La veladora

La veladoraLa veladora de Gerardo Venteo Fernández

Mi «puntuación»: 4/5

Después de leer Canal, de Javier Fernández por recomendación suya, llegué a Gerardo Venteo Fernández y a su último libro La veladora.

Como ya he confesado aquí, soy poco lector de poesía, quizás porque, en lugar de dejarme llevar por las imágenes que me evoca lo que leo, trato de buscarle explicaciones. En esta ocasión he intentado dejarme llevar y lo que sigue es, como en otros comentarios, una amalgama de las impresiones que me ha dejado el libro, pero esta vez más que impresiones son palabras: mientras lo leía, entresacaba del texto las palabras que me parecía que definen el libro, o más bien que definen a esa madre que es la protagonista. Porque este libro es, sobre todo, un homenaje, un recuerdo, un acto de gratitud hacia la madre.

En primer lugar diré que este es un libro de poesía muy fácil de leer para los que no estamos acostumbrados a leer poesía. Porque es muy narrativo, porque todo el texto está muy hilado, porque se sigue de una forma muy sencilla, porque es como un camino por el que se pasea contemplando a esa madre y sus hijos.

La madre es la «veladora», y esa es la primera palabra que destaco. “Veladora” es la que vela, la que se desvela; pero a su vez es una mujer velada y el libro es una forma de revelarla. Y, además, ella, la madre, es “vela” en el sentido de faro, de luz que indica el camino.

Como una luz encendida en la noche
la intención volcada fuera de sí
era la vela.

Y “camino” es otra de las palabras que se repite: Juana es camino, “no hay otro”, dice el autor en un poema, y en otro «tanta ternura lo indicaba».

Pero Juana también es “lugar”. Al principio, dice Gerardo, su madre descubre, cuando nace el hijo, que “al fin tenía un lugar en el mundo”, después comenta que “sabe su lugar, porque es lugar” y también

allí estaba ella antes y después de todo
como un lugar al que regresar siempre.

Es vela, es camino, es lugar… todo sustantivos. Pero Juana, sobre todo, al menos así lo veo yo, es verbo, es “hacer”. Ella es “una manera de hacer”, dice un poema, “ella hace”, dice otro y en otro habla de sus “maneras de hacer silenciosas” y de que “el suyo era un modo preciso de hacer”.

Aquella donación de sí
aligeraba el peso de no saber
cómo hacer para que se hiciera
lo que debía hacerse.

En cualquier caso, impresionado por la ternura y el cariño con el autor cuenta a la madre, tengo que decir que lo que más me ha gustado ha sido el final, cuando el autor le da voz a su madre, a Juana, y ella pone las cosas en su sitio:

Y sin embargo, esa no he sido yo
sino sólo la escrita.
Porque mi voz ha sido un nido de silencio
ahora me inventan.

A mí me parece que eso da una clave fundamental del libro y es lo que cierra el círculo y le pone final. En la conversación que tuvimos con el autor (dentro del ciclo «Lectores en Un lugar» que organizamos en Un lugar en Granada), nos confesó que cuando surgió este último poema el libro ya estaba en imprenta, pero detuvo el proceso porque se dio cuenta de que el libro no podía estar completo sin él.

Como con Canal, con el que, de alguna forma, está emparentado, asignar un número de estrellas a un libro como este me parece poco apropiado; lo hago más que nada para recomendarlo, para permitir que otros puedan descubrirlo.

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Published on June 16, 2025 06:38
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