Samuel Ch.’s Reviews > Frankenstein o el moderno Prometeo > Status Update

¡Qué extraordinaria persona tuvo que haber sido en sus buenos tiempos, si estando en la miseria se muestra así de noble y bondadoso! Parece intuir lo mucho que vale y lo grande que ha sido su caída.

Durante un tiempo, Elizabeth observó mi inquietud con un silencio tímido y temeroso, pero había algo en mi mirada que le comunicaba terror y, temblando, me dijo: —¿Por qué estás nervioso, mi querido Víctor? ¿De qué tienes miedo?

Yo evité dar más detalles; mantuve un permanente silencio respecto al demonio que había creado. Tenía la sensación de que me tomarían por loco, y esto encadenó para siempre mi lengua. Pero, además, no podía ser capaz de revelar un secreto que llenaría a mi escucha de miedo y consternación, que le inundarían el pecho con un horror perverso.

Observaba con placer la idea de darla por terminada; sin embargo, la liberación de la maldición que estaba sufriendo era una alegría en la que nunca me atreví a confiar del todo, pero que estaba mezclada con oscuros presagios del mal que enfermaron mi corazón.

¡Oh, estrellas y nubes, y vientos, todos van a burlarse de mí! ¡Si realmente tienen piedad de mí, aplasten y destruyan mis sensaciones y memoria, permitan que me reduzca a la nada! Y si no, aléjense; aléjense y déjenme en la oscuridad.

—¡Maldito, maldito Creador! ¿Por qué viví? ¿Por qué, en aquel instante, no apagaste la llama de la existencia que tan descuidadamente me diste? No lo sé; la desesperación aún no me había poseído; mis sentimientos eran de rabia y venganza. Podría haber destruido con gusto la casa y haber matado a sus habitantes y haber saciado mi furia con sus gritos y su dolor.

Sin embargo, no eran completamente felices. El hombre joven y su compañera a menudo se apartaban en una esquina de su habitación común y parecían llorar. Yo no conocía la causa de su tristeza, pero me afectaba profundamente. Si esas criaturas tan encantadoras eran desdichadas, resultaba menos extraño que yo, un ser imperfecto y solitario, fuera completamente desgraciado.

La sangre corría libremente por mis venas, pero el peso de la desesperación y el remordimiento me aplastaba el corazón y nada podía aliviar ese dolor. El sueño huía de mis ojos; vagaba como un alma en pena porque había cometido actos maliciosos y horribles que ni siquiera es posible describir y, estaba convencido, aún cometería más, muchos más.

Por lo tanto, yo sabía cuáles debían ser los sentimientos de mi padre; sin embargo, no podía arrancarme de la cabeza la tarea que me ocupaba, repugnante en sí misma, pero que me era irresistible y se había apoderado de mi imaginación. Quise posponer todo lo relacionado con mis afectos hasta no alcanzar ese gran objetivo que había absorbido cada aspecto de mi vida.

Incluso ahora, mientras inicio la tarea, su voz entonada ya resuena en mis oídos, sus ojos resplandecen al mirarme con toda su melancólica dulzura; su fina mano se levanta con ánimo al tiempo que las líneas de su rostro irradian el espíritu que habita en su interior. Su historia debe ser extraña y desgarradora, y la tormenta que provocó el naufragio de su valiente nave, ¡horrible!