Alexandre Alphonse's Blog: Ave, exegeta futurus! - Posts Tagged "arthur-rimbaud"
O Ceo de Santiago 𓁀
Por qué O Ceo de Santiago es la mejor novela gallega de la historia (cosa fácil, o por lo menos de lo que va de siglo, o por lo menos comparado con lo que se ve en las librerías publicado por Xerais y Galaxia [aunque me extirpasen la mano, un ojo y medio cerebro, seguiría escribiendo infinitamente menos mal que Bertiña Dávila & company]), en sencillos pasos (me siento como el poetastro del cuento de Borges explicando su propia obra, pero lo creo necesario y lo encuentro divertido) y otros puntos pertinentes sobre OCDS:
(0) Escribí (escribo, voy a editarlo [ya llevo un lustro] y engordarlo con sustancias nutritivas hasta que compita contigo siendo un buen ladrillo, viejo océano, ¡oh, viejo océano de olas de cristal!) este libro con la más humilde de las ambiciones (esta modestia, esta intención tan pobre me avergüenza anímicamente, pero es la verdad [queriendo igualarme a Rimbe o a Lautréamont me hubiese quedado en punto muerto, claro]): hacerlo menos mal que los demás, en concreto hacerlo menos mal («No es que yo sea bueno, es que los demás son tan malos que la comparación se revela imposible» [Dalí]) que Berta Dávila en su premiada (con 12 mil euros) novela Carrusel (una sola página, un solo párrafo..., me doy cuenta de que hasta una sola frase en algún caso de OCDS ya vale más que todo Carrusel junto [quien haya leído ambas obras sabrá reconocerlo]).
007) A Bernard Shaw le preguntaron una vez si creía que el Espíritu Santo había escrito la Biblia. Contestó: «Todo libro que vale la pena ser releído ha sido escrito por el Espíritu». Es decir, un libro tiene que ir más allá de la intención de su autor; la intención del autor es una pobre cosa humana, falible, pero en el libro tiene que haber más. «El Quijote», por ejemplo, es más que una sátira de los libros de caballería: es un texto absoluto en el que cual no interviene, absolutamente para nada, el azar. (Borges).
En OCDS no hay nada al azar; en la obra de Bertiña, todo es azaroso y podría ser perfectamente otra cosa. Por ejemplo: la protagonista de OCDS se llama Sabela (de «Elisheba» [ponlo en Google y verás lo que significa]), mientras que en cualquier libro de Bertiña cualquier personaje tiene un nombre pudiendo ser perfectamente otro. Yo soy artista hasta para nombrar a un personaje; Berta, no es artista ni para eso. El escritor Joshua Cohen, consciente de la necesidad vulgar de nombrar personajes, lo que hace en una novela es llamarlos a todos como él mismo (creo que hay 4 Joshua Cohen en «The Book of Numbers»), cuando hubiese sido mejor llamarlos «A, B, C y D», pero bueno, sigue siendo una opción más artística que llamarlos «Carlos» o «Pepe».
1) O Ceo de Santiago es una novela multidimensional:
1. 1) Cervantina o quijotesca: es una sátira de la basura que publica la industria para el perro público, es decir, autoficción en forma de narcisista dietario-anecdotario femenino escrito en primera persona (lo que se lleva ahora), pero, donde una noveliña o o la noveliña antes mencionada de Bertiña es brutalmente prosaica, realista, indolente, inane, segura, sensata, simplona, mansa, políticamente correcta (literatura iliteraria, vaya)..., OCDS reduce al absurdo la sátira y es todo lo contrario: una novela poética, onírica, doliente, profunda, peligrosa, alocada, compleja, venenosa, feroz, políticamente incorrecta (literatura literaria, vaya).
1. 2.) Rosaliana: Rosalía de Castro escribió poesía en gallego..., para un público inexistente, un público futuro o un par de elegid@s de su época, y pasa algo parecido con OCDS: el lector gallego actual, el lector gallego de los churrascos carpetovetónicos que publica Xeralaxia, si abriera OCDS..., bueno, cómo decirlo...: el contraste entre Carrusel de Berta Dávila y O Ceo de Santiago de mi predilecto Alexandre Alphonse es como comparar un parchís de los chinos con un ajedrez de marfil, o, mejor: como comparar el cajón de los calcetines o las galletas con Jumanji.
1.2. 1.) También es una novela de espíritu rosaliano desde un punto de vista galleguista: si Rosalía hizo literatura con el gallego oral de su siglo, yo he empleado a propósito el gallego más complejo, más elitista, más culto, más rebuscado, más variado, más diccionaril que he podido (a estas alturas, creo que es el camino galleguista adecuado para una obra literaria [con gallego coloquial ya hacen canciones muchos artistas y grupos de la actualidad]).
