Status Updates From La Llamada del K2: La dura ...

Su risa, el brillo de sus ojos, su acento chileno, su pasión infinita y su contagioso fuego sudamericano me fascinaron.

Vuelvo a recuperar el pleno acceso a mi ser-mujer y me reinvento con empatía y una sonrisa en el corazón. Estoy en armonía conmigo misma, con la naturaleza, con la Creación, con las personas que amo y las personas que conoceré en el futuro.

Paradójicamente había demostrado ser más fuerte cuando estaba más frágil e indefensa.

A veces no todo sale según lo planeado, pero en la montaña siempre hay que ser muy flexible.

No dejaba de repetirme: tienes que estar presente, tienes que hacer las cosas con paciencia y concentración

Sí, comenzaba a estar harta del esfuerzo, del cansancio, incluso del frío. Pero así era la vida en un ocho mil en invierno. Era lo que había decidido hacer y no podía quejarme demasiado.

Quedarme atrás de nuevo me hizo perder la motivación. Porque al estar sola, tenía mucho más tiempo para reflexionar y si seguía pensando en lo inferior que me sentía, se ponía en marcha en mi cabeza ese gusanillo que trabajaba en mi contra y que acababa debilitando mi confianza y voluntad. Al final acababa quitándome incluso la poca fuerza que me quedaba.

Tener o no un par de guantes de repuesto o un cartucho de gas extra podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Podías tener toda la experiencia del mundo, pero la salida desde el campo base siempre era emocionante. Por un lado, estabas deseando volver a la montaña, por el otro tenías un poco de miedo. Ese temor mezclado con un cierto respeto por las cosas grandes. Precisamente las que había que afrontar para subir a una montaña como esa.

Comprendí tres cosas que iban a ser fundamentales para mi: necesitaba estar agradecida, confiar y estar tranquila. Cuando pensaba en esas tres cosas, todo parecía mucho más fácil. Sabía que no debía tener miedo y que debía confiar en mi misión, en mi sueño y en la llamada del K2.

Cada día, cada año, cada montaña, cada estación era diferente. Y yo también era distinta cada vez. Por lo tanto no podía basar mis decisiones solo en lo que me dictaba la cabeza.

Alex perdió su descensor así que se vio obligado a bajar con el nudo dinámico.

Hasta estaba un poco cabreada. No me sentía para nada como en 2014. La verdad es que estaba viviendo es ascensión de una manera un poco más pesada, era como si mi imperfecta condición física también estuviera “corrompiendo” mi estado de ánimo: no lo estaba afrontando con la misma dedicación y amor.

Le pedí a la diosa que me dejara subir a la cima porque era un sueño sincero y verdaderamente grande que llevaba mucho años dentro de mi.

Estaba muy feliz de haber renunciado a la idea de estar siempre compitiendo o de sentirme inferior, lo cual, al fin y al cabo eran dos caras de la misma moneda.

Sentirse como el casa era fácil pero al mismo tiempo también complicado. Me daba cuenta de que toda mi atención estaba allí y que la expedición me estaba absorbiendo por completo. Se estaba convirtiendo en todo mi universo. Probablemente el alpinismo me gustaba también por eso: te atrapaba y te llevaba a otro mundo, el tuyo y el de la montaña.

El valor, la fuerza y la sensibilidad no eran cosas “masculinas” o “femeninas”

Empecé a pensar que necesitaba vivir más plenamente mi condición de mujer. Mi forma de ser mujer.

Si quisiera competir, lo haría con el dorsal, como había hecho durante muchos años en las carreras de esquí alpino. En mi alpinismo, en cambio, quería eliminar cualquier residuo de competición.

Esa aparición del K2, tan sutil y elegante, me conmovió y me reconcilió conmigo misma y con el mundo. Estaba todo iluminado y a mi me parecía precioso.

Parecía ser que a veces un sueño necesitaba mucho tiempo para definirse, crearse y desarrollarse dentro de nosotros antes de llegar a ser , de alguna manera, real.

¿Acaso era yo quien influía de manera inconsciente en mis sueños?

Quería ir a la cima, ya me veía allí. Nunca me había pasado. Al menos no con esa intensidad.

Me invadió una sensación difícil de describir, en la difusa frontera entre la relajación y el agotamiento.