Un hombre de bien

No es viernes pero no importa. Yo no soy de los que dependo de un fin de semana para hacer lo que otros hacen. Así que voy a ir al primer bar que encuentre abierto y beberé tequila o ron o lo que caiga, hasta que mis piernas se aflojen y salga del lugar gateando.
Los dos días anteriores han sido un desastre. En el trabajo, mi jefe me descubrió tomando prestados unos pesos de la caja (que de hecho no pensaba devolver), mientras que mi novia me puso una caución  porque la semana pasada me sacó la piedra y le di unos golpes de escarmiento por un ataque de celos que le dio. Por el lado de mi esposa es peor: la preñez la tiene histérica y lo único que hace es reclamarme, pues este mes no le he pagado lo de la EPS. Según ella es una tragedia que no lo haya hecho porque le dijeron que su embarazo era dizque de alto riesgo. Pura paja: eso es para llamar la atención.  Me pongo a pensar en ese feto infeliz que viene en camino. Quién sabe si ella con lo bogotana que es, se haya preñado de otro tipo y me haya endilgado a ese futuro mocoso ¡Estoy harto de todo, gonorreas!
Así que esta noche, como les digo, voy a estallarme los sesos con algo de paz y que no me jodan.
Entraré con paso fino a un bar, después de haber dejado el carro estacionado encima de una cebra. Me acercaré a la barra y empezaré a ordenar, uno tras otro, sin contemplaciones, sin piedad (igual no voy a pagar). A medida que vaya bebiendo el tequila o el ron o lo que sea, empezaré a buscar con la mirada a alguna puta -todas las mujeres son putas- que me siga la corriente y no se ande con maricadas de seducciones ni estupideces. A la primera que me dé papaya, la voy a enredar para que me termine pagando los tragos que me haya tomado y después, le voy a decir que me la quiero enganchar y que me acompañe a la oficina porque yo no pago moteles a ofrecidas.
Después de unas horas,  cuando ya me haya sentido completamente borracho, le voy a pedir a esa puta que me regale unos minutos para ir al baño del bar y así poder sacar la bolsita de perico que logré comprarle a un ñero el viernes anterior. Me meteré el polvo solo y cuando ya sienta que mi mandíbula de abajo se quiera dislocar, me escurriré embalado para la faena del ajetreo genital.
La cosa será simple: saldré del bar y montándome en el carro le iré haciendo a la muy perra sexo digital hasta llevarla a la oficina donde trabajo. Como sé que está Vanegas, el celador al que a veces le paso mis revistas porno, podré entrar sin problemas. Me meteré en mi cubículo y ahí encima del escritorio -sin quitarnos la ropa para no perder tiempo en sentimentalismos baratos- le zamparé unas cuántas embestidas y listo. Me importa un culo de travesti si a ella le llega a gustar o no mi manera de fornicar. Después de que el macho que es uno se satisfaga, no importa nada más. 
El caso es que después del polvo, me subiré los pantalones y le diré que se pierda. Si me pide que la lleve a su casa, le voy a contestar que se busque otro chofer y que si yo la llego a transportar algún día a alguna parte, la voy a llevar pero a su puta mierda.
Y acto seguido, cuando ya se haya ido y me haya quedado solo en la oficina, abriré mi gavetica especial de mi puesto de trabajo para chupar un poquito de whisky que tengo por ahí escondido, de aquella vez que nos llevaron a un seminario en Medellín y me robé unas botellas.
Después de dejar tirada a esa puta en la calle y estando bien borracho y bien sabroso, agarraré las llaves y procederé a irme a mi casa. Eso sí: que no sea antes de las dos de la mañana para no tener que oír los quejidos y la maldita cantaleta de la preñada de mi mujer y su jodedera con su embarazo de alto riesgo. Por mí, que ese feto miserable se le salga y se muera en un charco de sangre en el piso. Me vale hongo.
Manejaré por las calles solas así entonadito, bacano, oyendo reguetón, que es pura música fina, a lo que es verdad. Si llego a ver a algún peatón cruzando, le tiraré el carro y si, por decir algo, llego a chocarme contra algún taxi y matar a algún par de mujeres por ahí y me cae la policía, intentaré comprarlos con algunos pesos que me sobren porque todo el mundo tiene precio. En caso de que no me funcione y me lleven preso, voy a decir que tengo stress. A un tipo hace poco le funcionó… y fresco. Así será mi noche de hoy. Punto.
¿Qué pasa? ¿alguno de ustedes me está criticando? Pues no me extraña, lampreas miserables, porque ustedes son expertos en juzgar a otros pero son como yo.
Yo al menos hablo claro. Soy un hombre de bien, me gusta la derecha política e ir a misa los domingos. 
Si pudiera matar a todos los guerrilleros lo haría. Amo a mi presidente Uribe y votaría por él mil veces, ¿y qué? ¿Cuántos son o qué? A mí que no me jodan. 
Yo soy tan parecido a quienes me leen que hasta les doy miedo. Pero, ¿saben algo?, yo soy más poeta. Soy el producto de la belleza de un país que está hecho para duros, para hombres de verdad, para patriotas.  Yo me cago en esos maricas, en esas lesbianas, en esos izquierdosos de pacotilla que se la pasan en el Parque de la 93 de Bogotá. Porque yo soy enemigo de esas falsas sonrisas; yo corto con motosierra el lixiviado que ustedes excretan con su amor al planeta y con sus hipocresías de niños buenos. Ustedes son unos falsos, unas bichas. Ustedes son de los que critican a los toros pero comen carne: yo en cambio me zampo toda la carne roja que pueda en la finca de algún amigo y voy a los toros a ver la sangre como varón que soy; yo no soy de los que dicen que aman verdaderamente al país pero quieren dialogar con asesinos. Ustedes no se dan cuenta de que yo sí nací sano, de que mi corazón es limpio. Ustedes no se han postrado ante mí. A ustedes les cuesta reconocer que yo soy el héroe de las mil putas.
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Published on September 03, 2014 12:46
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