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Tras prestar atención un rato, Núria lo identificó: las lavanderas hablaban de Adaleda con temor y aversión, pero también con fascinación y, según intuyó, cierta envidia. La idea de la bruja las atraía y repelía al mismo tiempo.

Le enumeró las dificultades que se había encontrado con la verborrea de quien ha sobrellevado varias horas de frustración. [...] Guim no entendió nada, pero la dejó desfogarse.

-“Practica Inquisitionis Heretice Pravitatis”, de Bernardus Guidonis -anunció, abriendo la cubierta. Climent pensó que había algo femenino en su forma delicada de tratar los libros-. Es el canon para inquisidores, el texto que sentó las bases de la santa cruzada contra la herejía. Un manuscrito copiado en Ripoll hace un siglo. Observe la belleza de las miniaturas.

-Está escrita en latín -dijo Feliu.
-Qué lástima, me hubiera gustado leer el libro de mi padre.
-En realidad todas las biblias dicen lo mismo.
-¿Y ninguna está escrita en lengua normal?
-No. Está prohibido. -Ella lo miró con extrañeza-. […]

-Yo retomaré esas obligaciones y me dedicaré a combatir a los herejes. Y no solo lo haré por mandato del arzobispo, sino también por convicción propia. Aquellos que cometen los pecados de brujería y superstición no muestran ningún respeto por la Iglesia. Tergiversan los rituales, corrompen las oraciones, adulteran las enseñanzas. Y el día en que perdamos el respeto del pueblo, lo perderemos todo.

-Así lo haré. Aunque dudo que los herejes fijen su atención en un pueblo tan poco relevante como Melers.
-Yo no estaría tan seguro -intervino Climent-. En las aldeas más remotas se esconden individuos que viven al margen de la fe. Vuestra zona tienen fama de ser tierra de brujas. ¿Y no es la brujería la forma más despreciable de herejía?

-¿Ahora estamos en peligro?
-Ahora no, los últimos años han sido tranquilos. Pero debemos permanecer alerta, porque ellos siempre vuelven.
-¿Quiénes?
-Los que nos persiguen. Los que nos llaman brujas.

La receta que transcribía aquella noche era peligrosa, igual que muchas otras. Resultaba útil para curar fiebres nerviosas y ataques de espasmos, pero, empleada con malicia, podía aletargar a un adversario o embotarle el entendimiento. Por esa razón escribía en la lengua que compartían las curanderas de los Pirineos, con su propio alfabeto de formas redondeadas.