Fabio Descalzi's Blog
October 12, 2025
¿Poesía artificial?

Horror. Veneno. Espanto. Piel erizada. Crueldad.
Todo eso y más me viene cuando contemplo esta imagen. Por cierto, muy bien lograda, gracias a las dotes artísticas de un ilustrador de 1731. En aquel entonces, y mucho tiempo después, a nadie se le ocurría pensar que semejante imagen fuese obra de una máquina. Pero ahora, también pueden dibujar.
Pero, ¿qué hay de las palabras que expresé al inicio? Las máquinas podrán recopilar etiquetas inspiradas en un dibujo, pero ¿esos artefactos son sintientes de la misma manera que nosotros? Pregunté bien: ¿de la misma manera? Esa es una pregunta abierta que tal vez se responda algún día. O nunca.
Quienes escribimos poesía (a veces, me animo) necesitamos sentir algo que nos lleve a ese estado especial, más allá de lo lógico, fruto de una imaginación inescrutable. Con complejos tejidos de significados en segundo plano, tan entrelazados como la rima y el ritmo que sí son visibles; para el lector y para los artificios que llamamos inteligentes.
Las máquinas pueden ser auxiliares útiles a la hora de buscar palabras que rimen, sinónimos, vocablos arcaicos; tal vez, hasta un texto de otras épocas inspirado en lo que les sabemos explicar. Pero lo que volcamos a la poesía, ¡caray!, eso lo expresamos solo en el lienzo en blanco, nuestros dedos van directo hacia allí. No sabemos alimentar las máquinas con pedidos que no sabemos expresar. La poesía sí expresa lo que pedimos, queremos, anhelamos, amamos, odiamos, tememos.
Ese miedo que se siente
frente a una cruel serpiente.
¡Que siga cruel un ser viviente
y no una máquina sintiente!
November 12, 2024
Desparramo
Aburrido de ejercicios creativos, apagó el alambique de ideas. Juntó el desparramo de neuronas con la mano y se las guardó a las apuradas en el cráneo. Con fuerza cerró la tapa y salió corriendo atrás del último tranvía que pasaba por la ventana. Como un niño travieso, arrancó para el parque de diversiones. A desparramar energías contenidas. A disfrutar un poco de esa tarde de sol. Montado en el mareado gusano de antenas coloreadas. Subido a la inmensa noria de chillones cangilones llenos de niños. Volando en las águilas metálicas. Azuzando los tiovivos. Su tío vivo, el único, navegaba en sus cavilaciones. Aquel que no salía de la perezosa siesta de siempre. Después de tantas alegrías que le había desparramado.
Las sempiternas
Después de todo lo que me insistieron, al final agarré, fui a la parada de la vuelta de casa, me tomé el 122, me banqué el recorrido tan lento de ese ómnibus obsoleto, y me fui acercando a destino, mientras no paraba de pensar en todo aquello. ¡Qué ganas de jorobar! ¡Y yo que quería quedarme tranquilo en casa, viendo el partido en la tele! Pero siempre es igual, me insisten y me terminan ganando por cansancio.
La casa de Pereira y Ellauri estaba derruida. El revoque del frente se caía a pedazos y el patiecito daba lástima. Solo el zaguán parecía decir “entren”, con esa puerta de madera casi negra, siempre semientornada; la vecina siciliana de enfrente murmuraba al pasar: “ahí parece que siempre están velando a alguien”. Golpeé fuerte para anunciarme, el timbre hacía rato que estaba roto. Y ahí apareció Lalo, con su pinta de zaparrastroso. Me miró con cara de hacerse el serio, porque se estaba aguantando una sonrisita burlona de esas que tanto le conozco. “Dale, dejate de embromar y salí del paso, que vengo a darle un beso a Clotita”. Al final largó la risita estúpida, se movió a un costado como de mala gana, y ahí entré, mirando para abajo para no tropezarme con las baldosas rotas.
