R.M. de Loera's Blog
May 25, 2021
Bailemos en la oscuridad
¡Hola, mis queridos lectores!
Estamos en primavera, los pajarillos cantan, las flores se abren y las hojas de los árboles se mueven de aquí para allá en un vaivén suave que te inspira a tomar a tu pareja entre tus brazos y danzar en esa melodía lenta que nos ofrece la naturaleza y llenarnos de suspiros y sonrisas robadas, aunque si estás en Puerto Rico, como yo, nos olvidamos de esta primavera idílica y dimos el salto directo a los días de verano con el calor exhaustivo donde no logras decidir si quedarte estático y permitir que los jugos te bajen por el cuerpo con la misma libertad con que lo hacen con el pollo rostizado o intentar moverte solo para jadear por tu vida segundos después. Y como el clima es muy dueño de sí mismo, te regala una que otra noche en que tiemblas de frío como si de un momento a otro el planeta decidiera congelarse.
Y mientras los días pasaban, sin decirle a nadie, escribí esta historia sumergida en hielo y patines. Después de un fracaso estrepitoso sueles moverte en silencio y con temor. Te preguntas si de verdad sirves para esto de contar historias y sientes que te quedaste sin gasolina y te mueves como un automóvil tres cilindros, con los suspiros del combustible. Pero como Cecilia Payne, la protagonista de Bailemos en la oscuridad, obtienes el balance sobre los patines de hielo por aplomo o terquedad.
Ustedes saben que antes de comenzar una historia, llevo acabo una investigación. Para mí, esa es la mitad de la diversión. Y fue así como conocí a Molly Burke. ¡Que gran inspiración! No solo para la historia si no que para mí misma.
Me ayudó a comprender que, en mis historias, los protagonistas suelen visitar en algún momento el hospital o pasan mucho tiempo en él o tienen la profesión de doctor. Y quizás dirán, después de más de diez novelas ahora es que te percatas. ¿Qué les puedo decir? Suelo ser así de despistada.
Tal vez te preguntes por qué, si la gran mayoría de las personas no va a un hospital en años. Pero mi vida gira entorno al ambiente hospitalario. No soy doctora, enfermera, técnica, ni laboratorista. Solo soy una mamá que tuvo la osadía de publicar un libro y no ha parado desde entonces. Y estoy segura de que esta es mi forma de canalizarlo.
Así que, en mis historias, le doy voz a ese otro lado que para algunos puede ser aburrido o tedioso, para otros podría ser demasiado —en el sentido de que pasan mucho tiempo en el hospital y no quieren una historia sobre ello porque lo único que desean al leer es desconectar por completo—. Pero para otros, como muchos de los lectores que me han escrito un post o me han enviado un mensaje privado, mis historias los acompañan. Se convierten en ese adarme de esperanza, de saber que alguien más vive algo parecido, aunque jamás igual, y que no están solos. E incluso, tal vez, sientan que el libro los toma de la mano o les da un abrazo. ¿Qué mejor regalo para un autor?
Yo no soy discapacitada, pero pertenezco a la comunidad y aquí estoy en la medida de lo posible dándole voz. Es una muy diminuta y es una muy dispersa porque lo mismo te habla de un aspecto físico como de algo psicológico, pero no tengan dudas de que estoy aquí, con mi pequeña voz, contándoles historias magnificadas que, aunque sea por un instante, giren el reflector y tú puedas decir: «Yo estoy aquí, puedo amar y ser amado».
Y con estas palabras te hago entrega de mi más reciente historia: Bailemos en la oscuridad.Bailemos en la oscuridad
Estamos en primavera, los pajarillos cantan, las flores se abren y las hojas de los árboles se mueven de aquí para allá en un vaivén suave que te inspira a tomar a tu pareja entre tus brazos y danzar en esa melodía lenta que nos ofrece la naturaleza y llenarnos de suspiros y sonrisas robadas, aunque si estás en Puerto Rico, como yo, nos olvidamos de esta primavera idílica y dimos el salto directo a los días de verano con el calor exhaustivo donde no logras decidir si quedarte estático y permitir que los jugos te bajen por el cuerpo con la misma libertad con que lo hacen con el pollo rostizado o intentar moverte solo para jadear por tu vida segundos después. Y como el clima es muy dueño de sí mismo, te regala una que otra noche en que tiemblas de frío como si de un momento a otro el planeta decidiera congelarse.
