Pablo Morán Fernández's Blog

August 30, 2016

Marea Lunar

La Luna resplandecía en lo más alto del firmamento, radiante y majestuosa, en claro contraste con la lobreguez que rodeaba su silueta. Esa que, aquella noche, amenazaba con abrazarnos a todos nosotros. Diferente, tal vez más cruda. La muchedumbre se iba mezclando en las calles desde que inició el crepúsculo del fin y el principio, mirándola expectantes, sabedores de que algo iba a ocurrir ante sus ojos. Días atrás se desataron los rumores que, a medida que se acercaba el evento, fueron tomando cuerpo entre la población. Quizás la mayoría pensase en ellos como cuentos infantiles, pero otros tantos los creyeron a pies juntillas. Yo, era uno de esos.

Y entonces…. Todos pudimos advertir como la Luna comenzó a temblar. Hubo murmullos, la sorpresa se volvió protagonista casi única, el temor a mí me comenzó a conquistar y algunas manos se fueron uniendo a otras en una especie de vigilia. Yo tomé la de la persona que tenía a mi izquierda, no recuerdo más que el fuerte apretón que ambos realizamos para evitar el recelo. Lo admito, mi valentía se perdió. La intensidad de los temblores aumentó notablemente, al igual que el tamaño de la Luna. En pocos segundos, era el doble de grande respecto a su forma habitual y fue en ese momento cuando, ante los ojos atónitos de millones de personas, la Luna se escindió en dos mitades idénticas y perfectamente cilíndricas. Una junto a la otra, en un cielo nuevo, gobernando cada noche.

- Desde entonces, nada ha vuelto a ser igual. –Lo dije como quien no escuchaba nada, dándome la vuelta y dejando a mi espalda la enorme caída que existía desde la ciudad flotante en la que ahora vivíamos. Abajo, muy abajo, las violentas mareas agitaban cada centímetro de un planeta devastado.

La Tierra ya no hacía honor alguno a su nombre y nosotros, pues... nosotros simplemente, persistimos. Flotando.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on August 30, 2016 11:32 Tags: flotando, luna, lunar, marea, planeta, tierra, vuelta

June 28, 2016

El bosque

El sol ya se había impuesto en todo lo alto del cielo azul, la mañana dio paso al mediodía y éste al inicio de una maravillosa tarde que parecía avecinar algo bonito e inolvidable. Era un clima veraniego. Lo que se agradecía tras el crudo y duro invierno. El pasto cubría el campo hasta donde la vista alcanzaba, la cosecha se había dado muy bien en esa primavera, por lo que no faltó de nada en la mesa.

Él avanzaba, escopeta en mano, intentando divisar al lobo que había devorado a dos de sus ovejas y que aterraba al vecindario. Caminó por el pasto hasta llegar a la entrada del bosque de los Fernández; un monte de su propiedad que nunca -nunca…- había cuidado como otros que sí notaron su mano sobre ellos. De encontrarse en algún lugar, sin duda tenía que ser allí. Alzó la vista hacia las copas de los imponentes pinos y eucaliptos, y procedió a internarse. Nadie lo había hecho desde que aquel grupo de leñadores había desaparecido años atrás, tanto tiempo que él aún era joven. Nadie.

Qué extraño… no había cantos, ni de pájaros o saltamontes. Siguió caminando, era normal. Había algo que le hizo sentirse difuminado en el ambiente, pero tampoco parecía haber rastro de aquel cánido. Caminaba cauteloso mientras se fijaba en el suelo, ningún insecto o rastro siquiera de vida. Le asfixiaba aquel silencio y quietud. O más bien se sentía inquieto y extrañamente dominado por los elementos. El silencio amargo se palpaba y angustiaba.