Allá estaban en el fondo, en la hamaca de jardín debajo del guaco, las tres viejitas, acurrucadas como pollitos en invierno, aunque esa tarde gris hacía calor. Las tres vestidas de negro, pero de un negro viejo, como gastado, nada brilloso. Martina tenía el pelo bien tirante, como cuando tenía que ir a algún lado, y se había puesto el broche verde de la bisabuela; no tendría un peso para peluquería, pero ella siempre trataba de quedar arregladita; igual, daba lástima lo ridículo de su pinta. Gumersinda con su cara de rezongona, masticando rabia no se sabe de qué, y pronta a decir cualquier cosa, algún disparate, con tal de llevar la contra. Clotita muy envuelta en su chal, ese que se había tejido ella hace como veinte años, tan abrigado, parecía que tenía miedo de pescarse un resfrío de nada. Me acerqué, le di un beso en la mejilla arrugadita, y a las otras dos viejas les agité la mano en el aire, pero ni bolilla me dieron. Estaban de lo más ocupadas en sus asuntos; no tenían nada que hacer, pero igual, siempre estaban pendientes de algo. Clotita me miró con esos ojitos azules manchados de pintitas doradas, sus párpados se fruncieron un poquito, se le dibujó una sonrisa en las comisuras, torció la mirada hacia una silla de jardín, la mejor del juego; era su invitación a quedarme. Yo no dije más nada y me senté.
En eso se siente el grito de Lalo desde la ventana de arriba, se quejaba por el traje que no encontraba. Clotita, que sabía que él tenía que estar prolijo para salir, se lo guardaba en el cuarto de ella, era el único traje bueno que le quedaba; pero Lalo igual se pasaba rezongando por cualquier cosa cuando estaba en la casa. ¿Conseguiría algún día una buena muchacha? El padre lo ponía en duda, ese chiquilín no iba a cambiar nunca.
Publicado en Letras & Poesía.
Si…
Si te callaras, se oiría tu sutil silencio.
Si te apagaras, alumbraría tu luz interior.
Si te esfumaras, se condensaría tu sentido.
Si te durmieras, despertaría tu mirada de siempre.
Si te fueras, seguiría tu permanente presencia.
Sí. Te callaste. Te apagaste. Te esfumaste. Te dormiste.
No te fuiste. No, mamá. Te quedaste. Por siempre.
Imposible callarte. Una luz deslumbrante.
Impensable esfumarte. Un sueño fascinante.
Te sigo encontrando, mirando, escuchando.
Sí, mamá, sí.
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Paspado
Sus manos se deslizan sobre la rugosa hoja, tras la cortina de humo del café. Su rostro aguado se apoya sobre una mano pensante, el índice señalando al oscuro infinito de la soledad. Sus piernas tiemblan, sacudiendo un par de rodilleras que golpetean contra los apoyabrazos.
Un bostezo devora el desperdicio de ideas. Un restregón de ojos desvela las palabras dormidas. Un borrón y cuenta nueva destroza la hoja ajada. Un día perdido.
O no.
Porque la hoja rugosa de aquel maldito cuaderno bien se merecía un maltrato inmisericorde. Porque el rostro ya no soportaba las bofetadas del destino insolente. Porque las piernas se agotaban de yacer inertes, sin trazar un camino.
Basta de bostezos, restregones y arrugadas. A ganar el día. Borrón y cuenta nueva.
Ahora sí.
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Inmenso solitario
Desganado, arrastró los enormes pies por el piso acanalado de las duchas. No quería mirar a la cara a los mequetrefes que soltaban guarangadas. Que jugaban a ser hombres grandes sin haber siquiera cumplido los quince. Cuando por fin algunos volaron al vestuario y muchos más bajaron a la piscina, se pudo aflojar y soltar un suspiro de alivio. El único de esa mañana.
Porque ahora le tocaba a él bajar esa escalera tan larga. Como una pasarela de modelos, un desfile de alevines livianos, un vendaval de vitalidad cuesta abajo y patas para arriba. Y él, lento, pesado, sudando. Soportando las miradas, los silbidos y las chanzas. Una timidez andante. Un niño con cuerpo de gigante.
