La descolocada

Se me desacomodó todo.

Iba a decir que hasta el ciclo menstrual, pero ese lo traigo destornillado desde hace cinco años, y aunque llevo dos con tratamiento intermitente lo más que he logrado es ya no tener estreñimiento ni frío constante. Mi piel también ha mejorado, aunque sigue estando reseca en los tobillos y talones; ahora que lo pienso, pues un avance es ya un avance qué no.

El punto es que este mes todo se me movió de lugar: certezas que tenía sobre mi trabajo, mi salud, mi tranquilidad mental, los dolores corporales, mis proyectos , mis relaciones personales, mi alimentación, la chamba y los presupuestos.

Y no es que esté pasando algo malo en particular, es más bien que siento como me voy desmoronando, como cada día de octubre amanezco con ganas de no tener cuerpo, de no tener conciencia de mí, ser como mi gata y no tener que preocuparme por preocuparme. Si bien, no he tenido ataques de ansiedad sí he tenido episodios donde imagino las peores catástrofes para TODO.

Les quiero contar un secreto:

Estoy reacomodando mi ser escritora desde una parte muy poco cómoda (cómo odio eso de tener que salir de tu zona de confort), muy desde la frustración, el cansancio, la desconcentración y el resentimiento. Y miren que no tengo nada contra el resentimiento, pero ahorita sí se puso medio pesadito conmigo.

El punto es que de pronto siento mucho relativismo al momento de sostener el asumirme escritora y dejar de hacer caso al sistema. Yo sí quiero una beca, por ejemplo; no para competir con las otras mujeres que escriben como yo, la quiero para tener dinero. Porque tengo cuatro o cinco trabajos y nomás no veo los resultados de tener cuatro o cinco trabajos más que el cansancio continuo, la tensión en la espalda, las lágrimas en los ojos y las deudas que no bajan. Y pues está más cañón cuando incluso nosotras mismas podemos llegar a leer nuestro ser escritora a partir del sistema o los nuevos sistemas que vayan/vamos creando. Porque lo hacemos, no nos hagamos.

Por ejemplo, me acuerdo cuando me ghostearon en un proyecto y luego al ver los requisitos que ponían para registrarse era “tener al menos un libro con ISBN y una editorial establecida”. Y pues mi libro sí tenía ISBN y era de una “editorial establecida” pero incluso así se dio el ghosteo. Por que sí, entre los proyectos independientes y autogestivos también hay rankings, selecciones que dejan fuera, cálculos y mediciones del capital cultural y no es el paraíso de la horizontalidad que a veces queremos creer. Tampoco tendría porque serlo y por eso la honestidad me parece tan importante.

Todo esto terminó de expandirse en mi cerebro a principios de la semana pasada cuando se celebró el Día de las Escritoras y una de las consignas más recurrentes fue la importancia de asumirnos como tal, de dejar de tomar ciertas unidades o checklist para “pasar el trámite y portar con orgullo la credencial de escritora”. La enunciación era parte vital para ello. Y todo muy bello, muy encendido, muy motivante. Pero… ¿exactamente cómo se hace eso?, ¿cómo desarticulamos el síndrome de la impostora?, ¿cómo redistribuimos energías para que todas sean incluidas? Por que yo sigo viendo, incluso usando, caracterizaciones como “la mejor…”, “la única…”, “la más capaz…”, “…la más brillante de su generación”. Seguimos sosteniendo el culto a la excepcionalidad [una herramienta, por cierto, usada por la lectura patriarcal para separar las “buenas” escritoras, las que vale la pena leer de las que no].

Creo que sería importante reconocer que nuestros sueños de horizontalidad, aceptación, transformación y enunciación también tienen sus límites, sus horizontes sin que esto signifique que es algo malo por sí mismo. O al menos, para mí sería algo vital. Es lo que estoy descubriendo en medio de esta zanja de dudas, dolores y frustraciones que he ido desenredando estos días. Porque luego una espera encontrar cierta cosa en cierto espacio y pues resulta que no. Como cuando te vas a comer un cacahuate después de comerte siete bien tostaditos llega uno amargoso y bien quemado. Y lleva largo rato quitarse ese amargor que se mete debajo de la lengua y entre los dientes.

En fin, que este mes se me ha movido todo. Me he descolocado toda. Y creo que casi nadie de mi círculo cercano sabía esto ni se lo había contado. Porque como en mis más viejos y dolorosos tiempos solo supe hacerme bolita, retraerme. Porque no quiero molestar a nadie con lo que me pasa (y aún así estoy publicando este texto, la hipotenusa).

Hay muchas cosas que me gustaría elaborar sobre el asumirme escritora y la horizontalidad, pero ahorita ya me cansé.

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Published on October 26, 2021 20:22
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