Jose Chacón's Blog
May 4, 2024
March 17, 2024
August 5, 2023
Estrellas objetivas
Hace ya bastante tiempo que decidí no hacer reseñas, críticas o calificaciones de los libros de personas cercanas, conocidos/as, amigos/as o de autores que yo mismo haya editado en ABYAD. La primera razón es porque no soy un experto y sé que una reseña, por humilde que sea, tiene un impacto en las calificaciones generales de libros y escritores, como en las referencias que muchas personas toman para decidir —o no— leer un libro.
La segunda razón tiene más que ver con libros en los que yo haya participado, ya sea como editor, lector alfa, beta, gama; o lo que sea, o como consultor en cualquiera de sus fases. No sería una calificación objetiva y demerita la pertinencia de la calificación misma. Si edité una obra, es porque creo en ella y la encuentro pertinente, necesaria y sobresaliente de alguna u otra manera. Las estrellas del editor equivalen a una autocalificación.
La tercera razón tiene que ver con autores que no he editado, que son costarricenses y que están empezando. He decidido calificar únicamente libros de autores consolidados. Mi premisa es: Si tengo algo bueno que decir, lo diré en público; si no tengo nada bueno que decir, se lo diré en privado o no lo diré. En esto hay mucha "mala leche", pleitos, celos, revanchas, amotinamientos, ataques estilo "manada" y muchas "gadejo" que no contribuyen a una sana convivencia de este pequeño ambiente literario.
En cuanto a las calificaciones de mis libros diré que no las busco con ansias. No leo libros de cómo conseguir más reviews ni buenas calificaciones. Las que lleguen, espero que sean sinceras, responsables y desinteresadas.
La segunda razón tiene más que ver con libros en los que yo haya participado, ya sea como editor, lector alfa, beta, gama; o lo que sea, o como consultor en cualquiera de sus fases. No sería una calificación objetiva y demerita la pertinencia de la calificación misma. Si edité una obra, es porque creo en ella y la encuentro pertinente, necesaria y sobresaliente de alguna u otra manera. Las estrellas del editor equivalen a una autocalificación.
La tercera razón tiene que ver con autores que no he editado, que son costarricenses y que están empezando. He decidido calificar únicamente libros de autores consolidados. Mi premisa es: Si tengo algo bueno que decir, lo diré en público; si no tengo nada bueno que decir, se lo diré en privado o no lo diré. En esto hay mucha "mala leche", pleitos, celos, revanchas, amotinamientos, ataques estilo "manada" y muchas "gadejo" que no contribuyen a una sana convivencia de este pequeño ambiente literario.
En cuanto a las calificaciones de mis libros diré que no las busco con ansias. No leo libros de cómo conseguir más reviews ni buenas calificaciones. Las que lleguen, espero que sean sinceras, responsables y desinteresadas.
Published on August 05, 2023 09:53
June 28, 2023
La alegría ya viene
Disfruto esto de escribir. Lo disfruto tanto que lo hago aún a sabiendas de que solo publicaré un pequeño porcentaje de todo lo que ensayo en el teclado. Pero es que esto de los libros me ha apasionado desde niño. Y ahora disfruto tremendamente como editor de ABYAD al ser parte de la historia de muchas otras personas que publican sus libros. Leo los manuscritos que me envían, desecho suficientes y acojo algunos.
La alegría de leer, de escribir y de publicar libros propios y ajenos me llega continuamente. Y ahora se acerca ese emocionante momento en el que nace una nueva novela de mi autoría. Gestada durante 4 años, escrita una y otra vez, con paciencia, sin presiones ni prisas. La alegría de lanzarla para que la lea quien me honre con su tiempo ya viene en camino.
Y yo me siento feliz anticipadamente.