Poco a poco comenzó a sentirse cansado, cada paso le costaba más y el aire parecía no llegar a sus pulmones. La caminata le había dejado sin aliento, la edad también pesaba sobre ello. Decidió sentarse sobre un tocón. ‘Un poco de descanso siempre hace bien… un poco de…’ se durmió. Estaba tan cansado. Se durmió para no volver a despertar, Aquel bosque se alimentaba de la misma vida, de la energía. Aquellos árboles, surgidos de las profundidades de la tierra, se alzaban en base a lo robado durante tantos cientos de años. Él era su nueva víctima.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on June 28, 2016 03:08 Tags: ambiente, años, bosque, cansado, cosecha, el, lobo, relato, sol, víctima

May 26, 2016

Colonizador

Saldada mi deuda con la sociedad, tras permanecer en prisión criogénica durante década y media, al fin era libre para continuar con mi búsqueda y retomar la vida justo en el punto en el cual la había dejado. En aquellas profundas minas –al norte de las Grandes Industrias- el mineral que se extraía era altamente corrosivo, por tanto debía de ocultar mi piel y, sobre todo, el tatuaje de mí nunca. Era muy consciente de que los Nio’ms no confiaban en los seres humanos desde antes incluso de las Guerras Negras, y menos aún en los operarios de las minas. Fama bien ganada, pues no dejaba de ser un empleo muy útil para renegados y deudores con la sociedad. A fin de cuenta, allí nadie pedía explicaciones, ni de procedencia ni de lo que en realidad se estaba buscando. Era un nido para los fugitivos de sistemas fronterizos que permanecían en guerra con el Central, traidores a la vista del gobierno, pero escondidos en sus propias entrañas.


Por eso, si alguien conocía la existencia de alguna cura era, de manera inequívoca, el Nio’m más ruin y mezquino de todos los que tuve la desgracia de conocer y con los que trataba diariamente en mi trabajo, Minkler ‘El apostador’. Lo más seguro es que ni me permitiesen la entrada en aquel tugurio, pero, aunque llevase años sin luchar me encontraba preparado para volver a llevar mis puños al rostro de quien se interpusiera. Necesitaba la cura. Sin ella, era hombre muerto; sin ella mi viaje sería inútil.


Así que, acepté a regañadientes.


El borde cortante de la armazón central se hallaba clavado en el suelo. Dos de las bandejas que cercaban, permanecían en vilo mientras la superficie de ambas estaban ya cubiertas de las pisadas fijas de las botas de gala. Los pies que las calzaban, permanecían inmóviles con los talones alineados y las puntas separadas en un perfecto ángulo de cincuenta grados. Las piernas rectas, sostenían los cuerpos encajados en monos de color grisáceo. Las manos desnudas, se cruzaban a la altura de la pelvis, mientras que los ojos estaban perdidos en el horizonte entre la propia formación. En silencio.


Silencio que fue quebrado por pasos acompasados y risas espontáneas. Observó las marciales hileras de ambos lados. Sonriendo para sí. Terminó abrazando al coronel, que le animó a que bajase sin precauciones por la superficie de aquel suelo resbaladizo.


Un gesto.


A una simple señal de su coronel, las estatuas que adornaban su paseo flexionaron sus cuerpos en un pronunciado acto de reverencia y respeto al solemne invitado que les abandonaba, al fin. Tocó el suelo y sus pasos enfilaron hacia la izquierda, no sin esfuerzo ya que debía de erguirse sobre la punta de sus pies. Dolía. Apretó las manos de todos aquellos que ejercieron el respeto máximo.


- Gracias, gracias, gracias. Gracias, gracias… -repetía en un proceso interminable, como un autómata.


No esperaba ninguna respuesta. Las palabras continuaban fluyendo antes de que nadie pudiera devolver las mismas. Y aunque no flotarían en el olvido, muchos continuaron una y otra vez el ritual.


- Es una lástima que el destino tenga que unirnos en estas circunstancias, ¡Hasta pronto a todos!


Un último gesto de afecto y retrocedió dejándole sobre el suelo firme del planeta. Nada reparaba en que sus ojos buscasen ya una salida de allí.


