Isabel Cánovas's Blog

April 16, 2022

El concierto. Mini relato SILHAL


     Sila llegó a casa y, no encontrando ni a Halil ni a Buffy, aprovechó para correr al baño y darse una ducha. En una hora tendrían que salir para ir a cenar y luego al concierto del novio de Beren pero había estado con una amiga, posando con sus joyas, y hablando, hablando, se le había hecho tarde. Dejó la ropa preparada y se metió bajo el agua.

    –Anda, entra. Cualquier día me haces traerte a casa en brazos. Sila te tiene tan mimada que se te va a olvidar cómo se camina –Halil quitó la correa a la perra e ignoró su mirada de amor perruno.

    –No me mires así. Así ya me mira tu dueña y consigue todo lo que quiere... –le reprochó el actor a la mascota.

       Después de ponerle agua a Buffy, Halil estaba a punto de coger su móvil para llamar a Sila y saber dónde estaba cuando oyó correr el agua en el baño. Ahí tenía su respuesta. Sila se estaba duchando... Sila se estaba duchando, pensó con una amplia sonrisa. No la había visto en todo el día y la echaba mucho de menos. Y esa sería la excusa que iba a darle en cuanto se colara con ella en la ducha.

    –🎶🎶🎶 kendini bana bırak.... ooooooofffff kendini bana bırak –cantaba Sila bajo el agua cuando se abrió la mampara.

    –Cariño, ya he subido las escaleras pensando en lo que iba a hacerte pero si encima te pillo cantando una canción mía... ya me vuelves loco del todo.

    Halil entró en la ducha, rodeó con sus brazos a Sila y la pegó a su ya excitado cuerpo. No la dejó acabar el estribillo, pues sus hambrientos labios buscaron los de ella en un tórrido beso. Su chica no emitió queja alguna y le devolvió el beso y el entusiasmo.

    –Te he echado de menos, Halil Bey... mmm– Sila le pasó los brazos tras el fuerte cuello y subió una pierna hasta sus caderas buscando el roce que les encendería del todo.

    Halil captó la intención a la primera. Bajó sus manos por la mojada espalda de Sila, la aferró de las nalgas y la subió a su cintura. Ella cruzó las piernas tras él y se dejó empotrar deliciosamente contra la pared de la ducha. Halil la besó más profundamente y con un certero movimiento se hundió en ella. Los jadeos de placer sonaron por encima del ruido del agua mientras se enterraba en su suave cuerpo una y otra vez. Ella lo llamaba, él la adoraba. Diez besos y diez vaivenes más tarde, Sila gritó de placer y luego Halil se dejó ir. Esta vez, los besos suaves y mimosos marcaron la vuelta a la tierra. 

    –Yo también te he echado de menos –respondió entonces Halil.

    Ya en la habitación, Halil pidió a Sila que le recordara el nombre de la pareja de Beren y a qué hora habían quedado para cenar. Cuando ella se lo dijo, él se alteró.

    –Vamos a llegar tarde. ¿Por qué no me has avisado?

    –Porque me estabas haciendo el amor en la ducha, Halil ¡ni loca iba a pararte!

    –Otra vez tocará aguantar las risitas y las miraditas...–se quejó Halil en broma.

    –¿Vas a ir así vestido?–Sila cambió de tema.

    –A un concierto se va cómodo, cariño, y ¿tú qué te vas a po... ¡La camiseta del hombro al aire! 

    –Claro, yo también quiero ir cómoda...

    –Y sexy, irresistible, seductora... me vas a tener babeando por ti y no le voy a hacer ni caso al grupo –Halil la tomó por la cintura y reclamó otro beso más.

    –Luego me riñes a mi por llegar tarde, Halil Bey...

––––––––––

    Efectivamente, las miradas de sus amigos fueron de cómplice burla cuando la pareja llegó con retraso al restaurante. La conversación durante la cena fue principalmente sobre música y no les dio tiempo a hablar de más cosas porque tuvieron que darse prisa para llegar a la sala. Minutos más tarde, las luces se apagaron y comenzó la magia de la música en directo. Sila se sentía feliz. Estaba con sus amigos y con el hombre que hacía tanto que amaba y esta vez sin sombras que amenazaran su relación. Seguían siendo discretos, pero sus fans leían entre líneas. Aquella misma semana, había subido una foto que le había hecho Halil dentro del Porsche. Llevaba puesto su chaleco de borreguito, se veían las bebidas compartidas y la mirada de amor hacia el fotógrafo era indudable. Si los fans notaban que su asiento no estaba subido del todo, eso ya sería para nota. 



    –Brillas de felicidad –le dijo él al oído. 

    Sila se limitó a sonreír y pasó a cantarle la letra de la canción que sonaba. "Estoy enamorada de ti..." Luego ya no quiso bailar a un metro de él. Se pegó a su fuerte cuerpo y Halil le pasó el brazo por los hombros para estrecharla. A oscuras y a solas, a pesar de la multitud, sintió su beso en la frente. Ese beso que tantas veces le había dado ante las cámaras como Yaman, ahora se lo daba como Halil. Sonrió al pensar que su novio estaba tan harto de la gomina y la laca que le tocaba llevar al interpretar a su personaje, que a la que podía se ponía una gorra para domar su salvaje flequillo. 



Bueno, al principio de la segunda temporada, Yaman estaba tan destrozado por la ausencia de Seher que Halil propuso  a producción aparecer con el pelo desordenado... y la que se lió en las redes cuando sus fotos despeinado aparecieron. Y es que su chico estaba tremendo y ya si salía en modo salvaje y sin camiseta, era normal que las fans enloquecieran. No sentía celos de ellas, sólo orgullo por ser la afortunada dueña del corazón de Halil Ibrahim Ceyhan. 


    Y al día siguiente...

    –¡Halil! Estamos en todo twitter, instagram y medio Facebook!!!


     

  

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Published on April 16, 2022 11:10

February 27, 2022

Cuando el fuego prende.




 CUANDO EL FUEGO PRENDE.

Seher llevaba rato temblando, tanto de frío como de expectativas. Aquella noche no habría interrupciones, nadie llamaría ni Yusuf aparecería de improvisto. El hombre maravilloso que tenía a su lado llevaba todo el día haciéndole insinuaciones, preparándola de manera sutil para ese momento. Caricias en su vientre, abrazos envolventes, besos nada inocentes en su mano y frases cada vez más roncas. Todos esos ingredientes la habían llevado al estado de excitación, vergüenza y deseo en el que se encontraba. Parpadeó nerviosa cuando él se levantó y le tendió la mano, pero esa vez no dudaría. Esa vez lo seguiría por el camino de fuego que Yaman marcaba. 

La tienda, por dentro, no era tan pequeña como parecía por fuera, si bien él ocupaba casi todo el espacio. Se sentaron como pudieron, frente a frente, pero no lo suficientemente cerca. Nunca estaban lo suficientemente cerca y todo el tiempo se quedaban con las ganas. Hasta esa noche. Seher lo miró ruborizada pero confiada. Vio su mano acercarse, como siempre a su mejilla y sintió luego su pelo caer a su espalda. Pero esta vez, la mano grande y fuerte de Yaman no volvió al frente. Se quedó en su espalda, bajando y subiendo por ella y haciendo que un temblor dulce le creciera en el vientre. Aguantándole la mirada, se mordió el labio. Sus ojos negros fueron como rayos hacia su boca y la mano en la espalda se tensó. 

    Yaman se acercó a ella de rodillas e inclinó la cabeza. Su otra mano se coló en la nuca de su mujer y con los dedos le acarició aquella parte sensible. La caricia la acercó y sus labios capturaron los de ella. 

    Seher empezaba a derretirse. Los labios de su marido tanteaban su boca y el roce la mareaba de placer. Un beso pasó de tierno a intenso y sus labios se abrieron buscando más calor. Empujaban y rozaban sus lenguas tímidamente. Cuanto más despacio, más subía la hoguera. 


    La mano de Yaman se movió diferente por su espalda y Seher notó aflojársele el vestido. Iba a sujetárselo en el pecho pero la mano de él lo impidió. 

    –No me ocultes nada. No te escondas de mi. Ya no –pidió a un milímetro de su boca.

    Su mujer respondió moviendo los hombros y haciendo que el vestido cayera a su cintura, mostrando sus senos cubiertos por encaje verde. El jadeo de Yaman se oyó claramente y a Seher le gustó. ¿Ella le hacía eso? ¿Ella era capaz de hacerlo gemir? Quiso comprobarlo. Llevó sus pequeñas manos al bajo del jersey de él y lo fue subiendo hasta sacárselo por la cabeza. Ahora fue ella la que suspiró al tener delante la piel tersa del pecho marcado de él. Lo tocó sin vergüenza alguna. Rozó varias cicatrices y palpó sus músculos delineados. Quería sonreír, pues veía oscurecerse aun más los ojos de Yaman y le parecía que su mandíbula mostraba una nueva dureza. La de la contención. Lo siguió acariciando, bajando por su duro vientre hasta que él respondió llevando sus dos manos a la base de su cuello. 

    Sus manos allí le fundieron el estómago y tuvo que unir sus muslos. Algo vibraba insistentemente incomodándola y no sabía que era. Yaman extendió los dedos y los bajó por los montes de sus pechos. Nuevos gemidos escaparon de su boca para deleite de él. El encaje le molestaba y tiró de él para descubrir sus senos de pezones enhiestos y sonrosados. Ella miró hacia otro lado muerta de vergüenza pero Yaman la buscó con la mirada. Volvió a atraparle los labios y los succionó mientras sus dedos hábiles tocaban, acunaban y retorcían. Seher temblaba, vibraba y hasta creía estar volviéndose loca con los besos cada vez más húmedos y las caricias abrasadoras de él. Llevó sus manos a su pelo negro y lo acarició. La pasión de su marido cada vez era más salvaje y ella recordó cómo amansar a la fiera. Con caricias lentas. Después de su pelo, rozó su espalda y él la sorprendió tumbándolos a ambos sobre el colchón. 

    Apoyado en sus fuertes antebrazos, para no aplastarla con su cuerpo, Yaman la miró con adoración. 

    –Confía en mí, por favor –pidió a su esposa.

    –Siempre –respondió ella entre respiraciones cada vez más rápidas.

    Yaman dejó un leve beso en sus labios y fue en busca de los dulces pezones de su mujer. Los besó con cariño, los lamió goloso y se los metió en la boca para extraer de ellos todo el placer que pudiera para su mujer. La oyó gemir, casi gritar y se sintió más fuerte que nunca. Bajó una mano y, decidido, la coló bajo el vestido, la subió por su muslo y empezó a rozarle las ingles. Cuando vio que ella movía las piernas sin saber lo que quería, él se lo dio. Apartó su ropa interior y tocó la miel caliente que ella vertía para él. Sólo para él. No dejó de besarla. De sus senos a su boca y de vuelta a su cuello. Seher se movía inquieta, gemía enfebrecida y él tampoco era capaz de aguantar mucho más. Ya habían aguantado demasiado. 

    Se desabrochó los tensos pantalones y liberó su miembro. Tomó a su mujer de la cadera y la acercó a su calor impaciente. Cuando estuvo en la frontera de su cuerpo la miró a los verdes ojos. Unos ojos llenos de deseo y de cálida espera. Ella entendió su mirada de disculpa y abrió más las piernas en una muestra más de confianza. Yaman la besó agradecido y empujó en ella. Ambos jadearon de felicidad y se llenaron de paciencia. El camino era estrecho pero amable y Yaman llegó al final de él con todo el amor del mundo. Una vez unidos hasta el infinito los dos se movieron buscando aumentar las sensaciones. Se besaron como nunca y la lujuria y la pasión pudieron fundirse con el amor y el cariño. 

    Yaman empujaba en ella, entrando y saliendo sin descanso y ella lo recibía ansiosa. Tras varios compases más, el fuego prendido de besos y caricias lo quemó todo. Gritaron al mismo tiempo, se abrazaron con fuerza y, cuando pudieron hablar, se susurraron todo el amor que sentían. El éxtasis trajo paz y calma a los amantes, que se pasaron el resto de la noche mirándose, hablándose. Cuando los besos y caricias cariñosas se caldearon, volvieron a hacerse el amor. El fuego de fuera estaba casi consumido, pero el de dentro no dejó de crecer. Y no. No pasaron nada de frío.😉

    


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Published on February 27, 2022 01:15

January 14, 2022

SILHAL CAPÍTULO 37


 

Sila parpadeó hasta abrir los ojos del todo. Sonrió y frotó mimosa con la mejilla el suave pecho sobre el que descansaba. Se abrazó más al hombre que la aferraba por la cintura, a pesar de estar dormido, besó su marcado pectoral, y salió furtivamente de la cama. 

En las escaleras, le hizo la señal de guardar silencio a la pequeña Lilah (Buffy) y bajó a la cocina a preparar café. Volvió a sonreír recordando la noche anterior. En casa de sus padres, no sólo se había reunido la familia Turkoglu si no que también habían acudido el padre y hermanas de Halil con los niños. Su maravillosa madre había jugado con el carácter huraño del padre de Halil de manera magistral, hasta conseguir amansarlo como a un gato y lograr que el ambiente fuera festivo toda la noche. 

  De hecho, la velada hasta se había pasado de festiva. Halil y ella habían acabado cantando, cuando el sobrino de él había sacado una guitarra, y sospechaba que su padre le había puesto algo de alcohol a su famoso coktail de fin de año (engañando un poquito a Allah). Si su novio bajaba las escaleras frunciendo el ceño a lo Yaman y mesándose el cabello sería señal de resaca... 

    Estaba sacando el "cevde" del fuego cuando oyó un gruñido seguido de dos ladridos en el piso de arriba. Luego se giró para ver a su imponente novio bajar las escaleras... mesándose el pelo y con el ceño más fruncido que nunca. La miró, gruñó de nuevo y se metió en el baño. Sila no pudo evitar soltar una carcajada, preparó algo de comer y lo dispuso en la barra americana de la cocina, a la espera de que su resacoso chico se uniera a ella. 

    – Voy a matar a mi suegro – avisó Halil, saliendo del baño. 

    – Si a estas alturas yo no he matado al mío... tú no vas a matar al tuyo porque se le fuera un poquito la mano con el licor – defendió Sila a su amoroso padre. 

    Halil gruñó y acabó de acercarse a ella. La abrazó por detrás y acarició con su nariz la suave columna del cuello de Sila. 

    – Mmm – murmuró empezando a dejar pequeños besos en su recorrido. 

    – Tómate el café antes de que se enfríe... – le dijo Sila, aunque reticente a que él dejara de mimar el territorio sensible bajo su oreja.

    – Tamam. Café, borek y feliz año. 

    – ¿Feliz año? Si no dejaste de repetirlo anoche. 

    – No me has entendido Sila... después de pasarme toda la noche pendiente de tu escote y de la raja de tu vestido... y controlándome ante la familia... me quedé dormido nada más tumbarme en la cama. 

    – ¿Culpa de mi padre también? Halil Bey...

    – Totalmente, así que después del desayuno... ya sabes... "feliz año" privado... – Halil le dio un último beso con roce de dientes y fue a sentarse frente a ella. 

--------------

    Después del tranquilo desayuno, no pudieron acercarse el uno al otro para celebrar su particular "feliz año" porque sonó el timbre ¿es que nadie dormía hasta tarde el 1 de enero?

    La inesperada visita era su amigo Serkan Mut. A Sila no le gustó demasiado que su director llegara tan serio, por lo que se sentó en el sofá, lo más cerca que pudo de Halil, para escuchar las obvias malas noticias que les traían. 

