Pasión docente

Esto no es una despedida. Así que no te enfades, Amador, que ya sabemos que preferías escabullirte cuando nadie se daba cuenta. «Yo soy más de irme a la francesa» me decías y siempre supuse que lo hacías para evitar el alud de abrazos y besos que tu presencia desataba a tu paso.


Era imposible no quererte, aunque a veces intentaras camuflarte tras ese muro zamorano que, bien lo sabías, estaba lleno de huecos por los que se podía penetrar hasta ti. Ese muro que se desvanecía nada más conocerte porque estabas tan lleno de amor que, al final, siempre encontrabas el modo de hacernos llegar ese afecto. Una palmada a tiempo, una sonrisa cómplice, un saludo cargado de empatía. Y si ya es difícil gustar por igual a alumnos, a colegas y a padres, ser capaz de enamorarlos roza, sencillamente, lo heroico. Una proeza que para ti era algo cotidiano, porque tenías el don de seducirnos a todos en una especie de comunión orgiástica de la que tu bondad y tu alegría siempre fueron el centro. Esa alegría que, ahora que no te tengo tan cerca, intento mantener en pie de orgullo por ti. Y por nuestra amistad.


No, Amador, esto no es una despedida. Esto, en realidad, es un encuentro.


Una excusa para hacerte presente a través de todos los que guardamos dentro un pedazo de ti. Compañeros, madres, padres y, sobre todo, alumnos. Tus alumnos. Esos zangolotinos que querías con locura dentro y fuera de las aulas, que compartían contigo momentos en el instituto y que, cuando se graduaban, okupaban tu casa en busca de conversación, cervezas y complicidad. Hoy, como no hemos conseguido que nos abras la puerta, te hemos traído de nuevo aquí, a nuestro San Juan, al lugar donde nos conocimos y tuvimos la suerte de que tu magia nos cambiara la vida. Porque no se podía ser el mismo después de conocerte. No se podía mirar la realidad desde la prosa cuando tú nos provocabas desde la poesía. Desde esa verdad honesta y bondadosa que te convirtió en un modelo para quienes te rodeábamos. Porque lo poco que sé de dar clase lo aprendí de ti. A tu lado. Desde que no era más que un torpe novato que escuchaba embobado aquellas conversaciones fascinantes entre tú y nuestro querido Santos. Si hoy puedo presumir de algo en esta profesión no es de lo que he enseñado, sino de las personas de las que tuve el lujo de aprender.


Y aunque a ti te moleste que te lo recuerde, Amador, cuando te conocí, ya eras un referente, pero es que ahora es mucho peor. Ahora, –y me temo que vas a tener que aguantarte-, ya casi eres  un mito. Tu nombre no caerá en el olvido, y no sólo porque engrandezca desde hoy nuestra biblioteca, sino porque seguirás apareciendo en decenas, en cientos de conversaciones sobre qué es educar, sobre cómo debería ser esa educación, sobre lo que es posible conseguir en nuestras aulas. Y siempre habrá alguno de nosotros que te ponga de ejemplo. Que cuente alguna anécdota, como aquella vez que nos dio a los dos por dar una charla sobre literatura erótica entre citas del Marqués de Sade y atónitos alumnos de la ESO… Y tendrás que resignarte a esta costumbre quizá algo incómoda de la eternidad, porque tu nombre no es de los que se desdibujan con el paso del tiempo, sino de los que se hace fuerte en el recuerdo. Porque tu nombre encierra dentro de sí un himno. El de los que seguimos creyendo que la educación puede cambiar el mundo.


Te pronuncio: Amador, y entonces recuerdo que tengo que continuar con esa labor porque siento que, en mí, vives en ella, porque gracias a ti aprendí a amar a todos esos maravillosos adolescentes  que hemos conocido juntos en estos años. Y quizá si los entendías tan bien, es porque tú siempre fuiste uno de ellos, porque jamás has dejado de tener quince, dieciséis años, porque en tu mirada latía toda su curiosidad y en tu corazón, toda su vehemencia. Eso también lo aprendí a tu lado, que todos somos adolescentes aunque a veces queramos olvidarlo.


Cómo no enamorarse de ti. De alguien que amaba a sus alumnos con tanta devoción como a sus libros. Como a su música. Y como a sus amigos. Ya te lo decía al principio: esto no es una despedida, Esto es un gracias.


Un gracias por cada vez que nos recordaste que nunca habremos leído, vivido, reído, bebido ni amado lo suficiente.


Un gracias por ser parte de esa generación de mujeres y de hombres que sacaron este país de la ignorancia y lo trajeron a este presente que sin vosotros jamás hubiera sido.


Un gracias por ser timón canallesco de libertad y de carpe diem.


Y, sobre todo, un gracias por quedarte ya para siempre aquí, justo donde la poesía se roza con la vida, muy dentro de nosotros.


Madrid, 14 de junio 2017

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on June 14, 2017 14:07
No comments have been added yet.


Fernando J. López's Blog

Fernando J. López
Fernando J. López isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Fernando J. López's blog with rss.