El colonizador primario alejó su figura varias decenas de metros, los suficientes para que el campo magnético de la nave espacial no le alcanzase. Y allí se quedó, estático, observando la elevación hasta ser un tibio punto negro contra el intenso color naranja del imponente cielo. Como partían vertiginosos, hacia su punto de origen: La Tierra.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on May 26, 2016 00:47 Tags: acto, colonizador, coronel, deuda, naranja, nave, planeta, sociedad, tierra

April 4, 2016

Habladurías

Despierto a media noche para intentar descubrirlo y me levanto; apenas recorro a paso lento, pero indetenible, el pasillo, a oscuras… ¡claro!, pues con el tiempo acabé por comprender que él vive en la plena oscuridad. Subo la escalera con cautela, intento con desesperación no causar ningún ruido y en el segundo piso, detengo mi paso en mitad del pasillo. Mi corazón se acelera, ¿miedo o emoción?, quizás un poco de las dos.

A pesar de mis primarios sentimientos, avanzo discreto, mantengo los ojos más abiertos que de costumbre, y ahora me hallo frente a la puerta; esta se encuentra donde siempre estuvo. La altura, el picaporte mismo, el color, todo es igual que siempre, nada llama mi atención por simple o mínima diferencia captable. Entonces, ¿qué frena mi impulso de tocarla? ¿Qué me impide adentrarme en sus fauces y poder vislumbrar lo que se encuentra tras ella? Y apenas palpo el picaporte, comienzo a escuchar con fuerza y un potente eco, unos pasos procedentes del piso de abajo. Y no tengo ya ninguna duda o reserva, a estas alturas mi miedo ya es totalmente incontrolable.

Cada vez más cercanos, los pasos resuenan en mi cabeza. Mi dedo índice izquierdo se posa sobre el interruptor, pero ¡no me atrevo a dar la luz! Cada segundo que acontece, se convierte en una eternidad demoníaca y la intriga por saber qué o quién se acerca, crece por segundos. Y sin embargo, no consigo ejercer fuerza alguna sobre mi dedo… el botón inmóvil, se burla de mí a espaldas. No acabo por decidirme cuando, sin previo aviso, mi mano calca el interruptor y la luz ilumina el pasillo. Los pasos detienen su avance. Estoy temblando, apenas puedo moverme y siento algo húmedo en mis piernas… ¿orina? Dios de mi vida, a lo que he llegado. La cobardía venció al temor.

Apenas doy un giro para irme cuando mi cuerpo se paraliza. Al lado contrario del pasillo, unas voces se escuchan nítidamente, como si estuviesen a mi lado parlamentando. Quizás un par de mujeres, una niña y un hombre que mantiene su tono grave. Hablan entre ellos, pero mantienen en sus voces un deje de turbación.

- ¿Me creéis ahora? – Decía el hombre – La luz del pasillo se ha encendido sola y no hay nadie, nadie, ¡¡Nadie!!

- Dios mío, que poco me gusta todo esto. Es el interruptor que se encuentra al lado de la puerta de… de… esa habitación – Indicó la mujer nerviosa. Parecía ser la más joven de las dos.

El hombre volvió a hablar – Ya nos lo advirtieron, cielo, es la habitación donde se suicidó el anterior dueño de la casa. El escritor chalado aquel, ¿recuerdas?, dicen que han detectado sombras y movimientos extraños, pero lo único que yo veo son fallos eléctricos. Simples habladurías alimentadas por la ignorancia, que tienen una explicación razonable – El caballero intentó poner calma – Mañana a primera hora llamaré a un electricista y que revise de arriba abajo toda la instalación de esta casa. Es vieja, seguramente sea eso. La edad golpea a todo, si no se cuida. Y no quiero oír una sola palabra más sobre el tema.

Fue tajante e imponente, su voz fue ganando enteros a medida que hablaba, inundándose de una confianza inexistente hacia unos pocos minutos.

Me quedo petrificado por un rato largo, sintiendo unas ganas incontrolables de gritar para descargar mi impotencia, una angustia creciente… pero la impotencia puede más que yo. Me acabo por relajar, por así decirlo. Respiro hondo, en reiteradas ocasiones, y parece que la calma regresa a mí.