La alegría de leer, de escribir y de publicar libros propios y ajenos me llega continuamente. Y ahora se acerca ese emocionante momento en el que nace una nueva novela de mi autoría. Gestada durante 4 años, escrita una y otra vez, con paciencia, sin presiones ni prisas. La alegría de lanzarla para que la lea quien me honre con su tiempo ya viene en camino.
Y yo me siento feliz anticipadamente.
Published on June 28, 2023 22:16
December 23, 2022
El Caligrafista

Un tico, un Corán inusual, una intriga monumental, la persecución, el miedo, la soledad, un genio llamado David Freedman (¿Alguien lo recuerda?), la situación de las mujeres en las religiones monoteístas, la sabiduría del caligrafista, una serie de muertes insólitas y mucha magia.
Estoy escribiendo. Me tomo el tiempo, sin prisas ni presiones. El Califrafista va surgiendo poco a poco, robusto, profundo, maduro, cercano.
Esta novela va gestándose de una manera parecida a Mysterium, una investigación que ya cuenta con 800 páginas escritas, detalles cincelados con mucho cuidado y una historia real. Pero también avanza de una manera diferente a mi novela anterior. Esta va creciendo más pausadamente.
Si mis cálculos no fallan, el año que viene tendremos nueva novela. Mi proyecto más serio y ambicioso hasta el momento.
Published on December 23, 2022 09:54
April 6, 2022
Mi nuevo libro
Todo estaba listo para "disparar". El dedo en el gatillo, el ojo en la mirilla y el objetivo en medio del lente. Pero justo antes de accionar el detonador, decidí posponer el "tiro".
Había previsto publicar mi nuevo libro en marzo. "Cambio de planes" es un libro meditado y masticado con tiempo y paciencia. A veces la vida nos saca del camino y nos obliga a crear nuevos trillos. Pero el "espíritu" de "Cambio de planes" invadió su propia publicación y hubo un cambio.
Mi novela Mysterium de repente tomó un vuelo nuevo y esa fuerza merecía toda mi energía y disposición. Así que decidí posponer el nacimiento de "Cambio de planes" y dedicar un tiempo más a mi novela, que será presentada en Madrid el próximo 26 de abril.
La Embajada de Costa Rica en España, junto a la emblemática Casa de América organizaron esta actividad. Yo me siento muy agradecido y emocionado.
Así que "Cambio de planes" será mi siguiente paso.
Había previsto publicar mi nuevo libro en marzo. "Cambio de planes" es un libro meditado y masticado con tiempo y paciencia. A veces la vida nos saca del camino y nos obliga a crear nuevos trillos. Pero el "espíritu" de "Cambio de planes" invadió su propia publicación y hubo un cambio.
Mi novela Mysterium de repente tomó un vuelo nuevo y esa fuerza merecía toda mi energía y disposición. Así que decidí posponer el nacimiento de "Cambio de planes" y dedicar un tiempo más a mi novela, que será presentada en Madrid el próximo 26 de abril.
La Embajada de Costa Rica en España, junto a la emblemática Casa de América organizaron esta actividad. Yo me siento muy agradecido y emocionado.
Así que "Cambio de planes" será mi siguiente paso.
Published on April 06, 2022 11:08
April 17, 2021
LO QUE MAS IMPORTA
Ayer sucedió algo muy bonito. Acabábamos de subir la 2da edición de Mysterium a Amazon y yo quería verificar si en las versiones Kindle ya se había actualizado. Para ello le pedí a Santi que tomara su dispositivo, donde suele leer libros digitales, y verificara cuántas páginas tenía la versión de la novela descargada ahí. Lo hizo con destreza y al terminar de "pasar las páginas" el aparato le ofreció calificar su "lectura". Santi entonces tan generosamente decidió calificar mi novela con 5 estrellas. Un gesto de hijo que cree en su padre. Un gesto bondadoso, un gesto de apoyo sincero y de amor.
