Alexandre Alphonse's Blog: Ave, exegeta futurus! - Posts Tagged "duchamp"
O Ceo de Santiago 𓁀
Por qué O Ceo de Santiago es la mejor novela gallega de la historia (cosa fácil, o por lo menos de lo que va de siglo, o por lo menos comparado con lo que se ve en las librerías publicado por Xerais y Galaxia [aunque me extirpasen la mano, un ojo y medio cerebro, seguiría escribiendo infinitamente menos mal que Bertiña Dávila & company]), en sencillos pasos (me siento como el poetastro del cuento de Borges explicando su propia obra, pero lo creo necesario y lo encuentro divertido) y otros puntos pertinentes sobre OCDS:
(0) Escribí (escribo, voy a editarlo [ya llevo un lustro] y engordarlo con sustancias nutritivas hasta que compita contigo siendo un buen ladrillo, viejo océano, ¡oh, viejo océano de olas de cristal!) este libro con la más humilde de las ambiciones (esta modestia, esta intención tan pobre me avergüenza anímicamente, pero es la verdad [queriendo igualarme a Rimbe o a Lautréamont me hubiese quedado en punto muerto, claro]): hacerlo menos mal que los demás, en concreto hacerlo menos mal («No es que yo sea bueno, es que los demás son tan malos que la comparación se revela imposible» [Dalí]) que Berta Dávila en su premiada (con 12 mil euros) novela Carrusel (una sola página, un solo párrafo..., me doy cuenta de que hasta una sola frase en algún caso de OCDS ya vale más que todo Carrusel junto [quien haya leído ambas obras sabrá reconocerlo]).
007) A Bernard Shaw le preguntaron una vez si creía que el Espíritu Santo había escrito la Biblia. Contestó: «Todo libro que vale la pena ser releído ha sido escrito por el Espíritu». Es decir, un libro tiene que ir más allá de la intención de su autor; la intención del autor es una pobre cosa humana, falible, pero en el libro tiene que haber más. «El Quijote», por ejemplo, es más que una sátira de los libros de caballería: es un texto absoluto en el que cual no interviene, absolutamente para nada, el azar. (Borges).
En OCDS no hay nada al azar; en la obra de Bertiña, todo es azaroso y podría ser perfectamente otra cosa. Por ejemplo: la protagonista de OCDS se llama Sabela (de «Elisheba» [ponlo en Google y verás lo que significa]), mientras que en cualquier libro de Bertiña cualquier personaje tiene un nombre pudiendo ser perfectamente otro. Yo soy artista hasta para nombrar a un personaje; Berta, no es artista ni para eso. El escritor Joshua Cohen, consciente de la necesidad vulgar de nombrar personajes, lo que hace en una novela es llamarlos a todos como él mismo (creo que hay 4 Joshua Cohen en «The Book of Numbers»), cuando hubiese sido mejor llamarlos «A, B, C y D», pero bueno, sigue siendo una opción más artística que llamarlos «Carlos» o «Pepe».
1) O Ceo de Santiago es una novela multidimensional:
1. 1) Cervantina o quijotesca: es una sátira de la basura que publica la industria para el perro público, es decir, autoficción en forma de narcisista dietario-anecdotario femenino escrito en primera persona (lo que se lleva ahora), pero, donde una noveliña o o la noveliña antes mencionada de Bertiña es brutalmente prosaica, realista, indolente, inane, segura, sensata, simplona, mansa, políticamente correcta (literatura iliteraria, vaya)..., OCDS reduce al absurdo la sátira y es todo lo contrario: una novela poética, onírica, doliente, profunda, peligrosa, alocada, compleja, venenosa, feroz, políticamente incorrecta (literatura literaria, vaya).