    – Los han detenido – fue lo primero que soltó Serkan. 

    – ¿A quiénes? – preguntó Sila, confundida. 

    Serkan miró asombrado a Halil, porque no se esperaba que su actor principal y amigo no le hubiera contado a su novia cómo iban las investigaciones de los ataques sufridos en el set. 

    – Cariño – Halil tomó entre sus manos las de Sila, antes de seguir hablando – ayer, poco antes de salir hacia la casa de tu madre, me llamó la policía. Por fin encontraron las pruebas que confirmaban la identidad de los responsables de los ataques que sufrimos. 

    – ¿A qué te refieres con "confirmaban"? Halil... tú sabes a quiénes han detenido ¿verdad? ¿acaso sospechabas de alguien? – Sila retiró de sopetón sus manos de entre las de él, cosa que lo preocupó sobremanera. 

    – Sí. Es algo que comenté en su día con Nazmiye y Karamel, además de con Serkan y Ayhan... – Halil hablaba y notaba como una fría niebla le ocupaba el pecho.  

    – Pero no conmigo. Nunca conmigo, Halil – Sila lo interrumpió, lanzó el reproche y huyó escaleras arriba, sin importarle que Serkan hubiera presenciado la escena, pero no queriendo alargarla.

    Halil la siguió con la mirada, maldiciendo no haber encontrado nunca el momento para contarle todo. 

    – Lo siento, Halil. Pensaba que ella estaba al tanto - se disculpó el director. 

    - La culpa es mía, kahretsin, siempre es mía. Ahora subiré y hablaré con ella - Halil sólo esperaba que, una vez más, Sila le perdonara.     

    Pero tras la marcha de Serkan, al cual había acompañado a la puerta, oyó su preciosa voz. Preciosa y, por primera vez, vacía. 

    - No cierres la puerta, Halil. Yo también me voy - sus palabras le sonaron a condena. 

    Halil giró y vio lo que tanto temía, a Sila con su pequeña maleta y su bolso al hombro. 

    - Hayir, Sila. Espera, tengo mucho que contarte...

    - Llegas tarde para contar nada, sin embargo sí hay algo que quiero saber, ¿quiénes son? - pidió ella, tratando de no derrumbarse. Aguantaría el tipo hasta llegar a casa de sus padres. 

    Halil hizo amago de ir a sujetarla por los brazos pero Sila se echó hacia atrás, levantando sus manos como un muro entre ellos. 

    - Cariño, lütfen, deja que te explique - pidió él, notando el pánico expandirse por su cuerpo como un veneno. 

    - Sus nombres, Halil - demandó ella, ya sin mirarlo a los ojos. No podía. 

    - Gülderen (Kiraz) y... Ali Çakalgöz (Arif Baba), por eso los expulsaron de la serie. Ella... está obsesionada conmigo y Ali lo está con ella, por lo que accedió a ayudarla, pero yendo demasiado lejos - explicó Halil rápidamente, tratando de hacerle un resumen que la hiciera querer quedarse a escuchar más. 

    - Tamam... tengo suficiente. Déjame... - Sila se tragó un nudo de lágrimas no derramadas y siguió - déjame salir, lütfen

    A Halil le dolían los brazos de la necesidad de abrazarla y anclarla a su pecho para siempre, pero tuvo que resistir como pudo. 

    - Sé que he vuelto a decepcionarte, Sila, pero no te vayas. No quería preocuparte, no quería ver miedo en tus ojos...

    - ¿Sabes? - Sila parpadeó y siguió mirando la blanca superficie de la puerta - ya sé por qué bordas tu papel de Yaman. Tenéis mucho en común, Halil. Déjame ir. 

    - Tienes razón, Sila. En algunas cosas, Yaman y yo somos iguales. En la manera torpe de amar...

    - Y en no saber confiar - añadió ella, con tristeza. 

    - No es eso, joder. No es eso... - las manos de Halil se apretaron en fuertes puños. 

    Sila cerró los ojos un instante para suspirar, luego aferró su troley y dio un paso. Alargó la mano hacia la maneta y la abrió, sin que él la detuviera, a pesar de estarse muriendo de ganas de hacerlo. Finalmente, salió rápida y se coló en el ascensor. 

    Halil no pudo reaccionar. La rabia contra sí mismo era tanta que lo inmovilizaba y le impedía salir corriendo tras ella a implorarle que lo perdonara. Tan sólo el puñetazo de frustración contra la pared y los ladridos de Lilah lo sacaron del maldito trance. 

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    Cuando Sila llegó a casa de sus padres, su madre se asustó al verle la cara. 

    - Por Allah bendito, hija mía, ¿qué te pasa? Esa cara ¿es la resaca de nochevieja?

    - Anne...- Sila pronunció la palabra mágica y las lágrimas empezaron a caer, mientras se dejaba arrullar por su madre. 

    - Hija... dime algo, que me estás asustando - pidió su madre segundos más tarde, sin dejar de pasarle la mano por la espalda. 

    - Halil... ha vuelto a dejarme fuera. No me cuenta las cosas, mamá. Cosas importantes... – hipó entre lágrimas, deteniendo sus palabras. 

    - Bueno, yo a tu padre no le cuento todo. Que el hombre se me estresa y no hay luego quién lo aguante...

    - Anne... no estamos hablando de ocultarle lo que te gastas en zapatos o si nos dejaste salir a escondidas de él - murmuró Sila, agradeciendo siempre el humor de su madre. 

    - Tamam, tamam, ya veo que Halil ha metido la pata. Supongo que no tardaremos en tenerlo en la puerta maullando como un gatito tu perdón - la consoló su madre. 

    - No creo, mamá. Igualmente, necesito algo de espacio. Amarlo desde hace tanto tiempo no me deja ver si somos compatibles. Quizás que mi sueño de adolescente se hiciera realidad me deslumbró, e impidió comprender que él tenía razón, y que muchas cosas nos separaban. 

    - Cariño, sólo hace falta veros juntos para saber lo compatibles que sois. Si hasta los fans de Emanet lo saben, pero - dijo su madre levantando la mano pidiendo no ser interrumpida - eso es algo que debéis descubrir vosotros.

    Sila dio un último achuchón a su madre, la besó en la mejilla y se separó de sus amorosos brazos.  

    - Voy a mi piso, anne

    - Tamam, mi niña - aquí estará tu familia para lo que necesites. 

    - Lo sé. Seni seviyorum - dijo Sila, saliendo ya por la puerta. 

    - Ben de, kızım.

---------------    


    Halil se pasó prácticamente el primer día del año tirado en el sofá, acariciando a la perrita y mirando con resquemor su piano. Parecía llamarlo para que descargara en él el dolor de su corazón, pero no quería maltratar las teclas a base de añoranza. El pobre instrumento, que tantas alegrías le había dado, no merecía sufrir su mal de amores. El sonido de su móvil lo hizo saltar deseando que fuera ella pero, al ver el nombre de su hermana Huda en pantalla, en seguida se preguntó "¿por qué diablos iba Sila a llamarme?"

    – ¡Hola Halil! – lo saludó Huda. 

    – Abla... – respondió Halil, pasándose la mano por entre el negro cabello. 

    – Oh, oh ¿qué te pasa? ¿aun no te has recuperado de la bromita de tu suegro? – rió ella. 

    – Me ha dejado. Sila me ha dejado – soltó él en voz baja y grave.

    Huda frunció el ceño igual que su hermano, negó con la cabeza pensando que no había oído bien y volvió a la conversación. 

    – Eso no puede ser, hermano. Tu novia te quiere más que a nada en el mundo. 

    – Lo sé. Y queriéndome ha tenido que alejarse de mí. No aprendo, Huda. Repito los mismos errores una y otra vez – lamentó Halil, frotándose el puente de la nariz. 

    Huda hizo un rápido repaso a los defectos de su hermano, y llegó al que probablemente había irritado a Sila, pues era el que también la sacaba a ella de sus casillas. 

    – Uy. Supongo que te refieres a esa manía tuya de ahorrar a quienes amas cualquier motivo de pena, dolor, humillación, etc Vamos, lo que has hecho con nosotras desde pequeño ¿no? Comiéndote tú siempre los marrones y haciéndonos de escudo a tus hermanitas. 

    – Supongo... – suspiró Halil. 

    – Pero abi... Sila es tu pareja. A ella no puedes mantenerla al margen, aunque sea para evitarle el dolor de una traición, o un desengaño o lo que sea – lo riñó con cariño Huda. 

    – Joder, abla, lo sé. Si lo peor del caso es que lo sé, pero cuando ocurre algo que puede afectarla... simplemente, no puedo. No soporto ver a Sila sufrir – se excusó el actor.  

    – Pues entonces tendrás que acostumbrarte a no verla – a Huda le dolió el escarmiento a su hermano – Ella lo da todo, Halil, y te lo ha demostrado una y otra vez y quiere lo mismo de ti. Merece lo mismo de ti y si no puedes dárselo... 

    – No lo digas en voz alta. Llevo todo el día diciéndomelo yo y... tratando de asumirlo – "sin ahogarme en la pena".

    – ¿Asumirlo? Hermano no pretendía que me dieras la razón, ¡allah kahretsin! Pretendía que me dijeras que ibas a dejar de ser siempre el que para los golpes. Ahora tienes una compañera, Halil, y una muy fuerte. Deja que Sila luche a tu lado, no la pongas detrás de ti. Ella no quiere eso – Huda calló y cruzó los dedos esperando haber hecho reaccionar a su testarudo hermano. 

    A la menor de los Ceyhan le pareció oír un suspiro al otro lado de la línea y esperó.

    – Haré todo lo posible e imposible por recuperarla – dijo Halil finalmente. 

    – ¡Ese es mi abi! Ahora sólo hace falta que Allah te eche una mano y que te lo curres... eh... bastante, ¿para qué mentirte?, pero recuerda que tienes un punto muy fuerte a tu favor – le quiso animar Huda. 

    – ¿Cuál? – Halil necesitaba toda la esperanza posible.

    – Su amor infinito por tí. 

    – Gracias, abla.

    – De nada, Hal. Te quiero – se despidió Huda. 

    – Y yo a ti, hermana – respondió Halil. 

--------------


    Aquella noche Sila no había bajado a cenar. Sólo aceptó tomar un té que le subió su padre endulzado con un beso y un abrazo de su maravilloso progenitor. Le sonrió en agradecimiento. Con él no hacían falta palabras. Así como el amor entre su madre y ella siempre estaba lleno de consejos, confidencias y experiencias, el amor con su padre se basaba en los gestos, en los silencios, en las sonrisas y en los abrazos. 

    Sila dio gracias a Allah por sus padres e hizo lo que se había prometido no hacer, a fin de no hundirse más en la añoranza que le atenazaba el pecho. Tomó su móvil y buscó una de sus fotos preferidas. Era de las vacaciones de verano. Se la habían hecho nada más reencontrarse, justo después de haberse demostrado en la habitación del hotel lo mucho que se habían echado de menos. Después de un par de semanas separados, pues ella había volado a Izmir y él se había quedado en Estambul mejorando su monta a caballo, Halil y ella se habían perdido en un pequeño pueblo de la costa griega. Habían llegado allí por separado y el reencuentro no había podido ser más apasionado. Nada más salir del hotel, borrachos de amor, Halil había tomado el selfie, por lo que en la foto habían quedado grabadas sus miradas. Unas miradas que lo decían todo, como siempre. Unas miradas que los fans que los querían siempre habían sabido interpretar.   

    Sila suspiró recordando aquellos días, pasados a solas, sin temor a que nadie los reconociera. Habían paseado, se habían sumergido en las cristalinas aguas de la costa griega, habían esquivado el sol bajo una gran sombrilla en la playa, habían salido a correr juntos y habían practicado yoga en pareja. Recordar las noches fue más doloroso. Noches pasadas entre sus brazos, siendo amada por él y por su forma intensa de hacerle el amor... Sila tuvo que cerrar los ojos un momento. 

    El beep de un whatsapp entrando la hizo abrir los ojos de repente. Era de él. ¡Ay Allah!. Se enderezó en la cama y lo abrió. 

    Halil: No voy a renunciar a ti. Si tengo que pasarme el resto de mi vida implorando tu perdón cada día, lo haré. Enséñame a amar como lo haces tú, porque yo te quiero con toda mi alma pero mi amor tiene notas desafinadas mientras que el tuyo siempre ha sonado como una perfecta melodía. Voy a dormirme mirando esta foto. Te quiero. 

    Sila se limpió una lágrima y abrió asombrada la misma foto que había estado mirando ella. Al igual que él, en esa imagen concilió el sueño. 

--------------

    

    Al día siguiente, Sila aparcó en su lugar habitual y caminó lentamente hacia la mansión. Cuando se acercó a la carpa del café, sus verdes ojos se movieron buscando su alta figura, sin poder evitarlo, pues una noche sin él le había parecido una eternidad, y ahora necesitaba tenerlo reflejado en sus ojos. Entendió que él no estaba por allí y, tratando de ocultar su tristeza, atendió a Zeynep (Neslihan), que se había acercado a saludarla. 

    – Günaydin Sıla. Han dejado esto para ti en la mesa del café – su compañera le entregó una pequeña bandeja, le sonrió y se alejó hacia la entrada de la casa. 

    Sila bajó sus ojos hacia la bandeja y vio un vaso de café humeante, una porción de borek y una pequeña rama de buganvillas. Sin leer la nota, que descansaba bajo las pequeñas flores fucsias, sabía quién le mandaba el desayuno. Con las buganvillas, Halil le había traído otro cálido recuerdo del verano para calentarla esa fría mañana. Del día pasado en Alaçati (Izmir) con él, tenía una foto que había compartido en instagram, para deleite de sus fans. 



Pero otras escenas de aquel día no tenían foto que las inmortalizara, sólo podía guardarlas en su memoria. Y su memoria voló a otro recuerdo que le quitó el frío de repente. Después del paseo y de las fotos, que Halil no paraba de hacerle, llegaron al discreto apartamento. Él se había vuelto loco, paseando con ella por aquel conservador lugar, sin poder tocarla apenas por lo que, nada más llegar a su habitación, la había sujetado por la cintura y la había apoyado en la puerta. Su boca había ido directa a su cuello y sus manos habían navegado por sus caderas hasta colarse por el bajo del floreado vestido. Sila había echado la cabeza hacia atrás para regalarle su piel cálida y dulce y él había respirado su aroma hasta perder la cordura. 

    Sus grandes manos subieron a sus nalgas y la apretaron contra su erección. Se moría por ella y quería que ella lo supiera. Y lo supo. Lo supo y lo buscó para hacerle saber que ella también lo deseaba. Sus labios se encontraron para besarse al mismo ritmo que se incitaban sus cuerpos. Sila le mordió el labio y él contraatacó apartando su ropa interior y metiendo los dedos entre la miel caliente que fluía por él. La acarició con pericia y la besó con mimo, oyendo feliz sus gemidos de placer, sin detenerla cuando ella le abrió la camisa de cuadros. Sila jadeaba pero quería más. Lo quería a él dentro de ella por lo que le desabrochó el cinturón y bajó su ropa impaciente. 

    Halil notaba los latidos de su corazón golpear cada vez más fuerte, en una percusión de amor, felicidad y placer que ansiaba que ella escuchara y compartiera. Y así era. Sila se bajó el escote del vestido para provocarlo y seguir escuchando el batir salvaje que marcaba el ritmo de aquel baile sensual. Arañó las caderas de su novio y le susurró "lütfen" en los labios. Halil la tomó, apasionado, por los muslos y se la subió a su cintura para poder penetrarla con su cuerpo y con su alma, y ella lo recibió escondiendo la cara en su fuerte cuello y marcándolo a fuertes besos y suaves mordiscos. 

