Rubén Ortiz > Recent Status Updates

Hay palabras que te esconden y otras que te en-tregan. Las palabras son como una extremidad del cuerpo. Pueden agarrarte o darte un golpe o acariciarte. Y la chica con las suyas me sometió a la senectud sin pensárselo. Pasa lo mismo con las demás extremidades.

De la misma forma que es sumamente complicado disimular la vejez, también creo que aparentarla no es tarea para ti. Estás chocha, no hay más. Y esta vetustez tuya se afila con el tiempo. Se endurece y corta todo lo que tiene cerca. Se perfecciona sola. No tienes que esforzarte en que cada día duela más. Va puliéndose cada dia, dotándote de más y más pliegues como hojas de acero.

Y recordé mi adolescencia como una mesa puesta para una sola persona. Después de vivir una infancia que saltó tanto a la vista, a la vista de mi padre y, después, a la de mi madre, tuve una juventu que no llamó la atención de nadie. Ni a mi madre llamé la atención. Ni a mi padre, que dejó de llamar.

-A veces algunas cosas se deslucen por exceso de cariño. ¿Nunca has visto esos peluches grises de suciedad que se han quedado sin un ojo y con el pelaje chafado y duro? Demasiado cariño, demasiada atención. Es difícil lidiar con eso.

El olor a café se hace con todos los escondrijos de la casa, amenazándolos con quedarse en ellos para siempre. Luego va durmiendose hasta que por fin se despega de ellos de forma dócil y bastante mediocre.

«¡Me temo, señorita, que va a ser un minuto más!». Hay millones de recuerdos que perdemos, pero otros se nos agarran con la fiereza de unas uñas recién cortadas. La memoria es persistente en su tarea de hacernos daño.

O la que mezclaría ácido clorhídrico con sulfato de cloro en una piscina comunitaria y haría una reacción explosiva y la liaría parda. Hay demasiada gente así por el mundo, ¿no te parece? Demasiada gente que, con su torpeza, nos va intoxicando el corazón.

Fui porque estaba preocupada.
Mi madre se vuelve a parar y me mira fijamente. Luego hace una pinza con el índice y el pulgar y me pellizca la barbilla.
¿Sabes? Cuando dices esas cosas, casi puedo llegar a quererte.

Me había quitado los zapatos de charol al cabo de un rato, porque me hundía al caminar por la arena. Era un consuelo pensar que se quedarían encima del tronco plateado, apuntando hacia el mar, como una especie de brújula del alma, cuando ya estuviera muerta.

El problema de saltar al vacío era que, si no elegías una altura prudencial, podías quedar con vida al chocar. Supuse que siete pisos era una distancia segura.

Me sentía tan estupendamente que cuando llegamos al yogur con confitura de fresa decidí que dejaría que Constantin me sedujera.

«Doreen se disuelve, Lenny Shepherd se disuelve, Frankie se disuelve, Nueva York se disuelve, todos se están disolviendo y ya no importan -me dije-. No los conozco, nunca los he conocido y soy muy pura. Todo ese licor y esos besos pegajosos que vi y la suciedad que se adhirió a mi piel en el camino de vuelta se está convirtiendo en algo puro.»

—Volveré tarde —siempre había querido decir eso a un hombre guapo, vestida como una señora. Y lo hizo ese viernes, con una mano apoyada en el quicio de la puerta, la otra apoyada en su falsa cadera y torciendo levemente la cabeza, mientras esperaba que Gonzalo, casi a cámara lenta, le lanzase un beso.

Esa historia ya me la sabía, pero me gustaba más cuando la contaba abuela, porque ella decía que mi bisabuela no quería nietos pelirrojos, pero que le hizo ilusión cuando me vio llegar a casa recién nacido y me dio un beso en la cabeza y me acochó un buen rato. No me acuerdo de ella porque se murió cuando yo tenía ocho meses, pero hay una foto de ella conmigo, y si la ves, parece contenta.

Me gustaba abrazar a Izan, pero ahora no me apetecía, porque además de rendirme delante de Telma, no iba a darle un abrazo. Una cosa es deportividad y otra cosa es hacer el ridículo.

08.04
Recupero la cabeza y la lavo en una fuente pública situada a pocos metros del lugar de la colisión. Aprovecho la oportunidad para analizar la composición del agua del zona: hidrógeno, oxígeno y caca.

De ahí surgió la alegoría, ese fue su origen. La inmortalidad también es un concepto botánico. Todas las plantas, que creemos que representan una etapa anterior en la evolución, en realidad conocen un milagro más que nosotros, tienen un superpoder más. Saben cómo morir para volver de nuevo a la vida.

Camino por la ciudad y me asomo a los angostos jardines de las casas, recorro las paradas de los tranvías donde las abuelas suelen vender las primeras campanillas blancas. Si hay campanillas blancas, me digo, habrá alguna posibilidad para mi padre.

No hay ninguna.

Mi padre era jardinero. Ahora es jardín.

No sé por dónde empezar. Que este sea el inicio. Estamos hablando de un final, por supuesto, pero ¿dónde empieza el final?

-Quiérelo -dijo Jacques con vehemencia- quiérelo y deja que te quiera. ¿Crees que hay algún otro asunto terreno que verdaderamente importe? Y en el mejor de los casos, ¿cuánto puede durar?, dado que los dos sois hombres y todavia podéis ir donde queráis. Cinco minutos nada más, te lo aseguro, cine minutos nada más, y casi todos ellos, hélas!, en la oscuridad.

¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias?
Unas gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra deuda.
¿A quién?