1. 2.) Rosaliana: Rosalía de Castro escribió poesía en gallego..., para un público inexistente, un público futuro o un par de elegid@s de su época, y pasa algo parecido con OCDS: el lector gallego actual, el lector gallego de los churrascos carpetovetónicos que publica Xeralaxia, si abriera OCDS..., bueno, cómo decirlo...: el contraste entre Carrusel de Berta Dávila y O Ceo de Santiago de mi predilecto Alexandre Alphonse es como comparar un parchís de los chinos con un ajedrez de marfil, o, mejor: como comparar el cajón de los calcetines o las galletas con Jumanji.
1.2. 1.) También es una novela de espíritu rosaliano desde un punto de vista galleguista: si Rosalía hizo literatura con el gallego oral de su siglo, yo he empleado a propósito el gallego más complejo, más elitista, más culto, más rebuscado, más variado, más diccionaril que he podido (a estas alturas, creo que es el camino galleguista adecuado para una obra literaria [con gallego coloquial ya hacen canciones muchos artistas y grupos de la actualidad]).
1. 3.) Cebollesca: tiene muchas capas o posibles lecturas; me explico:
1. 3. 1) Puede leerse como una novela onírica/peregrinaje en el más allá y punto.
1. 3. 2) Puede leerse como un diario fantaseando con la otra vida/peregrinación terreste y punto.
1. 3. 3) Puede leerse como una autoficción masculina camuflada por un diario femenino onírico o fantasioso y punto (a veces la voz de Lautréamont se mezcla con la de Maldoror y a veces la voz de un tipo de 30 tacos se mezcla con la de una chica adolescente o la acompaña/superpone y se leen/oyen ambas a la vez).
1. 3. 4) Puede leerse y entenderse como una novela de extrema derecha (como American Psycho).
1. 3. 5) Puede leerse y entenderse como una novela de extrema izquierda (como American Psycho).
1. 3. 6) Puede leerse de más formas en las que ahora no caigo o que sería rizar demasiado el bucle explicar (lo principal y más obvio queda dicho) y puede leerse de más formas que otr@s puedan ver.
2) O Ceo de Santiago es una novela escrita con sangre, como decía Nietzsche, como Una temporada en el infierno de Rimbe, como Ruthless Little Things de Eris, etcétera.
3) O Ceo de Santiago es una novela literaria, artística, con voluntad de estilo, con ánimo creativo (mejor o peor, pero, cuando la competencia ni intenta ninguna de estas cosas, es fácil ganar, es fácil sentirse superior).
4) O Ceo de Santiago tiene cierto porcentaje de belleza, profundidad y artesanía (arte tradicional), pero también de hipermodernidad, originalidad y provocación (arte contemporáneo): como en el anterior punto, el 99,99% de lo que hay en las librerías ni lo intenta, no hay ni un 1% de nada de lo mencionado en esos libros, especialmente en el que me propuse superar.
5) O Ceo de Santiago es (mejor o peor, pero es, y, repito, sólo la intención, la actitud artística, vale un mundo y es una rara avis per se) una obra total: a César Aira le gusta decir que a Duchamp le gustaba decir que el título de un cuadro era un color más de la obra, pues bien: OCDS es una obra de arte, una obra de arte total: la portada importa, los colores de la portada importan, las tipografías empleadas importan, el formateo importa (dentro de mis humildes posibilidades, no tengo al equipo de 11:11 o Inside the Castle detrás para hacer más [oh, o lo haría, un libro de Mike Corrao parecería mainstream en comparación]). Si lo nuevo importa más que lo bueno (aunque tengan que ir de la mano también [lo bueno sin más sobra y no nos daría una vida para leerlo bien todo]), como también le gusta repetir a César Aira, OCDS puede sorprender en cualquier cambio de página por una nueva tipografía, formateo, o decisión artística variada (este es uno de los pocos puntos débiles del pensamiento crítico y de la obra de Aira [porque no hay nada de esto]).
