El sí de las cursilerías

Tengo este poder que los poetas usan todo el tiempo pero que poco admiten, no vaya a ser que el señor Decoro Literario venga y les jale las patas por la noche.

Mi poder es la cursilería, la capacidad de ver su sonrisa entre los rayos del sol que colorean las buganvilias y sentir sus lágrimas cuando estoy lavando trastes o cuando me corto las yemas de los dedos con una hoja de papel. Puedo materializar en mi cuerpo su voz y sentir un escalofrío cuando estoy escribiendo diálogos telenovelescos. Y también puedo sonreír cursimente, cuando le veo cerca de una palmera y me doy cuenta que es un fantasma del pasado con el que ya he saldado cuentas.

Cuando pensamos en relaciones duraderas se nos pueden venir imágenes a la mente tan fabricadas que hasta avergüenza reconocerlas: despertar juntos y reír mientras preparamos el desayuno, tomarnos de la mano mientras caminamos por el Centro, comprarnos chocolates el 14 de febrero o cuando cumplimos un aniversario. Pero en el espacio vital el amor, la manifestación del mismo y su configuración no se limita a la ensoñación de una canción romántica. También hay mucho desespero, incomodidad, autorreconocimiento de los errores. Constantemente andamos diciendo “ay, cómo te quiero”, “cómo te adoro”, “contigo hasta tengo hijos”, “amigos por siempre” y andamos diciendo mira cuánto te amo, pero no podemos tocarlo, verlo, sólo oírlo. Ni siquiera escucharlo. Muchas veces decimos que escuchamos, pero en realidad estamos pensando qué responder a lo que no estamos escuchando.

En el amor, la amistad y el cuidado, hay muchos silencios mientras desayunamos y no sabemos cómo acomodar las palabras para decir que ahí estamos por si quieres abrazarnos y desahogar un poco del dolor de la ausencia. Hay mucho llanto desquebrajado en las barrigas después de estar recostados, diciéndonos lo mucho que nos hemos lastimado por que nadie nos enseñó a enunciar cómo nos sentimos realmente y tenemos los cuerpos pegajosos por el calor. Hay mucho llanto resguardado en notas de voz que se pierden cuando cambias de teléfono y no sabes usar la función de restablecimiento de WhatsApp.

Hay mucho de trabajo — no en términos de productividad — , de cuidado, de estar en el presente y de escucha. Hay mucho empeño por mantener ese amor que se ha formado gracias a la vitalidad de nuestros cuerpos y corazones que, a tropezones — y también con mucha diversión — , están aprendiendo a ser cursis, pero bien, sin miedo, con toda la fuerza de la cursilería, con toda la intensidad de la melosidad, con todo el compromiso del cariño.

La cursilería, mi gran poder. Mi gran responsabilidad

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Published on April 01, 2022 03:06
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