Cuando el fuego prende.




 CUANDO EL FUEGO PRENDE.

Seher llevaba rato temblando, tanto de frío como de expectativas. Aquella noche no habría interrupciones, nadie llamaría ni Yusuf aparecería de improvisto. El hombre maravilloso que tenía a su lado llevaba todo el día haciéndole insinuaciones, preparándola de manera sutil para ese momento. Caricias en su vientre, abrazos envolventes, besos nada inocentes en su mano y frases cada vez más roncas. Todos esos ingredientes la habían llevado al estado de excitación, vergüenza y deseo en el que se encontraba. Parpadeó nerviosa cuando él se levantó y le tendió la mano, pero esa vez no dudaría. Esa vez lo seguiría por el camino de fuego que Yaman marcaba. 

La tienda, por dentro, no era tan pequeña como parecía por fuera, si bien él ocupaba casi todo el espacio. Se sentaron como pudieron, frente a frente, pero no lo suficientemente cerca. Nunca estaban lo suficientemente cerca y todo el tiempo se quedaban con las ganas. Hasta esa noche. Seher lo miró ruborizada pero confiada. Vio su mano acercarse, como siempre a su mejilla y sintió luego su pelo caer a su espalda. Pero esta vez, la mano grande y fuerte de Yaman no volvió al frente. Se quedó en su espalda, bajando y subiendo por ella y haciendo que un temblor dulce le creciera en el vientre. Aguantándole la mirada, se mordió el labio. Sus ojos negros fueron como rayos hacia su boca y la mano en la espalda se tensó. 

    Yaman se acercó a ella de rodillas e inclinó la cabeza. Su otra mano se coló en la nuca de su mujer y con los dedos le acarició aquella parte sensible. La caricia la acercó y sus labios capturaron los de ella. 

    Seher empezaba a derretirse. Los labios de su marido tanteaban su boca y el roce la mareaba de placer. Un beso pasó de tierno a intenso y sus labios se abrieron buscando más calor. Empujaban y rozaban sus lenguas tímidamente. Cuanto más despacio, más subía la hoguera. 


    La mano de Yaman se movió diferente por su espalda y Seher notó aflojársele el vestido. Iba a sujetárselo en el pecho pero la mano de él lo impidió. 

    –No me ocultes nada. No te escondas de mi. Ya no –pidió a un milímetro de su boca.

    Su mujer respondió moviendo los hombros y haciendo que el vestido cayera a su cintura, mostrando sus senos cubiertos por encaje verde. El jadeo de Yaman se oyó claramente y a Seher le gustó. ¿Ella le hacía eso? ¿Ella era capaz de hacerlo gemir? Quiso comprobarlo. Llevó sus pequeñas manos al bajo del jersey de él y lo fue subiendo hasta sacárselo por la cabeza. Ahora fue ella la que suspiró al tener delante la piel tersa del pecho marcado de él. Lo tocó sin vergüenza alguna. Rozó varias cicatrices y palpó sus músculos delineados. Quería sonreír, pues veía oscurecerse aun más los ojos de Yaman y le parecía que su mandíbula mostraba una nueva dureza. La de la contención. Lo siguió acariciando, bajando por su duro vientre hasta que él respondió llevando sus dos manos a la base de su cuello. 

    Sus manos allí le fundieron el estómago y tuvo que unir sus muslos. Algo vibraba insistentemente incomodándola y no sabía que era. Yaman extendió los dedos y los bajó por los montes de sus pechos. Nuevos gemidos escaparon de su boca para deleite de él. El encaje le molestaba y tiró de él para descubrir sus senos de pezones enhiestos y sonrosados. Ella miró hacia otro lado muerta de vergüenza pero Yaman la buscó con la mirada. Volvió a atraparle los labios y los succionó mientras sus dedos hábiles tocaban, acunaban y retorcían. Seher temblaba, vibraba y hasta creía estar volviéndose loca con los besos cada vez más húmedos y las caricias abrasadoras de él. Llevó sus manos a su pelo negro y lo acarició. La pasión de su marido cada vez era más salvaje y ella recordó cómo amansar a la fiera. Con caricias lentas. Después de su pelo, rozó su espalda y él la sorprendió tumbándolos a ambos sobre el colchón. 

    Apoyado en sus fuertes antebrazos, para no aplastarla con su cuerpo, Yaman la miró con adoración. 

    –Confía en mí, por favor –pidió a su esposa.

    –Siempre –respondió ella entre respiraciones cada vez más rápidas.

    Yaman dejó un leve beso en sus labios y fue en busca de los dulces pezones de su mujer. Los besó con cariño, los lamió goloso y se los metió en la boca para extraer de ellos todo el placer que pudiera para su mujer. La oyó gemir, casi gritar y se sintió más fuerte que nunca. Bajó una mano y, decidido, la coló bajo el vestido, la subió por su muslo y empezó a rozarle las ingles. Cuando vio que ella movía las piernas sin saber lo que quería, él se lo dio. Apartó su ropa interior y tocó la miel caliente que ella vertía para él. Sólo para él. No dejó de besarla. De sus senos a su boca y de vuelta a su cuello. Seher se movía inquieta, gemía enfebrecida y él tampoco era capaz de aguantar mucho más. Ya habían aguantado demasiado. 

    Se desabrochó los tensos pantalones y liberó su miembro. Tomó a su mujer de la cadera y la acercó a su calor impaciente. Cuando estuvo en la frontera de su cuerpo la miró a los verdes ojos. Unos ojos llenos de deseo y de cálida espera. Ella entendió su mirada de disculpa y abrió más las piernas en una muestra más de confianza. Yaman la besó agradecido y empujó en ella. Ambos jadearon de felicidad y se llenaron de paciencia. El camino era estrecho pero amable y Yaman llegó al final de él con todo el amor del mundo. Una vez unidos hasta el infinito los dos se movieron buscando aumentar las sensaciones. Se besaron como nunca y la lujuria y la pasión pudieron fundirse con el amor y el cariño. 

    Yaman empujaba en ella, entrando y saliendo sin descanso y ella lo recibía ansiosa. Tras varios compases más, el fuego prendido de besos y caricias lo quemó todo. Gritaron al mismo tiempo, se abrazaron con fuerza y, cuando pudieron hablar, se susurraron todo el amor que sentían. El éxtasis trajo paz y calma a los amantes, que se pasaron el resto de la noche mirándose, hablándose. Cuando los besos y caricias cariñosas se caldearon, volvieron a hacerse el amor. El fuego de fuera estaba casi consumido, pero el de dentro no dejó de crecer. Y no. No pasaron nada de frío.😉

    


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Published on February 27, 2022 01:15
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