1. 3.) Cebollesca: tiene muchas capas o posibles lecturas; me explico:
1. 3. 1) Puede leerse como una novela onírica/peregrinaje en el más allá y punto.
1. 3. 2) Puede leerse como un diario fantaseando con la otra vida/peregrinación terreste y punto.
1. 3. 3) Puede leerse como una autoficción masculina camuflada por un diario femenino onírico o fantasioso y punto (a veces la voz de Lautréamont se mezcla con la de Maldoror y a veces la voz de un tipo de 30 tacos se mezcla con la de una chica adolescente o la acompaña/superpone y se leen/oyen ambas a la vez).
1. 3. 4) Puede leerse y entenderse como una novela de extrema derecha (como American Psycho).
1. 3. 5) Puede leerse y entenderse como una novela de extrema izquierda (como American Psycho).
1. 3. 6) Puede leerse de más formas en las que ahora no caigo o que sería rizar demasiado el bucle explicar (lo principal y más obvio queda dicho) y puede leerse de más formas que otr@s puedan ver.
2) O Ceo de Santiago es una novela escrita con sangre, como decía Nietzsche, como Una temporada en el infierno de Rimbe, como Ruthless Little Things de Eris, etcétera.
3) O Ceo de Santiago es una novela literaria, artística, con voluntad de estilo, con ánimo creativo (mejor o peor, pero, cuando la competencia ni intenta ninguna de estas cosas, es fácil ganar, es fácil sentirse superior).
4) O Ceo de Santiago tiene cierto porcentaje de belleza, profundidad y artesanía (arte tradicional), pero también de hipermodernidad, originalidad y provocación (arte contemporáneo): como en el anterior punto, el 99,99% de lo que hay en las librerías ni lo intenta, no hay ni un 1% de nada de lo mencionado en esos libros, especialmente en el que me propuse superar.
5) O Ceo de Santiago es (mejor o peor, pero es, y, repito, sólo la intención, la actitud artística, vale un mundo y es una rara avis per se) una obra total: a César Aira le gusta decir que a Duchamp le gustaba decir que el título de un cuadro era un color más de la obra, pues bien: OCDS es una obra de arte, una obra de arte total: la portada importa, los colores de la portada importan, las tipografías empleadas importan, el formateo importa (dentro de mis humildes posibilidades, no tengo al equipo de 11:11 o Inside the Castle detrás para hacer más [oh, o lo haría, un libro de Mike Corrao parecería mainstream en comparación]). Si lo nuevo importa más que lo bueno (aunque tengan que ir de la mano también [lo bueno sin más sobra y no nos daría una vida para leerlo bien todo]), como también le gusta repetir a César Aira, OCDS puede sorprender en cualquier cambio de página por una nueva tipografía, formateo, o decisión artística variada (este es uno de los pocos puntos débiles del pensamiento crítico y de la obra de Aira [porque no hay nada de esto]).
6) Me gustaría decirte cómo surgió (superación de noveliña provinciana barata bertiana aparte), oh futuro para mí pero presente para ti exégeta, O Ceo de Santiago, pero, si eres bueno, ya lo sabes, así que me limitaré a decir para todos o para guiarte si aún no lo sabes que, para superar la parálisis de la página en blanco, para arrancar, para llegar a saber lo que necesitaba decir, lo que quería escribir, lo que quería hacer, empecé traduciendo una rara novela onírica judía contemporánea (cosecha del 2008)..., luego volví sobre mis pasos y los emborroné parafraseándola..., para, por último y cuanto antes, dejar atrás del todo la existencia de esa novela y encontrarme escribiendo lo que escribiría si escribiese (parafraseo a Marguerite Duras, cita predilecta de Enrique Vila-Matas). Tras esto, ya continué con los dos pasos airanos básicos: una página al día y fuga hacia adelante (desde entonces, hasta ahora, y probablemente por el resto de mi vida, edito y editaré, al contrario que Aira, parecido a Baudelaire).
7) Alejandra Pizarnik decía que ella nunca podría escribir una novela, porque en las novelas (más o menos comerciales) es inevitable llegar a un punto en el que hay que escribir vulgaridades como «Fuimos a tomar un café con leche». En la mayoría de libros que veis en las librerías se toman cafés con leche o cervezas; en OCDS, no, gracias a Dios, y todo atisbo de realismo prosaico y brutalmente simplón funciona de contrapunto estilístico necesario, no mediocridad banal.