Como la cuenta de su Kindle está a mi nombre, lo que realmente sucedió es que en diferentes plataformas apareció que yo mismo me había calificado con 5 estrellas. Yo ni sabía de eso hasta que un lector-autor me envío el siguiente mensaje:
"¿Qué tan narcisista hay que ser para hacer esto? Ya he dejado de seguir a más de uno en Goodreads al presenciar este curioso fenómeno. 🙄🤦🏼♂️"
Es cierto que nadie podría saber la historia detrás de esas 5 estrellitas. Pero yo, que si la sé, no hago más que sonreír con mucha ilusión. Probablemente haya mas opiniones como las de arriba, pero lo que haga mi hijo, aunque me haga quedar como un tonto, si lo hace porque me quiso apoyar, vale mil veces más que todas las opiniones de desconocidos que no me darán ni un abrazo en toda mi vida.
¡Gracias Santi, su abrazo, con estrellas o sin estrellas es lo que más importa!
Como la cuenta de su Kindle está a mi nombre, lo que realmente sucedió es que en diferentes plataformas apareció que yo mismo me había calificado con 5 estrellas. Yo ni sabía de eso hasta que un lector-autor me envío el siguiente mensaje:
"¿Qué tan narcisista hay que ser para hacer esto? Ya he dejado de seguir a más de uno en Goodreads al presenciar este curioso fenómeno. 🙄🤦🏼♂️"
Es cierto que nadie podría saber la historia detrás de esas 5 estrellitas. Pero yo, que si la sé, no hago más que sonreír con mucha ilusión. Probablemente haya mas opiniones como las de arriba, pero lo que haga mi hijo, aunque me haga quedar como un tonto, si lo hace porque me quiso apoyar, vale mil veces más que todas las opiniones de desconocidos que no me darán ni un abrazo en toda mi vida.
¡Gracias Santi, su abrazo, con estrellas o sin estrellas es lo que más importa!
Published on April 17, 2021 07:04
September 4, 2020
¡NO ES UNA AYUDANTE!
ELLA no fue creada para ser "mi ayuda idónea". ELLA no es una ayudante. ELLA no fue diseñada para ser un buen "segundo de abordo". ELLA no fue pensada para la dependencia absoluta.
Génesis 2:18 no la retrata a ELLA como subordinada, como ligeramente más débil, ni como utensilio para multiplicar la especie mediante su maternidad.
Génesis 2:18 la describe a ELLA como un "auxilio frente a" (ezer kenegdo en hebreo). ELLA es descrita desde su creación como fuerza libre, como creadora libre, como ser libre frente al otro ser libre. Independiente, individual, frente al hombre, no al lado, no detrás, no debajo.
Pero parece que aún no hemos entendido nada. Debemos regresar a Génesis 2:18, volverlo a traducir, y volver a empezar a enseñar. Que aprendan los niños y las niñas, que aprendan los hombres y las mujeres. Que aprenda la política, que aprenda la ciencia, que aprendan las artes, que aprenda la tecnología, la ingeniería... que ELLA no es una ayudante.
Génesis 2:18 no la retrata a ELLA como subordinada, como ligeramente más débil, ni como utensilio para multiplicar la especie mediante su maternidad.
Génesis 2:18 la describe a ELLA como un "auxilio frente a" (ezer kenegdo en hebreo). ELLA es descrita desde su creación como fuerza libre, como creadora libre, como ser libre frente al otro ser libre. Independiente, individual, frente al hombre, no al lado, no detrás, no debajo.
Pero parece que aún no hemos entendido nada. Debemos regresar a Génesis 2:18, volverlo a traducir, y volver a empezar a enseñar. Que aprendan los niños y las niñas, que aprendan los hombres y las mujeres. Que aprenda la política, que aprenda la ciencia, que aprendan las artes, que aprenda la tecnología, la ingeniería... que ELLA no es una ayudante.
