Qué más quiero
Y ahí estaba él, su nombre en la pantalla de mi celular me refiero.
Aunque hubiera preferido escucharlo de su boca salir cuando yo preguntara
“¿Quién es?” después de que un sujeto desconocido a mi puerta golpeara.
Pero uno no puede ponerse pretencioso en todo esto…
Era una videollamada, me arreglé un poco y atendí.
Y ahí estaba él, tal como lo recordaba, de pronto lo vi.
Sus ojos, del color del cielo más despejado que había visto.
Su pelo rubio, corto en su justa medida, él siempre tan prolijo.
Sus lunares: en la nariz -como el mío-, a la misma altura en la mejilla,
otro en el cuello y uno un poco más abajo.
Y su sonrisa. Dios, su sonrisa…
Con tan sólo verla mi día estaba hecho –y yo por dentro deshecho-, no necesitaba más.
Pero había algo todavía más lindo que su sonrisa y eso era saber que yo la provocaba.
Y al verlo y escuchar su voz, yo también -inevitablemente- sonreí.
Supongo que eso era todo… lo importante no era la conversación en sí.
Lo importante era verse y escucharse, aunque sea un momento.
Sentirnos más cerca que estos 9516 kilómetros que nos separan…
¡Y funcionaba! Él estaba ahí conmigo, me puso contento.
La videollamada es cosa de las relaciones a distancia me imagino.
Otra manera de sobrevivir a ese constante “Te extraño” no se me ocurre.
Seré quisquilloso -y muy agradecido de la tecnología-, pero a mí no me bastaba con eso…
Yo quería tenerlo a mi lado, a su persona íntegra, en vivo y en directo.
No su versión 3D, algo plana y pixelada,
con su voz desfasada
del movimiento de sus labios que yo sé que no es así.
Esta versión digital no le hacía ni justicia, ni a los talones.
Lo que yo quería era atravesar la pantalla de mi celular y sentirlo realmente,
satisfacer este deseo físico que me carcome.
Tomar su mano, acariciar su mejilla, jugar con su pelo,
agarrar su pierna, abrazarlo, encajarle un beso.
Alborotar su cabeza, su corazón, su universo entero.
Un puto Big Bang, mi amor. Somos eso.
La teoría del Origen, la ciencia contra la iglesia…
¿Qué me interesa? Si yo no sé nada, lo ignoro.
¿Qué me interesa si teniéndote a vos lo tengo todo?
Si acelerás mis partículas y al tocar tus labios el planeta se detiene.
Si así empieza, ¡que explote el mundo, que reviente!
Si total yo sólo quiero tener tu lengua entre mis dientes…
Tiene que haber una forma de hacer eso, un lugar donde esté permitido.
Un ciberespacio, un tercer lugar,
un territorio neutral,
intermedio para los dos.
Sin vuelos de 12 horas, sin escalas, sin boletos de avión,
sin dinero, sin distancias,
sin diferencia horaria,
sin fronteras y sin números.
Puede ser un museo, arriba de una nube, en una plaza o un hotel.
Donde vos quieras, podés elegir…
Eso y a qué hora me tenés que decir
Y yo voy a estar ahí, te voy a ver.
Un juego de realidad virtual donde podamos interactuar, un OASIS.
Donde vos puedas ser vos y yo pueda ser yo,
donde los dos podamos ser nosotros o podemos ser uno los dos
y acortar esta distancia y este “Te extraño” infinito.
Ahí es donde va mi imaginación cuando te necesito.
Ahí es donde mantengo vivo el amor…
porque ahí no tengo dudas, no tengo miedo.
Sé que ahí vas a estar vos y, si estamos los dos, ¿qué más quiero?