Reseña: «Lejos de ninguna parte» de Nami Mun

Joon es una adolescente hija de coreanos que vive en el Bronx de finales de los ochenta. Su padre se niega a aprender inglés y se retira a un mundo interior en el que solo parece haber lugar para el alcohol. Finalmente la abandona junto a una madre esquizofrénica de la que huirá al cumplir trece años.

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Leyendo a Nami Mun durante una tormenta con corte de luz 

—…Lo que necesito es que me digas dónde has trabajado.
—Trabajé en una residencia de ancianos.
—¿Posición?
—Ayudante del director de actividades.
—Motivo del cese.
—Me echaron.
El lápiz se paró en seco. Con una mirada de asco contenido, giró la cara hacia la derecha, como si mi respuesta le hubiera propinado un guantazo.
—Motivo del despido.
—Les Robé. Lo siento —dije—, mi padrino de los NA me aconsejó que dijera la verdad sobre mi pasado. Siempre. A todo el mundo.
—¿Qué son los NA?
—Narcóticos anónimos.
—Genial.

Joon es una adolescente hija de coreanos que vive en el Bronx de finales de los ochenta. Su padre se niega a aprender inglés y se retira a un mundo interior en el que solo parece haber lugar para las infidelidades y el alcohol. Cuando su madre tiene el primer brote esquizofrénico su padre las abandona. Desorientada y sin recursos Joon huye de su casa para dar comienzo a un desfile enloquecido por prostíbulos, casas okupas, centros de acogida y de desintoxicación.

Lejos de ninguna parte se articula como una colección de relatos, más o menos autónomos, que nos cuentan una historia como quien va pasando fotos. Cada capítulo es una postal en donde solo alcanzamos a ver un fragmento de la escena, pero que, en la mayoría de los casos, consigue fraguar en nuestra cabeza los elementos necesarios para ponernos en situación: el primer servicio en el puticub, una pelea en el reformatorio, el delirio de heroína en el cubil de una casa okupa. Golpear puertas para vender cosméticos o asistir a las reuniones de Narcóticos Anónimos.

—Cuatrocientos sesenta y dos días —soltó Frank, dándose un golpe en el bolsillo del pecho de su chupa de cuero.
Tardé unos instantes en darme cuenta que lo que se golpeaba era su chapa (su medalla) de sobriedad.
—Son muchos días, admití.
—No significa nada. Son los días que llevo engañándome.
A mí todavía me quedan unas cuantas copitas. Copas, polvos, rayas, porros y todo lo demás. Lo sé yo y lo saben ellos, joder, hasta tú lo sabes.

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Lejos de ninguna parte no destaca por su estilo ni por tener una trama especialmente atrapante. Su principal virtud reside en la frescura de la mirada de esta niña, tan capaz de hablar con candidez de los copos de nieve en la ventana como de las burbujas en la cuchara del jaco.

Es una novela que peca un poco de sencillez en lo estructural, en el sentido en que su autora no asume grandes riesgos en cuestiones narrativas. A su favor diremos que la historia no se queda en la mera descripción del mapa del desastre. Consigue adentrarse en sus personajes, bucea en ellos, es decir, los deja hablar libremente hasta que, poco a poco, comienzan a aparecer ante nosotros, más allá de los estereotipos, con su dimensión más humana y real. Un libro en donde lo más importante no está en lo que se cuenta sino en todo lo que en él se omite. Necesariamente despierta la habilidad de leer entre líneas, y de alguna manera, nos fuerza a buscar en nuestro interior para completar las piezas que faltan.

Más allá del natural morbo que se puede encontrar en lo patético, este libro nos muestra con bastante claridad eso que podríamos llamar la cosmogonía del emigrante. Un espíritu signado por una contradicción que se pone de manifiesto cuando es pillada robando en unos almacenes. El tendero, paisano suyo, le pregunta en su idioma si es coreana:
—¡Hable en cristiano, hombre! Ahora está en los Estados Unidos —le dice, como si no supiera que su propio padre tampoco es capaz de hablarlo con soltura.

“Pensé en mi padre, él no pertenecía a este país, no a su esposa, ni a su hija, que decía frases que sonaban a canicas pegajosas. A pesar de todo no sentía ninguna lástima por él. O no quería sentirla. Era mi padre. Y sí, yo había abandonado a mi madre, pero él nos había abandonado a nosotras primero”

Vicente Luís Mora dice, en su reseña de este libro, que el inmigrante y el narrador tienen un trabajo en común. Ambos deben reconstruir una vida. Con este libro Nami Mun parece intentarlo, pero no tanto con la suya como con la que sus padres, esa que perdieron al emprender un viaje que los llevaría tan lejos de sus sueños como de ninguna parte.

portada lejos-ninguna-parte_1_744432 Título original: Miles from nowhere
Traducción: Bianca Southwood
Año de publicación: 2011
Nº de páginas: 268 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: LIBROS DEL SILENCIO
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788493853150

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Published on September 21, 2015 03:00
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