Camilo
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We’re leaning toward a more fluid way of working. Individuals will follow their interests, collaborating on multiple projects simultaneously, without having the constraint of working at a company. We’re seeing this unbundling of traditional
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“¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sólo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primera decimal de cero por ciento. Pero ¿no es quizá eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes. [...] Quizá, por eso, la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan.
¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales.”
― So Many Books: Reading and Publishing in an Age of Abundance
¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales.”
― So Many Books: Reading and Publishing in an Age of Abundance
“La Tejedora pensaba en un continuo, incomprensible, giratorio torrente de consciencia. No había capas en su mente, no había ego que controlase las funciones inferiores ni córtex animal que mantuviera la mente asentada. Para la Tejedora, no había sueños durante la noche, no habían mensajes ocultos provenientes de las esquinas secretas de la mente, no había limpieza a fondo de la basura acumulada con el material sobrante de una consciencia ordenada. Para la Tejedora, el sueño y la vigilia eran una misma cosa. La Tejedora soñaba con ser consciente y su consciencia era su sueño, en una interminable e insondable sucesión de imagen, deseo, cognición y emoción.”
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“Una noche, la ciudad dormía con paz razonable. Por supuesto, la oprimían las interrupciones habituales. Los hombres y mujeres luchaban entre ellos y morían. La sangre y el vómito manchaban las viejas calles. Los cristales se rompían. La milicia surcaba los cielos. Los dirigibles rugían como ballenas monstruosas. El cuerpo mutilado, sin ojos, de un hombre que más tarde sería identificado como Benjamín Flex, fue encontrado flotando en Malado. La ciudad bregaba inquieta a través de la noche, como había hecho a lo largo de los siglos. Era un sueño fracturado, pero el único que había conocido. Pero a la noche siguiente, cuando David completó su furtiva tarea en los barrios bajos, algo cambió. La Nueva Crobuzon nocturna siempre había sido un caos de ritmos discordantes y acordes violentos, repentinos. Ahora sonaba una nueva nota, un tono sutil, tenso, susurrado, que enfermaba el aire. Una noche, la tensión era algo delgado, tentativo, que se abría camino en la mente de los ciudadanos, arrojando sombras sobre sus rostros dormidos. Entonces llegaba el día y nadie recordaba más que un momento de inquietud nocturna. Y entonces las sombras se alargaron y la temperatura descendió, y cuando la noche regresó desde debajo del mundo, algo nuevo y terrible se aposentó sobre la ciudad. Por toda la conurbación, desde la Colina de la Bandera al norte hasta Barracan bajo el río, desde los intermitentes suburbios de Malado al este hasta las toscas barriadas industriales de Campanario, la gente se agitaba gimiente en sus camas. Los niños eran los primeros. Lloraban y se clavaban las uñas en las manos, retorciendo sus caritas en duras muecas, sudando sin parar con un hedor empalagoso; sus cabezas oscilaban horrendas de un lado a otro, mas sin despertar. A medida que la noche avanzaba, también eran los adultos los que sufrían. En las profundidades de otro inocuo sueño, los viejos miedos y las paranoias llegaban de repente atravesando murallas mentales, como ejércitos invasores. Sucesiones de imágenes pavorosas asaltaban a los afligidos, visiones animadas de miedos profundos, banalidades absurdamente aterradoras (fantasmas y trasgos a los que nunca deberían enfrentarse) de los que se reirían de estar despiertos. Aquellos que de forma arbitraria se salvaban de la ordalía despertaban de repente en lo más profundo de la noche, por los gemidos y gritos de sus amantes dormidos, por sus sollozos desesperados. A veces los sueños podían ser de sexo o felicidad, pero aumentados y febriles hasta tornarse espantosos en su intensidad. En aquella retorcida celada nocturna, lo bueno era malo, y lo malo era peor. La ciudad se mecía temblorosa. Los sueños devenían pestilencia, un bacilo que parecía saltar de un durmiente a otro. Incluso invadían las mentes durante la vigilia. Los vigilantes nocturnos y los agentes de la milicia; las bailarinas y los estudiantes frenéticos; los insomnes se encontraban perdiendo la concentración, cayendo en fantasías y meditaciones de extraña, alucinatoria intensidad. Por toda la ciudad, la noche quedaba fisurada por gritos de miseria nocturna. Nueva Crobuzon estaba en garras de una epidemia, una enfermedad, una plaga de pesadillas.”
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“And when your sorrow is comforted (time soothes all sorrows) you will be content that you have known me. You will always be my friend. You will want to laugh with me. And you will sometimes open your window, so, for that pleasure... and your friends will be properly astonished to see you laughing as you look up at the sky! Then you will say to them, 'Yes, the stars always make me laugh!' And they will think you are crazy. It will be a very shabby trick that I shall have played on you...”
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Camilo’s 2024 Year in Books
Take a look at Camilo’s Year in Books, including some fun facts about their reading.
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