    Con el placer de encontrarse piel con piel, la temperatura les subió a los dos, haciendo que sus movimientos fueran más desesperados. Él la empotraba una y otra vez, repitiendo su nombre, y ella lo abrazaba, sin lograr abarcar su ancha espalda, queriéndolo más adentro, más fuerte, más infinito... 

    El orgasmo de Sila le llegó como un río de lava, arrasándola y haciéndola gritar su éxtasis. De ella, el placer pasó a Halil, enroscándosele en la espalda y estallando en un último empuje dentro de la mujer que amaba. 

    Sila no recordaba cómo habían llegado después a la cama. Pero recordaba la felicidad de haber despertado tumbada en su pecho, entre blancas sábanas, después de una siesta dormida a la brisa perfumada de las flores que colgaban fuera de la ventana. 

    Halil no sintió reparos en espiarla desde una de las ventanas de la mansión. Deseó haberle llevado recuerdos de todo lo bueno que compartían: de despertares, de cafés, de paseos... y de pasión. Volvió a pedirle a Allah que aquella mujer, la mujer que había sido capaz de esperarlo tantos años, cediera y lo perdonara de nuevo. 

    Sila leyó rápidamente la nota de la bandeja, que sólo ponía "perdóname", y agradeció que el frío de la mañana ocultara el rubor del caliente recuerdo del verano. Se encaminó a la caravana de maquillaje y vestuario y se preparó para hacer lo que ya había hecho mil veces. Actuar junto a Halil, disimular que lo amaba en la vida real e interpretar que lo amaba en la ficción. Una pirueta de sentimientos que debían ser captados por las cámaras y mostrados a la audiencia. 

    Salió de la caravana con el bonito vestido negro y se ajustó la coleta alta. Cuando apareció en la terraza, Berat corrió a ella para abrazarla y desearle un feliz año. Ella le correspondió y miró más allá de la mesa, preparada para una cena romántica. Allí estaba Halil, que la miraba, vestido de traje y con semblante serio. Ella también se limitó a mirarlo, sin saber si sus verdes ojos mostraban lo que sentía. Rodaron la bajada de las escaleras, mientras él la miraba, la salida a la terraza dados de la mano y, cuando finalmente anocheció, la cena íntima. Sólo hablaron Seher y Yaman. Sila y Halil se limitaron a mirarse. 

    Cuando sonó la música del violín y la tomó para bailar, Halil aprovechó que la cámara no lo enfocaba para susurrarle al oido un te quiero tan bajito, que ella lo miró confusa y dudando si había escuchado bien. Él se limitó a insinuarle una sonrisa pero Serkan apareció para romper el momento y anunciar que debían ir a grabar la escena de la habitación. 

    Iluminado por la luz de las velas, Halil bebía su imagen, deseando que gritaran acción sólo para volver a tenerla cerca. Un metro de distancia ya era un suplicio para él, pero tuvo que tomar aire y esperar a que la escena estuviera preparada. La vio mirarlo de reojo y apartar la mirada. Ella también estaba nerviosa. 

    Por fin el director dio la orden, mirando su pequeña pantalla. Sus ojos, que habían dirigido miles de escenas de amor, se abrieron como platos al captar a Halil diciendo Seher de aquella manera. Por el amor de Allah, por un momento pensó que se le escaparía el nombre de Sila, pero su actor principal bordó la escena de amor, dejando a su compañera de rodaje derretida entre sus brazos. "Pobre Sila", pensó Serkan, "Halil había utilizado toda su artillería para reconquistarla y ahora la tenía rendida, mirándolo loca de amor". Serkan tuvo que recordarle a Sila que debía cerrar los ojos y se permitió una pequeña broma. 

    – Eso. Cierras lo ojos y procuras decir el nombre correcto. 

    Sila parpadeó y lanzó una mirada de reproche a su director. Luego volvió a mirar a Halil y le pareció que sus manos se movían levemente por su talle, haciéndola coger aire de golpe. "Así que ¿se habían compinchado esos dos?" sospechó ella. 

    – Yaman... – abrió los ojos, los clavó en los negros iris de Halil y repitió – Yaman...

    Halil cerró los ojos. De echo su personaje debía cerrarlos también, por lo que Yaman y él coincidieron. Ambos se sintieron en el séptimo cielo al escuchar la voz de la mujer amada. A Halil no le importó que ella dijera otro nombre porque, al fin y al cabo, lo había dicho mirándolo a él. 

    Acabada la escena, Serkan dio por concluido el rodaje del día. Sus actores principales siguieron sin hablarse directamente pero se comunicaron perfectamente. ¿O acaso la gente pensaba que las miradas entre Yaman y Seher eran producto de una impecable técnica interpretativa? No. Desde la grabación del primer encuentro entre los tíos de Yusuf, ya había quedado claro que la pantalla captaba más de los que los actores pensaban. 

    Halil se cambió de ropa y esperó a que Sila saliera también de la caravana de vestuario. Cuando la vio, el corazón le botó igual que lo había hecho en el ascensor de Karamel, tantos meses atrás. Siempre era como la primera vez porque se enamoraba de ella cada día. Le alegró que Sila no lo esquivara y caminara directa hacia él. Esperó a tenerla delante, antes de hablar con el corazón en la mano. 

    – ¿Te enfadarías mucho si aparezco luego en la puerta de tu casa?

    – No me enfadaré. Te esperaré – respondió Sila, para luego darse la vuelta y caminar hacia su coche. 

    Halil se grabó en el alma aquellas últimas dos palabras porque entendió que resumían el amor de Sila hacia él. Ella lo había esperado desde adolescente y en el ascensor de Karamel había terminado la espera. Aquel "te esperaré" era casi más poderoso que un "te quiero" pues le recordaba todas las veces que Sila, efectivamente, había esperado por él. Con paciencia y con comprensión había esperado que él se abriera al amor y venciera oposiciones paternas y prejuicios sociales. Y eso... el amor de Sila... no merecía esperar más. Halil sonrió feliz y fue a buscar su Porsche. 

    Sila había llegado a su casa pero había pasado primero por la de sus padres. 

    – Si oís a Halil en la puerta, no abráis. No os asoméis a la ventana. Papá, tú no juegues con las luces del jardín ¿tamam

    – Tamam, hija. Os dejaremos reconciliaros tranquilos, porque está claro que vas a perdonarlo. Ni un día has aguantado, eres igual de floja que tu madre – le dijo su padre. 

    – ¡Eh! Yo te perdonaba rápido porque me dabas pena – le soltó su madre a su padre. 

    – ¿Pena? No podías vivir sin mí, Askim. 

    – Mashallah, será mejor que entréis los dos antes de que discutáis y tengáis que interpretar otra escena de reconciliación – pidió Sila, subiendo las escaleras hacia su piso. 

    Cientos de latidos más tarde, a Sila le pareció escuchar música. Se acercó a la ventana y apartó la cortina con mano temblorosa. Allí estaba él, sentado en el primer escalón haciendo sonar un baglama (guitarra turca) y cantando "Yandim" de Tarkan.


  Halil cantó con su preciosa voz  "no me canso de mirar a la mujer que me ha hecho volver a cantar" y a Sila le cayeron dos lagrimones. Ay Allah, su padre tenía razón. No podía vivir sin Halil y lo perdonaría las veces que hiciera falta. Fue pensar eso y verlo levantar la mirada para atraparla tras la cortina. Sila abrió la puerta y sonrió al ver que Buffy también estaba allí, mirándola casi con la misma mirada que Halil. 

    – Hola mi amor – le dijo él sin levantarse, así quería estar, a sus pies – iba a limitarme a repetir tus palabras: "Te esperaré", pero he pasado tanto miedo estas últimas horas que quiero pedirte que no esperemos más. 

    – No entiendo... – susurró Sila, tratando de limpiarse las lágrimas. 

    – Primero, tengo que saber algo ¿me perdonas? 

    – Claro, Halil Bey... siempre – sonrió Sila en medio de un puchero. 

    – Y segundo, ¿te casas conmigo?

    


    

Gracias, siempre, a todas las que habéis seguido esta historia. A las que habéis esperado por el final, animándome a escribirlo. Sois lo mejor de escribir. Isa. 


     

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Published on January 14, 2022 12:58

SILHAL CAPÍTULO FINAL


 

Sila parpadeó hasta abrir los ojos del todo. Sonrió y frotó mimosa con la mejilla el suave pecho sobre el que descansaba. Se abrazó más al hombre que la aferraba por la cintura, a pesar de estar dormido, besó su marcado pectoral, y salió furtivamente de la cama. 

En las escaleras, le hizo la señal de guardar silencio a la pequeña Lilah (Buffy) y bajó a la cocina a preparar café. Volvió a sonreír recordando la noche anterior. En casa de sus padres, no sólo se había reunido la familia Turkoglu si no que también habían acudido el padre y hermanas de Halil con los niños. Su maravillosa madre había jugado con el carácter huraño del padre de Halil de manera magistral, hasta conseguir amansarlo como a un gato y lograr que el ambiente fuera festivo toda la noche. 

  De hecho, la velada hasta se había pasado de festiva. Halil y ella habían acabado cantando, cuando el sobrino de él había sacado una guitarra, y sospechaba que su padre le había puesto algo de alcohol a su famoso coktail de fin de año (engañando un poquito a Allah). Si su novio bajaba las escaleras frunciendo el ceño a lo Yaman y mesándose el cabello sería señal de resaca... 

    Estaba sacando el "cevde" del fuego cuando oyó un gruñido seguido de dos ladridos en el piso de arriba. Luego se giró para ver a su imponente novio bajar las escaleras... mesándose el pelo y con el ceño más fruncido que nunca. La miró, gruñó de nuevo y se metió en el baño. Sila no pudo evitar soltar una carcajada, preparó algo de comer y lo dispuso en la barra americana de la cocina, a la espera de que su resacoso chico se uniera a ella. 

    – Voy a matar a mi suegro – avisó Halil, saliendo del baño. 

    – Si a estas alturas yo no he matado al mío... tú no vas a matar al tuyo porque se le fuera un poquito la mano con el licor – defendió Sila a su amoroso padre. 

    Halil gruñó y acabó de acercarse a ella. La abrazó por detrás y acarició con su nariz la suave columna del cuello de Sila. 

    – Mmm – murmuró empezando a dejar pequeños besos en su recorrido. 

    – Tómate el café antes de que se enfríe... – le dijo Sila, aunque reticente a que él dejara de mimar el territorio sensible bajo su oreja.

    – Tamam. Café, borek y feliz año. 

    – ¿Feliz año? Si no dejaste de repetirlo anoche. 

    – No me has entendido Sila... después de pasarme toda la noche pendiente de tu escote y de la raja de tu vestido... y controlándome ante la familia... me quedé dormido nada más tumbarme en la cama. 

    – ¿Culpa de mi padre también? Halil Bey...

    – Totalmente, así que después del desayuno... ya sabes... "feliz año" privado... – Halil le dio un último beso con roce de dientes y fue a sentarse frente a ella. 

--------------

    Después del tranquilo desayuno, no pudieron acercarse el uno al otro para celebrar su particular "feliz año" porque sonó el timbre ¿es que nadie dormía hasta tarde el 1 de enero?

    La inesperada visita era su amigo Serkan Mut. A Sila no le gustó demasiado que su director llegara tan serio, por lo que se sentó en el sofá, lo más cerca que pudo de Halil, para escuchar las obvias malas noticias que les traían. 

    – Los han detenido – fue lo primero que soltó Serkan. 

    – ¿A quiénes? – preguntó Sila, confundida. 

    Serkan miró asombrado a Halil, porque no se esperaba que su actor principal y amigo no le hubiera contado a su novia cómo iban las investigaciones de los ataques sufridos en el set. 

    – Cariño – Halil tomó entre sus manos las de Sila, antes de seguir hablando – ayer, poco antes de salir hacia la casa de tu madre, me llamó la policía. Por fin encontraron las pruebas que confirmaban la identidad de los responsables de los ataques que sufrimos. 

    – ¿A qué te refieres con "confirmaban"? Halil... tú sabes a quiénes han detenido ¿verdad? ¿acaso sospechabas de alguien? – Sila retiró de sopetón sus manos de entre las de él, cosa que lo preocupó sobremanera. 

    – Sí. Es algo que comenté en su día con Nazmiye y Karamel, además de con Serkan y Ayhan... – Halil hablaba y notaba como una fría niebla le ocupaba el pecho.  

    – Pero no conmigo. Nunca conmigo, Halil – Sila lo interrumpió, lanzó el reproche y huyó escaleras arriba, sin importarle que Serkan hubiera presenciado la escena, pero no queriendo alargarla.

    Halil la siguió con la mirada, maldiciendo no haber encontrado nunca el momento para contarle todo. 

    – Lo siento, Halil. Pensaba que ella estaba al tanto - se disculpó el director. 

    - La culpa es mía, kahretsin, siempre es mía. Ahora subiré y hablaré con ella - Halil sólo esperaba que, una vez más, Sila le perdonara.     

    Pero tras la marcha de Serkan, al cual había acompañado a la puerta, oyó su preciosa voz. Preciosa y, por primera vez, vacía. 

    - No cierres la puerta, Halil. Yo también me voy - sus palabras le sonaron a condena. 

    Halil giró y vio lo que tanto temía, a Sila con su pequeña maleta y su bolso al hombro. 

    - Hayir, Sila. Espera, tengo mucho que contarte...

    - Llegas tarde para contar nada, sin embargo sí hay algo que quiero saber, ¿quiénes son? - pidió ella, tratando de no derrumbarse. Aguantaría el tipo hasta llegar a casa de sus padres. 

    Halil hizo amago de ir a sujetarla por los brazos pero Sila se echó hacia atrás, levantando sus manos como un muro entre ellos. 

    - Cariño, lütfen, deja que te explique - pidió él, notando el pánico expandirse por su cuerpo como un veneno. 

    - Sus nombres, Halil - demandó ella, ya sin mirarlo a los ojos. No podía. 

    - Gülderen (Kiraz) y... Ali Çakalgöz (Arif Baba), por eso los expulsaron de la serie. Ella... está obsesionada conmigo y Ali lo está con ella, por lo que accedió a ayudarla, pero yendo demasiado lejos - explicó Halil rápidamente, tratando de hacerle un resumen que la hiciera querer quedarse a escuchar más. 

    - Tamam... tengo suficiente. Déjame... - Sila se tragó un nudo de lágrimas no derramadas y siguió - déjame salir, lütfen

    A Halil le dolían los brazos de la necesidad de abrazarla y anclarla a su pecho para siempre, pero tuvo que resistir como pudo. 

    - Sé que he vuelto a decepcionarte, Sila, pero no te vayas. No quería preocuparte, no quería ver miedo en tus ojos...

    - ¿Sabes? - Sila parpadeó y siguió mirando la blanca superficie de la puerta - ya sé por qué bordas tu papel de Yaman. Tenéis mucho en común, Halil. Déjame ir. 

    - Tienes razón, Sila. En algunas cosas, Yaman y yo somos iguales. En la manera torpe de amar...

    - Y en no saber confiar - añadió ella, con tristeza. 

    - No es eso, joder. No es eso... - las manos de Halil se apretaron en fuertes puños. 