Published on September 04, 2020 21:40
PAJARITOS FRITOS (UNA HISTORIA SIN NOMBRES)
Una tierra oscura y compacta, casi cerámica negra y voluptuosa, irremediablemente ondulada, inevitablemente mustia. Sobre ella, una casa de tablas anchas y latas de un tornasolado herrumbre. Esa era su casa. No llamaba la atención, era como tantas otras casas del barrio. La única diferencia era ese silencio surcado por los maullidos del asma de la mayor.
La menor era fuerte y ligera, escurridiza y bromista. Ambas eran inteligentes, cada una a su modo. La mayor era una calculadora viviente, la menor leía con voracidad. Ambas se negaban a sucumbir al modus capitalino para las niñas. Una especie de código machista que se imponía ya como usanza Josefina.
El padre casi no estaba en casa. No por trabajo, sino por falta de él. Su caminar lastimero se unía al grito mudo de los cansados. Aún desde lejos se le veía cargar con un costal invisible sobre sus hombros, mas preocupados que ocupados.
La ceniza caía cansada y cansina. Una especie de nieve gris y tibia que se colaba por todas partes, o se acumulaba en los techos, en el zinc, taqueaba las canoas, hacía colapsar los desagües y mantenía enferma a la mitad de la población.
Cientos de transeúntes deambulaban a cara cubierta. Los ojos rojizos y el pelo forzosamente canoso. Se hablaba de unas 30 personas fallecidas debido a diversas situaciones provocadas por la intensa y continua emisión de ceniza que, desde el 13 de marzo del 63, justo cuando llegaba al país el presidente de Estados Unidos, asolaba todo el Valle Central.
Y no era el volcán el causante del “asma”, como le llamaban genéricamente a la severa dificultad que padecía la mayor para respirar. Pero con la llegada de la ceniza el Irazú se había transformado en el mayor enemigo de sus pulmones.
El país ya gozaba de una bien organizada Caja Costarricense de Seguro Social, constituida formalmente en 1943 mediante una reforma al artículo 63 de la Constitución Política. Sin embargo los médicos no daban con un diagnóstico. Todos y cada uno de los tratamientos habían fallado. No había mejora.
El padre cada día caminaba cargosamente, como aletargado, hasta lograr ganarse algún que otro “cinquito” limpiando canoas, techos, caños, patios y casas. A pesar de tanta ceniza, no siempre conseguía trabajo.
Hasta el día anterior a la erupción del volcán, San José era considerada la ciudad más limpia de América Latina, pero todo cambió radicalmente. También le cambió todo al vecino del frente. Un día, mientras deambulaba por el Mercado Central, tuvo que comprar un sombrero de paja para protegerse de las cenizas. Pronto se dio cuenta que en medio del desastre natural había una oportunidad de oro para un negocio: sombreros y escobas (hechas de madera de mijo). A partir de ahí y hasta el día de hoy, el vecino del frente y sus descendientes no volvieron a tener estrecheces económicas.
En la casa escaseaba de todo. Y sí, había hambre y angustia. Malas noches y mucha desesperanza. La salud de la mayor parecía deteriorarse a la misma velocidad que se volvían a llenar las calles de la insistente nieve gris.
La menor parecía ajena a toda desesperanza. Una alegría rebelde la constituía. Parecía enajenada, distraída, siempre con un libro y una sonrisa. A fin de cuentas, era demasiado joven para intuir la precariedad de su familia y lo incierto del futuro.
Salía a eso de las 10 de la mañana, sigilosamente, hacia donde nadie sabía. Y regresaba justo a las 11, a la hora de la comida, con la salmodiada pregunta: ¿Qué hay hoy de almuerzo? Nunca había respuesta. Los platos siempre estaban puestos y una especie de comal ardiente contenía lo que muchas veces sería la única comida del día.
Ya en el plato el alimento parecía aún más triste y pequeño. Una solitaria bola de carne grisácea y aceitosa. Muchos huesecillos y una que otra pluma. No había preguntas. Cada quien comía con mucho cuidado hasta dejar el plato lleno de huesos limpios.