6) Me gustaría decirte cómo surgió (superación de noveliña provinciana barata bertiana aparte), oh futuro para mí pero presente para ti exégeta, O Ceo de Santiago, pero, si eres bueno, ya lo sabes, así que me limitaré a decir para todos o para guiarte si aún no lo sabes que, para superar la parálisis de la página en blanco, para arrancar, para llegar a saber lo que necesitaba decir, lo que quería escribir, lo que quería hacer, empecé traduciendo una rara novela onírica judía contemporánea (cosecha del 2008)..., luego volví sobre mis pasos y los emborroné parafraseándola..., para, por último y cuanto antes, dejar atrás del todo la existencia de esa novela y encontrarme escribiendo lo que escribiría si escribiese (parafraseo a Marguerite Duras, cita predilecta de Enrique Vila-Matas). Tras esto, ya continué con los dos pasos airanos básicos: una página al día y fuga hacia adelante (desde entonces, hasta ahora, y probablemente por el resto de mi vida, edito y editaré, al contrario que Aira, parecido a Baudelaire).
7) Alejandra Pizarnik decía que ella nunca podría escribir una novela, porque en las novelas (más o menos comerciales) es inevitable llegar a un punto en el que hay que escribir vulgaridades como «Fuimos a tomar un café con leche». En la mayoría de libros que veis en las librerías se toman cafés con leche o cervezas; en OCDS, no, gracias a Dios, y todo atisbo de realismo prosaico y brutalmente simplón funciona de contrapunto estilístico necesario, no mediocridad banal.
(0) Escribí (escribo, voy a editarlo [ya llevo un lustro] y engordarlo con sustancias nutritivas hasta que compita contigo siendo un buen ladrillo, viejo océano, ¡oh, viejo océano de olas de cristal!) este libro con la más humilde de las ambiciones (esta modestia, esta intención tan pobre me avergüenza anímicamente, pero es la verdad [queriendo igualarme a Rimbe o a Lautréamont me hubiese quedado en punto muerto, claro]): hacerlo menos mal que los demás, en concreto hacerlo menos mal («No es que yo sea bueno, es que los demás son tan malos que la comparación se revela imposible» [Dalí]) que Berta Dávila en su premiada (con 12 mil euros) novela Carrusel (una sola página, un solo párrafo..., me doy cuenta de que hasta una sola frase en algún caso de OCDS ya vale más que todo Carrusel junto [quien haya leído ambas obras sabrá reconocerlo]).
007) A Bernard Shaw le preguntaron una vez si creía que el Espíritu Santo había escrito la Biblia. Contestó: «Todo libro que vale la pena ser releído ha sido escrito por el Espíritu». Es decir, un libro tiene que ir más allá de la intención de su autor; la intención del autor es una pobre cosa humana, falible, pero en el libro tiene que haber más. «El Quijote», por ejemplo, es más que una sátira de los libros de caballería: es un texto absoluto en el que cual no interviene, absolutamente para nada, el azar. (Borges).
En OCDS no hay nada al azar; en la obra de Bertiña, todo es azaroso y podría ser perfectamente otra cosa. Por ejemplo: la protagonista de OCDS se llama Sabela (de «Elisheba» [ponlo en Google y verás lo que significa]), mientras que en cualquier libro de Bertiña cualquier personaje tiene un nombre pudiendo ser perfectamente otro. Yo soy artista hasta para nombrar a un personaje; Berta, no es artista ni para eso. El escritor Joshua Cohen, consciente de la necesidad vulgar de nombrar personajes, lo que hace en una novela es llamarlos a todos como él mismo (creo que hay 4 Joshua Cohen en «The Book of Numbers»), cuando hubiese sido mejor llamarlos «A, B, C y D», pero bueno, sigue siendo una opción más artística que llamarlos «Carlos» o «Pepe».