Y mientras los días pasaban, sin decirle a nadie, escribí esta historia sumergida en hielo y patines. Después de un fracaso estrepitoso sueles moverte en silencio y con temor. Te preguntas si de verdad sirves para esto de contar historias y sientes que te quedaste sin gasolina y te mueves como un automóvil tres cilindros, con los suspiros del combustible. Pero como Cecilia Payne, la protagonista de Bailemos en la oscuridad, obtienes el balance sobre los patines de hielo por aplomo o terquedad.
Ustedes saben que antes de comenzar una historia, llevo acabo una investigación. Para mí, esa es la mitad de la diversión. Y fue así como conocí a Molly Burke. ¡Que gran inspiración! No solo para la historia si no que para mí misma.
Me ayudó a comprender que, en mis historias, los protagonistas suelen visitar en algún momento el hospital o pasan mucho tiempo en él o tienen la profesión de doctor. Y quizás dirán, después de más de diez novelas ahora es que te percatas. ¿Qué les puedo decir? Suelo ser así de despistada.
Tal vez te preguntes por qué, si la gran mayoría de las personas no va a un hospital en años. Pero mi vida gira entorno al ambiente hospitalario. No soy doctora, enfermera, técnica, ni laboratorista. Solo soy una mamá que tuvo la osadía de publicar un libro y no ha parado desde entonces. Y estoy segura de que esta es mi forma de canalizarlo.
Así que, en mis historias, le doy voz a ese otro lado que para algunos puede ser aburrido o tedioso, para otros podría ser demasiado —en el sentido de que pasan mucho tiempo en el hospital y no quieren una historia sobre ello porque lo único que desean al leer es desconectar por completo—. Pero para otros, como muchos de los lectores que me han escrito un post o me han enviado un mensaje privado, mis historias los acompañan. Se convierten en ese adarme de esperanza, de saber que alguien más vive algo parecido, aunque jamás igual, y que no están solos. E incluso, tal vez, sientan que el libro los toma de la mano o les da un abrazo. ¿Qué mejor regalo para un autor?
Yo no soy discapacitada, pero pertenezco a la comunidad y aquí estoy en la medida de lo posible dándole voz. Es una muy diminuta y es una muy dispersa porque lo mismo te habla de un aspecto físico como de algo psicológico, pero no tengan dudas de que estoy aquí, con mi pequeña voz, contándoles historias magnificadas que, aunque sea por un instante, giren el reflector y tú puedas decir: «Yo estoy aquí, puedo amar y ser amado».
Y con estas palabras te hago entrega de mi más reciente historia: Bailemos en la oscuridad.Bailemos en la oscuridad
Published on May 25, 2021 17:19
April 20, 2020
Cuidaré de ti
Mientras levantaba la mano, para despedirme de mi jefe, el gato de la señora Jones, una de las asistentes asiduas a la biblioteca, se frotó contra mis piernas. Él le ofrecía a su dueña apoyo emocional.
—Adiós, señora Jones.
—Bye, Emily.
Le habló como bebé al animal, lo tomó en brazos y se marchó.
El reloj marcaba las cinco en punto, mi hora de salida. No regresaría al trabajo hasta dentro de dos semanas pues la ciudad decretó un toque de queda durante ese tiempo. Enfrentábamos una pandemia y, a pesar de las medidas previsoras en los días previos, los casos continuaban en aumento.
Bajé los escalones de dos en dos, en tanto, pinchaba mis mejillas y alisaba la falda del traje sastre. Al llegar a la acera me detuve un instante y distraída jugué con el colgante, del árbol de la vida, que fue de mamá. Allí estaba él, apoyado en el cofre de su vehículo con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza baja.
Una sonrisa tonta se adueñó de mis labios al percatarme de las briznas de harina en su cabello negro. William era el dueño de la pequeña cafetería que se encontraba a dos cuadras y donde preparaban el mejor café de la zona. Nos conocimos durante la inauguración hacía seis meses. Desde entonces entablamos una amistad y fue como descubrí que amasaba pan cuando se sentía estresado.
Me obligué a salir de mi ensoñación y me acerqué con paso ligero. En ese mismo instante él levantó la cabeza y una sonrisa radiante curvó sus labios.
—Gracias por llevarme a casa.
Negó con la cabeza a la par que se giraba para abrir la puerta de pasajeros.
—Ni en sueños te permitiría tomar el metro.
Incapaz de contener una sonrisa subí y coloqué el bolso sobre las piernas. Me guiñó un ojo, cerró la puerta y rodeó el vehículo. En pocos minutos lo puso en marcha. Inhalé profundo al percibir el tenue aroma del azúcar mezclado con especies y café que lo caracterizaba.