    Sila cerró los ojos un instante para suspirar, luego aferró su troley y dio un paso. Alargó la mano hacia la maneta y la abrió, sin que él la detuviera, a pesar de estarse muriendo de ganas de hacerlo. Finalmente, salió rápida y se coló en el ascensor. 

    Halil no pudo reaccionar. La rabia contra sí mismo era tanta que lo inmovilizaba y le impedía salir corriendo tras ella a implorarle que lo perdonara. Tan sólo el puñetazo de frustración contra la pared y los ladridos de Lilah lo sacaron del maldito trance. 

----------------


    Cuando Sila llegó a casa de sus padres, su madre se asustó al verle la cara. 

    - Por Allah bendito, hija mía, ¿qué te pasa? Esa cara ¿es la resaca de nochevieja?

    - Anne...- Sila pronunció la palabra mágica y las lágrimas empezaron a caer, mientras se dejaba arrullar por su madre. 

    - Hija... dime algo, que me estás asustando - pidió su madre segundos más tarde, sin dejar de pasarle la mano por la espalda. 

    - Halil... ha vuelto a dejarme fuera. No me cuenta las cosas, mamá. Cosas importantes... – hipó entre lágrimas, deteniendo sus palabras. 

    - Bueno, yo a tu padre no le cuento todo. Que el hombre se me estresa y no hay luego quién lo aguante...

    - Anne... no estamos hablando de ocultarle lo que te gastas en zapatos o si nos dejaste salir a escondidas de él - murmuró Sila, agradeciendo siempre el humor de su madre. 

    - Tamam, tamam, ya veo que Halil ha metido la pata. Supongo que no tardaremos en tenerlo en la puerta maullando como un gatito tu perdón - la consoló su madre. 

    - No creo, mamá. Igualmente, necesito algo de espacio. Amarlo desde hace tanto tiempo no me deja ver si somos compatibles. Quizás que mi sueño de adolescente se hiciera realidad me deslumbró, e impidió comprender que él tenía razón, y que muchas cosas nos separaban. 

    - Cariño, sólo hace falta veros juntos para saber lo compatibles que sois. Si hasta los fans de Emanet lo saben, pero - dijo su madre levantando la mano pidiendo no ser interrumpida - eso es algo que debéis descubrir vosotros.

    Sila dio un último achuchón a su madre, la besó en la mejilla y se separó de sus amorosos brazos.  

    - Voy a mi piso, anne

    - Tamam, mi niña - aquí estará tu familia para lo que necesites. 

    - Lo sé. Seni seviyorum - dijo Sila, saliendo ya por la puerta. 

    - Ben de, kızım.

---------------    


    Halil se pasó prácticamente el primer día del año tirado en el sofá, acariciando a la perrita y mirando con resquemor su piano. Parecía llamarlo para que descargara en él el dolor de su corazón, pero no quería maltratar las teclas a base de añoranza. El pobre instrumento, que tantas alegrías le había dado, no merecía sufrir su mal de amores. El sonido de su móvil lo hizo saltar deseando que fuera ella pero, al ver el nombre de su hermana Huda en pantalla, en seguida se preguntó "¿por qué diablos iba Sila a llamarme?"

    – ¡Hola Halil! – lo saludó Huda. 

    – Abla... – respondió Halil, pasándose la mano por entre el negro cabello. 

    – Oh, oh ¿qué te pasa? ¿aun no te has recuperado de la bromita de tu suegro? – rió ella. 

    – Me ha dejado. Sila me ha dejado – soltó él en voz baja y grave.

    Huda frunció el ceño igual que su hermano, negó con la cabeza pensando que no había oído bien y volvió a la conversación. 

    – Eso no puede ser, hermano. Tu novia te quiere más que a nada en el mundo. 

    – Lo sé. Y queriéndome ha tenido que alejarse de mí. No aprendo, Huda. Repito los mismos errores una y otra vez – lamentó Halil, frotándose el puente de la nariz. 

    Huda hizo un rápido repaso a los defectos de su hermano, y llegó al que probablemente había irritado a Sila, pues era el que también la sacaba a ella de sus casillas. 

    – Uy. Supongo que te refieres a esa manía tuya de ahorrar a quienes amas cualquier motivo de pena, dolor, humillación, etc Vamos, lo que has hecho con nosotras desde pequeño ¿no? Comiéndote tú siempre los marrones y haciéndonos de escudo a tus hermanitas. 

    – Supongo... – suspiró Halil. 

    – Pero abi... Sila es tu pareja. A ella no puedes mantenerla al margen, aunque sea para evitarle el dolor de una traición, o un desengaño o lo que sea – lo riñó con cariño Huda. 

    – Joder, abla, lo sé. Si lo peor del caso es que lo sé, pero cuando ocurre algo que puede afectarla... simplemente, no puedo. No soporto ver a Sila sufrir – se excusó el actor.  

    – Pues entonces tendrás que acostumbrarte a no verla – a Huda le dolió el escarmiento a su hermano – Ella lo da todo, Halil, y te lo ha demostrado una y otra vez y quiere lo mismo de ti. Merece lo mismo de ti y si no puedes dárselo... 

    – No lo digas en voz alta. Llevo todo el día diciéndomelo yo y... tratando de asumirlo – "sin ahogarme en la pena".

    – ¿Asumirlo? Hermano no pretendía que me dieras la razón, ¡allah kahretsin! Pretendía que me dijeras que ibas a dejar de ser siempre el que para los golpes. Ahora tienes una compañera, Halil, y una muy fuerte. Deja que Sila luche a tu lado, no la pongas detrás de ti. Ella no quiere eso – Huda calló y cruzó los dedos esperando haber hecho reaccionar a su testarudo hermano. 

    A la menor de los Ceyhan le pareció oír un suspiro al otro lado de la línea y esperó.

    – Haré todo lo posible e imposible por recuperarla – dijo Halil finalmente. 

    – ¡Ese es mi abi! Ahora sólo hace falta que Allah te eche una mano y que te lo curres... eh... bastante, ¿para qué mentirte?, pero recuerda que tienes un punto muy fuerte a tu favor – le quiso animar Huda. 

    – ¿Cuál? – Halil necesitaba toda la esperanza posible.

    – Su amor infinito por tí. 

    – Gracias, abla.

    – De nada, Hal. Te quiero – se despidió Huda. 

    – Y yo a ti, hermana – respondió Halil. 

--------------


    Aquella noche Sila no había bajado a cenar. Sólo aceptó tomar un té que le subió su padre endulzado con un beso y un abrazo de su maravilloso progenitor. Le sonrió en agradecimiento. Con él no hacían falta palabras. Así como el amor entre su madre y ella siempre estaba lleno de consejos, confidencias y experiencias, el amor con su padre se basaba en los gestos, en los silencios, en las sonrisas y en los abrazos. 

    Sila dio gracias a Allah por sus padres e hizo lo que se había prometido no hacer, a fin de no hundirse más en la añoranza que le atenazaba el pecho. Tomó su móvil y buscó una de sus fotos preferidas. Era de las vacaciones de verano. Se la habían hecho nada más reencontrarse, justo después de haberse demostrado en la habitación del hotel lo mucho que se habían echado de menos. Después de un par de semanas separados, pues ella había volado a Izmir y él se había quedado en Estambul mejorando su monta a caballo, Halil y ella se habían perdido en un pequeño pueblo de la costa griega. Habían llegado allí por separado y el reencuentro no había podido ser más apasionado. Nada más salir del hotel, borrachos de amor, Halil había tomado el selfie, por lo que en la foto habían quedado grabadas sus miradas. Unas miradas que lo decían todo, como siempre. Unas miradas que los fans que los querían siempre habían sabido interpretar.   

    Sila suspiró recordando aquellos días, pasados a solas, sin temor a que nadie los reconociera. Habían paseado, se habían sumergido en las cristalinas aguas de la costa griega, habían esquivado el sol bajo una gran sombrilla en la playa, habían salido a correr juntos y habían practicado yoga en pareja. Recordar las noches fue más doloroso. Noches pasadas entre sus brazos, siendo amada por él y por su forma intensa de hacerle el amor... Sila tuvo que cerrar los ojos un momento. 

    El beep de un whatsapp entrando la hizo abrir los ojos de repente. Era de él. ¡Ay Allah!. Se enderezó en la cama y lo abrió. 

    Halil: No voy a renunciar a ti. Si tengo que pasarme el resto de mi vida implorando tu perdón cada día, lo haré. Enséñame a amar como lo haces tú, porque yo te quiero con toda mi alma pero mi amor tiene notas desafinadas mientras que el tuyo siempre ha sonado como una perfecta melodía. Voy a dormirme mirando esta foto. Te quiero. 

    Sila se limpió una lágrima y abrió asombrada la misma foto que había estado mirando ella. Al igual que él, en esa imagen concilió el sueño. 

--------------

    

    Al día siguiente, Sila aparcó en su lugar habitual y caminó lentamente hacia la mansión. Cuando se acercó a la carpa del café, sus verdes ojos se movieron buscando su alta figura, sin poder evitarlo, pues una noche sin él le había parecido una eternidad, y ahora necesitaba tenerlo reflejado en sus ojos. Entendió que él no estaba por allí y, tratando de ocultar su tristeza, atendió a Zeynep (Neslihan), que se había acercado a saludarla. 

    – Günaydin Sıla. Han dejado esto para ti en la mesa del café – su compañera le entregó una pequeña bandeja, le sonrió y se alejó hacia la entrada de la casa. 

    Sila bajó sus ojos hacia la bandeja y vio un vaso de café humeante, una porción de borek y una pequeña rama de buganvillas. Sin leer la nota, que descansaba bajo las pequeñas flores fucsias, sabía quién le mandaba el desayuno. Con las buganvillas, Halil le había traído otro cálido recuerdo del verano para calentarla esa fría mañana. Del día pasado en Alaçati (Izmir) con él, tenía una foto que había compartido en instagram, para deleite de sus fans. 



Pero otras escenas de aquel día no tenían foto que las inmortalizara, sólo podía guardarlas en su memoria. Y su memoria voló a otro recuerdo que le quitó el frío de repente. Después del paseo y de las fotos, que Halil no paraba de hacerle, llegaron al discreto apartamento. Él se había vuelto loco, paseando con ella por aquel conservador lugar, sin poder tocarla apenas por lo que, nada más llegar a su habitación, la había sujetado por la cintura y la había apoyado en la puerta. Su boca había ido directa a su cuello y sus manos habían navegado por sus caderas hasta colarse por el bajo del floreado vestido. Sila había echado la cabeza hacia atrás para regalarle su piel cálida y dulce y él había respirado su aroma hasta perder la cordura. 

    Sus grandes manos subieron a sus nalgas y la apretaron contra su erección. Se moría por ella y quería que ella lo supiera. Y lo supo. Lo supo y lo buscó para hacerle saber que ella también lo deseaba. Sus labios se encontraron para besarse al mismo ritmo que se incitaban sus cuerpos. Sila le mordió el labio y él contraatacó apartando su ropa interior y metiendo los dedos entre la miel caliente que fluía por él. La acarició con pericia y la besó con mimo, oyendo feliz sus gemidos de placer, sin detenerla cuando ella le abrió la camisa de cuadros. Sila jadeaba pero quería más. Lo quería a él dentro de ella por lo que le desabrochó el cinturón y bajó su ropa impaciente. 

    Halil notaba los latidos de su corazón golpear cada vez más fuerte, en una percusión de amor, felicidad y placer que ansiaba que ella escuchara y compartiera. Y así era. Sila se bajó el escote del vestido para provocarlo y seguir escuchando el batir salvaje que marcaba el ritmo de aquel baile sensual. Arañó las caderas de su novio y le susurró "lütfen" en los labios. Halil la tomó, apasionado, por los muslos y se la subió a su cintura para poder penetrarla con su cuerpo y con su alma, y ella lo recibió escondiendo la cara en su fuerte cuello y marcándolo a fuertes besos y suaves mordiscos. 

    Con el placer de encontrarse piel con piel, la temperatura les subió a los dos, haciendo que sus movimientos fueran más desesperados. Él la empotraba una y otra vez, repitiendo su nombre, y ella lo abrazaba, sin lograr abarcar su ancha espalda, queriéndolo más adentro, más fuerte, más infinito... 

    El orgasmo de Sila le llegó como un río de lava, arrasándola y haciéndola gritar su éxtasis. De ella, el placer pasó a Halil, enroscándosele en la espalda y estallando en un último empuje dentro de la mujer que amaba. 

    Sila no recordaba cómo habían llegado después a la cama. Pero recordaba la felicidad de haber despertado tumbada en su pecho, entre blancas sábanas, después de una siesta dormida a la brisa perfumada de las flores que colgaban fuera de la ventana. 

    Halil no sintió reparos en espiarla desde una de las ventanas de la mansión. Deseó haberle llevado recuerdos de todo lo bueno que compartían: de despertares, de cafés, de paseos... y de pasión. Volvió a pedirle a Allah que aquella mujer, la mujer que había sido capaz de esperarlo tantos años, cediera y lo perdonara de nuevo. 

    Sila leyó rápidamente la nota de la bandeja, que sólo ponía "perdóname", y agradeció que el frío de la mañana ocultara el rubor del caliente recuerdo del verano. Se encaminó a la caravana de maquillaje y vestuario y se preparó para hacer lo que ya había hecho mil veces. Actuar junto a Halil, disimular que lo amaba en la vida real e interpretar que lo amaba en la ficción. Una pirueta de sentimientos que debían ser captados por las cámaras y mostrados a la audiencia. 

    Salió de la caravana con el bonito vestido negro y se ajustó la coleta alta. Cuando apareció en la terraza, Berat corrió a ella para abrazarla y desearle un feliz año. Ella le correspondió y miró más allá de la mesa, preparada para una cena romántica. Allí estaba Halil, que la miraba, vestido de traje y con semblante serio. Ella también se limitó a mirarlo, sin saber si sus verdes ojos mostraban lo que sentía. Rodaron la bajada de las escaleras, mientras él la miraba, la salida a la terraza dados de la mano y, cuando finalmente anocheció, la cena íntima. Sólo hablaron Seher y Yaman. Sila y Halil se limitaron a mirarse. 

    Cuando sonó la música del violín y la tomó para bailar, Halil aprovechó que la cámara no lo enfocaba para susurrarle al oido un te quiero tan bajito, que ella lo miró confusa y dudando si había escuchado bien. Él se limitó a insinuarle una sonrisa pero Serkan apareció para romper el momento y anunciar que debían ir a grabar la escena de la habitación. 

    Iluminado por la luz de las velas, Halil bebía su imagen, deseando que gritaran acción sólo para volver a tenerla cerca. Un metro de distancia ya era un suplicio para él, pero tuvo que tomar aire y esperar a que la escena estuviera preparada. La vio mirarlo de reojo y apartar la mirada. Ella también estaba nerviosa. 

    Por fin el director dio la orden, mirando su pequeña pantalla. Sus ojos, que habían dirigido miles de escenas de amor, se abrieron como platos al captar a Halil diciendo Seher de aquella manera. Por el amor de Allah, por un momento pensó que se le escaparía el nombre de Sila, pero su actor principal bordó la escena de amor, dejando a su compañera de rodaje derretida entre sus brazos. "Pobre Sila", pensó Serkan, "Halil había utilizado toda su artillería para reconquistarla y ahora la tenía rendida, mirándolo loca de amor". Serkan tuvo que recordarle a Sila que debía cerrar los ojos y se permitió una pequeña broma. 

    – Eso. Cierras lo ojos y procuras decir el nombre correcto. 

