SILHAL CAPÍTULO FINAL
Sila parpadeó hasta abrir los ojos del todo. Sonrió y frotó mimosa con la mejilla el suave pecho sobre el que descansaba. Se abrazó más al hombre que la aferraba por la cintura, a pesar de estar dormido, besó su marcado pectoral, y salió furtivamente de la cama.
En las escaleras, le hizo la señal de guardar silencio a la pequeña Lilah (Buffy) y bajó a la cocina a preparar café. Volvió a sonreír recordando la noche anterior. En casa de sus padres, no sólo se había reunido la familia Turkoglu si no que también habían acudido el padre y hermanas de Halil con los niños. Su maravillosa madre había jugado con el carácter huraño del padre de Halil de manera magistral, hasta conseguir amansarlo como a un gato y lograr que el ambiente fuera festivo toda la noche.
De hecho, la velada hasta se había pasado de festiva. Halil y ella habían acabado cantando, cuando el sobrino de él había sacado una guitarra, y sospechaba que su padre le había puesto algo de alcohol a su famoso coktail de fin de año (engañando un poquito a Allah). Si su novio bajaba las escaleras frunciendo el ceño a lo Yaman y mesándose el cabello sería señal de resaca...
Estaba sacando el "cevde" del fuego cuando oyó un gruñido seguido de dos ladridos en el piso de arriba. Luego se giró para ver a su imponente novio bajar las escaleras... mesándose el pelo y con el ceño más fruncido que nunca. La miró, gruñó de nuevo y se metió en el baño. Sila no pudo evitar soltar una carcajada, preparó algo de comer y lo dispuso en la barra americana de la cocina, a la espera de que su resacoso chico se uniera a ella.
– Voy a matar a mi suegro – avisó Halil, saliendo del baño.
– Si a estas alturas yo no he matado al mío... tú no vas a matar al tuyo porque se le fuera un poquito la mano con el licor – defendió Sila a su amoroso padre.
Halil gruñó y acabó de acercarse a ella. La abrazó por detrás y acarició con su nariz la suave columna del cuello de Sila.
– Mmm – murmuró empezando a dejar pequeños besos en su recorrido.
– Tómate el café antes de que se enfríe... – le dijo Sila, aunque reticente a que él dejara de mimar el territorio sensible bajo su oreja.
– Tamam. Café, borek y feliz año.
– ¿Feliz año? Si no dejaste de repetirlo anoche.
– No me has entendido Sila... después de pasarme toda la noche pendiente de tu escote y de la raja de tu vestido... y controlándome ante la familia... me quedé dormido nada más tumbarme en la cama.
– ¿Culpa de mi padre también? Halil Bey...
– Totalmente, así que después del desayuno... ya sabes... "feliz año" privado... – Halil le dio un último beso con roce de dientes y fue a sentarse frente a ella.
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Después del tranquilo desayuno, no pudieron acercarse el uno al otro para celebrar su particular "feliz año" porque sonó el timbre ¿es que nadie dormía hasta tarde el 1 de enero?
La inesperada visita era su amigo Serkan Mut. A Sila no le gustó demasiado que su director llegara tan serio, por lo que se sentó en el sofá, lo más cerca que pudo de Halil, para escuchar las obvias malas noticias que les traían.
– Los han detenido – fue lo primero que soltó Serkan.
– ¿A quiénes? – preguntó Sila, confundida.
Serkan miró asombrado a Halil, porque no se esperaba que su actor principal y amigo no le hubiera contado a su novia cómo iban las investigaciones de los ataques sufridos en el set.
– Cariño – Halil tomó entre sus manos las de Sila, antes de seguir hablando – ayer, poco antes de salir hacia la casa de tu madre, me llamó la policía. Por fin encontraron las pruebas que confirmaban la identidad de los responsables de los ataques que sufrimos.