Nos incorporamos al tráfico que ese día era intenso. El presidente ofreció una conferencia de prensa alrededor de las doce del mediodía con las directrices que debíamos seguir. Todos debíamos permanecer en casa, evitar el contacto con las superficies y estar a más de metro y medio de distancia de los demás.
Mordí mis labios al escucharlo pues el transporte público quedó descartado. Me tardaría más de una hora en caminar hasta la casa y el toque de queda comenzaba a las seis. La primera llamada que recibí fue la de mamá quien insistía en que saliera despavorida a comprar mascarillas, guantes y papel higiénico. Logré colgar con el pretexto de una reunión de último minuto. Pocos minutos después mi teléfono vibró con un mensaje de William ofreciéndome transportación.
—Este día ha sido de locos.
—Una gran cantidad de personas se acercó a la biblioteca y en lo único que pensaba era en que a nadie se le escapara un estornudo. Me preocupaba que corrieran despavoridos y tumbaran los anaqueles.
—Eso sería un desastre.
—Dos semanas no alcanzarían para clasificarlos.
Por un segundo desvió la mirada de la carretera y me observó. Diminutas patas de gallo se extendieron por sus ojos, como el café más puro, señal inequívoca de que mis palabras le divertían.
Regresó su atención al tráfico cuando el semáforo cambió a verde. Metió primera y llevó la mano a la garganta y la frotó con el ceño fruncido. Contuve el aliento, mas, me distraje cuando pegó un bocinazo por un inconsciente que cambió de carril y por poco nos choca.
Cerca de cuarenta y cinco minutos después se detuvo frente a mi casa. Desabroché el cinturón y me colgué el bolso en el hombro.
—Gracias.
Abrí la puerta y un único pensamiento me asaltó de repente: No lo vería en todo ese tiempo. Un vació se apoderó de mi estómago a la vez que un estremecimiento me recorrió la piel.
—Espera.
Giró sobre su asiento y tomó una caja, la cual me extendió. Había un par de botellas de desinfectantes y alcohol. Bajó, abrió la cajuela y sacó una caja de agua y una con el logo de la cafetería.
—Sé que estos te gustan.
Asentí con una sonrisa.
Entramos a la casa y llegamos a la cocina. Coloqué los bollos en un plato y la greca sobre la hornilla. En lo que el agua se calentaba tomé los desinfectantes para guardarlos debajo del fregadero. Escuché a William carraspear. Giré con los ojos muy abiertos, solo nos separaban unos centímetros pues él acomodaba el agua en la alacena. Entonces… estornudó.
Mis dedos se movieron autónomos. Una nube de antiséptico lo cubrió y su olor característico inundó el lugar mientras un gritito escapaba de mi garganta. Su camisa terminó empapada. Sus manos en alto como si con eso lo hubiera podido evitar.
—¿Tienes gato? —Para ese momento los ojos le lagrimeaban.
Negaría con firmeza cuando recordé al gato de la señora Jones.
—No. —Mis labios en una mueca.
Se comportó con frialdad a pesar de mis disculpas.
Lo acompañé hasta la puerta y, tras una bocanada de aire, se inclinó para dejar un beso en mi mejilla. Con la respiración contenida intenté dominar el cosquilleo en mi garganta, cerré los puños, mas, el estornudo encontró la forma de escapar.
Él se alejó de inmediato con los hombros tensos. La vergüenza no me permitió decir nada más.
A la mañana siguiente caminé hasta la puerta cuando el timbre sonó. Apenas pude dormir en la noche, amanecí mocosa y con ojos llorosos.
Al abrir cubrí mis labios mientras un colibrí revoloteaba en mi interior. William estaba frente a mí con un termo caliente y una caja de bollos. El calor se concentró en mis mejillas cuando me dedicó una sonrisa tímida. Mi aspecto daba mucho que desear y él estaba impoluto.
—¿Qué haces aquí? —Mi voz nasal.
Levantó la mano para acomodar un mechón de mi cabello.
—Cuidaré de ti.
—Adiós, señora Jones.
—Bye, Emily.
Le habló como bebé al animal, lo tomó en brazos y se marchó.
El reloj marcaba las cinco en punto, mi hora de salida. No regresaría al trabajo hasta dentro de dos semanas pues la ciudad decretó un toque de queda durante ese tiempo. Enfrentábamos una pandemia y, a pesar de las medidas previsoras en los días previos, los casos continuaban en aumento.
Bajé los escalones de dos en dos, en tanto, pinchaba mis mejillas y alisaba la falda del traje sastre. Al llegar a la acera me detuve un instante y distraída jugué con el colgante, del árbol de la vida, que fue de mamá. Allí estaba él, apoyado en el cofre de su vehículo con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza baja.