    Sila parpadeó y lanzó una mirada de reproche a su director. Luego volvió a mirar a Halil y le pareció que sus manos se movían levemente por su talle, haciéndola coger aire de golpe. "Así que ¿se habían compinchado esos dos?" sospechó ella. 

    – Yaman... – abrió los ojos, los clavó en los negros iris de Halil y repitió – Yaman...

    Halil cerró los ojos. De echo su personaje debía cerrarlos también, por lo que Yaman y él coincidieron. Ambos se sintieron en el séptimo cielo al escuchar la voz de la mujer amada. A Halil no le importó que ella dijera otro nombre porque, al fin y al cabo, lo había dicho mirándolo a él. 

    Acabada la escena, Serkan dio por concluido el rodaje del día. Sus actores principales siguieron sin hablarse directamente pero se comunicaron perfectamente. ¿O acaso la gente pensaba que las miradas entre Yaman y Seher eran producto de una impecable técnica interpretativa? No. Desde la grabación del primer encuentro entre los tíos de Yusuf, ya había quedado claro que la pantalla captaba más de los que los actores pensaban. 

    Halil se cambió de ropa y esperó a que Sila saliera también de la caravana de vestuario. Cuando la vio, el corazón le botó igual que lo había hecho en el ascensor de Karamel, tantos meses atrás. Siempre era como la primera vez porque se enamoraba de ella cada día. Le alegró que Sila no lo esquivara y caminara directa hacia él. Esperó a tenerla delante, antes de hablar con el corazón en la mano. 

    – ¿Te enfadarías mucho si aparezco luego en la puerta de tu casa?

    – No me enfadaré. Te esperaré – respondió Sila, para luego darse la vuelta y caminar hacia su coche. 

    Halil se grabó en el alma aquellas últimas dos palabras porque entendió que resumían el amor de Sila hacia él. Ella lo había esperado desde adolescente y en el ascensor de Karamel había terminado la espera. Aquel "te esperaré" era casi más poderoso que un "te quiero" pues le recordaba todas las veces que Sila, efectivamente, había esperado por él. Con paciencia y con comprensión había esperado que él se abriera al amor y venciera oposiciones paternas y prejuicios sociales. Y eso... el amor de Sila... no merecía esperar más. Halil sonrió feliz y fue a buscar su Porsche. 

    Sila había llegado a su casa pero había pasado primero por la de sus padres. 

    – Si oís a Halil en la puerta, no abráis. No os asoméis a la ventana. Papá, tú no juegues con las luces del jardín ¿tamam

    – Tamam, hija. Os dejaremos reconciliaros tranquilos, porque está claro que vas a perdonarlo. Ni un día has aguantado, eres igual de floja que tu madre – le dijo su padre. 

    – ¡Eh! Yo te perdonaba rápido porque me dabas pena – le soltó su madre a su padre. 

    – ¿Pena? No podías vivir sin mí, Askim. 

    – Mashallah, será mejor que entréis los dos antes de que discutáis y tengáis que interpretar otra escena de reconciliación – pidió Sila, subiendo las escaleras hacia su piso. 

    Cientos de latidos más tarde, a Sila le pareció escuchar música. Se acercó a la ventana y apartó la cortina con mano temblorosa. Allí estaba él, sentado en el primer escalón haciendo sonar un baglama (guitarra turca) y cantando "Yandim" de Tarkan.


  Halil cantó con su preciosa voz  "no me canso de mirar a la mujer que me ha hecho volver a cantar" y a Sila le cayeron dos lagrimones. Ay Allah, su padre tenía razón. No podía vivir sin Halil y lo perdonaría las veces que hiciera falta. Fue pensar eso y verlo levantar la mirada para atraparla tras la cortina. Sila abrió la puerta y sonrió al ver que Buffy también estaba allí, mirándola casi con la misma mirada que Halil. 

    – Hola mi amor – le dijo él sin levantarse, así quería estar, a sus pies – iba a limitarme a repetir tus palabras: "Te esperaré", pero he pasado tanto miedo estas últimas horas que quiero pedirte que no esperemos más. 

    – No entiendo... – susurró Sila, tratando de limpiarse las lágrimas. 

    – Primero, tengo que saber algo ¿me perdonas? 

    – Claro, Halil Bey... siempre – sonrió Sila en medio de un puchero. 

    – Y segundo, ¿te casas conmigo?

    


    

Gracias, siempre, a todas las que habéis seguido esta historia. A las que habéis esperado por el final, animándome a escribirlo. Sois lo mejor de escribir. Isa. 


     

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Published on January 14, 2022 12:58

November 16, 2021

Para Veri. Microrelato.






 

Estambul, 2019. 


Yaman se permitió huir de su propia casa. De vez en cuando necesitaba sentirse libre de tanta carga y regalarse unas horas de egoísmo. Se había levantado a medio cenar dejando con sus miserias, celos y peleas a Ziyah, Iqbal, Kevser y Yalcin, y dando gracias por no haberse enamorado nunca. 

Sólo cuando aparcó el mercedes ante la cabaña, fue consciente de dónde lo había llevado su conducción errática. Bajó  del coche y caminó hacia la rústica puerta. En el mismo momento en el que metió la llave, la puerta se abrió hacia adentro apareciendo en el marco una mujer con un tronco en la mano. 

– Si da un paso más le abro la cabeza – lo amenazó la ninfa de extraño acento. 

– Si deja el tronco, no la denuncio por allanamiento – respondió Yaman, repasando rápidamente el cuerpo curvilíneo enfundado en un vestido de gala azul turquesa. 

La ninfa abrió los ojos un poco menos asustada pero bastante más impresionada. Entendió que estaba ante el dueño de la cabaña y que era necesaria una explicación. Sólo que el aroma que le llegaba de aquel guerrero disfrazado de hombre de negocios la estaba aturdiendo. Era alto y con pinta de haber ganado más de una pelea cuerpo a cuerpo. Su negro pelo reflejaba   la débil luz de la luna menguante y sus ojos oscuros brillaban como un mar anochecido. Cuando abrió del todo la puerta para dejarlo pasar y su cuerpo rozó el suyo se le escapó un gemido inesperado. 

Yaman también notó la electricidad que generaron sólo con acercarse, pero él sí pudo callar el rugido que le recorrió el pecho. Una vez en medio del frío salón, giró para encarar a la hermosa okupa. 

– ¿Y bien? – preguntó jugando con las llaves. O mantenía sus dedos ocupados o sus manos aferrarían a la desconocida para acercársela a su cuerpo hambriento. 

– Verá… volvía de una fiesta en casa de un cliente cuando mi coche se ha parado. Mi móvil está sin batería y, cuando he empezado a congelarme, he bajado del coche y he visto esta cabaña. Sólo buscaba calor, un teléfono para llamar… – "Dios bendito, si me sigues mirando así acabaré ardiendo", pensó ella. 

– ¿De dónde eres? – preguntó él dando un paso hacia ella. 

– Soy española, he venido por negocios yo… volvía a mi hotel. Mañana he de tomar el avión de vuelta a España. 

– ¿Sigues queriendo calor y un teléfono? – preguntó Yaman acercándose más a ella. 

La mujer se tensó. No por miedo. Se tensó de deseo inesperado y loco por aquel desconocido que le iba subiendo la temperatura mientras se le acercaba.

– Sí – recordó responder en un susurro. 

– ¿Por ese orden? – la pregunta ronca hizo que sus senos se tensaran y sus labios se abrieran en busca de aliento. 

Era una locura, se dijo. Una locura que en aquel momento necesitaba como el respirar. 

– Sí – asintió finalmente encomendándose al caprichoso destino que los había hecho coincidir en aquel lugar y en aquel momento. 

Yaman mandó al infierno la responsabilidad, por segunda vez esa noche, y dio el paso que los dejó prácticamente respirándose. Sus manos fueron directas a la cintura de ella para rodearla y acercarla a su calor. Calor quería ella y calor tendría. Abrió sus grandes manos, las subió por su espalda cubierta de fino raso y las bajó lentamente hasta su trasero. La apretó contra su erección y pasó su lengua ardiente por el labio inferior de ella. 

La española se derritió y se sujetó de sus fuertes hombros. Si ya la tenía medio loca, húmeda y apretando los muslos para frenar su excitación no quería pensar lo que vendría a continuación.

—————


La mujer atrapó la lengua masculina para enredar en ella la suya. Le metió los dedos por entre el oscuro cabello y giró la cara para facilitar el beso devorador. A los dos les volvió locos el sabor del otro, una especie de elixir exótico que se les subió a la cabeza acelerando lo salvaje del momento. Se comieron a besos mientras él colaba las manos bajo el corto vestido para acariciar y calentar las nalgas que el tanga dejaba al aire. Ella le sacó la chaqueta impaciente y le aflojó la corbata. Notaba sus manos amasando su trasero y las necesitaba en zonas más calientes. Logró abrirle la camisa y pegar sus senos al marcado pecho de él. Joder, parecía  la estatua de un dios, pero hecho de un material nada frío. 

Yaman la entendió y le pasó las manos por todo el cuerpo hasta llegar a los tirantes del vestido. Se los bajó de golpe y la besó con dulzura para contrarrestar el arrebato. El beso meloso abandonó los labios de la mujer, bajo por su cuello y aterrizó en un pezón. El regalo de su gemido lo recorrió entero y lo acicateó a chupar más fuerte aquellas cerezas maduras. No lograba saciarse. 

Ella apenas recordaba ya su propio nombre pero quería más, más de él, por lo que le acabó de arrancar la camisa y fue directa a desabrochar su cinturón. Jugó con los dedos en sus duros abdominales, oyendo rugidos bajos, y finalmente coló su mano para rodear aquella maravilla grande y dura que vibraba impaciente.  

A Yaman el placer lo llamaba e, impaciente, se subió a la ninfa española a la cintura y le arrancó el tanga. La besó con la boca abierta y se sacó del todo su sexo en llamas. Lo apoyó en la frontera del de ella y la miró un segundo fijamente para metérsela hasta el fondo. Ella lo mordió en respuesta y cruzó sus tobillos tras la firme espalda de Yaman. Lo quería más adentro y más rápido. El no la hizo rogar. La empotró una vez tras otra, tan desesperado como ella. La melodía del sexo los envolvió y ellos le pusieron letra a base de gritos y suspiros. Yaman entró y salió varias veces más, siguiendo las órdenes de ella, hasta aplastarla contra la puerta por última vez. Jadeos y besos húmedos celebraron el orgasmo más loco de sus vidas. Cuando fueron capaces de moverse, él la levó hasta el sofá, la tumbó y se acomodó a su lado. Una manta cubrió los restos de su pasión y su sueño hasta que, con la llegada del día, Yaman descubrió que amanecía solo en aquel sofá.

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Published on November 16, 2021 09:42

July 22, 2021

SilHal (Capítulo 36)


    

La aventura llamada Emanet superaba semana a semana las expectativas de todos los que participaban en ella. Actores, equipo técnico y equipo directivo celebraban el anuncio de las cifras de share, la subida de seguidores en redes de la serie y la llegada de regalos desde cada vez más lejos. Sila y Halil empezaban a tener un verdadero problema con los regalos; había en el piso de Sila, había en casa de sus padres, había en la productora y el ático parecía ya un escaparate navideño. 

    Habían decidido ir a pasar la mañana del domingo paseando por el Belgrad Forest. La ropa de finales de otoño, los gorros y las gafas de sol cumplían la función de camuflarlos y nadie se volvía a mirarlos con curiosidad. Halil y Sila caminaban sin prisa dados de la mano, disfrutando de la tranquilidad del bosque y de estar el uno junto al otro como una pareja normal. De vez en cuando Halil tiraba de ella, la envolvía en un abrazo y la besaba dulcemente y, unos pasos más adelante, era ella la que saltaba sobre su ancha espalda para ser llevada a caballito mientras regaba el cuello de su novio de promesas en forma de besos. 

    De repente, Halil se salió del camino y avanzó con ella hasta un discreto grupo de árboles. 

    – ¿Qué haces? – preguntó Sila agarrándose más a su cuello y viendo lo íntimo del lugar – Halil Bey... yo también creo que sería morboso hacerlo aquí, pero de vez en cuando pasa gente... 

    – Shhh, esta noche te haré el amor hasta que te rindas pero ahora sólo quiero hacerte una foto. Observa el suelo y las hojas de los árboles. Anda siéntate ahí y mírame como si quisieras que estuviéramos ya en casa... en nuestra cama... 

    – ¡Nada de fotos! ¡Vámonos o deja de hablarme así! – pidió Sila bajando de su espalda y aprovechando para pasar sus manos más abajo de la cintura de él.    

    – ¡Quieta... Sila... no toques... de momento...! ¡Hayde, siéntate! – ordenó Halil emulando a Serkan. 

    – ¿Cómo me pongo? – preguntó su novia, desde el suelo. 

    – Apoya el codo en la rodilla, la mano sujetando esa preciosa cabeza... y ahora regálame una de tus verdes miradas, cariño. 



    Sila siguió las indicaciones de su novio y lo vio hacerle varias fotos. Luego él se sentó a su lado y se hicieron varias selfies. Trataron de hacerse algunas besándose, pero el largo brazo de Halil temblaba al besarla y nunca encuadraba bien la foto. Al final lo lograron muertos de risa y en algunas fotos los besos quedaron mezclados con pura felicidad. 

    – ¿Quieres subir alguna a tu insta? – preguntó Halil. 

    Había acabado apoyando la espalda en un árbol y Sila se había recostado en él para mirar las fotos. 

    – Claro... y ya de paso pongo que la foto la has hecho tú...😏 – Sila lo vio asentir – ¡era broma!

    – Lo digo en serio, cariño. Sube esta, la primera, estás preciosa y me estás mirando de una manera que los fans van a saber interpretar – pidió Halil, pasando el dedo por la pantalla del móvil de su chica. 

    – ¿Estás seguro? ¿Seguimos con aquello de mandar pistas a los fans? – preguntó Sila abriendo la aplicación. 

    – Claro. Mira lo que pasó con el vídeo de promoción que grabamos con Berat. Hicieron tanto zoom que vieron mi mano sobre la tuya. Me encanta nuestro fandom – declaró Halil, viendo lo que su chica escribía. "Última foto del 2020. 📸🍁 @halilibrahimceyhn", leyó en voz alta dejando que su aliento caliente acariciara el cuello de Sila. 

    – Mmm, pórtate bien, Halil Bey... ¿Lo entenderán? –  preguntó señalando la foto antes de subirla. 

    – Claro, son las mejores. Lo que me recuerda que, de alguna manera, hay que pedir que no manden más regalos. No sé cómo hacerlo sin parecer desagradecidos pero es que ya no caben en ningún sitio y la verdad, me sabe mal que la gente se gaste dinero en nosotros – dijo el actor, apretando más a su novia entre sus brazos. 

    – Sería genial si en vez de enviarnos cosas, hicieran donativos, porque a mi también me sabe mal que se gasten dinero... Podemos publicitar las ONG con las que colaboramos ¿no? – sugirió Sila. 

    – Eso sí que estaría bien. Hablaremos con nuestros representantes de ese tema ¿tamam? – preguntó él sobre la mejilla cada vez más fría de Sila – cielo, vamos a seguir caminando o te quedarás congelada. 

       Halil tomó de la mano a Sila, la ayudó a levantarse, la besó y la precedió hasta el camino. Se colocaron bien los gorros y las gafas y siguieron paseando de la mano. 

    – Cariño... – comenzó Sila – hace semanas que no hablamos de ello pero la verdad es que ya casi he olvidado los incidentes y creo que quien fuera que quería hacernos daño se ha dado por vencido... o vencida.