– ¿A qué te refieres con "confirmaban"? Halil... tú sabes a quiénes han detenido ¿verdad? ¿acaso sospechabas de alguien? – Sila retiró de sopetón sus manos de entre las de él, cosa que lo preocupó sobremanera.
– Sí. Es algo que comenté en su día con Nazmiye y Karamel, además de con Serkan y Ayhan... – Halil hablaba y notaba como una fría niebla le ocupaba el pecho.
– Pero no conmigo. Nunca conmigo, Halil – Sila lo interrumpió, lanzó el reproche y huyó escaleras arriba, sin importarle que Serkan hubiera presenciado la escena, pero no queriendo alargarla.
Halil la siguió con la mirada, maldiciendo no haber encontrado nunca el momento para contarle todo.
– Lo siento, Halil. Pensaba que ella estaba al tanto - se disculpó el director.
- La culpa es mía, kahretsin, siempre es mía. Ahora subiré y hablaré con ella - Halil sólo esperaba que, una vez más, Sila le perdonara.
Pero tras la marcha de Serkan, al cual había acompañado a la puerta, oyó su preciosa voz. Preciosa y, por primera vez, vacía.
- No cierres la puerta, Halil. Yo también me voy - sus palabras le sonaron a condena.
Halil giró y vio lo que tanto temía, a Sila con su pequeña maleta y su bolso al hombro.
- Hayir, Sila. Espera, tengo mucho que contarte...
- Llegas tarde para contar nada, sin embargo sí hay algo que quiero saber, ¿quiénes son? - pidió ella, tratando de no derrumbarse. Aguantaría el tipo hasta llegar a casa de sus padres.
Halil hizo amago de ir a sujetarla por los brazos pero Sila se echó hacia atrás, levantando sus manos como un muro entre ellos.
- Cariño, lütfen, deja que te explique - pidió él, notando el pánico expandirse por su cuerpo como un veneno.
- Sus nombres, Halil - demandó ella, ya sin mirarlo a los ojos. No podía.
- Gülderen (Kiraz) y... Ali Çakalgöz (Arif Baba), por eso los expulsaron de la serie. Ella... está obsesionada conmigo y Ali lo está con ella, por lo que accedió a ayudarla, pero yendo demasiado lejos - explicó Halil rápidamente, tratando de hacerle un resumen que la hiciera querer quedarse a escuchar más.
- Tamam... tengo suficiente. Déjame... - Sila se tragó un nudo de lágrimas no derramadas y siguió - déjame salir, lütfen.
A Halil le dolían los brazos de la necesidad de abrazarla y anclarla a su pecho para siempre, pero tuvo que resistir como pudo.
- Sé que he vuelto a decepcionarte, Sila, pero no te vayas. No quería preocuparte, no quería ver miedo en tus ojos...
- ¿Sabes? - Sila parpadeó y siguió mirando la blanca superficie de la puerta - ya sé por qué bordas tu papel de Yaman. Tenéis mucho en común, Halil. Déjame ir.
- Tienes razón, Sila. En algunas cosas, Yaman y yo somos iguales. En la manera torpe de amar...
- Y en no saber confiar - añadió ella, con tristeza.
- No es eso, joder. No es eso... - las manos de Halil se apretaron en fuertes puños.
Sila cerró los ojos un instante para suspirar, luego aferró su troley y dio un paso. Alargó la mano hacia la maneta y la abrió, sin que él la detuviera, a pesar de estarse muriendo de ganas de hacerlo. Finalmente, salió rápida y se coló en el ascensor.
Halil no pudo reaccionar. La rabia contra sí mismo era tanta que lo inmovilizaba y le impedía salir corriendo tras ella a implorarle que lo perdonara. Tan sólo el puñetazo de frustración contra la pared y los ladridos de Lilah lo sacaron del maldito trance.
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Cuando Sila llegó a casa de sus padres, su madre se asustó al verle la cara.
