Status Updates From A History of Gay Literature...

Gonna have to put this one on hold for a while

«”El sexo siempre ha sido un especial modo de comunicación y de autoafirmación para los gays. La idea de que el sida nos lo iba a impedir era una de las más grandes preocupaciones que teníamos”. […] ”Eres tú quien debe decidir actuar de modo responsable. Nosotros sólo indicamos los varios modos de hacerlo posible”».
[En Hot Living: Erotic Stories about Safer Sex, de John Preston].

«En el cuento The Brake (1987), de Adam Mars-Jones, un joven llamado Gregory comienza el largo camino que le aleja de la familia utilizando un nombre falso, Roger, al empezar a conocer a otros gays. ”Gregory realmente incluye Roger, si lo leemos al revés. Todo lo que ha hecho ha sido salir de sus límites deletreando su nombre a la inversa de como eran las intenciones de sus padres”».

«Para el final de los años setenta, esta paradoja de un mensaje de liberación gay transmitido a través de un seudónimo es en verdad, políticamente, más de lo que las novelas de Holleran pueden hacer. Al llegar a este punto de nuestra historia, el estar fuera “del armario” es uno de los primeros requisitos del escritor gay como opuesto al que es, simplemente, homosexual».

«Lo que esta versión [de Tony Duvert] tan explícitamente sexual del universo de la juventud tiene en común con las tradiciones más patricias y sentimentales defendidas por Roger Peyrefitte y otros como él son dos ideas interrelacionadas: que cada muchacho lleva en sí la juventud y la belleza y que cada autoridad adulta […] es una forma de colonialismo de la que los jóvenes deben conseguir independizarse».

«[S]i tenemos en cuenta la fantasía, la masturbación lleva los genitales más allá del yo, no ya hacia el cuerpo de una persona real, sino, de manera idealista, a soñar con auténticas multitudes. Pese a su participación en una especie de celibato libidinoso, la masturbación aborrece la monogamia. Es cleptómana en su apropiación de otros cuerpos, vistos o imaginados, completos o reducidos a sus partes "fetichizadas"».

«En todos estos ejemplos [de poesía negra africana], un contacto físico homosexual es visto como amenaza peligrosa, a la que ningún hombre es inmune mientras sea más débil que el presunto violador. Si se utiliza con propósitos políticos, puede ser una fuerte y convincente metáfora».

«[L]as obras de [Tennessee] Williams y de [William] Inge están llenas de jóvenes como símbolos icónicos cuyos cuerpos no pueden dejar de atraer a otros personajes. (Y en una buena puesta en escena, tampoco al público.) […] Entre esos jóvenes de las obras de Williams figuran Stanley Kowalski, de Un tranvía llamado deseo (1947); Brick, de La gata sobre el tejado de cinc caliente (1955) […]».

«Parece que Storey está desarrollando aquí —como en toda la novela [de Radcliffe]— la idea de la imposibilidad de una relación sexual equilibrada entre hombres. El encuentro de dos virilidades debe convertirse en una competición. La armonía exige una diferencia sexual, y si bien Leonard y Vic son ciertamente polos opuestos, la realidad es que ambos son hombres».

«Al igual que a su amigo Sandro Penna, con quien compitió para tener tantas relaciones homosexuales como fuera posible a lo largo de la vida, a Pasolini le encantaban los muchachos de la clase obrera. […] Los muchachos burgueses eran siempre para él criaturas inferiores, sólo superficialmente atractivos: resultaba imposible amar a ninguno de ellos».

«El propio Winston [en 1984 de G. Orwell], por otro lado, es como tantos homosexuales que piensan que su vida social ha sido sexualizada de modo artificial por el estrecho margen que permiten las circunstancias opresoras […]:
[…] “Deseaba sobre todo vivir con ella en un sitio tranquilo sin sentirse obligado a acostarse cada vez que conseguían reunirse”».

«Durante la guerra, y después de ella [...], no era raro (esto es, entre antihomosexuales antifascistas) relacionar fascismo y homosexualidad. Es sin duda cierto que había una fuerte presencia homosexual entre los camisas pardas de Roehm; pero también lo es que fueron violentamente extirpados del cuerpo político en la llamada "Noche de los cuchillos largos" (29-30 de junio de 1934)».

«En un intento equivocado de reforzar su heterosexualidad, entra en un burdel, pero su reacción ante la prostituta que elige es inquietantemente ambigua: “no la deseaba, y sin embargo estaba excitado de alguna manera homosexual, no natural“ […]. Su falta de deseo es lo que le hace desearla con más ansiedad […]. La desea de modo homosexual, en efecto, únicamente para contrarrestar así su desasosiego».

«Vivir en el armario sin ser reconocido constituye un tipo de libertad y de seguridad, pero se trata de una libertad limitada y de una seguridad peligrosa […]. El armario puede parecer seguro a primera vista, pero las inquietudes que genera en el hombre allí encerrado “le devoran por dentro“: pues lo cierto es […] que la puerta de un armario sirve tanto para poner al descubierto como para ocultar».