1) O Ceo de Santiago es una novela multidimensional:
1. 1) Cervantina o quijotesca: es una sátira de la basura que publica la industria para el perro público, es decir, autoficción en forma de narcisista dietario-anecdotario femenino escrito en primera persona (lo que se lleva ahora), pero, donde una noveliña o o la noveliña antes mencionada de Bertiña es brutalmente prosaica, realista, indolente, inane, segura, sensata, simplona, mansa, políticamente correcta (literatura iliteraria, vaya)..., OCDS reduce al absurdo la sátira y es todo lo contrario: una novela poética, onírica, doliente, profunda, peligrosa, alocada, compleja, venenosa, feroz, políticamente incorrecta (literatura literaria, vaya).
1. 2.) Rosaliana: Rosalía de Castro escribió poesía en gallego..., para un público inexistente, un público futuro o un par de elegid@s de su época, y pasa algo parecido con OCDS: el lector gallego actual, el lector gallego de los churrascos carpetovetónicos que publica Xeralaxia, si abriera OCDS..., bueno, cómo decirlo...: el contraste entre Carrusel de Berta Dávila y O Ceo de Santiago de mi predilecto Alexandre Alphonse es como comparar un parchís de los chinos con un ajedrez de marfil, o, mejor: como comparar el cajón de los calcetines o las galletas con Jumanji.
1.2. 1.) También es una novela de espíritu rosaliano desde un punto de vista galleguista: si Rosalía hizo literatura con el gallego oral de su siglo, yo he empleado a propósito el gallego más complejo, más elitista, más culto, más rebuscado, más variado, más diccionaril que he podido (a estas alturas, creo que es el camino galleguista adecuado para una obra literaria [con gallego coloquial ya hacen canciones muchos artistas y grupos de la actualidad]).
1. 3.) Cebollesca: tiene muchas capas o posibles lecturas; me explico:
1. 3. 1) Puede leerse como una novela onírica/peregrinaje en el más allá y punto.
1. 3. 2) Puede leerse como un diario fantaseando con la otra vida/peregrinación terreste y punto.
1. 3. 3) Puede leerse como una autoficción masculina camuflada por un diario femenino onírico o fantasioso y punto (a veces la voz de Lautréamont se mezcla con la de Maldoror y a veces la voz de un tipo de 30 tacos se mezcla con la de una chica adolescente o la acompaña/superpone y se leen/oyen ambas a la vez).
1. 3. 4) Puede leerse y entenderse como una novela de extrema derecha (como American Psycho).
1. 3. 5) Puede leerse y entenderse como una novela de extrema izquierda (como American Psycho).
1. 3. 6) Puede leerse de más formas en las que ahora no caigo o que sería rizar demasiado el bucle explicar (lo principal y más obvio queda dicho) y puede leerse de más formas que otr@s puedan ver.
2) O Ceo de Santiago es una novela escrita con sangre, como decía Nietzsche, como Una temporada en el infierno de Rimbe, como Ruthless Little Things de Eris, etcétera.
3) O Ceo de Santiago es una novela literaria, artística, con voluntad de estilo, con ánimo creativo (mejor o peor, pero, cuando la competencia ni intenta ninguna de estas cosas, es fácil ganar, es fácil sentirse superior).
4) O Ceo de Santiago tiene cierto porcentaje de belleza, profundidad y artesanía (arte tradicional), pero también de hipermodernidad, originalidad y provocación (arte contemporáneo): como en el anterior punto, el 99,99% de lo que hay en las librerías ni lo intenta, no hay ni un 1% de nada de lo mencionado en esos libros, especialmente en el que me propuse superar.
5) O Ceo de Santiago es (mejor o peor, pero es, y, repito, sólo la intención, la actitud artística, vale un mundo y es una rara avis per se) una obra total: a César Aira le gusta decir que a Duchamp le gustaba decir que el título de un cuadro era un color más de la obra, pues bien: OCDS es una obra de arte, una obra de arte total: la portada importa, los colores de la portada importan, las tipografías empleadas importan, el formateo importa (dentro de mis humildes posibilidades, no tengo al equipo de 11:11 o Inside the Castle detrás para hacer más [oh, o lo haría, un libro de Mike Corrao parecería mainstream en comparación]). Si lo nuevo importa más que lo bueno (aunque tengan que ir de la mano también [lo bueno sin más sobra y no nos daría una vida para leerlo bien todo]), como también le gusta repetir a César Aira, OCDS puede sorprender en cualquier cambio de página por una nueva tipografía, formateo, o decisión artística variada (este es uno de los pocos puntos débiles del pensamiento crítico y de la obra de Aira [porque no hay nada de esto]).