- Por Allah bendito, hija mía, ¿qué te pasa? Esa cara ¿es la resaca de nochevieja?
- Anne...- Sila pronunció la palabra mágica y las lágrimas empezaron a caer, mientras se dejaba arrullar por su madre.
- Hija... dime algo, que me estás asustando - pidió su madre segundos más tarde, sin dejar de pasarle la mano por la espalda.
- Halil... ha vuelto a dejarme fuera. No me cuenta las cosas, mamá. Cosas importantes... – hipó entre lágrimas, deteniendo sus palabras.
- Bueno, yo a tu padre no le cuento todo. Que el hombre se me estresa y no hay luego quién lo aguante...
- Anne... no estamos hablando de ocultarle lo que te gastas en zapatos o si nos dejaste salir a escondidas de él - murmuró Sila, agradeciendo siempre el humor de su madre.
- Tamam, tamam, ya veo que Halil ha metido la pata. Supongo que no tardaremos en tenerlo en la puerta maullando como un gatito tu perdón - la consoló su madre.
- No creo, mamá. Igualmente, necesito algo de espacio. Amarlo desde hace tanto tiempo no me deja ver si somos compatibles. Quizás que mi sueño de adolescente se hiciera realidad me deslumbró, e impidió comprender que él tenía razón, y que muchas cosas nos separaban.
- Cariño, sólo hace falta veros juntos para saber lo compatibles que sois. Si hasta los fans de Emanet lo saben, pero - dijo su madre levantando la mano pidiendo no ser interrumpida - eso es algo que debéis descubrir vosotros.
Sila dio un último achuchón a su madre, la besó en la mejilla y se separó de sus amorosos brazos.
- Voy a mi piso, anne.
- Tamam, mi niña - aquí estará tu familia para lo que necesites.
- Lo sé. Seni seviyorum - dijo Sila, saliendo ya por la puerta.
- Ben de, kızım.
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Halil se pasó prácticamente el primer día del año tirado en el sofá, acariciando a la perrita y mirando con resquemor su piano. Parecía llamarlo para que descargara en él el dolor de su corazón, pero no quería maltratar las teclas a base de añoranza. El pobre instrumento, que tantas alegrías le había dado, no merecía sufrir su mal de amores. El sonido de su móvil lo hizo saltar deseando que fuera ella pero, al ver el nombre de su hermana Huda en pantalla, en seguida se preguntó "¿por qué diablos iba Sila a llamarme?"
– ¡Hola Halil! – lo saludó Huda.
– Abla... – respondió Halil, pasándose la mano por entre el negro cabello.
– Oh, oh ¿qué te pasa? ¿aun no te has recuperado de la bromita de tu suegro? – rió ella.
– Me ha dejado. Sila me ha dejado – soltó él en voz baja y grave.
Huda frunció el ceño igual que su hermano, negó con la cabeza pensando que no había oído bien y volvió a la conversación.
– Eso no puede ser, hermano. Tu novia te quiere más que a nada en el mundo.
– Lo sé. Y queriéndome ha tenido que alejarse de mí. No aprendo, Huda. Repito los mismos errores una y otra vez – lamentó Halil, frotándose el puente de la nariz.
Huda hizo un rápido repaso a los defectos de su hermano, y llegó al que probablemente había irritado a Sila, pues era el que también la sacaba a ella de sus casillas.
– Uy. Supongo que te refieres a esa manía tuya de ahorrar a quienes amas cualquier motivo de pena, dolor, humillación, etc Vamos, lo que has hecho con nosotras desde pequeño ¿no? Comiéndote tú siempre los marrones y haciéndonos de escudo a tus hermanitas.
– Supongo... – suspiró Halil.
– Pero abi... Sila es tu pareja. A ella no puedes mantenerla al margen, aunque sea para evitarle el dolor de una traición, o un desengaño o lo que sea – lo riñó con cariño Huda.