Los pajaritos fritos no tenían mucho sabor, tampoco terminaban nunca de llenar el estómago. Pero eran gratis y era lo que había casi siempre. Subir a los techos y limpiar los patios permitía al padre asaltar nidos y cazar pájaros. Los huevos eran lo mejor, una especie de manjar que veían de vez en cuando.
Ultimamente se hablaba mucho de Dios y del diablo en la mesa. Mientras del comal brotaba el almuerzo, el padre murmuraba una ininteligible oración. Seguidamente decía que tenían que llevarla, a la mayor, donde el pastor para que le oraran “a ver si acaso” — remataba con poca fe.
Otras veces se negaba rotundamente a creer en ningún religioso. Sabía que muchos hacían inmisericordes comentarios acerca de la enfermedad de la mayor. Para unos era una posesión demoniaca, para otros un pecado oculto, para estos una maldición, para aquellos pura falta de fe.
Pero nadie estaba bajo ese techo, cada día, cada noche, cada angustia, cada sollozo. Cada vez que la tez marmórea se tornada azulada, morada y, finalmente gris, y sus ojos se entornaban tremendamente hasta quedar rígida e inerte por unos instantes mientras todos corrían y gritaban sumidos en la imposibilidad.
Nadie sabía de las largas noches en vela, mientras vigilaban la respiración, el ritmo, el estridor, la flema, el grito. Porque la crisis llegaba siempre irreverente e intempestiva.
Pero un día hubo fiesta. Una fiesta sin pastel ni globos. La menor había regresado con una sonrisa inusual. A las 11 en punto entró saltando y cantando, no preguntó por la comida, sino que siguió hasta la habitación de la mayor. La enderezó y la sentó en la orilla de la cama y le dijo que cerrara los ojos, porque al abrirlos vería que Dios es bueno. Luego corrió y un chirrido metálico inundó la casa, recorrió la sala y la cocina y se incrustó jadeante en el cuarto de la mayor.
El tanque de oxígeno era un milagro. Lloraron y supieron que Dios es bueno. Nadie hizo preguntas, pero todos respiraron mejor.
La menor, en una que fue y otra que vino, quedó embarazada. Hubo gritos, golpiza y vergüenza. Llegó la prohibición de volver a salir durante todo el embarazo. Entonces no hubo más oxígeno para el tanque que quedó como promesa rota en una esquina del cuarto.
Muchos años después el hijo rompió el silencio y soltó las palabras que siempre quiso decir. Y justo cuando creyó que había vivido suficiente como para comprender, dejó bien claro que lo de su madre nunca fue prostitución, fue heroísmo puro, al mejor estilo de Juan Santamaría, su madre, sin saberlo, fue la mejor médico de su tía difunta.
La menor era fuerte y ligera, escurridiza y bromista. Ambas eran inteligentes, cada una a su modo. La mayor era una calculadora viviente, la menor leía con voracidad. Ambas se negaban a sucumbir al modus capitalino para las niñas. Una especie de código machista que se imponía ya como usanza Josefina.
El padre casi no estaba en casa. No por trabajo, sino por falta de él. Su caminar lastimero se unía al grito mudo de los cansados. Aún desde lejos se le veía cargar con un costal invisible sobre sus hombros, mas preocupados que ocupados.
La ceniza caía cansada y cansina. Una especie de nieve gris y tibia que se colaba por todas partes, o se acumulaba en los techos, en el zinc, taqueaba las canoas, hacía colapsar los desagües y mantenía enferma a la mitad de la población.
Cientos de transeúntes deambulaban a cara cubierta. Los ojos rojizos y el pelo forzosamente canoso. Se hablaba de unas 30 personas fallecidas debido a diversas situaciones provocadas por la intensa y continua emisión de ceniza que, desde el 13 de marzo del 63, justo cuando llegaba al país el presidente de Estados Unidos, asolaba todo el Valle Central.
