De otras separaciones de la inteligencia

La modernidad, entendida como empresa del pensamiento “ilustrado” debe mucho a la controversia del siglo XIII de la separación del intelecto material.
Acaso no exista un pasaje de la filosofía que más comentado que el famoso capítulo 5 del libro III del De anima de Aristóteles:
«Así pues, existe un intelecto que es capaz de llegar a ser todas las cosas y otro capaz de hacerlas todas; este último es a manera de una disposición habitual como, por ejemplo, la luz: también la luz hace en cierto modo de los colores en potencia colores en acto. Y tal intelecto es separable, sin mezcla e impasible, siendo como es acto por su propia entidad. Y es que siempre es más excelso el agente que el paciente, el principio que la materia».
Cuando este texto llegó a occidente en el siglo XIII a través del Tafsîr o Gran comentario al De anima por parte de Averroes (a través de la escuela de traductores de Toledo y recibido con gran entusiasmo en las escuelas catedralicias /universidades de París) suscitó de forma inmediata expectación, interés y herejías.
Lo que se deducía de la lectura de Averroes era que existía un intelecto material separado de las almas individuales. Incorruptible, sin mezcla e impasible.
El averroísmo parisiense, con Sigerio de Barvante a la cabeza, tuvo que ser refutado de inmediato. De esa controversia nace el texto de Santo Tomás de Aquino titulado: De la unidad del intelecto contra los averroístas.
De entre los detalles curiosos de esta controversia: 1) es la primera vez que se postula algo tan novedoso como la teoría de la doble verdad, que ciencia y religión tenían razón a la vez aunque se contradecían; y 2) la fundación de la Sorbona para leer los textos prohibidos de Aristóteles.
Claro que lo que había en juego era mucho más que una teoría psicológica extravagante traída desde la Grecia antigua a través de un tamiz árabe. En el tablero se encontraba el sujeto mismo y todo el sistema axiológico del cristianismo.
Si el intelecto material está separado de mí, ¿qué se puede esperar de la persona? ¿Qué es el alma? O bien, ¿qué es ese residuo sustancial que nuestros psicólogos desubliman con el término “el yo” (sustantivando un pronombre vacío de significado)?
Y ahora vemos que lo que empezó dudando de la inteligencia de los detergentes nos ha llevado a dudar de los fundamentos de nosotros mismos. Porque, tal parece, en la medida en que nos atrevamos (diría Kant) a servirnos de la razón nos acercamos a un abismo no poco peligroso:

Que todo lo bueno del razonar está precisamente fuera de uno. La inteligencia será permanentemente esquiva y líquida, y sin embargo, común y pública. Para nadie y para cualquiera.
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Published on November 12, 2014 12:18
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Artefactos

Alejandro Vázquez Ortiz
Máquinas contra la Realidad.
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