– Joder, abla, lo sé. Si lo peor del caso es que lo sé, pero cuando ocurre algo que puede afectarla... simplemente, no puedo. No soporto ver a Sila sufrir – se excusó el actor.
– Pues entonces tendrás que acostumbrarte a no verla – a Huda le dolió el escarmiento a su hermano – Ella lo da todo, Halil, y te lo ha demostrado una y otra vez y quiere lo mismo de ti. Merece lo mismo de ti y si no puedes dárselo...
– No lo digas en voz alta. Llevo todo el día diciéndomelo yo y... tratando de asumirlo – "sin ahogarme en la pena".
– ¿Asumirlo? Hermano no pretendía que me dieras la razón, ¡allah kahretsin! Pretendía que me dijeras que ibas a dejar de ser siempre el que para los golpes. Ahora tienes una compañera, Halil, y una muy fuerte. Deja que Sila luche a tu lado, no la pongas detrás de ti. Ella no quiere eso – Huda calló y cruzó los dedos esperando haber hecho reaccionar a su testarudo hermano.
A la menor de los Ceyhan le pareció oír un suspiro al otro lado de la línea y esperó.
– Haré todo lo posible e imposible por recuperarla – dijo Halil finalmente.
– ¡Ese es mi abi! Ahora sólo hace falta que Allah te eche una mano y que te lo curres... eh... bastante, ¿para qué mentirte?, pero recuerda que tienes un punto muy fuerte a tu favor – le quiso animar Huda.
– ¿Cuál? – Halil necesitaba toda la esperanza posible.
– Su amor infinito por tí.
– Gracias, abla.
– De nada, Hal. Te quiero – se despidió Huda.
– Y yo a ti, hermana – respondió Halil.
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Aquella noche Sila no había bajado a cenar. Sólo aceptó tomar un té que le subió su padre endulzado con un beso y un abrazo de su maravilloso progenitor. Le sonrió en agradecimiento. Con él no hacían falta palabras. Así como el amor entre su madre y ella siempre estaba lleno de consejos, confidencias y experiencias, el amor con su padre se basaba en los gestos, en los silencios, en las sonrisas y en los abrazos.
Sila dio gracias a Allah por sus padres e hizo lo que se había prometido no hacer, a fin de no hundirse más en la añoranza que le atenazaba el pecho. Tomó su móvil y buscó una de sus fotos preferidas. Era de las vacaciones de verano. Se la habían hecho nada más reencontrarse, justo después de haberse demostrado en la habitación del hotel lo mucho que se habían echado de menos. Después de un par de semanas separados, pues ella había volado a Izmir y él se había quedado en Estambul mejorando su monta a caballo, Halil y ella se habían perdido en un pequeño pueblo de la costa griega. Habían llegado allí por separado y el reencuentro no había podido ser más apasionado. Nada más salir del hotel, borrachos de amor, Halil había tomado el selfie, por lo que en la foto habían quedado grabadas sus miradas. Unas miradas que lo decían todo, como siempre. Unas miradas que los fans que los querían siempre habían sabido interpretar.
Sila suspiró recordando aquellos días, pasados a solas, sin temor a que nadie los reconociera. Habían paseado, se habían sumergido en las cristalinas aguas de la costa griega, habían esquivado el sol bajo una gran sombrilla en la playa, habían salido a correr juntos y habían practicado yoga en pareja. Recordar las noches fue más doloroso. Noches pasadas entre sus brazos, siendo amada por él y por su forma intensa de hacerle el amor... Sila tuvo que cerrar los ojos un momento.
El beep de un whatsapp entrando la hizo abrir los ojos de repente. Era de él. ¡Ay Allah!. Se enderezó en la cama y lo abrió.
Halil: No voy a renunciar a ti. Si tengo que pasarme el resto de mi vida implorando tu perdón cada día, lo haré. Enséñame a amar como lo haces tú, porque yo te quiero con toda mi alma pero mi amor tiene notas desafinadas mientras que el tuyo siempre ha sonado como una perfecta melodía. Voy a dormirme mirando esta foto. Te quiero.