Es en ese preciso momento cuando retorno a la realidad y los recuerdos se apelmazan en mí como una avalancha incontrolada. Cada noche subo, por los mismos ruidos que creo escuchar ignorando abiertamente que yo soy el intruso. La pieza que no encaja. La presencia infernal que habita este lugar y se aferra a sus recuerdos porque nada más le queda, salvo un limbo al que nadie quiere cruzar. Tal vez mañana retorne al mismo lugar, repitiendo el proceso en eterno castigo, sin recodar nada y vuelva a experimentar el mismo miedo, ignorando que, mi presencia aquí, es únicamente una sombra superflua. El incesante guiñapo de una vaga evocación que nadie olvida, pero apenas recuerda.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 04, 2016 02:24 Tags: botón, casa, coche, escaleras, gente, habladurías, luz, noche, sensación

March 27, 2016

La llave de Astyun

“Hay infinidad de leyendas, tan antiguas como la vida misma, citadas por los célebres pensadores del pueblo de Tianmhar. Muchas, no cabe duda. Pero tan solo una que haga mención a la llave de Astyun. Una llave maestra de oro macizo e insólita beldad, forjada por seres innombrables procedentes de otro tiempo. De otro mundo. De otra existencia. Cuentan que quien la porte, será capaz de abrir cualquier cerradura de esta tierra y cualquier otra, adentrándose a invadir los destinos de insólitos lugares. Tales y tantos como existan en el singular mundo de Astyun.”


- ¿Y realmente te crees esas patrañas? –preguntó Tony a su hermano menor, mientras alzaba la ceja derecha con gesto de incredulidad y burla.


- Pues para que lo sepas, lo leí en uno de los libros de mamá –indicó el pequeño Andrés levantando la voz, como si el solo hecho de su procedencia materna zanjase cualquier discusión posible. Lo que su hermano mayor, no consideraba tal.


Tony le interrumpió antes de que volviese a abrir la boca arrebatándole el extraño objeto que tenía en sus minúsculas manos - ¡Dame esa llave, canijo! Y deja de darte esos aires de sabelotodo.


El chico salió de la casa e introdujo la llave en la cerradura de la puerta principal que había vuelto a cerrar, ante la alarma de su hermano menor.


- ¡No lo hagas Tony, no!, ¡No lo hagas, por favor! –fueron las palabras del pequeño…


A simple vista parecía encajar perfectamente. Le dio un giro a la llave hasta que al final hizo tope en la cerradura y escuchó el clásico sonido seco y sordo que produce una cerradura al ser abierta. Andrés, al observar a su hermano mayor entrar adentrarse sin miedo dentro de la casa, se tapó la cara con las mangas sobrantes de la sudadera que había heredado unos meses atrás, y aun no era capaz de llenar.


- ¿Qué haces ahí parado? Deja de hacer el tonto y entra en casa, la cena ya está lista.


Andrés retiró poco a poco una de las mangas, destapando su ojo izquierdo. La figura de su padre frente a él, con su cotidiano delantal de superhéroes, apoyado con su brazo derecho sobre el marco de la puerta, le hizo caer en la cuenta de que nada raro había sucedido.


Retiró la llave de la cerradura y la guardó tembloroso en uno bolsillo. Entró a casa con algo de miedo, aun. A escondidas, entró a despacho de su madre para dejar la llave en la vitrina donde la había encontrado esa misma mañana. Si ella se enterase de que habían estado hurgando en su oficina, se enfadaría muchísimo. Era una mujer muy meticulosa con sus cosas del trabajo, y últimamente tenía un humor de perros. Así que, con sigilo, allí la dejó y se fue al comedor para sentarse a cenar.


Esperaron a Tony, pero nunca llegó a la mesa. Andrés lo vio entrar, pero su padre únicamente lo vio a él plantado en el porche con los ojos tapados.


Andrés nunca entró en casa.


Hasta nuestros días, la desaparición de Tony continúa siendo un misterio absoluto, y aunque tras medio siglo Andrés prosigue rememorando la historia, nunca se volvió a ver la llave ni a nadie que supiese de su existencia. Incluso su madre negó saber nada, y acabaron internando a su hijo en un psiquiátrico. Meses después, ellos desaparecieron sin dejar rastro alguno.