Y no era el volcán el causante del “asma”, como le llamaban genéricamente a la severa dificultad que padecía la mayor para respirar. Pero con la llegada de la ceniza el Irazú se había transformado en el mayor enemigo de sus pulmones.
El país ya gozaba de una bien organizada Caja Costarricense de Seguro Social, constituida formalmente en 1943 mediante una reforma al artículo 63 de la Constitución Política. Sin embargo los médicos no daban con un diagnóstico. Todos y cada uno de los tratamientos habían fallado. No había mejora.
El padre cada día caminaba cargosamente, como aletargado, hasta lograr ganarse algún que otro “cinquito” limpiando canoas, techos, caños, patios y casas. A pesar de tanta ceniza, no siempre conseguía trabajo.
Hasta el día anterior a la erupción del volcán, San José era considerada la ciudad más limpia de América Latina, pero todo cambió radicalmente. También le cambió todo al vecino del frente. Un día, mientras deambulaba por el Mercado Central, tuvo que comprar un sombrero de paja para protegerse de las cenizas. Pronto se dio cuenta que en medio del desastre natural había una oportunidad de oro para un negocio: sombreros y escobas (hechas de madera de mijo). A partir de ahí y hasta el día de hoy, el vecino del frente y sus descendientes no volvieron a tener estrecheces económicas.
En la casa escaseaba de todo. Y sí, había hambre y angustia. Malas noches y mucha desesperanza. La salud de la mayor parecía deteriorarse a la misma velocidad que se volvían a llenar las calles de la insistente nieve gris.
La menor parecía ajena a toda desesperanza. Una alegría rebelde la constituía. Parecía enajenada, distraída, siempre con un libro y una sonrisa. A fin de cuentas, era demasiado joven para intuir la precariedad de su familia y lo incierto del futuro.
Salía a eso de las 10 de la mañana, sigilosamente, hacia donde nadie sabía. Y regresaba justo a las 11, a la hora de la comida, con la salmodiada pregunta: ¿Qué hay hoy de almuerzo? Nunca había respuesta. Los platos siempre estaban puestos y una especie de comal ardiente contenía lo que muchas veces sería la única comida del día.
Ya en el plato el alimento parecía aún más triste y pequeño. Una solitaria bola de carne grisácea y aceitosa. Muchos huesecillos y una que otra pluma. No había preguntas. Cada quien comía con mucho cuidado hasta dejar el plato lleno de huesos limpios.
Los pajaritos fritos no tenían mucho sabor, tampoco terminaban nunca de llenar el estómago. Pero eran gratis y era lo que había casi siempre. Subir a los techos y limpiar los patios permitía al padre asaltar nidos y cazar pájaros. Los huevos eran lo mejor, una especie de manjar que veían de vez en cuando.
Ultimamente se hablaba mucho de Dios y del diablo en la mesa. Mientras del comal brotaba el almuerzo, el padre murmuraba una ininteligible oración. Seguidamente decía que tenían que llevarla, a la mayor, donde el pastor para que le oraran “a ver si acaso” — remataba con poca fe.
Otras veces se negaba rotundamente a creer en ningún religioso. Sabía que muchos hacían inmisericordes comentarios acerca de la enfermedad de la mayor. Para unos era una posesión demoniaca, para otros un pecado oculto, para estos una maldición, para aquellos pura falta de fe.
Pero nadie estaba bajo ese techo, cada día, cada noche, cada angustia, cada sollozo. Cada vez que la tez marmórea se tornada azulada, morada y, finalmente gris, y sus ojos se entornaban tremendamente hasta quedar rígida e inerte por unos instantes mientras todos corrían y gritaban sumidos en la imposibilidad.