Sila se limpió una lágrima y abrió asombrada la misma foto que había estado mirando ella. Al igual que él, en esa imagen concilió el sueño.
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Al día siguiente, Sila aparcó en su lugar habitual y caminó lentamente hacia la mansión. Cuando se acercó a la carpa del café, sus verdes ojos se movieron buscando su alta figura, sin poder evitarlo, pues una noche sin él le había parecido una eternidad, y ahora necesitaba tenerlo reflejado en sus ojos. Entendió que él no estaba por allí y, tratando de ocultar su tristeza, atendió a Zeynep (Neslihan), que se había acercado a saludarla.
– Günaydin Sıla. Han dejado esto para ti en la mesa del café – su compañera le entregó una pequeña bandeja, le sonrió y se alejó hacia la entrada de la casa.
Sila bajó sus ojos hacia la bandeja y vio un vaso de café humeante, una porción de borek y una pequeña rama de buganvillas. Sin leer la nota, que descansaba bajo las pequeñas flores fucsias, sabía quién le mandaba el desayuno. Con las buganvillas, Halil le había traído otro cálido recuerdo del verano para calentarla esa fría mañana. Del día pasado en Alaçati (Izmir) con él, tenía una foto que había compartido en instagram, para deleite de sus fans.
Pero otras escenas de aquel día no tenían foto que las inmortalizara, sólo podía guardarlas en su memoria. Y su memoria voló a otro recuerdo que le quitó el frío de repente. Después del paseo y de las fotos, que Halil no paraba de hacerle, llegaron al discreto apartamento. Él se había vuelto loco, paseando con ella por aquel conservador lugar, sin poder tocarla apenas por lo que, nada más llegar a su habitación, la había sujetado por la cintura y la había apoyado en la puerta. Su boca había ido directa a su cuello y sus manos habían navegado por sus caderas hasta colarse por el bajo del floreado vestido. Sila había echado la cabeza hacia atrás para regalarle su piel cálida y dulce y él había respirado su aroma hasta perder la cordura.
Sus grandes manos subieron a sus nalgas y la apretaron contra su erección. Se moría por ella y quería que ella lo supiera. Y lo supo. Lo supo y lo buscó para hacerle saber que ella también lo deseaba. Sus labios se encontraron para besarse al mismo ritmo que se incitaban sus cuerpos. Sila le mordió el labio y él contraatacó apartando su ropa interior y metiendo los dedos entre la miel caliente que fluía por él. La acarició con pericia y la besó con mimo, oyendo feliz sus gemidos de placer, sin detenerla cuando ella le abrió la camisa de cuadros. Sila jadeaba pero quería más. Lo quería a él dentro de ella por lo que le desabrochó el cinturón y bajó su ropa impaciente.
Halil notaba los latidos de su corazón golpear cada vez más fuerte, en una percusión de amor, felicidad y placer que ansiaba que ella escuchara y compartiera. Y así era. Sila se bajó el escote del vestido para provocarlo y seguir escuchando el batir salvaje que marcaba el ritmo de aquel baile sensual. Arañó las caderas de su novio y le susurró "lütfen" en los labios. Halil la tomó, apasionado, por los muslos y se la subió a su cintura para poder penetrarla con su cuerpo y con su alma, y ella lo recibió escondiendo la cara en su fuerte cuello y marcándolo a fuertes besos y suaves mordiscos.
Con el placer de encontrarse piel con piel, la temperatura les subió a los dos, haciendo que sus movimientos fueran más desesperados. Él la empotraba una y otra vez, repitiendo su nombre, y ella lo abrazaba, sin lograr abarcar su ancha espalda, queriéndolo más adentro, más fuerte, más infinito...
