Bailemos en la oscuridad
¡Hola, mis queridos lectores!
Estamos en primavera, los pajarillos cantan, las flores se abren y las hojas de los árboles se mueven de aquí para allá en un vaivén suave que te inspira a tomar a tu pareja entre tus brazos y danzar en esa melodía lenta que nos ofrece la naturaleza y llenarnos de suspiros y sonrisas robadas, aunque si estás en Puerto Rico, como yo, nos olvidamos de esta primavera idílica y dimos el salto directo a los días de verano con el calor exhaustivo donde no logras decidir si quedarte estático y permitir que los jugos te bajen por el cuerpo con la misma libertad con que lo hacen con el pollo rostizado o intentar moverte solo para jadear por tu vida segundos después. Y como el clima es muy dueño de sí mismo, te regala una que otra noche en que tiemblas de frío como si de un momento a otro el planeta decidiera congelarse.
Y mientras los días pasaban, sin decirle a nadie, escribí esta historia sumergida en hielo y patines. Después de un fracaso estrepitoso sueles moverte en silencio y con temor. Te preguntas si de verdad sirves para esto de contar historias y sientes que te quedaste sin gasolina y te mueves como un automóvil tres cilindros, con los suspiros del combustible. Pero como Cecilia Payne, la protagonista de Bailemos en la oscuridad, obtienes el balance sobre los patines de hielo por aplomo o terquedad.
Ustedes saben que antes de comenzar una historia, llevo acabo una investigación. Para mí, esa es la mitad de la diversión. Y fue así como conocí a Molly Burke. ¡Que gran inspiración! No solo para la historia si no que para mí misma.
Me ayudó a comprender que, en mis historias, los protagonistas suelen visitar en algún momento el hospital o pasan mucho tiempo en él o tienen la profesión de doctor. Y quizás dirán, después de más de diez novelas ahora es que te percatas. ¿Qué les puedo decir? Suelo ser así de despistada.
Tal vez te preguntes por qué, si la gran mayoría de las personas no va a un hospital en años. Pero mi vida gira entorno al ambiente hospitalario. No soy doctora, enfermera, técnica, ni laboratorista. Solo soy una mamá que tuvo la osadía de publicar un libro y no ha parado desde entonces. Y estoy segura de que esta es mi forma de canalizarlo.
Así que, en mis historias, le doy voz a ese otro lado que para algunos puede ser aburrido o tedioso, para otros podría ser demasiado —en el sentido de que pasan mucho tiempo en el hospital y no quieren una historia sobre ello porque lo único que desean al leer es desconectar por completo—. Pero para otros, como muchos de los lectores que me han escrito un post o me han enviado un mensaje privado, mis historias los acompañan. Se convierten en ese adarme de esperanza, de saber que alguien más vive algo parecido, aunque jamás igual, y que no están solos. E incluso, tal vez, sientan que el libro los toma de la mano o les da un abrazo. ¿Qué mejor regalo para un autor?
Yo no soy discapacitada, pero pertenezco a la comunidad y aquí estoy en la medida de lo posible dándole voz. Es una muy diminuta y es una muy dispersa porque lo mismo te habla de un aspecto físico como de algo psicológico, pero no tengan dudas de que estoy aquí, con mi pequeña voz, contándoles historias magnificadas que, aunque sea por un instante, giren el reflector y tú puedas decir: «Yo estoy aquí, puedo amar y ser amado».
Y con estas palabras te hago entrega de mi más reciente historia: Bailemos en la oscuridad.Bailemos en la oscuridad
Estamos en primavera, los pajarillos cantan, las flores se abren y las hojas de los árboles se mueven de aquí para allá en un vaivén suave que te inspira a tomar a tu pareja entre tus brazos y danzar en esa melodía lenta que nos ofrece la naturaleza y llenarnos de suspiros y sonrisas robadas, aunque si estás en Puerto Rico, como yo, nos olvidamos de esta primavera idílica y dimos el salto directo a los días de verano con el calor exhaustivo donde no logras decidir si quedarte estático y permitir que los jugos te bajen por el cuerpo con la misma libertad con que lo hacen con el pollo rostizado o intentar moverte solo para jadear por tu vida segundos después. Y como el clima es muy dueño de sí mismo, te regala una que otra noche en que tiemblas de frío como si de un momento a otro el planeta decidiera congelarse.
Y mientras los días pasaban, sin decirle a nadie, escribí esta historia sumergida en hielo y patines. Después de un fracaso estrepitoso sueles moverte en silencio y con temor. Te preguntas si de verdad sirves para esto de contar historias y sientes que te quedaste sin gasolina y te mueves como un automóvil tres cilindros, con los suspiros del combustible. Pero como Cecilia Payne, la protagonista de Bailemos en la oscuridad, obtienes el balance sobre los patines de hielo por aplomo o terquedad.
Ustedes saben que antes de comenzar una historia, llevo acabo una investigación. Para mí, esa es la mitad de la diversión. Y fue así como conocí a Molly Burke. ¡Que gran inspiración! No solo para la historia si no que para mí misma.
Me ayudó a comprender que, en mis historias, los protagonistas suelen visitar en algún momento el hospital o pasan mucho tiempo en él o tienen la profesión de doctor. Y quizás dirán, después de más de diez novelas ahora es que te percatas. ¿Qué les puedo decir? Suelo ser así de despistada.
Tal vez te preguntes por qué, si la gran mayoría de las personas no va a un hospital en años. Pero mi vida gira entorno al ambiente hospitalario. No soy doctora, enfermera, técnica, ni laboratorista. Solo soy una mamá que tuvo la osadía de publicar un libro y no ha parado desde entonces. Y estoy segura de que esta es mi forma de canalizarlo.
Así que, en mis historias, le doy voz a ese otro lado que para algunos puede ser aburrido o tedioso, para otros podría ser demasiado —en el sentido de que pasan mucho tiempo en el hospital y no quieren una historia sobre ello porque lo único que desean al leer es desconectar por completo—. Pero para otros, como muchos de los lectores que me han escrito un post o me han enviado un mensaje privado, mis historias los acompañan. Se convierten en ese adarme de esperanza, de saber que alguien más vive algo parecido, aunque jamás igual, y que no están solos. E incluso, tal vez, sientan que el libro los toma de la mano o les da un abrazo. ¿Qué mejor regalo para un autor?
Yo no soy discapacitada, pero pertenezco a la comunidad y aquí estoy en la medida de lo posible dándole voz. Es una muy diminuta y es una muy dispersa porque lo mismo te habla de un aspecto físico como de algo psicológico, pero no tengan dudas de que estoy aquí, con mi pequeña voz, contándoles historias magnificadas que, aunque sea por un instante, giren el reflector y tú puedas decir: «Yo estoy aquí, puedo amar y ser amado».
Y con estas palabras te hago entrega de mi más reciente historia: Bailemos en la oscuridad.Bailemos en la oscuridad
Published on May 25, 2021 17:19
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