    – Sila, no te enfades ¿vale? pero yo no lo he olvidado. Hablo cada día con los de seguridad y han vuelto a retomar el visionado de cámaras. También tengo a alguien recorriendo las tiendas de animales de Estambul. No voy a parar hasta encontrar a quien soltó la víbora – el tono de Halil se había vuelto tan frío como el día. 

    – No me enfado, Halil. Pero no quiero que este tema vuelva a tenerte nervioso ni que vuelvas a sobre protegerme ¿tamam? – pidió Sila deteniéndose y llevando su mano a la mejilla de él. 

    – Tamam – respondió Halil besando la palma de la mano de ella – ¿seguro que no te enfadas?

    – No. Entiendo que quieras respuestas y yo también las quiero pero no a costa de que nuestra relación se resienta. Bastantes piruetas ha de hacer nuestro amor para sobrevivir ¿no crees? – quiso saber ella. 

    – A veces pienso que Yaman y Seher lo tienen mejor que nosotros... – bromeó Halil. 

    – A mí me dan pena... no saben lo que se están perdiendo – Sila tiró del cuello del abrigo de Halil hacia abajo y cuando lo tuvo a un suspiro lo besó, secuestrando su labio inferior más tiempo del debido y haciendo que él rugiera de deseo. 

    – Offf Sila, qué largo se me va a hacer el día ¿a qué hora era la comida con la tropa? – preguntó Halil refiriéndose a Osman, Melih, Zeynep y Selen. 

    Sila se separó de él y tiró de su mano, para seguir caminando. 

    – En una hora, pero se han unido Ozge y Gokberk así que seremos ocho ¿Volvemos al coche y vamos yendo para casa de Melih?     

    – ¿No da tiempo a perdernos con el coche en algún lugar apartado? – propuso Halil mirándola con pena. 

    – No, Halil Bey, no da tiempo, pero esta noche... 

    – Falta demasiado para esta noche, Sila Hanim – protestó él emulando a Berat cuando los de catering tardaban en darle la merienda.

    Una hora y varias miradas calientes después, Halil y Sila llegaban a casa de Melih y Zeynep. Después de saludarse todos, el grupo disfrutó de un aperitivo cerca de la chimenea y luego se sentaron a una mesa decorada con centros otoñales. 

    – ¿Cómo van los preparativos de boda? – preguntó Sila a sus excompañeros de Yemin mientras se servía dolmas. 

    – Pues hemos puesto fecha a la celebración del compromiso. Será en julio. Y ya tengo los tres vestidos elegidos – explicó Ozge.

    – ¿Tres vestidos? – preguntó Halil confuso. 

    – Creo que es uno para el compromiso y dos para la boda. Eso si no me sorprende y aparece con un cuarto vestido sorpresa – explicó Gokberk resignado.

    – Yo también tuve 3 – sonrió la mujer de Melih. 

    – Ah pues yo también querré 3 – digo Selen a Osman. 

    – Los que quieras cariño – respondió el actor que hacía de Selim. 

    Sila y Halil fijaron la vista en sus platos al ver por dónde iba la conversación y por no estar preparados para participar en ella como protagonistas todavía. 

    – Y ¿qué tal el rodaje últimamente? – preguntó Ozge al ver la mirada de su amiga. 

    – Oh, los capítulos con Mehmet (Ozan) han estado muy bien ¿no Halil? – añadió Osman. 

    – Me pasé poniéndole pomada en la espalda toda una semana... – murmuró Sila.     

    Halil la miró y le frunció el ceño a su novia. 

    – Es que se me fue la mano tirando de las cadenas y me dañé las lumbares, pero la parte buena fueron los masajes de Sila – Halil explicó eso mientras ponía la mano sobre el muslo de su novia y la movía arriba y abajo. 

    Ella abrió sus verdes ojos de par en par y lo miró prometiendo venganza. 

    – Eres peor que Yaman. Te dolía la espalda y no dijiste nada, luego grabamos la escena saliendo de la casa, donde me tenías que llevar en brazos, y seguiste callado. 

    – Entonces por eso ibas encorvado en las escenas del hospital – se rio Melih.    

    – Evet. Y porque nunca sabía si la bata de hospital iba a ser demasiado "reveladora"... 👀



    – Yo repasé las escenas con Ayhan y Serkan y estabas tremendo – sonrió Sila, poniendo su mano sobre la de él para que dejara de acariciarla por debajo de la mesa.  

    – Las escenas del tiroteo fueron geniales, Osman y yo nos colamos cuando acabaron de grabar y parecíamos niños jugando con las pistolas – explicó Melih. 

    – Ese día hacía un frío y un viento horrorosos – dijo Halil cruzando sus dedos con los de Sila y tratando de comer con la mano izquierda. 

    – Los de vestuario no daban a basto con las mantas. Y luego en el mirador parecía que saldríamos volando – añadió Sila. 

    – Creo que ese día batí mi récord de cafés – Halil empezó a mover su pulgar por el dorso de la mano de su chica – no había manera de entrar en calor...

    Sila lo escuchó y apretó los dedos. Se puso roja al recordar cómo lograron finalmente entrar en calor aquel día. Después de la escena en el mirador, se subieron al mercedes "negro" y, volviendo hacia el set número uno, se "perdieron" una hora... El pelo de Sila sufrió algunos retoques y la gomina de Halil había desaparecido para cuando llegaron al set, pero definitivamente el frío había desaparecido. 

    – Entonces – empezó Selen – ¿la boda para cuándo? 

    Varios ojos la miraron para ver hacia dónde iba esa pregunta y Halil y Sila no entendieron por qué la novia de Osman bailaba la mirada entre ellos dos. 

    – Selen pregunta por la de Yaman y Seher... – los rescató Osman. 

    – ¡Oh! A Sila no le preguntéis porque no hay manera de que se lea el guión entero... – Halil la miró para sonreírle y llegó a tiempo de ver una sombra cruzar los verdes iris de Sila. ¿Qué ocurría?, se preguntó Halil. 

    – Eh... – titubeó la actriz ruborizada – creo que la boda es en el 118. Yaman le pide a Seher que se case con él en el 100 y ella acepta en el 101... esa parte sí que la leí... cuando... 

    – Vamos, que la buscaste expresamente ¿no? – sonrió cariñosamente Ozge – ¿antes de empezar el rodaje?

    – ¿La boda fue lo único que buscaste, mi romántica ablacim? – quiso saber Gokberk – Espera, ¡la buscaste al saber que Halil sería el co-protagonista de Emanet!

    Sila se sintió avergonzada sin saber por qué. Fue como cuando sus sobrinos la delataron ante Halil y él supo que ella llevaba 7 años enamorada de él. Sonrió y sintió que él acercaba más su silla a la de ella. 

    – Sila, ¿me acompañas a la cocina? – pidió Zeynep levantándose, solidaria con su amiga. 

    – Claro – respondió la actriz separándose bruscamente de Halil para  huir a la cocina. 

    En cuanto entró tras Zeynep, ésta cerró la puerta y se quedó mirando cómo Sila cogía aire tratando de calmarse. 

    – ¿Qué acaba de pasar? 

    – No lo sé, Zeynep. De repente me ha dado mucha vergüenza hablar de bodas. 

    – ¿Con Halil va todo bien? Se os ve muy felices, Sila – dijo la mujer de Melih. 

    – Soy tan feliz que... a veces, si me despierto en medio de la noche... me quedo un rato mirándolo. Sigo sin creer que el amor de mis sueños haya salido de ellos para estar conmigo. Y a medida que se acercan las escenas de la boda en la serie, me voy poniendo más nerviosa – Sila habló retorciéndose los dedos y con la mirada perdida en el jardín. 

    – Eso puede ser porque lo amas y quieres que algún día lo que vais a grabar se convierta en realidad. Si tu amor por él se cumplió...

    – Zeynep... 

    – ¿No querrías casarte con Halil? – la pregunta surcó el aire y la persona al otro lado de la puerta la escuchó claramente frunciendo el ceño. 

    – ¡Halil! ¡Aléjate de la cocina! – se oyó a Melih. 

    Sila apartó los ojos del jardín y miró a su amiga horrorizada. Halil se dio la vuelta y volvió al comedor. 

    Al cabo de unos minutos, todos entendieron la orden de Melih cuando vieron a Sila y Zeynep salir de la cocina con un pastel. El cumpleaños de Halil había pasado pero como no habían podido celebrarlo en grupo, Melih y Zeynep habían decidido sorprenderlo ese día. 

    Sila caminó con cuidado de que no se le cayera el pastel y hasta que no lo dejó sobre la mesa no miró a su novio. Él no dejaba de recorrerle la cara tratando de encontrar la respuesta a la pregunta que había escuchado sin querer. Si se lo preguntaba... es decir, cuando se lo preguntara... ¿qué le respondería Sila?

    Sila, por de pronto, empezó a cantar con los demás el "Iyi ki dogdun" y Halil decidió apartar el tema que le había removido el corazón. Después de apagar las velas y cortar el pastel, Osman lanzó un gemido que su perro acabó contestando desde debajo de la mesa. 

    – Está buenísimo. El del set también estaba bueno pero llevaba mucha nata y con tu careto en medio, Halil, daba grima – rió Osman. 

    – Sí, la cara de Halil salió en todas las redes sociales...y la de Sila. Os cuesta bastante disimular vuestro amor. Si no vi ese video detrás de cámaras 100 veces ese día... – sonrió Selen llevándose la cuchara a la boca. 

    Sila levantó la mirada de su pastel para buscar los misteriosos ojos de su novio. Lo miró como el 13 de diciembre. Con todo el amor que sentía por él reflejado en su cara. El corazón de Halil recibió el mensaje, igual que aquel día. Era el mismo mensaje que leía en su preciosa cara cada mañana al despertar y cada noche al desearse buenas noches para luego dormir abrazados. Gracias a Allah, rezó Halil, ¿qué importaba si Sila no había respondido a Zeynep en la cocina?. Lo importante era que le respondiera a él cuando llegara el momento y que la respuesta fuera EVET. 

    Los dos notaron la urgencia de estar a solas al mismo tiempo. Les solía pasar a menudo. Podían estar grabando la serie o en casa de los padres de Sila o cenando con la familia de Huda, de repente se miraban y necesitaban huir para encontrarse. Se echaban de menos entre la gente. 

    – Pero... es que míralos... madre mía... si los espectadores supieran de dónde salen las miradas entre Seher y Yaman que ven por la tele... – dijo Ozge haciendo la forma de un corazón con las manos. 

    – Halil... Halil... vale... ¡Halil! – lo llamó Gokberk. 

    – Dime, abi – Halil se giró hacia su amigo. 

    – Que felicidades. Por tu cumpleaños y por todo lo demás... – le sonrió el actor de Yemin –nosotros nos vamos ya – añadió agradeciendo con la mirada a Melih y Zeynep su hospitalidad. 

    Tras el anuncio de Gokberk, los demás también se fueron levantando y despidiéndose de los anfitriones. En la puerta, Halil ayudó a Sila a ponerse su abrigo y besó su pelo antes de enfundarle el gorro de lana. Ella se giró y lo miró a los sensuales labios mientras le ajustaba la bufanda. Se buscaron un segundo, lo suficiente para acordar ir directos a  casa y olvidarse del mundo entero el uno en brazos del otro. 

    Dentro del coche las notas de "Yeniden" de Sonar Avcu se mezclaban con los latidos de sus corazones. El trayecto no acababa nunca, todos los semáforos se ponían en rojo retando la paciencia de Halil y las ganas de Sila. Cuando aparcaron y salieron del coche se dieron de la mano sin mirarse. Si lo hacían prenderían fuego al ascensor y no llegarían a casa. Sólo sus manos se tocaban y sólo sus dedos jugaban con las pequeñas llamas que creaban. 

    – Parece ser mi destino – rugió bajito Halil. 

    – ¿El qué? – suspiró Sila mojándose los labios. 

    – Morir de ansia por ti en los ascensores... 

    Sila cerró los ojos al escucharlo y los volvió a abrir al oír el ding que anunciaba que ya estaban en casa. Halil tiró de su mano y la condujo al amplio ventanal. Mientras el sol acariciaba el Bósforo despidiéndose de él hasta el día siguiente, una tímida luna aparecía por el este. A Halil le pareció que llegaba justo a tiempo de iluminar la piel de Sila que él iba desvistiendo poco a poco.

     El gorro desveló la melena suelta de ella y fue a parar al sofá junto con su abrigo. Luego las fuertes manos de Halil le sacaron el grueso jersey multicolor dejándola con una sencilla camiseta térmica. No era la prenda más sexy que tenía pero el escote lo hacía querer besar el valle rebelado y lo ajustado de la pieza le hacía hormiguear los dedos de ganas de moldear su silueta. La miró fijamente y con su dedo trazó un sendero que partió de su sien, bajó por su mejilla, viró hacia su cuello y atravesó toda la piel desnuda entre sus senos. Sila ya empezaba a temblar. Su negra mirada y su roce la tenían rogando por más:  más miradas hambrientas y más caricias atrevidas. 

    Halil oyó su silencioso ruego y llevó sus manos a la cintura de Sila. Tiraron de la prenda atrapada bajo los vaqueros y ella dio un respingo. Las manos de él quemaban y Sila disfrutó de su fuego. La camiseta desapareció y los ojos de Halil se derritieron en la piel desnuda de su mujer... La tomó por la cintura, su boca cayó sobre el tatuaje de Sila y besó la palabra que aludía a la belleza pasajera. Su beso sonrió porque Halil sabía que la belleza de Sila ya estaba grabada para siempre en sus propios ojos y ni el maldito paso del tiempo haría que él dejara de verla hermosa. 

    La oyó suspirar, no supo si de placer o impaciencia, pero él no tenía prisa, sólo quería amarla como componía. Sila era su partitura y sólo esperaba oír notas de placer que acabaran en una canción de amor y éxtasis. Llevó sus labios hacia el hueco de su clavícula, lo lamió perezoso y siguió subiendo por su cuello hasta poder aspirar el aroma escondido tras su oreja. Ella tembló y se agarró a su cintura. Error, si lo tocaba lo desarmaría. 

    – Sila... no puedes tocarme... – le susurró caliente al oído.

    – No me pidas eso – sus palabras transformaron sus manos en puños que se aferraban a la camisa de Halil – por favor... 

    – Shhh, sólo siénteme... – le ordenó él – date la vuelta, Sila.

    – Pero... – Sila iba a protestar pero él cambió el beso por un mordisco donde latía su vena y el relámpago de placer que la recorrió la enmudeció. 

    Lentamente giró entre sus manos hasta quedar semi desnuda con Estambul a sus pies y Halil tras ella. Iba a morir de deseo y levantó sus iris jade hacia la luna. Ella sería la única testigo de su agonía. Cerró los ojos y esperó. 

    Halil tomó sus manos y las subió hasta que quedaron apoyadas en el cristal. Luego las suyas dibujaron sus brazos y su cuerpo en un camino de vuelta que acabó en los botones de sus vaqueros. Sila abrió los labios para gemir ante la caricia de aquellas manos que acababan de erizarle toda la piel. No aguantaría. 

    – Halil... no puedo. Te deseo ya... 

    – Shhh, sí puedes. Mira la luna, se esta muriendo de envidia... 

    Sila notó los dedos de él desabrochar los botones y esconderse bajo la cintura de sus pantalones. Cogió aire cuando se los empezó a bajar y se mordió los labios cuando adivinó que él se había agachado tras ella. La hizo salir de los vaqueros y luego los oyó caer sobre el sofá. Los sonidos no  hacían más que aumentar su sensibilidad y su excitación. Halil se había propuesto emborracharla de placer y ella ya ya estaba medio ebria. 