El orgasmo de Sila le llegó como un río de lava, arrasándola y haciéndola gritar su éxtasis. De ella, el placer pasó a Halil, enroscándosele en la espalda y estallando en un último empuje dentro de la mujer que amaba.
Sila no recordaba cómo habían llegado después a la cama. Pero recordaba la felicidad de haber despertado tumbada en su pecho, entre blancas sábanas, después de una siesta dormida a la brisa perfumada de las flores que colgaban fuera de la ventana.
Halil no sintió reparos en espiarla desde una de las ventanas de la mansión. Deseó haberle llevado recuerdos de todo lo bueno que compartían: de despertares, de cafés, de paseos... y de pasión. Volvió a pedirle a Allah que aquella mujer, la mujer que había sido capaz de esperarlo tantos años, cediera y lo perdonara de nuevo.
Sila leyó rápidamente la nota de la bandeja, que sólo ponía "perdóname", y agradeció que el frío de la mañana ocultara el rubor del caliente recuerdo del verano. Se encaminó a la caravana de maquillaje y vestuario y se preparó para hacer lo que ya había hecho mil veces. Actuar junto a Halil, disimular que lo amaba en la vida real e interpretar que lo amaba en la ficción. Una pirueta de sentimientos que debían ser captados por las cámaras y mostrados a la audiencia.
Salió de la caravana con el bonito vestido negro y se ajustó la coleta alta. Cuando apareció en la terraza, Berat corrió a ella para abrazarla y desearle un feliz año. Ella le correspondió y miró más allá de la mesa, preparada para una cena romántica. Allí estaba Halil, que la miraba, vestido de traje y con semblante serio. Ella también se limitó a mirarlo, sin saber si sus verdes ojos mostraban lo que sentía. Rodaron la bajada de las escaleras, mientras él la miraba, la salida a la terraza dados de la mano y, cuando finalmente anocheció, la cena íntima. Sólo hablaron Seher y Yaman. Sila y Halil se limitaron a mirarse.
Cuando sonó la música del violín y la tomó para bailar, Halil aprovechó que la cámara no lo enfocaba para susurrarle al oido un te quiero tan bajito, que ella lo miró confusa y dudando si había escuchado bien. Él se limitó a insinuarle una sonrisa pero Serkan apareció para romper el momento y anunciar que debían ir a grabar la escena de la habitación.
Iluminado por la luz de las velas, Halil bebía su imagen, deseando que gritaran acción sólo para volver a tenerla cerca. Un metro de distancia ya era un suplicio para él, pero tuvo que tomar aire y esperar a que la escena estuviera preparada. La vio mirarlo de reojo y apartar la mirada. Ella también estaba nerviosa.
Por fin el director dio la orden, mirando su pequeña pantalla. Sus ojos, que habían dirigido miles de escenas de amor, se abrieron como platos al captar a Halil diciendo Seher de aquella manera. Por el amor de Allah, por un momento pensó que se le escaparía el nombre de Sila, pero su actor principal bordó la escena de amor, dejando a su compañera de rodaje derretida entre sus brazos. "Pobre Sila", pensó Serkan, "Halil había utilizado toda su artillería para reconquistarla y ahora la tenía rendida, mirándolo loca de amor". Serkan tuvo que recordarle a Sila que debía cerrar los ojos y se permitió una pequeña broma.
– Eso. Cierras lo ojos y procuras decir el nombre correcto.
Sila parpadeó y lanzó una mirada de reproche a su director. Luego volvió a mirar a Halil y le pareció que sus manos se movían levemente por su talle, haciéndola coger aire de golpe. "Así que ¿se habían compinchado esos dos?" sospechó ella.
– Yaman... – abrió los ojos, los clavó en los negros iris de Halil y repitió – Yaman...
Halil cerró los ojos. De echo su personaje debía cerrarlos también, por lo que Yaman y él coincidieron. Ambos se sintieron en el séptimo cielo al escuchar la voz de la mujer amada. A Halil no le importó que ella dijera otro nombre porque, al fin y al cabo, lo había dicho mirándolo a él.