Nadie sabía de las largas noches en vela, mientras vigilaban la respiración, el ritmo, el estridor, la flema, el grito. Porque la crisis llegaba siempre irreverente e intempestiva.
Pero un día hubo fiesta. Una fiesta sin pastel ni globos. La menor había regresado con una sonrisa inusual. A las 11 en punto entró saltando y cantando, no preguntó por la comida, sino que siguió hasta la habitación de la mayor. La enderezó y la sentó en la orilla de la cama y le dijo que cerrara los ojos, porque al abrirlos vería que Dios es bueno. Luego corrió y un chirrido metálico inundó la casa, recorrió la sala y la cocina y se incrustó jadeante en el cuarto de la mayor.
El tanque de oxígeno era un milagro. Lloraron y supieron que Dios es bueno. Nadie hizo preguntas, pero todos respiraron mejor.
La menor, en una que fue y otra que vino, quedó embarazada. Hubo gritos, golpiza y vergüenza. Llegó la prohibición de volver a salir durante todo el embarazo. Entonces no hubo más oxígeno para el tanque que quedó como promesa rota en una esquina del cuarto.
Muchos años después el hijo rompió el silencio y soltó las palabras que siempre quiso decir. Y justo cuando creyó que había vivido suficiente como para comprender, dejó bien claro que lo de su madre nunca fue prostitución, fue heroísmo puro, al mejor estilo de Juan Santamaría, su madre, sin saberlo, fue la mejor médico de su tía difunta.
Published on September 04, 2020 08:40
•
Tags:
cuento, cuento-corto, historia
September 3, 2020
TERRATRÈMOL
Me siento morir. No porque esté perdiendo la vida, sino porque todo lo que constituía el ritual de estar-viviendo agoniza irremisiblemente.
Había una liturgia aprendida a la que llamaba estar-viviendo. Cada día uno, dos o tres abrazos, uno, dos o tres empellones en filas de bancos, supermercados, parques o aceras. Ese olor a humano desconocido, ese humus casi espiritual del prójimo en el bus, tomar del brazo a una anciana anónima para emprender juntos la travesía hacia el otro extremo de la calle, una aglomeración en la municipalidad, el pleito por la mejor piña en la feria del agricultor. Era el rito de la cercanía, de lo humano-yo y de lo humano-otro que no temían acercarse, olerse y sonreirse, incluso ayudarse, contarse la vida y granjearse el milagro, ahora tan lejano, de engendrar amistades nuevas y súbitas.
No estoy perdiendo la vida. Estoy perdiendo la costumbre de estar-viviendo como antaño. Ahí están los hijos, ya no recuerdan muy bien cómo era eso de juntarse con otros, sudar corriendo tras una pelota, conjurar historias, urdir travesuras, confabularse en las mentiras y pasarse el helado unos a otros… sin temor.
Una cosa resume mi nostalgia: el ya vago recuerdo de la carcajada gregaria que revolucionaba todas las ataduras en una mesa, con una botella de vino, una cerveza, una pizza, un café o vaso de agua fresca y la distensión en pandilla.
¿Quiénes seremos mañana? ¿Cómo será ese estar-viviendo nuevo que está naciendo hoy? Esa nueva criatura aún se me figura inhóspita, agreste, mustia, lúgubre. Pero calma, apenas está asomando, como cuando amanece y no sabemos si el día nuevo traerá angustias o alegrías, lluvias o veranos nuevos. Y por eso guardo esperanza.
Allá afuera nada ha cambiado. Ahí siguen las montañas, las nubes, las aves, los árboles y el viento. La lluvia sigue siendo lluvia pero nosotros ya no estamos. No somos más como antes. Nuestro nombre es el mismo, pero mutamos como Gregorio Samsa. Si, es una sensación similar. Un día amanecimos irreconocibles. Y no nos gusta, pero es irremediable. Pasará el estupor y nos acostumbraremos.