    – Preciosa... – lo oyó rugir.

    Sus manos calientes se posaron en sus muslos y un aliento húmedo en forma de besos recorrió sus nalgas. Tragó a duras penas. Las piernas le temblaban y el insistente latido entre ellas pedía consuelo. Abrió más las manos sobre el frio cristal buscando aliviar el calor que él provocaba con su lengua pero ni los helados rayos de la luna la calmaban. Él subió más las manos hasta abarcar su cintura y la besó en la curva de su espalda. Por el amor de Allah, en cualquier momento se le doblarían las piernas y caería derretida. 

    – Shhh, gira despacio cariño... – otra orden que ella obedeció ciegamente. 

    Con la respiración desbocada, apoyó la espalda y las manos en el ventanal y abrió los ojos. Su mirada vidriosa de deseo se cruzó con la de él, igualmente velada de promesas lascivas. Sólo quería dejarse caer y rodearlo con sus piernas para sentirlo dentro de ella pero él tenía otra idea en mente. Una idea que la dejó vacía de pensamientos y llena de sensaciones. 

    Halil no dejó de mirarla mientras acercaba su boca para besar donde ella más lo necesitaba. Primero besó sobre satén azul, luego aferró la prenda, la bajó del todo, y sus labios volvieron a besarla, esta vez sobre el pequeño valle que ocultaba lo que Halil ansiaba. 

    La hizo jadear de placer. Sus dedos aferraban sus nalgas impidiendo su huída, como si ella fuera a querer huir... y su lengua se colaba por el sendero húmedo y palpitante de Sila. Una y otra vez, cada pasada más profunda, arrancaba el nombre de él en gemidos. La lamía amoroso, la llevaba a la locura y luego la besaba hasta que ella se confiaba. La traicionaba calmándola para luego chupar sin previo aviso aquel caramelo dulce, caliente y rebosante de placer para ambos. Sila empezó a suplicar...

    – Halil, por favor...

    – Un poco más, cariño, déjate ir, necesito verte así. Necesito sentir que mis manos y mi boca te aman y te atan a mi alma. Sila... 

    Halil la aferró, marcándola con sus dedos, la acercó más a su boca y su lengua ya no dudó hasta saborear su orgasmo entre gritos y temblores. Sabía que ella caería y la acunó en cuanto la tuvo entre sus brazos deshecha de placer. 

    – Shhh, tranquila, te tengo... te tengo... – acarició su espalda y besó repetidamente su pelo. 

    Sila despertó poco a poco del sueño erótico que Halil le había regalado y empezó a trazar su propio sueño para él. Se arrodilló como pudo entre sus piernas y lo miró loca de amor. Le desabrochó la maldita camisa que le ocultaba su piel, se la pasó por los anchos hombros y se la sacó impaciente. Luego arañó su pecho para marcarlo como había sido marcada ella. Llegó a la cintura de sus vaqueros y sin dejar de mirarlo se peleó con los botones hasta tenerlos todos desabrochados.     

    A Halil la mirada se le había ido volviendo cada vez más oscura y salvaje, pero había aguantado con las manos apoyadas en el suelo, el ver a su mujer desnudarlo desesperada. Hasta ese justo momento. Sila no dudó en meter la mano y tomar su sexo duro y ardiente para acariciarlo y él apretó los dientes y cerró los ojos. Joder, iba a matarlo con sus caricias y si tenía que morir quería hacerlo de amor y dentro de ella. 

    Como siempre, ella lo leyó y se le adelantó. Su preciosa amante decidió subirse a él y él la ayudó, enamorándose de ella otra vez. Sila lo rodeó con sus piernas y lo tentó sin dejarlo entrar. Lo abrazó por los hombros y vio cómo la mirada de Halil tatuaba sus senos tapados aun por el sostén. Se apiadó un poquito de él y se bajó el satén con una mano para luego bajar la cabeza y buscar sus labios. Lo besó y se perdió. 

    Se besaron pidiéndose más. Halil la tomó por las caderas, la movió sobre él y se enterró en ella jadeando en sus labios. Sila lo acogió, lo sintió recorrerla hasta el fondo y lamió su beso susurrado. Se empezaron a mover el uno en el otro, tratando de hacer que durara, pero los besos se desesperaban y las caricias enloquecían. Suspiraban sus nombres cada vez con más desenfreno y se aprendían la piel con dedos ansiosos. La luna cerró los ojos pero Halil y Sila los abrieron para mirarse y amarse en una espiral de placer que siempre los dejaba incrédulos. 

    100 latidos más tarde seguían abrazados sobre la alfombra del salón. Halil había conseguido taparlos con su abrigo pero el tiempo concedido por la luna se había agotado y su frescor traspasaba el ventanal. 

    – ¿Cariño?... 

    – ¿Uhummm? – respondió Sila acomodándose más entre los brazos de Halil. 

    – ¿Vamos a la cama?

    – Hayir... tú eres más cómodo que la cama... 

    – ¿No tienes frío? – preguntó acariciando su cuello con su nariz. 

    – Olmaz, olmaz... – sonrió ella sobre su pecho desnudo. 

    – Eso me suena de algo... 

    – ¿Halil?

    – Dime, mi vida. 

    – Cántame algo... quiero dormirme en tu voz... como antes...

    – ¿Como antes? – susurró él sin entender. 

    – Como antes de conocerte... 

    Y Halil cantó bajito una vieja nana. Y Sila se durmió en brazos del hombre con el que soñaba, sin saber ya si soñaba o no. 


    GRACIAS DE NUEVO POR LAS 20.000 LECTURAS EN WATTPAD. ES UN SUEÑO...NO OS PERDÁIS EL VIDEO QUE CIERRA ESTE CAPÍTULO, LO HIZO MI AMIGA YASMINA PORQUE YO NO TENGO NI IDEA DE HACERLOS. Y GRACIAS A MI AMIGA BEA QUE HA "ADOPTADO" EL VIDEO EN SU CANAL DE YOUTUBE "TURKILLADAS" DONDE SUBE SUS PRECIOSOS VIDEOS. 

COMO SUELE DECIR HALIL (EL DE VERDAD): FELIZ DE TENEROS!

   



        

    

    

    

    

    



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Published on July 22, 2021 12:29

July 14, 2021

SilHal (Capítulo 35)

    



En comisaría... (la de verdad).

- ¿Y vieron a quien supuestamente encendió el horno? 

- No - dijo Sila. 

- ¿Y a quien supuestamente puso la víbora en medio del bosque?

- No - respondió Halil entre dientes apretados. 

- Ese disparo que comenta... ¿sabe si la bala se incrustó cerca de ella? - preguntó el agente señalando con la cabeza a Sila. 

- No - Halil trató de no gritar y Sila le puso la mano en el muslo para frenarlo. 

- Ya... – dijo el agente mirando sus notas – ¿y el cable de su coche? ¿Pidió a los de asistencia que se lo guardaran para buscar huellas?

- No, agente, no lo hicimos - respondió Sila.

- Los zapatos... - insinuó el policía viendo al actor fruncir el ceño hasta un punto imposible. 

- Los zapatos los habrían tocado medio equipo de producción. Hemos entendido lo que nos quiere hacer ver. No tenemos pruebas de que nadie haya tratado de atentar contra nosotros y por lo tanto, mejor dejamos de hacerle perder su precioso tiempo. Gracias por habernos atendido, agente. ¿Halil? - inquirió Sila levantándose y esperando que su novio también se levantara, pero no para golpear al policía. 

    Halil la tomó de la mano y cuando salieron de la comisaría no pudo contenerse más. 

- ¡Kahretsin! ¡Joder! Cada vez entiendo más a Yaman. No ha servido de nada acudir a la policía. 

- Cariño, cálmate, simplemente deberemos estar más alertas y tratar de reunir pruebas ¿tamam? - le dijo Sila pasando su pequeña mano por su potente  y tenso brazo hasta ver que dejaba de apretar la mano en un puño. 

- No me pidas que me calme, Sila. Si te pasara algo... - la atrajo a su cuerpo y la abrazó intensamente - en los sets de grabación hay demasiada gente y no los conocemos a todos. Luego está cuando grabamos exteriores... joder, lo siento, no hago más que asustarte. 

- ¿Y si contratamos nuestra propia seguridad? ¿En secreto? - propuso Sila hablando con la voz amortiguada en el pecho de Halil - cariño, necesito respirar. 

    Halil la separó lo justo para mirarla a la cara. 

- Eres una genio. Una genio preciosa y por eso te quiero, entre otras cosas. Contratemos seguridad. 


De vuelta en el set... 

    Una vez solucionado el tema de la seguridad, del cual sólo tenía conocimiento Serkan, Halil y Sila pudieron volver al rodaje sintiéndose más tranquilos. Sabían que el RTÜK seguía tras ellos y por eso llegaron al set cada uno en su coche, pero aparcando uno al lado del otro. Pensaban cumplir las normas censoras, pero por la mínima. Sila llegó primero a la carpa del café, siendo recibida por Gulay y Hilal, que en seguida empezó con los selfies. Halil, por el contrario, pasó de largo la carpa para entrar en la mansión y buscar a Serkan. Quería saber las escenas a grabar con la mayor antelación posible. 

    Su director le dio una alegría al informarle que los dos grabarían juntos todo el día con Berat. La llegada de Yaman a casa, encontrando que Seher y Yusuf habían vuelto, daba paso luego a escenas de complicidad entre los personajes, tanto en la mesa del desayuno como en el jardín, con otra lección con arco. Pero al final del guión del día hubo algo que no le gustó: escenas de Sila en la cárcel, es decir en el set 2 del sótano. Halil mandó un mensaje a uno de los "guardaespaldas" avisándolo de que debían abrir los ojos en el sótano. Sila no grabaría allí hasta que el lugar fuera revisado, eso sí, discretamente. 

    Halil decidió aparcar la preocupación durante unas horas y concentrarse en su trabajo. Salió al jardín y participó en la pachanga de fútbol que tenían montada Melih, Osman y Oguz, sin dejar de mirar de reojo a Sila, que estaba sentada con Berat en su falda hablando con su madre. Se le seguía encogiendo el corazón sólo con mirarla, igual que aquel día en el vestíbulo de Karamel. Si su amor por ella seguía creciendo acabaría inundando Estambul, sonrió. 

    - Eh tú, el que hace de Yaman, ¿piensas chutar o qué? - bromeó Oguz. 

    En ese momento Sila se giró y supo que él la había estado mirando, le gustó que sus ojos negros brillaran con algo que le calentó el corazón y no con miedo, por lo que le sonrió cómplice y lo avisó con un gesto de que volviera al juego. 

    Halil le mando la promesa de un beso antes de girar y pasarle la pelota a Melih. Pero llegó Serkan y volvió a separar al elenco en escenas diferentes. Halil no veía el momento de grabar la visita a la cárcel pues era su oportunidad de estar en el set 2 y vigilar personalmente a los que por allí se movían. Su mejor actuación la guardaba para Sila, mostrándose confiado y relajado cada vez que ella lo buscaba con la mirada. 

    Finalmente, el día de rodaje acabó sin contratiempos, todos los miembros del equipo se fueron a sus casas y las luces en la mansión se apagaron. Más tarde, en el hogar de Sila y Halil, se encendieron para darles la bienvenida, así como se la dieron los ladridos de Lilah. 

    – Hola pequeñita – la saludó Halil yendo hacia la nevera. 

    – Hola cariño ¿nos has echado de menos? eres tan bonita que cualquier día te abro una cuenta en Instagram – le comunicó Sila a su perra. 

    – Pues espero que le pongas otro nombre. Si abres una cuenta a la pobre con mi nombre al revés, los fans se darán cuenta. Se dan cuenta de todo – comentó Halil con la carta de Lahmacun (pizza turca) a domicilio en una mano – voy a pedir ¿de qué la quieres? – le preguntó a su novia. 

    – De berenjenas – dijo Sila y añadió – la llamaré @Buffy. 

        Halil hizo el pedido y fue a sentarse en uno de los taburetes de la cocina. Su chica fue hacia él y se coló entre sus rodillas abiertas. 

    – ¿A quien vas a llamar Buffy? – Halil frunció el ceño mientras cruzaba sus manos tras la cintura de ella.

    – A la cuenta de Insta de Lilah. A mis sobrinos les gustaba ese nombre pero yo le acabé poniendo el tuyo. ¡Oh! Ya sé... – Sila levantó las cejas mostrando sorpresa ante su propia creatividad – la cuenta será Buffy pero con "lil" delante... así tu nombre no desaparece del todo ¿qué te parece? – acabó preguntando la actriz antes de besar el mentón de su chico. 

    – Me parece que has fallado el beso, debías apuntar un poco más arriba – Halil la miró y frunció los labios. 

    – Sentado sigues siendo demasiado alto, baja un poquito – en cuanto él acercó su cara, ella lo premió con un beso que, como siempre, se alargó. 

    Halil viró sus labios para arrasar los de ella, le abrió la boca a mordiscos y buscó su dulce lengua. Demasiadas horas sin besarla y conformándose con miradas a través de la gente provocaban eso. Que los besos fueran como ascuas sobre madera seca. Las manos de Sila palparon sus anchos hombros y subieron por su cuello hasta entrar en su pelo negro, haciendo que él se estremeciera con la caricia. Halil quiso sentirla temblar también y movió sus grandes manos arriba de su espalda para luego bajarlas más y más hasta tomarla y acercarla tanto que notara cómo lo ponía. 

    – Hoy... no... cenamos – declaró ella entre besos cada vez más húmedos. 

    – Tampoco es que tuviera mucha hambre... de comida – admitió Halil tomando el bajo de la camiseta de Sila para empezar a subirla. 

    El sonido del interfono se coló en la escena de sexo en la cocina que estaban a punto de protagonizar. 

    – ¡Kahretsin! – soltaron los dos, suspirando para bajarle la temperatura al momento. 



    Halil tenía razón. En cuanto apareció en Instagram la cuenta de la mascota, los fans de la serie y de sus protagonistas le dieron al "follow" entusiasmados. Pero es que el actor no era consciente del aumento de fans de la serie tanto dentro como fuera de Turquía. Fue Sila quien lo mencionó una noche. 

    – Cariño... ¿has visto tu Insta? – preguntó Sila sentada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero. 

    – Yo sólo miro el tuyo... – respondió él, a su lado, ojeando una revista de coches. 

    – Pues has doblado el número de seguidores en pocas semanas. Y hay un montón de cuentas sobre la serie... sobre SehYam... ¡anda mira! esta está genial – Sila le puso el móvil delante de las narices y Halil tuvo que achicar los ojos para ver la pantalla. 

    – Halil Bey, necesitas gafas, cada vez te acercas más a la pantalla... 

    – Estate quieta, no veo porque no paras de mover el móvil ¿de dónde es esta página, "Emanetistas"?

    – Es internacional, pero dice que la forman fans de un chat llamado Emanet (Pasión Turca) con fans de habla hispana, ponen cosas super divertidas. ¡Oh! y también hay un Club de fans tuyo... me estoy poniendo celosa Halil Bey. Creo que no te siguen sólo por tu talento... – lo miró Sila amenazadora.  

    – Ahora me dirás que tú me quieres sólo por mi talento... Sila Hanim... – ronroneó Halil poniendo su mano en el muslo de ella. 

    – ¿Qué debe ser esto de "yamanconda"? – se preguntó Sila. 