Allá abajo, los diablos se pinchaban y empujaban, se caían al agua y chapoteaban, se hundían hasta el fin y saltaban como delfines. Él se dio vuelta contra la pared. No quería ni pensar en el escándalo que iba a ser su zambullida. En el oleaje que iba a provocar, como un elefante de circo en el agua. ¿Por qué justo él tenía que ser tan robusto? ¿Por qué ese metro noventa a los catorce?
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Extorsionado
Al filo de la medianoche
ya casi no le queda nada.
Harto del último reproche
ya no soporta ni una llamada.
Se pierde la vida, las horas valiosas,
desperdiciándose todo con esa canalla.
Si hasta le faltan las gemas preciosas
en el reverso de aquella medalla.
Débil, que te veo débil,
débil cuerpo, débil alma.
Débil, sin pena ni gloria.
Si hasta te pone débil
el aullar de la euforia
en medio de la tensa calma.
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February 23, 2024
Aprender guaraní en Uruguay: ahora sí

A mediados de marzo, la Universidad de la República y la Fundación Yvy Marãe’ỹ comenzarán el dictado de clases de lengua guaraní, en el ámbito de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE).
El encargado del curso será Miguel Ángel Verón, antropólogo cultural, escritor, traductor y docente, doctor en Lengua Guaraní, licenciado en Letras y en Educación Bilingüe Guaraní-Castellano, que ha sido director general de Planificación Lingüística de la Secretaría de Políticas Lingüísticas del Paraguay. Actualmente es el director general y docente del Instituto Técnico Superior de Estudios Culturales y Lingüísticos Yvy Marãe’ỹ, de San Lorenzo, Paraguay; se trata de una institución clave en la concreción del proyecto en el que vienen trabajando docentes de la FHCE desde hace años.
Se pueden leer más detalles en esta nota de prensa publicada en Montevideo.
El curso de cuatro meses de duración, en modalidad virtual, comienza el 19 de marzo; se dictará los martes y jueves de 18.00 a 19.30. Más información en el Celex (centrodelenguas.udelar@gmail.com) y la Bedelía de la FHCE. Cupo limitado a 40 estudiantes. Inscripciones en el formulario.
November 21, 2023
Extravío

Diamantes extraños nos muestran sus filos,
rubíes carmines destellan cegando,
zafiros azules deslumbran brillando
en cajas tan zafias que asustan al niño.
Lenguas de diamante, ¿adónde han huido?
Lenguajes de gentes, ¿qué rutas han seguido?
Idiomas extraños que brotan de cajas
tan raros así, como piedras de fuego
buscando infiltrarse a matar al labriego
que araba paciente, ¡vileza tan baja!
Lenguas de diamante, ¿adónde han huido?
Lenguajes de gentes, ¿qué rutas han seguido?
Publicado en Letras & Poesía
August 13, 2023
Ecos de adolescencias

Un colega peruano, Pablo Alejos Flores, publicó recién en su blog una reseña de mi libro Tres terribles tigres. Se resume así:
A leer estas crónicas resonaban en mí los recuerdos de cuando iba al colegio e interactuaba con mi grupo de amigos «selectos», podía sentir la autenticidad de las palabras y acciones de los personajes. Y esto no solo se debe a la cercanía cultural entre Montevideo y Lima —que creo que es grande— sino también a las circunstancias que rodean a muchos adolescentes: la curiosidad sexual, las comparaciones, el deseo de ser aceptado o de encajar, la contrariedad a los adultos y el egocentrismo. Temas que siguen siendo complejos a día de hoy y que cada personaje experimenta de manera y magnitudes diferentes […] me hizo dar cuenta del impacto que tiene la toma de decisiones en el desarrollo de la personalidad, como si crecer fuese un alud intrépido e irreversible.
Te invito a conocer la reseña aquí en versión completa. Si te interesa leer la novela, te pido que me escribas por este enlace.