Una sonrisa tonta se adueñó de mis labios al percatarme de las briznas de harina en su cabello negro. William era el dueño de la pequeña cafetería que se encontraba a dos cuadras y donde preparaban el mejor café de la zona. Nos conocimos durante la inauguración hacía seis meses. Desde entonces entablamos una amistad y fue como descubrí que amasaba pan cuando se sentía estresado.
Me obligué a salir de mi ensoñación y me acerqué con paso ligero. En ese mismo instante él levantó la cabeza y una sonrisa radiante curvó sus labios.
—Gracias por llevarme a casa.
Negó con la cabeza a la par que se giraba para abrir la puerta de pasajeros.
—Ni en sueños te permitiría tomar el metro.
Incapaz de contener una sonrisa subí y coloqué el bolso sobre las piernas. Me guiñó un ojo, cerró la puerta y rodeó el vehículo. En pocos minutos lo puso en marcha. Inhalé profundo al percibir el tenue aroma del azúcar mezclado con especies y café que lo caracterizaba.
Nos incorporamos al tráfico que ese día era intenso. El presidente ofreció una conferencia de prensa alrededor de las doce del mediodía con las directrices que debíamos seguir. Todos debíamos permanecer en casa, evitar el contacto con las superficies y estar a más de metro y medio de distancia de los demás.
Mordí mis labios al escucharlo pues el transporte público quedó descartado. Me tardaría más de una hora en caminar hasta la casa y el toque de queda comenzaba a las seis. La primera llamada que recibí fue la de mamá quien insistía en que saliera despavorida a comprar mascarillas, guantes y papel higiénico. Logré colgar con el pretexto de una reunión de último minuto. Pocos minutos después mi teléfono vibró con un mensaje de William ofreciéndome transportación.
—Este día ha sido de locos.
—Una gran cantidad de personas se acercó a la biblioteca y en lo único que pensaba era en que a nadie se le escapara un estornudo. Me preocupaba que corrieran despavoridos y tumbaran los anaqueles.
—Eso sería un desastre.
—Dos semanas no alcanzarían para clasificarlos.
Por un segundo desvió la mirada de la carretera y me observó. Diminutas patas de gallo se extendieron por sus ojos, como el café más puro, señal inequívoca de que mis palabras le divertían.
Regresó su atención al tráfico cuando el semáforo cambió a verde. Metió primera y llevó la mano a la garganta y la frotó con el ceño fruncido. Contuve el aliento, mas, me distraje cuando pegó un bocinazo por un inconsciente que cambió de carril y por poco nos choca.
Cerca de cuarenta y cinco minutos después se detuvo frente a mi casa. Desabroché el cinturón y me colgué el bolso en el hombro.
—Gracias.
Abrí la puerta y un único pensamiento me asaltó de repente: No lo vería en todo ese tiempo. Un vació se apoderó de mi estómago a la vez que un estremecimiento me recorrió la piel.
—Espera.
Giró sobre su asiento y tomó una caja, la cual me extendió. Había un par de botellas de desinfectantes y alcohol. Bajó, abrió la cajuela y sacó una caja de agua y una con el logo de la cafetería.
—Sé que estos te gustan.
Asentí con una sonrisa.
Entramos a la casa y llegamos a la cocina. Coloqué los bollos en un plato y la greca sobre la hornilla. En lo que el agua se calentaba tomé los desinfectantes para guardarlos debajo del fregadero. Escuché a William carraspear. Giré con los ojos muy abiertos, solo nos separaban unos centímetros pues él acomodaba el agua en la alacena. Entonces… estornudó.
Mis dedos se movieron autónomos. Una nube de antiséptico lo cubrió y su olor característico inundó el lugar mientras un gritito escapaba de mi garganta. Su camisa terminó empapada. Sus manos en alto como si con eso lo hubiera podido evitar.
—¿Tienes gato? —Para ese momento los ojos le lagrimeaban.
Negaría con firmeza cuando recordé al gato de la señora Jones.
—No. —Mis labios en una mueca.
Se comportó con frialdad a pesar de mis disculpas.
Lo acompañé hasta la puerta y, tras una bocanada de aire, se inclinó para dejar un beso en mi mejilla. Con la respiración contenida intenté dominar el cosquilleo en mi garganta, cerré los puños, mas, el estornudo encontró la forma de escapar.
Él se alejó de inmediato con los hombros tensos. La vergüenza no me permitió decir nada más.
A la mañana siguiente caminé hasta la puerta cuando el timbre sonó. Apenas pude dormir en la noche, amanecí mocosa y con ojos llorosos.