6) Me gustaría decirte cómo surgió (superación de noveliña provinciana barata bertiana aparte), oh futuro para mí pero presente para ti exégeta, O Ceo de Santiago, pero, si eres bueno, ya lo sabes, así que me limitaré a decir para todos o para guiarte si aún no lo sabes que, para superar la parálisis de la página en blanco, para arrancar, para llegar a saber lo que necesitaba decir, lo que quería escribir, lo que quería hacer, empecé traduciendo una rara novela onírica judía contemporánea (cosecha del 2008)..., luego volví sobre mis pasos y los emborroné parafraseándola..., para, por último y cuanto antes, dejar atrás del todo la existencia de esa novela y encontrarme escribiendo lo que escribiría si escribiese (parafraseo a Marguerite Duras, cita predilecta de Enrique Vila-Matas). Tras esto, ya continué con los dos pasos airanos básicos: una página al día y fuga hacia adelante (desde entonces, hasta ahora, y probablemente por el resto de mi vida, edito y editaré, al contrario que Aira, parecido a Baudelaire).
7) Alejandra Pizarnik decía que ella nunca podría escribir una novela, porque en las novelas (más o menos comerciales) es inevitable llegar a un punto en el que hay que escribir vulgaridades como «Fuimos a tomar un café con leche». En la mayoría de libros que veis en las librerías se toman cafés con leche o cervezas; en OCDS, no, gracias a Dios, y todo atisbo de realismo prosaico y brutalmente simplón funciona de contrapunto estilístico necesario, no mediocridad banal.
Published on November 05, 2025 19:42
•
Tags:
aira, alexandre-alphonse, alphonse, american-psycho, arthur-rimbaud, berta-dávila, borges, bret-easton-ellis, cervantes, comte-de-lautréamont, césar-aira, dali, don-quijote, don-quixote, ducasse, duchamp, duras, elizabeth-victoria-aldrich, enrique-vila-matas, españa, friedrich-nietzsche, galaxia, galeguismo, galicia, galiza, galleguismo, isidore-ducasse, jorge-luis-borges, lautréamont, marcel-duchamp, marguerite-duras, miguel-de-cervantes, nietzsche, quijote, rimbaud, rimbe, rosalía, rosalía-de-castro, ruthless-little-things, salvador-dalí, una-temporada-en-el-infierno, une-saison-en-enfer, vila-matas, xerais
El 1% malo de César Aira
Como el 99% es bueno, ave Caesar, me centraré en lo poco que no me gusta de Aira:
1) Sus libros no son obras de arte totales: le gusta mucho la idea duchampiana de que un título es un color más en un cuadro, pero se queda ahí: no hay control personal ni valoración de las portadas de sus obras, ni formateo artístico dentro (por fuera, la estética le es indiferente y está fuera de su control; por dentro, un libro de Aira podría ser de cualquier siglo, al contrario que uno de Mike Corrao).
2) No entiende de videojuegos (noveno arte) o música contemporánea (al contrario que Houellebecq, que algo controla): puedes irte muy de guay y moderno por adorar a Duchamp, el dadaísmo y el surrealismo, pero ya ha pasado un siglo de eso, amego.