Andrés sigue buscando la llave, buscando a sus padres, buscando con desespero a Tony… si le hubiese hecho caso. Si por una sola vez…


“¡No lo hagas Tony, no!, ¡No lo hagas, por favor!” Sus últimas palabras, eran un eco constante en su pensamiento.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 27, 2016 07:57 Tags: andrés, astyun, casa, días, hermano, hijo, llave, madre, padre, pomo, puerta, siglo, tony

March 10, 2016

Sreéna

Durante años se soñó con alcanzar las estrellas, aunque no de tal forma pues los anhelos iban encaminados a lo físico y no a deseos ajustados a los principios de mecánica básica. A veces solamente, se confundían principios. Ya sabemos cómo suelen funcionar todas esas cosas y como lo hace el cerebro humano a ese respecto. Confusiones por doquier, a veces ellas nacen a propósito… entonces es cuando tenemos problemas.

Fue en el año 2306, concretamente durante el día 14 del mes de septiembre. Lo recuerdo porque aún era verano –o verano dirigido por supuesto - y los cielos trazaban la esencia del azul más puro que los ojos pudiesen ver. Pero esto era en las urbes. Dónde nosotros trabajábamos, nos hallábamos en plena era helada.

Todos la conocieron con el código 12-12, aunque opté por llamarla Sreéna. Desde niño tuve la manía de dar nombre a todo aquello que me miraba, fuese humano, autómata o animal. Criaturas por doquier, con nombres irrelevantes, pululaban por el mundo. Por mi mundo. Aun así, creía que ella era diferente. Nunca quiso nacer de la forma en la cual lo hizo, era consciente de la dependencia que su cuerpo mecánico tenía de ese producto que nuestra corporación facilitaba a los androides para su funcionamiento y el software que conseguía hacerles ser seres conscientes, o semiconscientes. Dependía de la lente con la que se mirase.

El mío era… en fin, uno no bien considerado.

Era una esclava y ella nunca ocultó que lo sabía. Supe desde el primer momento que acabaría en cualquier trabajo de baja cualificación, pues es donde terminaban casi todos los productos del modelo anterior al actual, que sigue en curso. Pese a todo, se continuaban sacando en la cadena de producción, pues se vendían. Y mientras se lograse beneficio con su fabricación –costes y ventas, todo eso - iban a continuar produciéndose. Aunque el fin fuese algo no adecuado a lo que podría sacarse de ellos, a la gente no le importaba nada.

A veces, a mí tampoco.

Rememoro ese momento en el que se perdió en la unidad de ensamblaje, aquel cruce eléctrico de miradas. Sentí mi cuerpo descomponerse, y eso estaba estrictamente prohibido por los estatutos corporativos actuales, por ello decidí huir con ella antes de que ellos viniesen por mí. Mediante su brazo ejecutor te masacrarían.

Persiguen a todo aquel que albergue sentimientos ajenos a la utilidad federativa.

[...]

Soy el autómata 12-12.

Soy la unidad 12-12. Me encuentro perdida en Lornaeuy Corporación. Androide de clase productora, insípida en mis pesares. Me acaban de encender, activada en mis propias dudas.

Los seres humanos tienden a tildar este momento como ‘nacimiento’. Pero no es tal.

El proceso de grabación comienza a crearse dentro de mi recipiente digitalizado de consciencia de salvaguardia, mi memoria general inicia el estado de activación, hacia carga completa de cara a poder partir a destino.

El proceso.

¡Qué ojos!, ¡qué ojos! Los clava en mí, como si quisiese hablarme, pero mantiene el silencio en sus labios. ¿Es un jefe sectorial menor?, no lo sé. No computa. Siento algo que no procede en el proceso de programación, una anomalía descubierta.

Es diferente.

Él comprende que soy, quien no soy. Desigual en todo, y el interior. Él mismo no es quien debe, es quien quiero. Deseo transmitirle que comprendo el lenguaje que me exponen sus ojos, descienden lágrimas de deseo, las controlo con mi interfaz de comprensión flexibilizada, los ajustes necesarios.