Al abrir cubrí mis labios mientras un colibrí revoloteaba en mi interior. William estaba frente a mí con un termo caliente y una caja de bollos. El calor se concentró en mis mejillas cuando me dedicó una sonrisa tímida. Mi aspecto daba mucho que desear y él estaba impoluto.
—¿Qué haces aquí? —Mi voz nasal.
Levantó la mano para acomodar un mechón de mi cabello.
—Cuidaré de ti.
Published on April 20, 2020 20:59
•
Tags:
rmdeloera
April 6, 2019
Lanzamiento de El duque del cielo
Este 28 de abril llegará la historia que te hará girar a 360º y sentirás 9g en tu corazón. Una historia donde el perdón y la tolerancia son los artífices del amor...
Un poco asustada con esta entrega. Anhelando que sea de su agrado...El duque del cielo
Un poco asustada con esta entrega. Anhelando que sea de su agrado...El duque del cielo
Published on April 06, 2019 15:56
September 27, 2018
¡Muchísimas gracias!
Quiero agradecerles la acogida que le han dado a la historia de Edén Swan y Antoine Avikar. Esta historia es muy especial y solo puedo agradecerles desde el fondo de mi corazón su respaldo... ¡Gracias... Gracias... Gracias!Avikar
Published on September 27, 2018 20:55
September 15, 2018
Sorteo
💧💧💧 Sorteo Internacional 💧💧💧
En agradecimiento por su apoyo sortearemos 1 ejemplar en físico con dedicatoria y marcapáginas de Avikar de RM de Loera
Para participar sigue los siguientes pasos:
(Es importante seguir todas las instrucciones)
➡️Compartir este post en sus muros
➡️Dejar un comentario en Goodreads o Amazon ➡️relinks.me/B07GY1F9DJ
➡️Pertenecer al grupo Las románticas de R.M. de Loera ➡️http://www.facebook.com/groups/lasrom...
Una vez dentro del grupo poner PARTICIPO y adjuntar el pantallazo del comentario en Goodreads o Amazon.
Con estos pasos estarás participando del sorteo a celebrarse el 30 de septiembre de 2018.
👍👍👍 ¡Les deseo mucha suerte! 👍👍👍
😍😍😍 ¡Gracias por la gran acogida que le han dado a esta historia! 😍😍😍
En agradecimiento por su apoyo sortearemos 1 ejemplar en físico con dedicatoria y marcapáginas de Avikar de RM de Loera
Para participar sigue los siguientes pasos:
(Es importante seguir todas las instrucciones)
➡️Compartir este post en sus muros
➡️Dejar un comentario en Goodreads o Amazon ➡️relinks.me/B07GY1F9DJ
➡️Pertenecer al grupo Las románticas de R.M. de Loera ➡️http://www.facebook.com/groups/lasrom...
Una vez dentro del grupo poner PARTICIPO y adjuntar el pantallazo del comentario en Goodreads o Amazon.
Con estos pasos estarás participando del sorteo a celebrarse el 30 de septiembre de 2018.
👍👍👍 ¡Les deseo mucha suerte! 👍👍👍
😍😍😍 ¡Gracias por la gran acogida que le han dado a esta historia! 😍😍😍

Published on September 15, 2018 18:07
September 2, 2018
Lanzamiento de Avikar
Es con gran nervio y alegría que les presento mi más reciente trabajo... Avikar.
Espero que Edén Swan y Antoine Avikar logren conquistar sus corazones pues a mí me enamoraron con su historia desgarradora, pero llena de amor.
Les hago entrega de ella...Avikar
Espero que Edén Swan y Antoine Avikar logren conquistar sus corazones pues a mí me enamoraron con su historia desgarradora, pero llena de amor.
Les hago entrega de ella...Avikar
Published on September 02, 2018 10:25
August 1, 2016
Mi acuerdo con el arquitecto segunda parte
Que difícil es decirle adiós a dos personajes que me han acompañado los últimos 8 meses, contándome su historia, reclamándome cuando la quería llevar por un camino y decían que no que ellos no eran así, sobre todo el protagonista.
Escribiendo el final.
Mi acuerdo con el arquitecto segunda parte. ¡Pronto!
Escribiendo el final.
Mi acuerdo con el arquitecto segunda parte. ¡Pronto!
Published on August 01, 2016 12:34
July 20, 2016
Mi acuerdo con el arquitecto segunda parte
Estoy trabajando en la segunda parte del libro. Para finales de mes, máximo mediados de agosto.
Published on July 20, 2016 15:03