3) Dice no leer literatura contemporánea, con la excepción de Kazuo Ishiguro (me alegra que se llevara un par de hostias con libros suyos que no le gustaron xD) y algún contemporáneo iberoamericano: esta falta de curiosidad es, por una parte, un pecado artístico e intelectual; por otra, una falta de respeto a su propia labor, que podría enriquecerse con los pies en su época (como añadidura de influencias externas [lo que le pasó a Lorca para su «Poeta en Nueva York»] o reacción [lo que le pasó a Dalí, que de moderno sólo tenía la fachada, no el espíritu ni la técnica, gracias a Dios], pero algo aporta vivir culturalmente en la época de uno, siempre).
4) Llama a Borges, (para no variar, lo clava) «lector civilizado», pero es igual de improbable imaginarse a a Jorge Luis leyendo a Lautréamont que imaginarse a César leyendo a Kenji Siratori (Aira se sigue creyendo muy rompedor por hacer postdadaísmo y postsurrealismo en el siglo XXI... [lo es, comparado con los autores de best-sellers y folletines varios, pero no comparado con sus colegas de profesión hipercontemporáneos cuya obra desconoce y quiere seguir desconociendo]).
5) Su desconocimiento de la literatura española, aparte de los clásicos. Ha leído, de casualidad, «Nada», de Carmen Laforet, y le gustó y sorprendió, pero me pregunto si ha leído «Negra espalda del tiempo», de Javier Marías; algo de Tallón o Vila-Matas (probablemente no o no con la intensidad con que estos dos han leído a su conocido/amigo argentino); a Valle-Inclán, José María Pérez Álvarez, German Sierra, Agustín Fernández Mallo, Cela («La familia de Pascual Duarte» es una joya estilística y el amor por la literatura pura que rezuma con tanto amor por cada frase escrita no queda atrás de los más obviamente literarios Aira o Vila-Matas).
6) Su desconocimiento de la literatura gallega: creo que se ha leído «Esmorga» de Blanco Amor y para de contar (porque, surprise surprise en un argentino, César tiene sangre gallega y algo quería leer de su tierra de origen étnico [Pessoa tenía sangre gallega, vale, a ese sí lo ha leído bien, bueno]), cuando hay muchas joyitas mucho mejores (Cunqueiro, Pedraio, Marcial Suárez, «Metamorfosis benezianas» de Miguel Anxo Murado...)
7) La cerrazón, cierta o no, con Bolaño, me parece muy pueril (algo así como «Ya que todo el mundo lo lee y recomienda, siempre me he negado» [¿miedo en alguien que nunca ha padecido de la angustia de la influencia por haberlas aceptado todas y cambiar a menudo de ellas? Es que no se entiende, personalmente esa falta de curiosidad intelectual me pone enfermo...]); no sería muy distinto no haber leído a Borges por la misma sensación de «Hay que leerlo». Tan vergonzoso como no andar flipando con «Lux» de Rosalía estos días porque, oh, pecado mortal, tanto el mercado como la crítica especializada la adoran (porque hay algo que adorar, a veces estas cosas pasan, gracias a Dios no todo es Van Gogh desconocido o Rimbe regalando «Una temporada en el infierno» en las calle de París sin que nadie se lo cogiese).
1) Sus libros no son obras de arte totales: le gusta mucho la idea duchampiana de que un título es un color más en un cuadro, pero se queda ahí: no hay control personal ni valoración de las portadas de sus obras, ni formateo artístico dentro (por fuera, la estética le es indiferente y está fuera de su control; por dentro, un libro de Aira podría ser de cualquier siglo, al contrario que uno de Mike Corrao).
2) No entiende de videojuegos (noveno arte) o música contemporánea (al contrario que Houellebecq, que algo controla): puedes irte muy de guay y moderno por adorar a Duchamp, el dadaísmo y el surrealismo, pero ya ha pasado un siglo de eso, amego.
3) Dice no leer literatura contemporánea, con la excepción de Kazuo Ishiguro (me alegra que se llevara un par de hostias con libros suyos que no le gustaron xD) y algún contemporáneo iberoamericano: esta falta de curiosidad es, por una parte, un pecado artístico e intelectual; por otra, una falta de respeto a su propia labor, que podría enriquecerse con los pies en su época (como añadidura de influencias externas [lo que le pasó a Lorca para su «Poeta en Nueva York»] o reacción [lo que le pasó a Dalí, que de moderno sólo tenía la fachada, no el espíritu ni la técnica, gracias a Dios], pero algo aporta vivir culturalmente en la época de uno, siempre).