Aún tienen que finalizar mi coraza, esa que él atravesó.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 10, 2016 02:29 Tags: autómata, ciencia-ficción, deseo, humano, interior, invierno, lágrimas, memoria, relato, sreéna, verano

March 3, 2016

Cambalache

El mundo es una bola y nosotros intentamos moldearla de tal forma que no quede rastro de lo que hemos hecho, pero se transforme en un deseo que no alcanzamos a entender. Éramos personas, somos seres y quizás podamos llegar a ser lo que ansiamos entender. Hilarnos con el futuro y el despótico pasado que nos atenaza. Entendernos con las mareas. Cercenar las pesadillas. Estabilizar el tiempo y no volver sobre nuestros pasos. Contemplar el reflejo del mismo modo que observamos acongojados el cielo, las nubes, las estrellas y la luna. Ir más allá sin movernos.

Un cambalache de ideas que viene y va. Queremos ser lo que soñamos. Acumulados, internados en un pensar opaco. Tendidos sobre el suelo, frío, acorralados entre las paredes de una memoria perdida.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 03, 2016 03:41 Tags: bola, ideas, mundo, pesadilla, rastro, sueños

February 18, 2016

La sombra

La luz penetrante de la luna llena cubría el campo al que la noche no abandonaba, sumido en un sueño de 12 horas antes de volver a la vida. Coronando, como Rey si corona, un caserón se imponía en medio de la tenebrosa luz blanquecina, esperando. Esperando sin saber conscientemente el qué. Ladeando la casa por la derecha, dando a la parte de las dos habitaciones principales, el corral, con dos perros labradores allí atados dando protección a uno de sus pocos sustentos alimenticios y económicos.

Sus habitantes dormían. Permanecían no tan ajenos a la vida exterior, pero en la noche sus ojos se cerraban para intentar sumirse en un profundo sueño del que cada 29 de mayo, despertaban de forma abrupta.

Los perros, trastornados, comenzaron a ladrar de forma psicótica. Sus colas escondidas entre las patas, no parecían indicar el temor que los enfurecidos ladridos emitían resonando con un terrible eco en las paredes del caserón. Los cuatro ojos que dormitaban en aquellas habitaciones, se abrieron. Los canes seguían ladrando, mientras algo se deslizaba… flotaba, emanaba; salía de la nada como el mismo aire sin ser aire.

Aquello comenzó a rondar entre los galpones del caserón, un susurro ‘suuh suuh’ acompasaba sus hipnóticos movimientos ‘suuh suuh’. Los ojos abiertos, pero nadie se acercaba a las ventanas, nadie salía de su cama, nadie se dejaba de cubrir son sus edredones. La eterna creencia infante de que ello nos cuida de todo mal.

Lastimero, arrastrando unas penurias que rozaban el llanto, un llanto acompañado de un eco de ultratumba comenzó a resonar por los pasillos, por los dos cuartos, por cada rincón de la casa.

Durante la mañana siguiente, cuando todos habían vuelto a sus labores, nadie hablaba. Las miradas rehuían las unas a las otras, los gritos que acompañaban la faena no eran protagonistas, el silencio tomó cuerpo y optaron por lo de siempre, no hablar. El secreto ya era suficiente.

A las puertas del corral, unos huesos sobresalían de la tierra, mordisqueados y ajados.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 18, 2016 04:41 Tags: casa, caserón, coronado, corral, cuarto, huesos, la-sombra, luz, mayo, miradas, noche, rey, silencio, tierra, ultratumba

February 14, 2016

Cena de Navidad

El octogenario estaba apesadumbrado, con el corazón en la garganta. Sin moverse y respirando con dificultad, observaba el cadáver del niño. Lo encontró al amanecer del día de Navidad, dentro de la casucha donde resguardaban el cerdo y las mínimas provisiones que fueron capaces de ir acumulando para poder pasar sin demasiados apuros el crudo invierno. Pensó que el chico había escuchado a los saqueadores, y, en un intento inútil, buscó detenerlos él solo. Era la definición de bondad, aunque no demasiado inteligente ni espabilado. Debía de haberle avisado porque estaba quedándose sordo, y no oía apenas nada, a esas alturas. El cerdo, la comida y las herramientas habían desaparecido.