«[A] finales del siglo XIX la homosexualidad masculina (y el lesbianismo menos a menudo, y menos enfáticamente) comienza a ser vista en la literatura como una condición esencialmente trágica. Tristeza, soledad y una tendencia al suicidio o aun peor han sido considerados por muchos —y no sólo por heterosexuales hostiles— como algo inherente a la homosexualidad».

«Los lectores gays blancos no deben caer en la tentación de pensar que su homosexualidad les provee necesariamente de una percepción clara de la opresión experimentada por los negros. Raza y sexualidad son términos transferibles sólo en el sentido más general. Tan pronto como nos acercamos a los aspectos específicos de cada una de tales cuestiones comenzamos a ver los peligros de la tendencia a identificarlas».

«Para algunas novelistas, los invertidos parecen menos implicados en las maquinaciones patriarcales que los heterosexuales, por lo que pueden ser considerados como potenciales aliados en la lucha por la igualdad sexual. Para otras, sin embargo, la homosexualidad masculina es como un compromiso exagerado con la masculinidad, una aversión hacia lo femenino virtualmente equivalente a la misoginia».

«Como literatura gay, En busca del tiempo perdido insiste en hacer notar que los invertidos abundan, y mucho, por todas partes, a lo largo y a lo ancho de la sociedad, aunque a menudo invisibles para el observador inexperto; también es notable el hecho de que Proust parece creer que sus lectores acaso comparten los intereses sexuales de sus personajes».

«[L]a insistencia en la belleza física es mucho más problemática en la obra de poetas como Stefan George (e incluso en la del propio Platón) que hablan de espiritualidad. ¿Por qué una relación espiritual ha de depender tan fuertemente de lo físico, cuando una mente cultivada y una personalidad agradable serían suficientes?».

«Whitman hizo temblar, como si de un terremoto se tratase, la secreta gentilidad de los uranistas británicos. Transformó la nostalgia que sentían por la Grecia arcádica en el deseo de un utópico Nuevo Mundo de fronteras abiertas y de cuellos de camisa también abiertos».

«El vaquero ocupa una posición crucial en la cultura norteamericana gay, tanto en lo que se refiere al estilo como a los ideales. […] Para algunos escritores el mítico Oeste sigue siendo el único lugar donde la amistad masculina, si bien homosocial —erótica o sexual—, puede florecer sin la interferencia domesticadora de la feminidad burguesa».

«Refiriéndose a las penosas horas pasadas con el cadáver de Lucien se expresa [Jacques Collin] de modo blasfemo, con un estilo que recuerda al que utilizará más tarde Genet: “estuve besando su cuerpo como un loco, como una madre, como la Virgen debió besar a Jesús ante el sepulcro“ (…). Su retórica llega a lo más sagrado y revela una voluntad de profanación».
[A propósito de una novela de Balzac].

«Sabemos que uno de los principales placeres que proporciona la novela gótica es producto de los intensos sentimientos de pánico que genera. Un pánico paranoide semejante al del hombre que teme ponerse de espaldas ante un homosexual nos suele ser causado por la aparición del malvado en la narrativa en cuestión. […] ¿Tenemos tiempo para escapar o nos daremos la vuelta y esperaremos?».

«Las competiciones [...] son procedimientos gracias a los cuales los amigos del mismo género masculino pueden estar cerca el uno del otro sin que esa amistad derive hacia formas no permitidas de intimidad. La competición es el modo viable de proteger la masculinidad individual contra la insidiosa afeminación del afecto por su amigo. (Puedes disputar con tu amigo, pero no hacer el amor con él.)».

«[Q]ue el joven de los sonetos es “especialmente admirado por la deliciosa esperanza de sus nalgas“ y que en el 20, […] “Shakespeare no está interesado en el pene de su amigo”. Pero queda mucho a lo que hacer el amor. Hay, sin duda, más cosas que un joven y su pene. ¿Y su trasero? En este sentido, yo sugería una relación pederasta al estilo griego, donde el placer del adulto lo era todo […]».

«En los primeros versos de Dido, reina de Cartago [de Christopher Marlowe], Júpiter intenta asegurarse el amor de Ganímedes ofreciéndole ricas plumas. […] Acaso se trata de un ingenioso sistema para que el joven piense en lechos de plumas y lo que en ellos sucede; es sin duda también un recuerdo amenazador de la forma ornitológica de su rapto».

«Los personajes más habitualmente considerados de modo equivocado como homosexuales por los lectores y público del siglo XX […] son los petimetres y dandis del teatro de la Restauración. Pero no son sodomitas. Al contrario, tienden a ser voraces mujeriegos. […] Su afeminamiento procede de su excesivo contacto, precisamente, con lo femenino».

«[L]a homosexualidad masculina llegó a conocerse [en la China clásica] como ”la manga cortada” (duanxiu), aludiendo a un famoso incidente ocurrido cuando el emperador Ai cortó una manga de su propia túnica para no despertar a su joven amante Dong Xian, que se había quedado dormido sobre ella».