(0) Escribí (escribo, voy a editarlo [ya llevo un lustro] y engordarlo con sustancias nutritivas hasta que compita contigo siendo un buen ladrillo, viejo océano, ¡oh, viejo océano de olas de cristal!) este libro con la más humilde de las ambiciones (esta modestia, esta intención tan pobre me avergüenza anímicamente, pero es la verdad [queriendo igualarme a Rimbe o a Lautréamont me hubiese quedado en punto muerto, claro]): hacerlo menos mal que los demás, en concreto hacerlo menos mal («No es que yo sea bueno, es que los demás son tan malos que la comparación se revela imposible» [Dalí]) que Berta Dávila en su premiada (con 12 mil euros) novela Carrusel (una sola página, un solo párrafo..., me doy cuenta de que hasta una sola frase en algún caso de OCDS ya vale más que todo Carrusel junto [quien haya leído ambas obras sabrá reconocerlo]).
007) A Bernard Shaw le preguntaron una vez si creía que el Espíritu Santo había escrito la Biblia. Contestó: «Todo libro que vale la pena ser releído ha sido escrito por el Espíritu». Es decir, un libro tiene que ir más allá de la intención de su autor; la intención del autor es una pobre cosa humana, falible, pero en el libro tiene que haber más. «El Quijote», por ejemplo, es más que una sátira de los libros de caballería: es un texto absoluto en el que cual no interviene, absolutamente para nada, el azar. (Borges).
En OCDS no hay nada al azar; en la obra de Bertiña, todo es azaroso y podría ser perfectamente otra cosa. Por ejemplo: la protagonista de OCDS se llama Sabela (de «Elisheba» [ponlo en Google y verás lo que significa]), mientras que en cualquier libro de Bertiña cualquier personaje tiene un nombre pudiendo ser perfectamente otro. Yo soy artista hasta para nombrar a un personaje; Berta, no es artista ni para eso. El escritor Joshua Cohen, consciente de la necesidad vulgar de nombrar personajes, lo que hace en una novela es llamarlos a todos como él mismo (creo que hay 4 Joshua Cohen en «The Book of Numbers»), cuando hubiese sido mejor llamarlos «A, B, C y D», pero bueno, sigue siendo una opción más artística que llamarlos «Carlos» o «Pepe».
1) O Ceo de Santiago es una novela multidimensional:
1. 1) Cervantina o quijotesca: es una sátira de la basura que publica la industria para el perro público, es decir, autoficción en forma de narcisista dietario-anecdotario femenino escrito en primera persona (lo que se lleva ahora), pero, donde una noveliña o o la noveliña antes mencionada de Bertiña es brutalmente prosaica, realista, indolente, inane, segura, sensata, simplona, mansa, políticamente correcta (literatura iliteraria, vaya)..., OCDS reduce al absurdo la sátira y es todo lo contrario: una novela poética, onírica, doliente, profunda, peligrosa, alocada, compleja, venenosa, feroz, políticamente incorrecta (literatura literaria, vaya).
1. 2.) Rosaliana: Rosalía de Castro escribió poesía en gallego..., para un público inexistente, un público futuro o un par de elegid@s de su época, y pasa algo parecido con OCDS: el lector gallego actual, el lector gallego de los churrascos carpetovetónicos que publica Xeralaxia, si abriera OCDS..., bueno, cómo decirlo...: el contraste entre Carrusel de Berta Dávila y O Ceo de Santiago de mi predilecto Alexandre Alphonse es como comparar un parchís de los chinos con un ajedrez de marfil, o, mejor: como comparar el cajón de los calcetines o las galletas con Jumanji.
1.2. 1.) También es una novela de espíritu rosaliano desde un punto de vista galleguista: si Rosalía hizo literatura con el gallego oral de su siglo, yo he empleado a propósito el gallego más complejo, más elitista, más culto, más rebuscado, más variado, más diccionaril que he podido (a estas alturas, creo que es el camino galleguista adecuado para una obra literaria [con gallego coloquial ya hacen canciones muchos artistas y grupos de la actualidad]).
1. 3.) Cebollesca: tiene muchas capas o posibles lecturas; me explico:
1. 3. 1) Puede leerse como una novela onírica/peregrinaje en el más allá y punto.
1. 3. 2) Puede leerse como un diario fantaseando con la otra vida/peregrinación terreste y punto.