4) Llama a Borges, (para no variar, lo clava) «lector civilizado», pero es igual de improbable imaginarse a a Jorge Luis leyendo a Lautréamont que imaginarse a César leyendo a Kenji Siratori (Aira se sigue creyendo muy rompedor por hacer postdadaísmo y postsurrealismo en el siglo XXI... [lo es, comparado con los autores de best-sellers y folletines varios, pero no comparado con sus colegas de profesión hipercontemporáneos cuya obra desconoce y quiere seguir desconociendo]).
5) Su desconocimiento de la literatura española, aparte de los clásicos. Ha leído, de casualidad, «Nada», de Carmen Laforet, y le gustó y sorprendió, pero me pregunto si ha leído «Negra espalda del tiempo», de Javier Marías; algo de Tallón o Vila-Matas (probablemente no o no con la intensidad con que estos dos han leído a su conocido/amigo argentino); a Valle-Inclán, José María Pérez Álvarez, German Sierra, Agustín Fernández Mallo, Cela («La familia de Pascual Duarte» es una joya estilística y el amor por la literatura pura que rezuma con tanto amor por cada frase escrita no queda atrás de los más obviamente literarios Aira o Vila-Matas).
6) Su desconocimiento de la literatura gallega: creo que se ha leído «Esmorga» de Blanco Amor y para de contar (porque, surprise surprise en un argentino, César tiene sangre gallega y algo quería leer de su tierra de origen étnico [Pessoa tenía sangre gallega, vale, a ese sí lo ha leído bien, bueno]), cuando hay muchas joyitas mucho mejores (Cunqueiro, Pedraio, Marcial Suárez, «Metamorfosis benezianas» de Miguel Anxo Murado...)
7) La cerrazón, cierta o no, con Bolaño, me parece muy pueril (algo así como «Ya que todo el mundo lo lee y recomienda, siempre me he negado» [¿miedo en alguien que nunca ha padecido de la angustia de la influencia por haberlas aceptado todas y cambiar a menudo de ellas? Es que no se entiende, personalmente esa falta de curiosidad intelectual me pone enfermo...]); no sería muy distinto no haber leído a Borges por la misma sensación de «Hay que leerlo». Tan vergonzoso como no andar flipando con «Lux» de Rosalía estos días porque, oh, pecado mortal, tanto el mercado como la crítica especializada la adoran (porque hay algo que adorar, a veces estas cosas pasan, gracias a Dios no todo es Van Gogh desconocido o Rimbe regalando «Una temporada en el infierno» en las calle de París sin que nadie se lo cogiese).
Published on November 08, 2025 10:38
•
Tags:
agustín-fernández-mallo, aira, blanco-amor, bolaño, borges, camilo-josé-cela, carmen-laforet, cela, corrao, cunqueiro, césar-aira, dalí, duchamp, eduardo-blanco-amor, enrique-vila-matas, federico-garcía-lorca, fernando-pessoa, german-sierra, houellebecq, ishiguro, isidore-ducasse, jorge-luis-borges, josé-maría-pérez-álvarez, juan-tallón, kazuo-ishiguro, kenji-siratori, la-familia-de-pascual-duarte, laforet, lautréamont, lorca, marcel-duchamp, marcial-suárez, metamorfosis-benezianas, michel-houellebecq, miguel-anxo-murado, mike-corrao, nada, otero-pedraio, otero-pedrayo, pessoa, poeta-en-nueva-york, roberto-bolaño, salvador-dalí, siratori, tallón, valle-inclán, videojuegos, vila-matas, xoan-tallón, álvaro-cunqueiro