Acabada la escena, Serkan dio por concluido el rodaje del día. Sus actores principales siguieron sin hablarse directamente pero se comunicaron perfectamente. ¿O acaso la gente pensaba que las miradas entre Yaman y Seher eran producto de una impecable técnica interpretativa? No. Desde la grabación del primer encuentro entre los tíos de Yusuf, ya había quedado claro que la pantalla captaba más de los que los actores pensaban.
Halil se cambió de ropa y esperó a que Sila saliera también de la caravana de vestuario. Cuando la vio, el corazón le botó igual que lo había hecho en el ascensor de Karamel, tantos meses atrás. Siempre era como la primera vez porque se enamoraba de ella cada día. Le alegró que Sila no lo esquivara y caminara directa hacia él. Esperó a tenerla delante, antes de hablar con el corazón en la mano.
– ¿Te enfadarías mucho si aparezco luego en la puerta de tu casa?
– No me enfadaré. Te esperaré – respondió Sila, para luego darse la vuelta y caminar hacia su coche.
Halil se grabó en el alma aquellas últimas dos palabras porque entendió que resumían el amor de Sila hacia él. Ella lo había esperado desde adolescente y en el ascensor de Karamel había terminado la espera. Aquel "te esperaré" era casi más poderoso que un "te quiero" pues le recordaba todas las veces que Sila, efectivamente, había esperado por él. Con paciencia y con comprensión había esperado que él se abriera al amor y venciera oposiciones paternas y prejuicios sociales. Y eso... el amor de Sila... no merecía esperar más. Halil sonrió feliz y fue a buscar su Porsche.
Sila había llegado a su casa pero había pasado primero por la de sus padres.
– Si oís a Halil en la puerta, no abráis. No os asoméis a la ventana. Papá, tú no juegues con las luces del jardín ¿tamam?
– Tamam, hija. Os dejaremos reconciliaros tranquilos, porque está claro que vas a perdonarlo. Ni un día has aguantado, eres igual de floja que tu madre – le dijo su padre.
– ¡Eh! Yo te perdonaba rápido porque me dabas pena – le soltó su madre a su padre.
– ¿Pena? No podías vivir sin mí, Askim.
– Mashallah, será mejor que entréis los dos antes de que discutáis y tengáis que interpretar otra escena de reconciliación – pidió Sila, subiendo las escaleras hacia su piso.
Cientos de latidos más tarde, a Sila le pareció escuchar música. Se acercó a la ventana y apartó la cortina con mano temblorosa. Allí estaba él, sentado en el primer escalón haciendo sonar un baglama (guitarra turca) y cantando "Yandim" de Tarkan.
Halil cantó con su preciosa voz "no me canso de mirar a la mujer que me ha hecho volver a cantar" y a Sila le cayeron dos lagrimones. Ay Allah, su padre tenía razón. No podía vivir sin Halil y lo perdonaría las veces que hiciera falta. Fue pensar eso y verlo levantar la mirada para atraparla tras la cortina. Sila abrió la puerta y sonrió al ver que Buffy también estaba allí, mirándola casi con la misma mirada que Halil.
– Hola mi amor – le dijo él sin levantarse, así quería estar, a sus pies – iba a limitarme a repetir tus palabras: "Te esperaré", pero he pasado tanto miedo estas últimas horas que quiero pedirte que no esperemos más.
– No entiendo... – susurró Sila, tratando de limpiarse las lágrimas.
– Primero, tengo que saber algo ¿me perdonas?
– Claro, Halil Bey... siempre – sonrió Sila en medio de un puchero.
– Y segundo, ¿te casas conmigo?
Gracias, siempre, a todas las que habéis seguido esta historia. A las que habéis esperado por el final, animándome a escribirlo. Sois lo mejor de escribir. Isa.