1. 3. 3) Puede leerse como una autoficción masculina camuflada por un diario femenino onírico o fantasioso y punto (a veces la voz de Lautréamont se mezcla con la de Maldoror y a veces la voz de un tipo de 30 tacos se mezcla con la de una chica adolescente o la acompaña/superpone y se leen/oyen ambas a la vez).
1. 3. 4) Puede leerse y entenderse como una novela de extrema derecha (como American Psycho).
1. 3. 5) Puede leerse y entenderse como una novela de extrema izquierda (como American Psycho).
1. 3. 6) Puede leerse de más formas en las que ahora no caigo o que sería rizar demasiado el bucle explicar (lo principal y más obvio queda dicho) y puede leerse de más formas que otr@s puedan ver.
2) O Ceo de Santiago es una novela escrita con sangre, como decía Nietzsche, como Una temporada en el infierno de Rimbe, como Ruthless Little Things de Eris, etcétera.
3) O Ceo de Santiago es una novela literaria, artística, con voluntad de estilo, con ánimo creativo (mejor o peor, pero, cuando la competencia ni intenta ninguna de estas cosas, es fácil ganar, es fácil sentirse superior).
4) O Ceo de Santiago tiene cierto porcentaje de belleza, profundidad y artesanía (arte tradicional), pero también de hipermodernidad, originalidad y provocación (arte contemporáneo): como en el anterior punto, el 99,99% de lo que hay en las librerías ni lo intenta, no hay ni un 1% de nada de lo mencionado en esos libros, especialmente en el que me propuse superar.
5) O Ceo de Santiago es (mejor o peor, pero es, y, repito, sólo la intención, la actitud artística, vale un mundo y es una rara avis per se) una obra total: a César Aira le gusta decir que a Duchamp le gustaba decir que el título de un cuadro era un color más de la obra, pues bien: OCDS es una obra de arte, una obra de arte total: la portada importa, los colores de la portada importan, las tipografías empleadas importan, el formateo importa (dentro de mis humildes posibilidades, no tengo al equipo de 11:11 o Inside the Castle detrás para hacer más [oh, o lo haría, un libro de Mike Corrao parecería mainstream en comparación]). Si lo nuevo importa más que lo bueno (aunque tengan que ir de la mano también [lo bueno sin más sobra y no nos daría una vida para leerlo bien todo]), como también le gusta repetir a César Aira, OCDS puede sorprender en cualquier cambio de página por una nueva tipografía, formateo, o decisión artística variada (este es uno de los pocos puntos débiles del pensamiento crítico y de la obra de Aira [porque no hay nada de esto]).
6) Me gustaría decirte cómo surgió (superación de noveliña provinciana barata bertiana aparte), oh futuro para mí pero presente para ti exégeta, O Ceo de Santiago, pero, si eres bueno, ya lo sabes, así que me limitaré a decir para todos o para guiarte si aún no lo sabes que, para superar la parálisis de la página en blanco, para arrancar, para llegar a saber lo que necesitaba decir, lo que quería escribir, lo que quería hacer, empecé traduciendo una rara novela onírica judía contemporánea (cosecha del 2008)..., luego volví sobre mis pasos y los emborroné parafraseándola..., para, por último y cuanto antes, dejar atrás del todo la existencia de esa novela y encontrarme escribiendo lo que escribiría si escribiese (parafraseo a Marguerite Duras, cita predilecta de Enrique Vila-Matas). Tras esto, ya continué con los dos pasos airanos básicos: una página al día y fuga hacia adelante (desde entonces, hasta ahora, y probablemente por el resto de mi vida, edito y editaré, al contrario que Aira, parecido a Baudelaire).
7) Alejandra Pizarnik decía que ella nunca podría escribir una novela, porque en las novelas (más o menos comerciales) es inevitable llegar a un punto en el que hay que escribir vulgaridades como «Fuimos a tomar un café con leche». En la mayoría de libros que veis en las librerías se toman cafés con leche o cervezas; en OCDS, no, gracias a Dios, y todo atisbo de realismo prosaico y brutalmente simplón funciona de contrapunto estilístico necesario, no mediocridad banal.