Hace años, en Sant Cugat del Vallés, un anciano sentado en una banca verde de un parque me contó la historia de su vida. La escribiré. Me contó como era la guerra y lo resumió: Terratrèmol – me dijo- cuando se mueve la Tierra para nunca volver a ser igual.
Una parte de mí es optimista. Tengo fe. No en un mundo como el de ayer, pero tampoco en un mundo peor. Es como cuando acaba el terremoto y ya la noche no es la misma, queda como suspirando o en suspenso. Algo ha cambiado, aunque sepamos que pronto cantará un gallo lejano anunciando el nuevo día. Ya no tiembla, no sabemos hasta cuando, pero algo sigue tiritándonos por dentro. Y es ese tremor el que vaticina el goce intenso de saberse, aún hoy, inocente del nuevo mundo y a la expectativa de lo que vendrá.
Sobrevivir abriendo los brazos.
Había una liturgia aprendida a la que llamaba estar-viviendo. Cada día uno, dos o tres abrazos, uno, dos o tres empellones en filas de bancos, supermercados, parques o aceras. Ese olor a humano desconocido, ese humus casi espiritual del prójimo en el bus, tomar del brazo a una anciana anónima para emprender juntos la travesía hacia el otro extremo de la calle, una aglomeración en la municipalidad, el pleito por la mejor piña en la feria del agricultor. Era el rito de la cercanía, de lo humano-yo y de lo humano-otro que no temían acercarse, olerse y sonreirse, incluso ayudarse, contarse la vida y granjearse el milagro, ahora tan lejano, de engendrar amistades nuevas y súbitas.
No estoy perdiendo la vida. Estoy perdiendo la costumbre de estar-viviendo como antaño. Ahí están los hijos, ya no recuerdan muy bien cómo era eso de juntarse con otros, sudar corriendo tras una pelota, conjurar historias, urdir travesuras, confabularse en las mentiras y pasarse el helado unos a otros… sin temor.
Una cosa resume mi nostalgia: el ya vago recuerdo de la carcajada gregaria que revolucionaba todas las ataduras en una mesa, con una botella de vino, una cerveza, una pizza, un café o vaso de agua fresca y la distensión en pandilla.
¿Quiénes seremos mañana? ¿Cómo será ese estar-viviendo nuevo que está naciendo hoy? Esa nueva criatura aún se me figura inhóspita, agreste, mustia, lúgubre. Pero calma, apenas está asomando, como cuando amanece y no sabemos si el día nuevo traerá angustias o alegrías, lluvias o veranos nuevos. Y por eso guardo esperanza.
Allá afuera nada ha cambiado. Ahí siguen las montañas, las nubes, las aves, los árboles y el viento. La lluvia sigue siendo lluvia pero nosotros ya no estamos. No somos más como antes. Nuestro nombre es el mismo, pero mutamos como Gregorio Samsa. Si, es una sensación similar. Un día amanecimos irreconocibles. Y no nos gusta, pero es irremediable. Pasará el estupor y nos acostumbraremos.
Hace años, en Sant Cugat del Vallés, un anciano sentado en una banca verde de un parque me contó la historia de su vida. La escribiré. Me contó como era la guerra y lo resumió: Terratrèmol – me dijo- cuando se mueve la Tierra para nunca volver a ser igual.
Una parte de mí es optimista. Tengo fe. No en un mundo como el de ayer, pero tampoco en un mundo peor. Es como cuando acaba el terremoto y ya la noche no es la misma, queda como suspirando o en suspenso. Algo ha cambiado, aunque sepamos que pronto cantará un gallo lejano anunciando el nuevo día. Ya no tiembla, no sabemos hasta cuando, pero algo sigue tiritándonos por dentro. Y es ese tremor el que vaticina el goce intenso de saberse, aún hoy, inocente del nuevo mundo y a la expectativa de lo que vendrá.
Sobrevivir abriendo los brazos.
Published on September 03, 2020 07:58