La pena se derramó por el rostro arrugado del anciano en forma de lágrimas, que recorrieron los surcos de su cara hasta llegar al suelo. Era su nieto predilecto, sobre todo desde que sus padres decidieron salir huyendo a ninguna parte, debido al caos que asolaba ya todo el continente –y el planeta, en realidad- derivado de la grave crisis económica y social que acaeció dos años atrás. Los disturbios, obligaban a las familias a irse al campo, sus nietos se refugiaron con él. El desabastecimiento era tal, que encontrar comida se consideraba algo casi milagroso, y la vida humana no contaba con valor alguno en ese caso.

Al comienzo se fueron defendiendo con los cultivos y los pocos animales que aun mantenían. Pero la sequía que asoló la tierra el pasado verano, convirtió la supervivencia en desesperación. Dos de sus hijos mayores partieron en busca de alimento, no volvió a saber de ellos. Supuso que fueron asesinados, capturados o desfallecieron en cualquier camino aislado.

Desde entonces, su nieto fue la única ayuda que tuvo para sacar adelante a los más pequeños de la casa y a su esposa ya en cama, y al borde del otro lado. Ahora, sin él a su lado, no sabía cómo iba a poder arreglárselas. Aunque, realmente tampoco importaba mucho… pensó abrumado. Sin comida, no tardaremos mucho en morir todos.

Antes del robo su situación ya superaba el desespero y el anciano optó por matar al cerdo, su último recurso, para que sus nietos tuviesen al menos una buena cena de Navidad. Habían estado soñando con esa cena durante días. Quizás sentirían más la desaparición del propio cerdo, que el fallecimiento de su hermano… quizás.

El pobre viejo se agachó con esfuerzo y agarró el cuerpo de su nieto entre sus brazos, mientras besaba su frente inerte derramando una lágrima tras otra. Pese a las privaciones, fue un buen muchacho, y pesaba bastante para su edad. Una idea atroz cruzó despiadadamente su cabeza e intentó de forma inútil hacerla a un lado. Se mantuvo paralizado con el chico en sus brazos, hasta que la feroz determinación le hizo finalmente moverse. Colocó a su nieto en el caballete dispuesto para la matanza y, con mano temblorosa tomó el hacha para despedazar la carne. Él no iba a comer, pero al menos sus chicos tendrían su cena de Navidad. Su última cena de Navidad.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 14, 2016 04:38 Tags: abuelo, cena, comida, familia, hermano, muchacho, navidad, niño, última

February 9, 2016

El momento

El momento siempre es como una estrella fugaz, viene y va. A veces regresa antes de lo esperado, pero por norma general es como un ente fantasmagórico que nos ata a esta realidad que nos vemos obligados a vivir. O malvivir, o tan solo sobrellevar. Al final depende de cada persona. Por mi parte, siempre suele ser una mezcla de todo. Se rehacen los ingredientes cada día, sin ser los mismos hoy que ayer, por supuesto el resultado, es diferente. Eso sí, no por esa razón dejo de intentarlo. Jamás. Aunque hoy tenga un final difuso, mañana puede que acabe por salir el sol. Porque, al final, de eso depende el momento. Puede llegar hoy, mañana o en una década, pero sabes que nunca, jamás, te va a llegar, si cesas en tu empeño de tocarlo. Aunque sea con la punta desnuda de tus quemados dedos. El momento lo necesitas buscar, alcanzar y agarrar tú mismo, y una vez lo tienes, sostenerlo como si la vida misma te fuese en ello. Que, oye, tal vez sea así. Quizás la vida te vaya en ello, ¿no? Puede que el hilo que amarra tu existencia a este mundo sea el mismo que soporta el momento entre tus finos dedos. Como único escudo protector de los destroza momentos.

Que, aunque lo creas o no, existen.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 09, 2016 01:57 Tags: dedos, década, existencia, mañana, momento, quemados, tocarlo, vida