Luis G.’s Reviews > Por los caminos de Sodoma > Status Update

«Y así transcurrían días de bonanza, en un idilio encantador».
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«Quizá recordaba muchachos de doradas cabelleras que oían atentamente sus disertaciones y una mañana no volvieron a clase, ni volverán nunca, porque se doblaron como espigas al paso del huracán de la Muerte y hoy sus tumbas son piedras solitarias en los cementerios aldeanos».

«Tenía las severas facciones y el aire gentil de un efebo clásico; hubiese podido ser concubino de Adriano, como el dulce Antínoo, que era hermoso como Narciso y tenía un exquisito cuerpo de holocausto».

«De pie, sobre un pedestal, imponiéndole la divina quietud de las estatuas, coronado de rosas, se le hubiese tomado por un dios».

«De pronto, se mira al espejo y su gracia es tan maravillosa que, extasiado como Narciso, se queda lelo, contemplándose. Se mira frente a la luna de cristal, con un mohín de coquetería perezosa, y los brazos cruzados hacia la parte de atrás de la cabeza.
Su sexo, de un voluptuoso tamaño, está dormido entre un leve nido de vello oscuro, como una golondrina».

«El contraste más extraordinario de este hermosísimo y escaso tipo de hombre, consistía en el color de la epidermis y de los ojos, unos ojos glaucos y rasgados, de verde líquido “como los ojos de aquellos hombres que han mirado mucho tiempo el mar”. Su cabellera tenía casi el mismo color de su cuerpo: rubia tostada, con ondulaciones de serpiente».
¡Cómo no, ojos verdes!

«Los ojos de María Mercedes ostentan la peculiaridad de parecerse al océano, porque no tienen propiamente un color definitivo […]. Sus pupilas, lo mismo que el mar, cambian de color según el tono de luz que se refleja en ellas».

«Necesitaba amar a un efebo armonioso para sufrir por su causa, dolerse de sus desvíos, alegrarse de sus caricias, irse de brazo con él, por la vida abajo, a toda lona, como una vela, a los cuatro puntos cardinales de la tierra, como la llama al viento...»

«Ni la aurora ni la noche nos dan perfecta convicción de la plenitud del mundo; es en el ocaso brillante, ligeramente diluido, cuando comprendemos la eternidad de las cosas creadas. La mañana convida a la alegría y la noche al abatimiento. Solo el crepúsculo llama presurosamente a la vida amorosa, a la ternura exaltada y pródiga».

«Ignoraba que luego, acribillado por la vida en variados y terribles combates, tendría que llegar a la convicción melancólica de que de todo, solo queda un aroma exquisito, un grato recuerdo en nuestra alma:
La vida del claustro...»

«Su adolescencia florece ahora en gajos profundos y frescos. […] Todo él, es el arquetipo perfecto del mancebo gentil que triunfaba en los estadios helénicos, en los teatros y en los lechos de los príncipes».