Published on November 05, 2025 19:42
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Tags:
aira, alexandre-alphonse, alphonse, american-psycho, arthur-rimbaud, berta-dávila, borges, bret-easton-ellis, cervantes, comte-de-lautréamont, césar-aira, dali, don-quijote, don-quixote, ducasse, duchamp, duras, elizabeth-victoria-aldrich, enrique-vila-matas, españa, friedrich-nietzsche, galaxia, galeguismo, galicia, galiza, galleguismo, isidore-ducasse, jorge-luis-borges, lautréamont, marcel-duchamp, marguerite-duras, miguel-de-cervantes, nietzsche, quijote, rimbaud, rimbe, rosalía, rosalía-de-castro, ruthless-little-things, salvador-dalí, una-temporada-en-el-infierno, une-saison-en-enfer, vila-matas, xerais
Idea para un cuento artístico-ajedrecístico 𓀬
Creo (puedo equivocarme) que escribo mejor que antes. Me temo que estoy en la posición que tan bien resumió Felisberto Hernández cuando dijo: «Escribo cada vez mejor, lástima que me vaya cada vez peor». No sé si no preferiría ser como esos escritores importantes que pueden decir con justicia: «Escribo cada vez peor, por suerte cada vez me va mejor», y son ricos, famosos y felices.
(César Aira)
Idea para un cuento que ojalá escribiese Aira (ave, Caesar!). Como mínimo, podré usar esa respuesta suya en una entrevista como encabezamiento.
Siento la necesidad imperiosa de que exista un ensayo breve o relato breve sobre lo que expondré.
Primero, decir que lo más maravilloso del ajedrez es el sistema de ELO: si eres bueno, da igual todo: edad, nacionalidad, ubicación, sexo, etcétera; no hay enchufes, no hay suerte, no hay ajedrecistas de mierda viviendo de ello y grandes maestros en casa mirando el techo o repartiendo pizzas por unos euros (todo lo más, youtubers ganando más dinero que muchos grandes maestros, pero no engañan a nadie, nadie duda quién es mejor, de ahí los puntos de cada uno, el ELO FIDE). Este ELO FIDE, encima, se subdivide en 3 categorías: ajedrez blitz, rápido y clásico (como si en literatura se separase la calidad de uno por tipo de obra [poema, cuento, novela] y/o duración-longitud [10 páginas, 100, 1000...].
¿A dónde quiero llegar con todo esto? Ahora sí: fantaseo con un mundo donde un día nos despertásemos y, al lado de los nombres de autores que vemos en librerías, apareciese su ELO de artista (y el ELO de los que no aparecen en las librerías pero se autopublican [Lautréamont, Rimbaud, William Blake... en su época] o no publican [Pessoa]), y viésemos que l@s artistas premiad@s, más o menos adinerad@s y afamad@s, no llegan en muchos casos ni a unos mediocres 1500 puntos, con candidatos a maestro, maestros FIDE, maestros internacionales y grandes maestros en su puto anónimato autopublicándose o no publicando en absoluto.
Con eso fantaseo, sí.
Eso quiero ver en un ensayo breve o relato de ficción, sí, claro, coño, joder, hostia puta, ¡cómo no!, ¡como para no!
(César Aira)
Idea para un cuento que ojalá escribiese Aira (ave, Caesar!). Como mínimo, podré usar esa respuesta suya en una entrevista como encabezamiento.
Siento la necesidad imperiosa de que exista un ensayo breve o relato breve sobre lo que expondré.
Primero, decir que lo más maravilloso del ajedrez es el sistema de ELO: si eres bueno, da igual todo: edad, nacionalidad, ubicación, sexo, etcétera; no hay enchufes, no hay suerte, no hay ajedrecistas de mierda viviendo de ello y grandes maestros en casa mirando el techo o repartiendo pizzas por unos euros (todo lo más, youtubers ganando más dinero que muchos grandes maestros, pero no engañan a nadie, nadie duda quién es mejor, de ahí los puntos de cada uno, el ELO FIDE). Este ELO FIDE, encima, se subdivide en 3 categorías: ajedrez blitz, rápido y clásico (como si en literatura se separase la calidad de uno por tipo de obra [poema, cuento, novela] y/o duración-longitud [10 páginas, 100, 1000...].
¿A dónde quiero llegar con todo esto? Ahora sí: fantaseo con un mundo donde un día nos despertásemos y, al lado de los nombres de autores que vemos en librerías, apareciese su ELO de artista (y el ELO de los que no aparecen en las librerías pero se autopublican [Lautréamont, Rimbaud, William Blake... en su época] o no publican [Pessoa]), y viésemos que l@s artistas premiad@s, más o menos adinerad@s y afamad@s, no llegan en muchos casos ni a unos mediocres 1500 puntos, con candidatos a maestro, maestros FIDE, maestros internacionales y grandes maestros en su puto anónimato autopublicándose o no publicando en absoluto.
Con eso fantaseo, sí.
Eso quiero ver en un ensayo breve o relato de ficción, sí, claro, coño, joder, hostia puta, ¡cómo no!, ¡como para no!
Published on November 13, 2025 04:03
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