    – Ni idea, alguna palabrota en español, seguro – dijo Halil poniendo los dedos en la pantalla para hacer zoom en algunas fotos – ¿ves? ya han shippeado nuestros nombres. 

    – Pues quedan preciosos unidos... SilHal... me encanta – sonrió Sila. 

    – Si no he olvidado mi español... aquí dice algo de unos relatos... sí, las fans han escrito relatos alternativos sobre la serie y otras hacen vídeos muy bonitos – comentó Halil asombrado del alcance internacional tanto de la serie como de todos los actores. 

    – Parece que los fans andan esperando un beso entre Yaman y Seher... pues como no lo monten ellos con el photoshop... o lo escriban las que hacen fanfic... – dijo Sila. 

    – Creo que tenemos el mejor fandom del mundo, Sila. Y creo que ya que Yaman y Seher no les dan todo lo que quieren, Sila y Halil deberían hacer algo – el tono misterioso de su novio la puso en alerta. 

    – ¿Nos vamos a besar en un directo de Instagram? – Sila abrió sus verdes ojos de par en par.

    – No, pero cuando sepamos que están grabando detrás de cámaras... les mandaremos mensajes secretos. 

    – ¿Les hacemos señas a los fans, Halil Bey?

    – Algo parecido... mañana cuando nos graben la promoción de la serie con Berat... haré algo. Seguro que los fans lo captan y lo comentan – se animó Halil. 

    – Eres maravilloso. Me encanta la idea. 

    – Me encanta que te encante. Ahora suelta el móvil... – la voz de Halil había bajado varios tonos y su eco lo notó Sila vibrar dentro de ella. Sin apartar la mirada de la salvaje de él, dejó el móvil en la mesita y luego le quitó a él la revista...

    AQUÍ VA UN HALVET, CREO... ¿QUÉ HACEMOS? ¿HALVET SÍ O HALVET NO?

    GRACIAS X LAS 18.000 EN WATTPAD,  ESTRELLAS DEL NORTE!

    


    

     

    

   

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Published on July 14, 2021 11:35

July 4, 2021

Bcn Estambul y más

 Hola! La novela Barcelona Estambul está entera en wattpad y mi cuenta es @nomellegalavida


Ahora estoy escribiendo su secuela. Piril viaja a Barcelona y conoce a Marc. Un robo, un asesinato, un pasado en blanco y un amor que se va a disfrazar de pasión. Amor bajo sospecha. 


Y SilHal… espero tener tiempo para darle más capítulos. Al menos 3 más para acabarla bien. 


Gracias siempre por estar a mi lado!

Isa 

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Published on July 04, 2021 22:43

June 27, 2021

Septiembre... (Relato SehYam)

 



       – Pero Seher, Yaman no mató a Kevser. Fue Iqbal. 

    Aquellas palabras de Ziyah remataron su corazón; un corazón que hacía semanas que no latía ni sentía. Llevaba siendo apenas un espectro desde que le disparó, matándose a sí misma en aquel bosque y respirando únicamente por Yusuf, pero ahora las palabras de su cuñado la hundían todavía más hondo en el abismo oscuro en el que era su vida sin él. Si su marido no había matado a su hermana...

    – ¿Por qué? – preguntó casi sin fuerzas, tratando de que no se le resbalara el móvil. 

    – Para salvarme a mí. Él creyó que yo había matado a Kevser en una de mis crisis pero cuando me recuperé pude contarle la verdad. 

    ¿La verdad?, pensó Seher, colgando la llamada. La verdad llegaba tan tarde... Tarde para su amor y tarde para su vida. 

    Él no la había denunciado y por eso había podido vivir tranquila en Antep con Mamá Nadire y Yusuf, pero tampoco la había ido a buscar al salir del hospital. Llevaban semanas sin saber el uno del otro a pesar de vivir pensándose, sintiéndose y extrañándose en la distancia. ¿Y ahora? ¿Qué se suponía que debía hacer ella al saber que le había disparado siendo inocente? Él se había sacrificado por su hermano, condenándolos a ambos a una vida sin amor. Él había vuelto a decidir por los dos se dijo Seher y, al hacerlo, la había empujado a una demencia capaz de hacer que disparara al único hombre que era capaz de amar. 

    De repente se dio cuenta de que ya no se sentía muerta, había vuelto a la vida y estaba llena de rabia. Sólo él, Yaman Kirimli, era capaz de llevarla del cielo al infierno, de la luz a la oscuridad, de la apatía al odio.  Porque Seher odiaba amarlo, odiaba echarlo de menos, odiaba su olor perdurar en su piel y odiaba el recuerdo de sus besos...

    Yaman llegó a su casa como cada día, temiendo atravesar la puerta y que el silencio le hincara sus garras. No escuchar los gritos de Yusuf ni la voz de ella lo vaciaba cada día un poco más, pero era su condena por haber renunciado a ellos y con esa pena debía sobrevivir cada día. Subió las escaleras después de decidir que no haría ni el intento de comer y se encaminó hacia su habitación. Sólo quería estirarse en el sofá, abrazado como un niño a la chaqueta lila de ella, a su olor, y conjurar su imagen para que lo visitase en sueños. 

    La necesitaba. Cada día más. Vivir sin ver brillar sus ojos de jade no era vida, era una maldita agonía y sabía que las fuerzas lo abandonaban con cada puesta de sol. Abrió la puerta de su habitación y se detuvo cerrando los ojos. No podía ser, otra vez la veía frente a él y otra vez ella desaparecería en cuanto se acercara, pero en esta ocasión, cuando abrió sus atormentados ojos, ella no se esfumó. Lo saludó. 

    – Merhaba, Yaman Kirimli – sus palabras no temblaron a pesar de la emoción de tenerlo ante ella. 

    – Seher... – su nombre fue lo único que acertó a decir él, mientras la miraba con todo el amor del mundo desbordando sus salvajes ojos. 

    – Vaya... sólo nos ha costado un año llamarnos por nuestros nombres, bravo. No te robaré mucho tiempo, Yusuf está con Adalet y sus cosas ya están colocadas de nuevo en su cuarto... 

    – ¿Has vuelto? ¿Habéis vuelto? – la interrumpió Yaman dando dos pasos hacia ella. Los mismos que ella dio hacia atrás. 

    – Yusuf ha vuelto, yo me voy en cuanto te apartes de la puerta – dijo Seher con voz vacía y costándole la vida mantenerle la mirada. 

    – ¿A dónde? ¿Qué quieres decir con que Yusuf ha vuelto pero tú te vas? ¡No puedes irte, otra vez no! – gritó él con los puños apretados y luchando por no acercarse a ella. 

    – Voy a entregarme a la policía. Ahora sé que traté de matar a un hombre inocente. Déjame pasar – acabó con un nudo en la garganta que no fue capaz de tragar. 

    – No voy a permitirlo. No vas a entregarte y, ahora que al parecer sabes la verdad, vamos a empezar de nuevo... – otro paso adelante. 

    – ¡¿Otra vez?! ¿Cuántas veces vamos a empezar de nuevo? ¡Me mataste en aquel bosque! ¡Yo te disparé pero fue mi corazón el que dejó de latir y ya no me quedan fuerzas! ¡Amarte duele demasiado! – le gritó todas las lágrimas que le quedaban por llorar pero, en vez de hacerlo retroceder, sólo consiguió acabar sollozando atrapada entre sus fuertes brazos. 

    – Por favor, por favor – repetía Yaman en su cabello mientras sus brazos volvían a aprenderse su cuerpo – no me dejes. Otra vez no, lütfen Seher, lütfen...

    – Déjame marchar... es un amor imposible... – rogó Seher con los puños en el pecho de él. Luego levantó la mirada para que sus ojos verdes se despidieran de sus iris negros pero, en vez de decir adiós, acabaron rindiéndose de nuevo a su oscuridad. 

    – No es un amor imposible, es un amor inevitable – rugió él justo antes de que sus labios bajaran para atrapar los de su esposa. 

    Estar el uno en brazos del otro hizo que estuvieran a punto de morir de dulce anhelo mezclado con esquiva felicidad. Yaman resucitó en los labios de su mujer y Seher renació en los de él. Se besaron sin descanso todos los besos que habían soñado estando separados. Besos prometidos y no dados, besos dibujados cuando sus miradas se perdían en la nada. 

    Yaman la abrazaba no queriendo despertar y ella acariciaba su pelo alargando el sueño. La boca de su esposa lo estaba volviendo loco y tuvo que tumbarla de una vez en la cama para aplacar su deseo. Seher mordía sus labios ansiosa, lo deseaba, lo necesitaba y tampoco podía esperar. Habían esperado demasiado. 

    Se desnudaron entre susurros secretos y miradas calientes hasta estar piel con piel sobre la cama de sábanas negras, luego sus ojos se buscaron para confesárselo todo: te quiero, te deseo, no me dejes, quédate conmigo...

    Yaman trazó con sus labios un camino infinito entre la boca de Seher y sus senos logrando suspiros y arañazos de placer en su espalda. Ella respondió abriendo sus piernas y acogiendo su potente cuerpo entre ellas. El calor estalló sin que pudieran controlarlo y Yaman entró en ella desesperado por volver a aprendérsela, a recordarla, a conquistarla... Sus embestidas resonaron en gemidos de placer compartidos y sus besos se calentaron y humedecieron hasta volverlos locos. Cada uno tatuó en la piel del otro su nombre mientras el éxtasis los recorrió finalmente hasta dejarlos exhaustos y temblorosos. Hacer el amor siempre era como una carrera contra el tiempo y en un beso dejaron de contar los segundos para arroparse y volver a acariciarse palabras de amor. 

    

    

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Published on June 27, 2021 13:29

June 19, 2021

Emanet. Final de temporada. Capítulo 205.



 – ¡Seher!... no puedes irte... porque... te quiero...

    A ella no le importaron ni su nombre ni su amor en sus labios. Estaba más allá de la locura y él sabía quien la había empujado al precipicio. Él mismo. Por eso puso el arma en sus manos tras confesarle que sin ella no podría vivir. La vio levantar el arma y supo que defendería su legado incluso muriendo ella misma al disparar. La amó incluso más por ello y sonrió dispuesto a recibir aquella bala. Cuando la sintió en el pecho el dolor se mezcló con aquel amor que había ido creciendo en el mismo sitio. Siempre a pesar suyo, siempre venciendo sus resistencias y desconfianzas, su amor por ella lo había ido conquistando todo, llegando a sanar las heridas del pasado. 

    El dolor creció y cambió. Ahora era en forma de golpes acompañados de pitidos de fondo. No entendía nada. Veía a Seher con Yusuf en brazos alejándose y al mismo tiempo oía su voz tras los golpes y pitidos. 

    – No me dejes, por favor. No me dejes. Despierta, abre los ojos. Estoy aquí... 


    De repente los golpes pararon y el dolor menguó. Los pitidos volvieron a un ritmo tranquilo si bien ahora oía otra cosa. Su llanto. Ella lloraba y él se desgarraba escuchándola. Los párpados le pesaban toneladas pero debía abrir los ojos para hacer que cesaran aquellas lágrimas. Cuando lo logró, la vio sentada a su lado con la cara escondida entre los brazos apoyados en su cama. Como pudo estiró el brazo y con la mano rozó la suya, hasta cubrirla del todo y lograr que ella levantara la cara. 

    – ¡Has despertado! ¡Estás bien! ¡Dios mío! – gritó su esposa inclinándose hasta abrazarlo. 

    Seher había vuelto a la vida al ver aquellos salvajes ojos negros mirándola. Lo abrazaba con la cara escondida en su cuello y notando los fuertes latidos de su corazón golpeando su propio pecho. Se quedaría así para siempre pero lo oyó hablar y se separó lo justo para mirarlo de nuevo a los ojos.

    – ¿Tu pecho? – preguntó Seher – no tienes nada en el pecho, la peor herida rozó el riñón. Aquella rama te dañó bastante y la pérdida de sangre mientras huíamos por el bosque te llevó al coma. Quizás te duele el pecho por la crisis que has tenido. Han usado el desfibrilador, cariño. 

    – ¿He estado en coma? ¿Cuántos días? – preguntó Yaman nervioso. 

    – Diez días – dijo ella suavemente acariciando su cara. 

    – ¿Qué pasó con aquel desgraciado? – quiso saber él. 

    – Murió. Firat tuvo que dispararle y murió. Por cierto hay algo que debes saber. 

    – ¿Yusuf? – se alteró Yaman tratando de incorporarse. 

    – Para, quieto, Yusuf está bien está con Neslihan y Firat en casa. Se trata de tu cuñada. Al verse acorralada por vuestras investigaciones y, tras un forcejeo con Zuhal, huyó y acabó despeñándose por un precipicio. 

    – Por Dios, ¿y mi hermano? – creció su preocupación. 

    – Los primeros días con tranquilizantes pero con la ayuda de la nueva enfermera ya está mucho mejor, no te preocupes, por favor descansa. Todo está bien. 

    – Tamam... veo que la Señora Kirimli se ha ocupado de todo, pero no todo está bien... – dijo Yaman frunciendo su maravilloso ceño. 

    – ¿Qué ocurre? – se preocupó Seher, pasando la mano por su frente y apartándole el espeso pelo negro. 

    – Estás demasiado lejos y yo te necesito más cerca – acompañó sus palabras con el gesto de señalarle el espacio libre en la cama de hospital. 

    – No puedo tumbarme a tu lado... – susurró a pesar de estar deseándolo. 

    –Lütfen... tendremos cuidado con mi herida y podré abrazarte. Prometo no mover la mano que lleva el suero ¿tamam? – preguntó él con los mismos ojos que ponía Yusuf para pedirle que le hiciera galletas. Aquellos dos hacían con ella lo que querían. 

    Seher se descalzó mientras Yaman se movía con cuidado para hacerle más hueco. Se sentó en la cama y luego se tumbó recostando la cara en el hueco de su hombro y notando enseguida su mano en el pelo. Ella apoyó la palma donde milagrosamente seguía latiendo su corazón de guerrero y levantó la cara para perderse en sus iris azabaches. No sabía qué habría sido de ella si él la hubiera dejado. Le habría tocado seguir respirando por Yusuf, pero sin su corazón. Su corazón se lo habría llevado él. 

    – ¿En qué piensas? – preguntó Yaman jugando con la suavidad de su pelo entre sus dedos. 

    – Me habría muerto sin ti...  – confesó Seher. 

    – Sigo vivo por ti... – respondió él. 

    El aire entre ellos cambió, se hizo eléctrico, y Yaman la tomó del hombro para acercarla un poco más porque nunca era suficiente. Seher abrió la mano en su pecho para abarcar todos sus latidos al notarlos más fuertes y rápidos y su cuerpo se movió para buscar el calor de él. 

    Sus suspiros eran uno y sus miradas pronunciaron sus nombres antes de cerrarse para probarse. Sus labios se rozaron al fin sin prisas. Yaman empujó los labios con los que soñaba hacía mil vidas, robando el sabor de su mujer y queriendo más, buscando más. Seher abrió los labios para que él entrara y lamiera su lengua, sin saber que estaba dejando entrar un fuego que amenazaba convertirse en hoguera. 

    El beso se volvía húmedo y caliente mientras sus manos luchaban por no acariciarse más. A Seher el vientre se le derretía de deseo y Yaman no podía estar más tenso pero tuvieron que pausar el beso para respirar y mirarse desbordando amor. 



    FIN DEL CAPITULO 205. 

    GRACIAS "SEHYAM POR EL MUNDO"



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Published on June 19, 2021 06:14