunidad de asomarse a la vida moral de otra persona. Esto casi nunca sucede porque los o��dos sordos son moneda com��n en estos d��as en que la "pol��mica" suele ser tan bien considerada. Una de las causas de esta sordera epid��mica es el idealismo: un hombre quiere defender a toda costa sus principios aunque para eso tenga que valerse de cr��menes o mentiras (cada vez que un hombre defiende sus ideales hasta las ��ltimas consecuencias alguien sale lastimado). No me opongo a que para vivir con cierto orden o realizar sus proyectos las personas acumulen principios, pero de eso a poner cemento en sus o��dos existe todo un abismo.
No quiero hacerme el importante, pero creo poder reconocer a quienes en una discusi��n lo ��nico que persiguen es recolectar adeptos o imponer sus opiniones. Y no les importa lo sutil o ingenioso de tus argumentos, a sus ojos s��lo eres un aspirante a ser convertido, a formar parte de su ej��rcito. Incluso creo ser capaz de reconocerlos cuando se disfrazan de seres tolerantes y comprensivos (son los peores). En opini��n de algunos fil��sofos nuestros juicios ��ticos se reducen a lo siguiente: primero tenemos intuiciones y despu��s intentamos imponerlas a quienes no poseen esas mismas intuiciones. Estoy seguro de que al leer este art��culo m��s de uno ha pensado en esos religiosos que, libro divino en mano, van los domingos por la ma��ana tocando puertas para sepultar bajo el peso de sus teor��as a los inocentes. Es verdad, aunque no se debe perder el sentido del humor en este caso. Recuerdo a una t��a m��a que se hallaba tan sola como un ornitorrinco y sol��a prepararse a conciencia cada domingo para recibir la visita de los evangelistas. Apenas abr��a la puerta los invitaba a pasar a su sala, les ofrec��a limonada o galletas y en seguida comenzaba a discutir con ellos y a contradecirlos. Como despu��s de varias horas ninguna de las posiciones ced��a, los predicadores se marchaban exhaustos, pero orgullosos de haber intentado conducir a esa pobre vieja por el camino del bien. ��Qu�� manera de prodigarse compa����a! Fue una tragedia que despu��s de un a��o los predicadores perdieran la paciencia y corrieran el rumor entre sus camaradas de que en esa casa no se hac��a otra cosa que perder el tiempo. La t��a volvi�� a quedarse sola.
La gracia que me causan los predicadores no es de ninguna manera una falta de respeto hacia ellos. En cambio, los pol��ticos y servidores p��blicos que fingen escuchar a las personas ��nicamente con el prop��sito de ganarse su confianza y esquilmarlos me parecen repugnantes. ��Alguien conoce a uno? En tierra de sordos es comprensible que pasen montones de a��os y las pol��micas que deber��an propiciar bienestar y acuerdos causen justamente lo contrario. En fin, no a��adir�� m��s palabras a la desgracia y me concentrar�� por ahora en los celos. Los celos son cruciales para entender estos asuntos de la sordera. La conciencia de ser enga��ado no acepta l��gica ni argumentos. El celoso escucha s��lo lo que quiere escuchar y el desasosiego que le causa la traici��n imaginaria no le permite actuar con propiedad. Las palabras del traidor suenan siempre sospechosas. Yo he tenido miles de discusiones acerca de estas cuestiones (imaginen lo que deseen) y s�� que los o��dos del celoso est��n hechos de piedra.
Si en una discusi��n se concibe al otro como un contrincante al que debe vencerse, ��a qu�� horas van a resolverse los problemas comunes? Un polemista que sabe escuchar, dice Richard Rorty, espera que el otro posea mejores ideas que las suyas. No es sencillo: ��c��mo voy a reconocer que una opini��n es m��s acertada que la m��a? (en mi caso no hay problema porque cuando me pongo pesimista creo que el otro siempre tiene raz��n, y me olvido). No existen verdades absolutas, sino acuerdos que se vuelven verdades. Carajo, ahora el que predica soy yo y eso que apenas es lunes.
Published on August 10, 2009 03:06
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